El Gobierno republicano
ha aprovechado incluso el “Katrina” para aplicar políticas
conservadoras
Bush en tiempo de
huracanes
Por Noam Chomsky (*)
New
York, alia2, 11/10/05
Mientras los
supervivientes del huracán Katrina tratan de rehacer sus vidas, está
cada vez más claro que otra tormenta, ésta de errores políticos,
precedió a la tragedia. Los fallos del Gobierno a nivel local, además
de la guerra de Irak, se unieron al huracán. Y se demostró la
necesidad de un profundo cambio social, sin el cual corremos peligro
de sufrir peores desastres en el futuro.
En un informe anterior
al 11 de septiembre, la FEMA, la agencia federal encargada del
gestionar las emergencias, incluyó un huracán de mucha intensidad en
Nueva Orleans como una de las tres catástrofes con más
probabilidades de afectar a Estados Unidos. Las otras eran un ataque
terrorista en Nueva York y un terremoto en San Francisco. Nueva
Orleans se había convertido en una prioridad en la FEMA desde enero,
cuando su director Michael Brown, ahora dimitido, retornó de un viaje
al Asia, donde observó la devastación causada por el gigantesco
tsunami de finales de diciembre del año pasado. "Hablábamos de
Nueva Orleans como del desastre número uno. Estábamos obsesionados
por el riesgo en esta ciudad", ha afirmado a The New York Times
Eric L. Tolbert, un exfuncionario de la FEMA.
Un año antes del
impacto del Katrina, la FEMA ya había realizado un ejercicio de
simulación de qué sucedería si un huracán llegaba a Nueva Orleans,
pero los planes que elaboró no fueron aplicados. La guerra tuvo un
papel en este fracaso. Los soldados de la Guardia Nacional de Luisiana
enviados a Irak "se llevaron consigo una gran parte del equipo
necesario, incluyendo docenas de vehículos para zonas inundadas,
tanques de combustible y generadores que se habrían necesitado si un
importante desastre natural afectara al estado. ... Un alto mando
militar —informó The Wall Street Journal— dijo que hubo
resistencias a asignar labores de rescate a la Cuarta Brigada de la 10ª
División de Montaña, porque la unidad, integrada por varios miles de
soldados, estaba en medio de preparativos para ser enviada a Afganistán".
Las maniobras burocráticas
también contribuyeron a hacer más dificil la ayuda en un desastre
natural. Ex funcionarios de la FEMA explicaron a The Chicago Tribune
que la agencia fue "marginada" por el presidente cuando quedó
incorporada al Departamento de Seguridad Interior, con menos recursos,
más carga burocrática y una fuga de cerebros a medida de que los
desmoralizados empleados renunciaban y se recurría a personas
patrocinadas políticamente y sin ninguna cualificación. Habiendo
sido en tiempos "una agencia federal de primera fila", la
FEMA ahora "ni siquiera está en el asiento trasero", ha
declarado al Financial Times Eric Holdeman, hoy director de
Emergencias del condado de King. "En realidad, está en el
maletero del Departamento de Seguridad Interior". Los recortes de
fondos de Bush en el 2004 obligaron al Cuerpo de Ingenieros del Ejército
a reducir radicalmente sus trabajos de control de inundaciones.
Incluyendo el necesario
refuerzo de los diques que protegían a Nueva Orleans. Los
presupuestos para el 2005 incluyeron otra reducción. Estos errores de
calendario parecen una especialidad de la Administración de Bush.
Como, por ejemplo, la propuesta de un brusco recorte en seguridad para
el transporte público inmediatamente antes de los atentados en
Londres de julio del 2005. El descuido en la atención al medio
ambiente ha sido otro factor en esta tormenta perfecta. Las áreas
pantanosas ayudan a reducir el poder de los huracanes pero Sandra
Postel, una experta en gestión hidráulica, ha escrito en el
Christian Science Monitor que estos humedales ya habían desaparecido
cuando llegó el Katrina. El coste humano del Katrina es incalculable,
especialmente entre los ciudadanos más pobres de la región, con una
tasa de pobreza del 28%, más del doble que la media nacional.
Durante el gobierno de
Bush la tasa de pobreza en EEUU ha crecido, y la limitada protección
de la red de seguridad social se ha debilitado aún más. Los efectos
del Katrina han sido tan sorprendentes que incluso los medios de
comunicación de derechas se han sentido horrorizados por la escala de
una devastación basada en la clase y en la raza. Mientras los medios
mostraban vívidas escenas de miseria humana, en las páginas
interiores informaban de que los líderes republicanos no perdieron el
tiempo para "usar las medidas de ayuda a fin de lograr un amplio
abanico de políticas económicas y sociales conservadoras", según
informó The Wall Street Journal.
Estas medidas incluyen
la suspensión de las reglas que requieren que los contratistas
federales paguen el sueldo establecido por convenio o la entrega de
cheques escolares a los escolares desplazados, otro golpe solapado
para el sistema de la escuela pública. También se suspendieron las
restricciones ambientales, se decidió no aplicar el impuesto de
sucesiones en los estados afectados por la tormenta —una gran ayuda
para la población que huyó de los tugurios de Nueva Orleans— y, en
general, quedó bien sentado una vez más que el cinismo no conoce límites.
Olvidada bajo las aguas
se ha quedado la preocupación por las necesidades de la ciudad y por
los servicios humanitarios. La prioridad es nuevamente aumentar la
dominación global y la concentración local de riqueza y poder. Las
imágenes del sufrimiento en Irak, y del periodo subsiguiente al huracán
Katrina, describen con mucha claridad cuáles son las consecuencias.
(*) Noam Chomsky es
profesor de lingüística en la universidad de Massachussets.
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