Estados Unidos

 

Creciente división en la cúpula política republicana; siguen críticas a la guerra en Irak. Esta semana el fiscal decidirá sobre la divulgación del nombre de una agente de la CIA

Acciones legales contra la Casa Blanca, posible principio del fin del gobierno de Bush

Por David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 24/10/05

Nueva York, 23 de octubre.– Esta semana podría marcar el principio del fin del gobierno de George W. Bush, o por lo menos dejarlo gravemente lesionado para el resto de su mandato.

Todo Washington está a la espera esta semana de que el fiscal independiente que investiga el papel de la Casa Blanca en divulgar la identidad de una agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a los medios decida o no presentar una acusación formal contra uno, dos o tal vez más de los estrategas políticos y altos funcionarios claves de este gobierno.

Parece obra de teatro, entre tragedia griega y un thriller cómico, con un elenco que incluye a los "cerebros" del gobierno de Bush: Karl Rove y Lewis Libby (el primero principal estratega político del presidente y el segundo el jefe de equipo del vicepresidente Dick Cheney), al propio Cheney, a otros integrantes del llamado grupo de Irak, incluyendo al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y en particular a sus ex segundos Paul Wolfowitz (ahora presidente del Banco Mundial) y Douglas Feith, quienes diseñaron y promovieron la guerra contra ese país, a varios medios que de alguna manera participaron en la guerra de propaganda bélica y, tal vez en el papel de figura heroica, un hombre de integridad profesional, universalmente respetado en el mundo de las leyes, hijo de inmigrante irlandés que fue portero de edificios de lujo en Nueva York, y quien podría hacer temblar a esta Casa Blanca, el fiscal especial Patrick Fitzgerald.

Fin al silencio por lealtad

Mientras todos esperan, se exhiben cada vez más las crecientes divisiones dentro de la cúpula política republicana, con figuras tan reconocidas como Brent Scowcroft, ex asesor de Seguridad Nacional y fiel amigo del ex presidente George H.W. Bush, y varios ex funcionarios del gobierno de George W. Bush, decidiendo que es hora de agregar sus voces al coro de crítica contra la política bélica de este gobierno. O sea, hay rupturas públicas que parecen marcar el fin de un silencio por lealtad a este gobierno.

Aunque el caso bajo investigación se centra en si algún funcionario del gobierno de Bush cometió un delito al divulgar la identidad clandestina de Valerie Plame -esposa del embajador Joseph Wilson, quien criticó a Bush por distorsionar la inteligencia sobre armas de destrucción masiva en Irak, y que se sospecha que en un intento de la Casa Blanca para descalificarlo se filtró el nombre de su esposa a algunos medios-, algunos especulan que el esfuerzo para encubrir esta maniobra ahora podría ser lo que coloque en peligro legal a la Casa Blanca.

El noticiero de CBS News recordó en este contexto, con imágenes del presidente Richard Nixon abandonando la Casa Blanca al renunciar a su puesto, que fueron las maniobras para encubrir un posible delito lo que provocó el escándalo de Watergate. No sólo eso, también entrevistó a David Gergen, alto funcionario en los gobiernos de Bush padre y de Bill Clinton, quien consideró que si Rove o Libby son formalmente acusados, el gobierno de Bush perdería su "brazo derecho" en un momento en el que "necesita todas las extremidades" para salvarse del desplome en el apoyo popular.

A la vez, este caso ya no sólo gira en torno a que si alguien violó alguna ley al filtrar el nombre de Plame a los medios, o si alguien después encubrió el hecho o buscó obstaculizar la investigación sobre esto, sino que reabre todo el debate sobre la manera en que este gobierno llevó al país a una guerra desastrosa.

De hecho, los engaños, los argumentos, las distorsiones de "inteligencia" y la manera en que un pequeño grupo tomó el control de la política exterior y de seguridad para promover y llevar a cabo la guerra, están de nuevo en el centro del debate nacional, ya que toda la investigación del caso Plame finalmente tiene que ver con esta gran maniobra bélica, y con todos sus participantes.

Esto, a la vez, ha provocado -o tal vez es coincidencia- que un creciente grupo de ex funcionarios del gobierno de Bush y otras influyentes figuras republicanas ahora denuncien la manera en que Bush y su equipo llevaron al país a la guerra.

