Halcones
con algunas plumas menos
Análisis
de Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 21/09/05
Washington.
Hace cuatro años, un pequeño grupo llamado Proyecto para el Nuevo
Siglo Estadounidense (PNAC son sus siglas en inglés) publicó una
carta abierta al presidente George W. Bush dándole consejos sobre cómo
llevar adelante su "guerra contra el terrorismo".
Además
de desalojar de Afganistán al movimiento radical islamista Talibán,
la carta firmada mayoritariamente por neoconservadores proponía
impulsar un "cambio de régimen" en Iraq "por todos los
métodos necesarios", "aun cuando la evidencia no vincule
directamente a ese país con los ataques" terroristas del 11 de
septiembre de 2001 contra Estados Unidos.
También
instó a adoptar "medidas apropiadas de represalia" contra
Irán y Siria si estos países se negaban a responder a las demandas
de Washington para que dejaran de apoyar a la milicia libanesa Hizbollá
(Partido de Dios), que consideraban parte de la “red terrorista
internacional”.
La
misiva también pedía que se suspendiera toda asistencia
internacional a la Autoridad Nacional Palestina a menos que ésta
impidiera los ataques contra objetivos israelíes.
Asimismo,
proponía "un importante aumento en el gasto de defensa"
para poner fin al conflicto árabe–israelí, que algunos de los
firmantes de la carta, en especial el ex director de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) James Woolsey, describieron como la
"cuarta guerra mundial".
Seis
meses después, el PNAC publicó una segunda carta, otra vez poco
difundida por los grandes medios de comunicación, proponiendo a Bush
"acelerar los planes para sacar (al presidente iraquí) Saddam
Hussein del poder", "dar pleno apoyo a Israel" y
"aumentar significativamente el presupuesto de defensa para
asegurar que la inminente guerra sea exitosa en todos los
aspectos".
Los
consejos del PNAC y los acontecimientos que siguieron a sus cartas
dejaron la impresión, sobre todo en Europa y el mundo árabe, de que
el grupo había logrado convencer a Bush y "secuestrar" la
política exterior de Estados Unidos, en especial en lo referente a
Medio Oriente. De hecho, la coincidencia entre las recomendaciones del
PNAC y lo realizado en los últimos años por Washington en Medio
Oriente sugiere que Bush siguió al pie de la letra los consejos.
A
partir de entonces, Washington dio pleno apoyo al primer ministro
israelí Ariel Sharon, invadió Iraq y cortó toda negociación con
Siria e Irán.
Pero
no podría decirse que esas coincidencias fueron parte de alguna
conspiración. El PNAC, integrado por media docena de personas, había
enviado varias cartas, declaraciones e informes a Washington desde hacía
varios años. Su pedido de un "cambio de régimen" en Iraq
es parte de un más amplio proyecto de política exterior inspirado en
un escrito elaborado por los halcones (los que propugnan el belicismo
en política exterior) del Departamento de Defensa durante el gobierno
del ex presidente George Bush (1989–1993), padre del actual
mandatario, después de la primera guerra del Golfo en 1991.
El
PNAC también se inspiró en un artículo publicado en la revista Foreign
Affairs, la más influyente sobre política exterior de Estados
Unidos, de William Kristol y Robert Kagan, ambos fundadores del grupo,
que llama a consolidar una "benevolente hegemonía mundial"
de Estados Unidos sobre la base de su "supremacía militar y
confianza moral".
Las
ideas contenidas en esos trabajos reflejan claramente el pensamiento
de la que podría ser considerada una coalición de halcones,
integrada por enérgicos nacionalistas, neoconservadores y miembros de
la derecha cristiana, quienes han trabajado juntos desde mediados de
los años 70.
La
coalición encontró su oportunidad luego de los atentados terroristas
del 11 de septiembre. Guiado por Kristol, también editor del
semanario The Weekly Standard, el PNAC se convirtió en la voz pública
de esa alianza de halcones.
Entre
los fundadores del PNAC se destacan el actual vicepresidente Dick
Cheney, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y sus dos
principales asesores, Lewis Libby y Paul Wolfowitz, ahora presidente
del Banco Mundial.
Por
eso, en su carta del 20 de septiembre de 2001, el PNAC no estaba
"recomendando" nada que estos hombres no estuvieran ya
impulsando dentro de la administración de Bush. Entonces, cuatro años
después, ¿qué está haciendo el PNAC?
