Frustración
gana a figuras republicanas
Por
Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 25/10/05
Washington.–
Cada vez son más las connotadas figuras del gobernante Partido
Republicano que lanzan airados cuestionamientos al ala más derechista
de la administración de Estados Unidos por persuadir al presidente
George W. Bush de invadir Iraq.
A
las acusaciones contra el vicepresidente Dick Cheney y el secretario
(ministro) de Defensa Donald Rumsfeld, formuladas por Lawrence
Wilkerson, principal colaborador del ex secretario de Estado
(canciller) Colin Powell, se suman ahora las críticas del ex
consejero de Seguridad Nacional Brent Scowcroft.
Entrevistado
por la revista The New Yorker, Scowcroft, quien fue consejero durante
la presidencia de George Bush (1989–1993), padre del actual
mandatario, advirtió que la invasión fue contraproducente.
El
ex funcionario, considerado un "realista" en materia de política
exterior en contraposición con los "halcones" que han
dominado el actual gobierno, había manifestado su oposición a la
guerra siete meses antes de la ocupación iniciada el 20 de marzo de
2003.
"Se
decía que" la operación era "parte de la guerra contra el
terror", pero la propia ocupación de ese país "alimenta el
terrorismo", dijo Scowcroft.
La
guerra, agregó, puede llevar a la opinión pública a oponerse a
cualquier compromiso en materia de política exterior, del mismo modo
que lo hizo la de Vietnam a fines de los años 70 y en los 80.
"Vietnam
fue algo visceral en el pueblo estadounidense", dijo Scowcroft,
quien también fue consejero de Seguridad Nacional durante el gobierno
de otro republicano, Gerald Ford.
"Ese
fue un periodo realmente amargo, y nos puso profundamente en contra de
las aventuras en materia de política exterior. Esto no es tan
profundo, pero vamos en esa dirección", agregó.
Las
declaraciones de Scowcroft llegan en un momento crítico. Los sondeos
de opinión marcan una caída a menos de 40 por ciento en la aprobación
de la gestión de Bush.
Los
encuestados critican la acción del gobierno en las tareas de rescate
por el huracán Katrina, la nominación de la abogada personal del
presidente para integrarse en la Corte Suprema de Justicia y la falta
de avances en Iraq.
Por
otra parte, crecen las posibilidades de que un fiscal especial acuse
esta semana a altos funcionarios del gobierno, entre ellos al
principal asesor de Bush, Karl Rove, y al jefe del equipo del
vicepresidente Cheney, I. Lewis Libby.
Rove
y Libby son sospechosos de haber intentado desacreditar y castigar al
embajador Joseph Wilson, quien había cuestionado la guerra en Iraq.
Para eso, habrían filtrado a la prensa la información de que la
esposa de Wilson era agente secreta de la inteligencia. La difusión
de esos datos es delito en Estados Unidos.
La
investigación oficial sobre el caso es un nubarrón que se cierne
sobre la Casa Blanca en el momento en que se encuentra más
debilitada.
Por
otra parte, la semana pasada, Lawrence Wilkerson, un coronel retirado
que colaboró 16 añós con Powell, consideró que Cheney y Rumsfeld
encabezaron un "complot" que eludió los procesos formales
de toma de decisión política y de inteligencia para atacar Iraq.
Wilkerson
también acusó a la actual secretaria de Estado Condoleezza Rice de
"consentir" el complot y no imponer desde el Consejo de
Seguridad Nacional, que entonces encabezaba, un proceso político
transparente y abierto, en que todas las opciones fueran atendidas.
Scowcroft,
un ex general de la fuerza aérea que durante mucho tiempo fue
considerado el amigo más cercano de Bush padre, no fue tan cáustico
como Wilkerson, quien reflejó en sus declaraciones ira y frustración.
En cambio, Scowcroft sonó algo resignado.
Pero
el ex funcionario manifestó desconcierto al considerar el papel de
Cheney, con quien tuvo un vínculo muy estrecho en otros gobiernos
republicanos: el actual vicepresidente fue secretario de Defensa del
gobierno de Bush padre y jefe de personal de la Casa Blanca del de
Gerald Ford.
"La
verdadera anomalía de la administración es Cheney", declaró
Scowcroft. "Considero a Cheney un buen amigo: lo conozco hace 30
años. Pero a Dick Cheney lo desconozco."
Al
parecer, según Scowcroft, Cheney tomó en cuenta las recomendaciones
de Bernard Lewis, un octogenario experto en cuestiones de Medio
Oriente de la Universidad de Princeton invitado a la Casa Blanca poco
después de los atentados que el 11 de septiembre de 2001 dejaron
3.000 muertos en Nueva York y Washington.
"Creo
que una de las cosas que ustedes deben hacer con los árabes es
golpearlos con un gran palo entre los ojos. Los árabes respetan el
poder", fue, según Scowcroft, el mensaje de Lewis.
"No
creo que Cheney sea un neoconservador, pero aliada con el núcleo de
los conservadores está esa pandilla que cree que cometimos un error
en la primera guerra del Golfo, que debimos haber terminado el
trabajo" y avanzar sobre Bagdad para voltear al entonces
presidente iraquí Saddam Hussein, agregó.
"Otra
pandilla quedó tan traumatizada por el 11 de septiembre que pensó:
'El mundo se va al infierno y tenemos que demostrarle que debemos
responder. Afganistán está okey, pero no es suficiente'", dijo
Scowcroft.
Cuando
el ex consejero de Estado difundió en agosto de 2002 su posición
contra la guerra en Iraq, Rice, de quien fue su mentor, lo llamó por
teléfono desde su oficina en la Casa Blanca y le preguntó: "¿Cómo
pudiste hacernos esto?", según una fuente.
"Lo
que le molesta a Brent más que el hecho de que Condi (Rice) le grite
es el hecho de que ella era la consejera de Seguridad Nacional, y no
estaba interesada en oír lo que un antecesor suyo tenía que
decir", dijo el informante.
Scowcroft
presidía entonces la Junta Asesora de Inteligencia Exterior de la
Casa Blanca, que al parecer no fue consultada en la preparación para
la guerra.
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