La semana pasada el coronel Larry Wilkerson, brazo derecho del entonces secretario de Estado, Colin Powell, decidió romper el silencio y denunció que el secretario de Defensa y el vicepresidente crearon una "camarilla Cheney-Rumsfeld" que secuestró la política exterior de Estados Unidos.

Wilkerson, quien fue jefe de equipo del Departamento de Estado hasta principios de este año, advirtió que la política exterior de Estados Unidos está destruida. "Si uno va a declarar unilateralmente que el (Protocolo de) Kyoto está anulado, si uno declara que las Convenciones de Ginebra no son operativas, si uno hace una serie de cosas con las cuales el mundo no está de acuerdo y uno lo hace flagrantemente... sin gracia, entonces uno tiene que pagar las consecuencias", advirtió en un foro de la New America Foundation en Washington.

Que un marine, con 31 años de carrera, de los cuales más de 16 trabajó con Powell, condene a este gobierno, es muestra de que el orden y la disciplina interna se están desmoronando con la crisis que enfrenta la Casa Blanca. Wilkerson señaló que cuando la "camarilla" de Cheney y Rumsfeld lograron marginar al resto del gobierno en la toma de decisiones, el resultado es que "hemos cortejado al desastre en Irak, en Corea del Norte, en Irán, y generalmente en torno a crisis domésticas como Katrina", y advirtió que si ocurre otra crisis de seguridad nacional o una epidemia mayor, se verá como nunca en la historia la "ineptitud de este gobierno", reportó el Washington Post.

Pero Wilkerson no es el primero en decidir que es hora de romper con este gobierno. El ex asesor de Seguridad Nacional del gobierno de Bush padre, Brent Scowcroft, en entrevista que será publicada en la revista The New Yorker, cuestiona una vez más la forma en que este gobierno procedió con su política exterior y en particular la guerra en Irak, y abiertamente pone en duda su larga amistad con el vicepresidente Dick Cheney.

"La verdadera anomalía en el gobierno es Cheney. Lo considero un buen amigo, lo he conocido durante 30 años. Pero en este momento ya no conozco a Dick Cheney", según extractos de la entrevista que aparecerá en el próximo número de la revista.

Hay otros. Robin Raphel, coordinadora de asistencia para Irak en el Departamento de Estado, funcionaria con 28 años de carrera en el servicio exterior y ex secretaria asistente de Estado, se atrevió a decir recientemente que la invasión a Irak fue resultado de "una clara presión política", y que los expertos sabían desde el inicio que "no estábamos preparados", y que no sólo se llegó de manera precipitada a Irak, sino que "deberíamos haber esperado hasta haber construido una coalición internacional", reportó el diario Los Angeles Times.

También Richard Haas, quien fue alto funcionario del Departamento de Estado de este gobierno y ahora es presidente del Consejo de Relaciones Exteriores en Nueva York, junto con otros ex integrantes o simpatizantes de este gobierno están expresando sus dudas, e incluso críticas severas, sobre la manera en que este gobierno ha obrado en el ámbito internacional.

Mientras que dentro de la Casa Blanca se espera la decisión del fiscal, afuera la especulación es intensa sobre quién será acusado o no en esta investigación, y cuáles serán las consecuencias políticas. Según varios analistas, el enfoque del fiscal especial sobre Libby podría implicar al propio Cheney, ya que fue el vicepresidente quien encabezó el equipo que promovió la guerra contra Irak, y Libby, cumpliendo órdenes de su jefe, el encargado de elaborar los argumentos, incluyendo los presentados ante la Organización de Naciones Unidas, sobre la supuesta amenaza de las armas de destrucción masiva en manos del régimen de Saddam Hussein.

Pero en su gran esfuerzo por encubrir sus razones reales para la guerra contra Irak y defender las justificaciones que habían elaborado, sospecha el columnista Frank Rich del New York Times, los estrategas de la Casa Blanca podrían haber cometido un posible delito menor al intentar callar a un crítico que intentaba revelar sólo parte de la verdad. Con ese error podrían haber puesto en jaque su propio proyecto político.

Aun si el fiscal decide no presentar cargos formales -lo cual sorprenderá a muchos observadores después de dos años de investigación- las revelaciones sobre la manipulación de la opinión pública para promover la guerra continuará provocando problemas de credibilidad para este gobierno ante su propio pueblo.