Algunos
analistas, como Gideon Rose, editor de Foreign Affairs, habían
señalado que los "realistas" habían vuelto a conducir la
política exterior de Estados Unidos gracias al "colapso de la
doctrina Bush" y las divisiones entre los halcones.
Los
realistas, bando que dominó en el último medio siglo la política
exterior de Estados Unidos pero fue relegado por los neoconservadores
en el primer periodo de Bush, prefieren la acción multilateral y
priorizan el fortalecimiento de las alianzas tradicionales de
Washington, en especial a través de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN).
En
cambio, los halcones son hostiles a los procesos multilaterales en
general y a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en
particular. Sus postulados sobre política exterior rechazan el
pragmatismo y formulan los conflictos en términos morales.
La
influencia del PNAC depende mucho de la unidad entre sus integrantes,
y las disensiones entre estos comenzaron en el mismo momento en que
las tropas estadounidenses entraron en Iraq.
Rumsfeld,
en particular, no estaba decidido a usar una gran fuerza para
"transformar" a Iraq y a toda la región, como proponían
Kristol y Kagan, entre otros neoconservadores, quienes comenzaron a
criticar al secretario de Defensa y a pedir su renuncia.
Mientras,
otros acusaban a los neoconservadores de hacerse ilusiones y hacerle
creer a Bush que las tropas estadounidenses serían recibidas con
"dulces y flores" en Iraq.
El
exilio de Wolfowitz al Banco Mundial y la renuncia del secretario
adjunto de Política de Defensa, Douglas Feith, deben ser vistos en
este contexto.
Los
quiebres en la coalición se ampliaron cuando la insurgencia iraquí
comenzó a tomar fuerza y se consolidó con el paso del tiempo. La
resistencia iraquí arrastró a una ciénaga a los soldados
estadounidenses y acabó con los sueños de la coalición de halcones
de tener una fuerza militar capaz de intervenir en cualquier crisis en
cualquier momento.
Además,
los inesperados y enormes costos asociados a la ocupación de Iraq
–a los que ahora se deben sumar los también inesperados y enormes
costos de la recuperación tras el huracán Katrina– demostraron que
el dinero necesario para el poderío militar que ambiciona el PNAC
simplemente no está disponible.
La
creciente percepción pública de que Iraq se ha convertido en un
"atolladero" agravó las discrepancias dentro de la coalición
de halcones, que ahora deben invertir gran parte de sus fuerzas a
defender la decisión original de invadir el país árabe.
Otro
hecho que claramente dividió al PNAC fue la decisión de Bush de
respaldar el llamado "plan de desvinculación" de Sharon,
por el cual retiró a sus tropas y a los colonos judíos de la franja
de Gaza, el más pequeño de los territorios palestinos ocupados.
Tanto
en la carta del 20 de septiembre de 2001 como en la del 3 de abril de
2002, el PNAC subrayaba la necesidad de forjar una alianza lo más
estrecha posible entre la administración de Bush y el gobernante
Partido Likud de Israel.
Pero
así como el plan de retirada de Sharon dividió a los líderes del
Likud, también provocó fisuras en el seno de la coalición de
halcones estadounidenses, en particular entre los neoconservadores y
la derecha cristiana.
Israel
ocupa una posición central en la visión del mundo de ambos grupos, y
por eso el desacuerdo interno sobre ese asunto fue particularmente
debilitante para la coalición.
Pero
sería un error creer que por el hecho de que el PNAC no pasa por su
mejor momento ha perdido toda influencia en la política de exterior.
Los halcones siguen sobrevolando Washington. La confrontación con Irán,
en especial desde que asumió la presidencia de ese país Mahmoud
Ahmedinejad, quien ya ha mostrado una actitud desafiante hacia
Occidente, es un asunto en que la coalición de halcones está unida.
Todos quieren evitar que Teherán avance con su programa de desarrollo
nuclear.
Aunque
el PNAC no ha sugerido aún públicamente a Bush qué hacer con Irán,
no hay dudas de que todos sus miembros coinciden en tener una política
de línea dura con el nuevo gobierno iraní.
No
está claro qué proponen hacer con Siria, a pesar de que muchos
halcones están a favor de un "cambio de régimen", quizás
a través de ataques desde Iraq, arguyendo medidas preventivas a la
infiltración de insurgentes. Mientras los realistas quieren entablar
un diálogo con el presidente sirio Bashar Assad, los halcones
prefieren aislar y presionar económicamente a Damasco, convencidos de
que el régimen colapsará.
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