Estados Unidos

 

Libby renuncia en la peor hora de Bush

Por Katherine Stapp y Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 28/10/05

Washington.– El jefe del equipo y asesor en seguridad nacional de Dick Cheney, el vicepresidente de Estados Unidos, renunció este viernes, horas después de que un tribunal lo acusara de perjurio y obstrucción a la justicia.

La dimisión de I. Lewis "Scooter" Libby se registró 22 meses después de iniciada una investigación para determinar quién divulgó la identidad de una agente secreta de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), lo que constituye delito en este país.

"Scooter ha trabajado sin descanso por el bien del pueblo estadounidense y se ha sacrificado mucho en el servicio a su país", dijo el presidente George W. Bush en una breve conferencia de prensa en su residencia de descanso en Camp David.

"Sirvió al vicepresidente y me sirvió a mi en tiempos extraordinarios de la historia de nuestra nación", concluyó.

Por su parte, Libby anotó, en una declaración emitida a través de sus abogados: "Confío en que al cabo de este proceso seré completamente y totalmente exonerado."

La partida del funcionario perjudica particularmente a los halcones de la administración, cuyo poder parece desvanecerse desde fines de 2003. Libby fue clave en la decisión de invadir Iraq y mantuvo una persistente línea dura hacia Siria, Irán, Corea del Norte y China.

Por otra parte, las encuestas señalan que la popularidad de Bush está en su peor momento. Uno de los principales cuestionamiento de los entrevistados se refiere a la decisión de ir a la guerra en Iraq, para cuya concreción fue fundamental la gestión de LIbby.

Según el fiscal especial Patrick Fitzgerald, Libby mintió en reiteradas ocasiones a agentes federales que lo entrevistaron en octubre y noviembre de 2003 para determinar quién filtró a la prensa el dato de que Valerie Plame era agente de la CIA.

El hoy ex funcionario mintió, además, dos veces bajo juramenteo ante el "grand jury" (tribunal de acusación) en marzo de 2004, según la acusación.

La filtración fue, al parecer, una operación orquestada para desacreditar al esposo de Plame, Joseph Wilson, un embajador retirado que realizó en febrero de 2002 una investigación encargada por la CIA sobre supuestas compras de material radiactivo de Iraq a Níger.

La misión de Wilson desacreditó las versiones sobre la compra de uranio. El diplomático divulgó sus hallazgos en una columna publicada el 6 de julio de 2003 por el diario The New York Times. En ese artículo, acusó al gobierno de llevar el país a la guerra apelando a premisas falsas.

Ocho días más tarde, el diario The Washington Post publicó una columna del derechista Robert Novak según la cual Plame había influido en la designación de su esposo al frente de la investigación. En ese artículo, Novak también reveló que Plame era agente secreta.

A raíz de ese informe, varios periodistas de Washington aseguraron que habían sido contactados por funcionarios del gobierno dispuestos a aportarles datos sobre el trabajo de Plame.

La columna de Novak llevó a la CIA a derivar el caso al Departamento de Justicia (fiscalía general), al amparo de una ley de 1982 que tipifica como delito la revelación de la identidad de un agente estadounidense encubierto.

De todos modos, el fiscal Fitzgerald no acusó a Libby de violar esa norma. Pero advirtió que al obstruir la investigación le impidió formarse una opinión sobre la actuación del funcionario.

Libby aseguró a los investigadores sabido de la profesión de Plame porque se la dijo un periodista. Pero, de hecho, se había enterado en junio de 2003 de otras fuentes, pero gubernamentales, entre ellos un alto funcionario de la CIA, un subsecretario de Estado, el propio Cheney y un colaborador del vicepresidente.

Durante semanas se especuló que serían acusados Cheney y Karl Rove, el subjefe del equipo de Bush en la Casa Blanca y su principal asesor. Pero Fitzgerald informó este viernes en conferencia de prensa que "en lo sustancial, el grueso del trabajo del 'grand jury' se ha completado".

"No hemos acusado al vicepresidente de delitos. No hacemos comentarios sobre personas que no están acusadas", sostuvo el fiscal.

El ex analista de la CIA y experto en antiterrorismo Larry Johnson dijo que "el pueblo estadounidense cae de a poco en la cuenta de que el ataque de la administración de Bush contra Valerie y Joe Wilson era parte de una conspiración más amplia para ocultar que nuestros gobierno fabricó una causa de guerra". "Dick Cheney, Scooter Libby and Karl Rove, entre otros, al parecer prefirieron destruir un valioso bien de inteligencia más que exponer la verdad: que Estados Unidos fue a la guerra contra Iraq basado sobre la desinformación y el engaño. Eso es un delito que merece el mayor castigo", añadió.

Quien fue jefe del equipo del ex presidente Bill Clinton (1993–2001), John Podesta, aseguró que "el asesor de seguridad nacional Stephen Hadley y el portavoz de la Casa Blanca, Scott McClellan, fueron cómplices en la filtración y el encubrimiento, o bien groseramente negligentes en su tarea".

Si es condenado por todas las acusaciones, Libby podría recibir una pena máxima de 30 años de prisión.