Esta semana se verá si este juego acaba en jaque mate para algunos de los alfiles dentro de la Casa Blanca, lo cual podría significar el fin del juego político del presidente... por lo menos en el tablero de la seguridad nacional y la guerra en el cual, hasta hoy, ha jugado como rey.


Caída de la imagen del mandatario; 50% lo considera deshonesto y 55% votaría contra él

El suspenso cubre la resolución que podría costarle la presidencia a Bush

Por David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 27/10/05

Nueva York, 26 de octubre.- El suspenso en la Casa Blanca es cada vez más intenso, y el futuro de la presidencia de George W. Bush -que comenzó prometiendo terminar con los escándalos y una conducta ética y honesta- depende ahora de si será formalmente acusada de engañar al público sobre la guerra contra Irak y de tratar de suprimir pruebas de que lo hizo.

Patrick Fitzgerald, el fiscal especial encargado de investigar si altos funcionarios de la Casa Blanca filtraron a los medios la identidad de una agente encubierta de la CIA como parte de un esfuerzo para descalificar a un ex embajador que había puesto en duda algunas de las justificaciones para la guerra contra Irak, no anunció públicamente sus conclusiones hoy, como muchos esperaban. Por lo tanto, la especulación y el suspenso continuaron, y ahora implican directamente al propio vicepresidente, Dick Cheney.

El New York Times reveló esta semana que Cheney sabía desde antes la identidad de la agente, Valerie Plame, y que fue él quien lo comentó con su jefe de equipo, Lewis Libby, una de las figuras que podría ser acusado formalmente por el fiscal Fitzgerald. Aparentemente, Libby no informó esto al presentar su testimonio ante el gran jurado convocado por el fiscal, y por ello podría ser sujeto a un cargo de perjurio u obstrucción de la justicia, señalan analistas. Plame es esposa del ex embajador Joseph Wilson, quien finalmente denunció la manipulación de información falsa sobre supuestos tratos entre el régimen de Saddam Hussein y el gobierno de Níger para conseguir uranio -uno de los ejes del argumento en favor de la guerra presentado ante el mundo por el gobierno de Bush.

Pero el hecho de que el propio vicepresidente pudiera estar involucrado en el posible delito, o por lo menos en encubrirlo, hizo temblar más a la Casa Blanca y sus aliados. De hecho, el noticiero CBS News anunció anoche así esta noticia: "El vicepresidente: ¿qué sabía y cuándo lo supo?" Esa frase fue empleada durante la investigación contra el presidente Richard Nixon en el escándalo de Watergate, que marcó el fin de esa presidencia.

Fitzgerald se reunió hoy con el gran jurado sobre este caso, consultó con algunos de sus investigadores y el juez que preside el asunto y se retiró sin hacer ningún anuncio (los procedimientos son secretos), dejando que los artistas de la especulación ejercieran libremente sus talentos.

Crisis en varios frentes

Con esto y más, esta presidencia está pasando por los días más oscuros de sus cinco años de poder. El apoyo a la guerra continúa en deterioro, la situación violenta en Medio Oriente empeora, las secuelas de Katrina siguen azotando y las iniciativas políticas del presidente -desde la reforma del seguro social, nombramientos a la Suprema Corte, inmigración, entre otros- no prosperan. Y cada día más voces de su partido o de su gobierno ofrecen desde apreciaciones pesimistas hasta expresiones de rebelión abierta.

Lawrence Wilkerson, jefe de equipo del exsecretario de Estado Colin Powell entre 2002 y 2005, lanzó otra denuncia más (primero lo hizo la semana pasada en un discurso en Washington) sobre cómo la política de seguridad nacional fue secuestrada por una pequeña "camarilla" encabezada por Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en un artículo publicado hoy en Los Angeles Times.

Wilkerson denuncia que "los trabajos insulares y secretos (de esta camarilla) fueron eficientes y rápidos -no muy diferente a la toma de decisiones que uno asociaría más con una dictadura que con una democracia-", y resumió su argumento de que al evitar proceder a través de los canales y con las normas existentes en la estructura gubernamental dedicada a asuntos de seguridad nacional, este grupo logró superar a críticos y opositores de sus propuestas dentro del gobierno. "Pero el proceso secreto finalmente fue un fracaso. Produjo una serie de decisiones desastrosas....", por lo cual, según él, se llegó a la situación actual de crisis en Irak y a las deterioradas relaciones diplomáticas con buena parte del mundo.

Protestas y pérdida de popularidad

A la vez, los costos humanos y económicos de la política bélica continúan restando apoyo popular a la guerra contra Irak. Al llegar a dos mil los soldados estadunidenses muertos en la invasión y ocupación de Irak, hoy se realizaron cientos de actos de protesta por todo el país. El New York Times publicó en cuatro planas fotos de los mil soldados muertos recientemente en Irak, y otros medios registraron el hecho con historias de dolor, conflicto y angustia en comunidades que han enviado sus hijos al conflicto. Los 50 estados de la unión han sufrido por hijos e hijas muertos en Irak.

Esta guerra, que también ha dejado heridos a más de 15 mil soldados estadunidenses y quitado la vida de más de 30 mil civiles iraquíes, no ha contado con el apoyo de la mayoría del pueblo estadunidense desde hace meses, según varias encuestas. La más reciente, realizada por Harris difundida esta semana, registra que dos de cada tres estadunidenses (66 por ciento) cree que el presidente está manejando mal su guerra en Irak, 53 por ciento cree que la acción militar en Irak fue un error y 61 por ciento dice que Estados Unidos no será exitoso en la aventura bélica.

Hasta ahora la guerra ha costado poco más de 204 mil millones de dólares y según el Institute for Policy Studies (IPS) en Washington, esa cifra podría haber financiado casi dos millones de unidades de vivienda, o 40 millones de becas universitarias, o podría pagar completamente un programa antisida a escala mundial o habría sido suficiente para inmunizar a todos los niños del mundo. Según el IPS, el costo promedio mensual de esta guerra en términos reales es de 5.6 mil millones de dólares, la de Vietnam fue de 5.1 mil millones.

Pero el presidente insiste en que esta guerra tiene que continuar. Solo anoche en una cena del Partido Republicano -el mismo día que murió el soldado número dos mil en esta guerra- mientras ricos donantes cenaron filet mignon y regalaron un millón de dólares a la causa de su partido, Bush reiteró que la misión en Irak tiene que ser llevada a su conclusión. "Tienen una arma, y esa es su voluntad de tomar vidas inocentes. Matarán mujeres y niños para intentar lograr sus objetivos", y señaló que sería un error sacar a las tropas de Irak ya que "invitaría al desastre, no sólo para los iraquíes sino para ciudadanos estadunidenses".

Fantasmas en la Casa Blanca

Pero las encuestas registran que el presidente enfrenta un grave problema: falta de credibilidad. Según una encuesta de CNN/USA Today/Gallup difundida hoy, revela por primera vez que 50 por ciento de la gente opina que Bush no es honesto o confiable -cuando fue electo por primera vez 64 por ciento estimaba que era honesto y confiable, cifra que se elevó hasta 77 por ciento en un momento-. No sólo esto, por primera vez la mayoría cree ahora que Bush no tiene la personalidad y "cualidades de liderazgo" que debería tener un presidente. Si estuviese sujeto a una elección hoy, 55 por ciento votaría por un demócrata y sólo 40 por ciento por Bush (quien ganó la pasada elección 51 por ciento contra 48 por ciento).

Tal vez por eso ocurrió algo misterioso: cuando esta tarde uno ponía la palabra "fracaso" en inglés en el buscador de Internet de Google, y seleccionaba el botón que llevaba a un solo sitio, el resultado que aparecía en pantalla era la página de la biografía oficial de Bush en el sitio de la Casa Blanca.

Mientras tanto, continúa la espera de la decisión del fiscal especial, y si aun en el menos peor de los casos para los republicanos concluye que no tiene suficientes pruebas para presentar cargos formales, este gobierno ya sufrió heridas que muy difícilmente podrá curar en los tres años que faltan de este periodo presidencial.

En el peor de los casos, los fantasmas de Vietnam y Watergate podrían visitar la Casa Blanca justo a tiempo para Halloween y podrían decidir instalarse ahí durante mucho tiempo.

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