Con "Scooter" Libby, se retira del gobierno uno de los más influyentes entre los halcones que encolumnaron a Estados Unidos rumbo a la guerra contra Iraq.

Al igual que Cheney, Libby fue, según todas las versiones, un formidable operador burocrático que usó los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 para alentar una política exterior dura y unilateralista, tal vez neoimperial.

Esas habilidades llevaron a un ex funcionario a decir a IPS, cuando acababa de comenzar el gobierno de Bush, que Libby "le da cien vueltas a Condi".

El informante se refería a Condoleezza Rice, actual secretaria de Estado (canciller) y entonces consejera de Seguridad Nacional del presidente.

La capacidad de Libby se combinaba con la enorme dimensión del equipo de seguridad nacional de Cheney y la influencia sin precedentes del vicepresidente en la política exterior.

Los vínculos de Libby con Cheney se remontan a la gestión del actual vicepresidente como secretario (ministro) de Defensa del presidente George Bush (1989–1993), padre del actual mandatario.

La estrecha relación entre ambos siembra la duda de si "Scooter" actuó por su propia iniciativa o en nombre de su jefe, con quien suele pasar largas veladas como invitado la residencia particular del vicepresidente en las montañas Rocosas.

Otra de las dudas es si Libby podría implicar a Cheney para librarse de una condena penal.

El renunciante fue en los años 70 protegido del ex subsecretario de Defensa y actual presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, quien le dio clases en la Universidad de Yale y luego lo reclutó para el equipo del Departamento de Estado durante la presidencia de Ronald Reagan (1981–1989).

En el siguiente periodo, durante el cual Wolfowitz se desempeñó como subsecretario de Defensa, entró en contacto con Cheney.

Después de la guerra del Golfo de 1991, Wolfowitz y Libby fueron encargados por su jefe a elaborar un documento sobre la estrategia mundial de Estados Unidos para los siguientes 10 años.

El texto terminó publicado a The New York Times, y su contenido avergonzó tanto a Bush que ambos funcionarios estuvieron a punto de ser despedidos.

El documento llamaba a crear un orden mundial basado sobre el poder militar estadounidense más que sobre mecanismos de seguridad colectivos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

También recomendaba impedir el surgimiento de cualquier rival mundial o regional, tanto a través de la cooptación como del enfrentamiento, y definía el objetivo de Estados Unidos en Medio Oriente como "seguir siendo la potencia exterior predominante en la región".

El polémico informe aconsejaba ataques preventivos contra "estados renegados" que intentaran desarrollar armas nucleares, y la apelación a "coaliciones de ocasión", en lugar de alianzas permanentes como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para realizar acciones militares.

En ese nuevo orden, la intervención militar estadounidense sería "constante", visión rechazada entonces por el gobierno y sus principales colaboradores en política exterior.

Pero una corriente favorable a esas ideas se cristalizó en 1997 con la constitución del Proyecto por el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC), firmado por 25 prominentes "halcones" entre los que figuraban futuros funcionarios como Cheney, Donald Rumsfeld, Wolfowitz, el gobernador de Florida Jeb Bush, Richard Perle y el propio Libby.

Libby había vuelto al ejercicio privado de la policía. Era, por ejemplo, representante legal del empresario fugitivo suizo–israelí Marc Rich, cuyo indulto por parte de Bill Clinton poco antes de finalizar su periodo de gobierno en 2001 desató una gran tormenta en el Congreso legislativo.

Muchos de los intermediarios que obtuvieron grandes ganancias por el hoy cuestionado programa Petróleo por Alimentos, con la ayuda del luego depuesto presidente iraquí Saddam Hussein, tenían estrechos vínculos con Rich, según una investigación de la revista Business Week.

De regreso en el Poder Ejecutivo, Libby fue uno de los principales defensores del análisis por parte del gobierno de datos de inteligencia "crudos" (sin revisión de expertos), para lo cual la Casa Blanca y el Departamento de Defensa eludieron los canales tradicionales.

Eso permitió a los funcionarios políticos de la Casa Blanca y el Departamento de Defensa elaborar argumentos para la guerra contra Iraq con datos sin corroborar o versiones incompletas, y sin la interferencia de funcionarios de la CIA, las fuerzas armadas o el Departamento de Estado, que se oponían a la guerra.

Libby también preparó la presentación del 7 de febrero de 2003 del entonces secretario de Estado Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU, dirigida a fundamentar un mes antes de la invasión que Iraq poseía armas de destrucción masiva, en un intento desesperado por obtener el aval del foro mundial para la operación militar.

"Estas son sandeces", gritó Powell, según distintas versiones, mientras arrojaba hacia arriba los borradores. Poco antes, los había revisado con analistas de la CIA y el Departamento de Estado.

La noche en que las fuerzas estadounidenses dominaron Bagdad, dos meses después, Libby celebró en una cena íntima en la residencia de Cheney, a la que también asistieron Wolfowitz y el miembro de la Junta de Políticas de Defensa Ken Adelman, según informó Bob Woodward, periodista de The Washington Post.

Cuando Lynne Cheney, esposa del vicepresidente, le preguntó qué pensaba sobre el resultado de la guerra, I. Lewis "Scooter" Libby contestó, tranquilamente: "Maravilloso..."

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