El caso Libby y la guerra interna
en Estados Unidos
Por James Petras
Rebelión, 05/11/05
Traducido por Sinfo Fernández
El debate nacional que está produciéndose en
los medios de comunicación a causa del procesamiento de Irving Lewis
Libby, por perjurio y obstrucción a la justicia, no está teniendo en
cuenta cuestiones más fundamentales que afectan al contexto
estructural profundo y que son las que han motivado la conducta
criminal de aquél. La explicación más superficial sobre el asunto
se basaría en la idea de que Libby, al revelar la identidad de
Valerie Plame (como agente de la CIA), actuó movido por el deseo de
“venganza” para castigar a su marido, Wilson, por denunciar las
mentiras inventadas por Bush acerca de la “importación” de uranio
de Níger por parte de Iraq.
Otros periodistas han afirmado que
Libby actuó así para “tapar” las mentiras que llevaron a la
guerra. Sin embargo, las declaraciones efectuadas plantean una cuestión
más profunda: ¿Quiénes fueron los que fabricaron la propaganda de
guerra, a quién estaba Libby protegiendo? Y no sólo los
“fabricantes de la guerra”, sino también los planificadores
estratégicos, los que elaboraron el discurso de guerra y los
arquitectos de la misma, que actuaron de la mano junto a los
propagandistas y los periodistas que difundieron la propaganda? ¿Qué
vínculos existen entre todos esos funcionarios de alto nivel, los
propagandistas y los periodistas?
Igualmente importante es averiguar,
teniendo en cuenta los puestos de poder que ese lobby
(‘cabildo’) ocupa y la influencia que ejercen en los medios de
comunicación y en el diseño de la política estratégica, cuáles
han sido las fuerzas que han intervenido en la presentación de cargos
criminales contra un operativo clave del lobby en cuestión.
Para comprender mejor el ascenso y
aparente caída de Irving Lewis “Scooter” Libby, es imprescindible
saber que era miembro de un grupo ideológicamente cohesionado con una
larga historia de ideología compartida, propósitos comunes y
colaboración organizativa.
La subida de Libby al poder fue
parte integrante del ascenso de los neo-conservadores sionistas (Zioncons)
a las cimas del poder político en EEUU. Libby fue estudiante,
protegido y colaborador de Paul Wolfowitz durante 25 años. Libby,
junto con Wolfowitz, Elliot Abrams, Douglas Feith, Kagan, Cohen, Rubin,
Pollack, Chertoff, Fleisher, Bristol, Marc Grossman, Shumsky y una
caterva de políticos influyentes vienen siendo desde hace mucho
tiempo los partidarios y los defensores agresivos de una corriente
virulentamente militarista del sionismo que va unida de forma orgánica
al derechista Partido Likud de Israel. En los primeros años de la década
de 1980, Wolfowitz y Feith se encargaron de pasar documentos
confidenciales a Israel, lo que hizo que Feith perdiera temporalmente
su acreditación de seguridad.
Los ideólogos Zioncons iniciaron
su “Larga Marcha” a través de las instituciones del Estado. En
algunos casos, como consejeros de congresistas de derechas pro-Israel;
en otros, en los niveles inferiores del Pentágono y del Departamento
de Estado; y, durante los regímenes de Reagan y Bush padre, también
como académicos o dirigentes de grupos de expertos conservadores en
Washington. Con la elección de Bush en 2001, se trasladaron a puestos
estratégicos importantes en el gobierno, emergiendo como los ideólogos
y propagandistas principales de una secuencia de guerras contra los
adversarios árabes del Estado de Israel.
Importantes
Zioncon, como Libby,
prepararon una estrategia de guerra para el gobierno del Likud en
1996, y después reciclaron el documento para la guerra de EEUU contra
Iraq antes e inmediatamente después del 11-S. Junto a su ascenso a
los puestos de poder más influyentes en la administración Bush, los
Zioncons atrajeron a nuevos reclutas, como la reportera del New York
Times Judith Miller.
Lo que resulta sorprendente de las
operaciones del lobby Zioncon es la forma absolutamente abierta
y directa con la que actuan: el antiguo Director de la Agencia
Nacional de Seguridad (con Reagan) el Teniente General William Oden,
el General de Marina jubilado Anthony Zinni, el Coronel K. Wilkerson
(antiguo director del gabinete de Powell), el Teniente Coronel
jubilado de la Fuerza Aérea Karen Kwaiatkowski, el Asesor de
Seguridad Nacional del Presidente George Bush (padre) Brent Scowcroft,
y numerosos funcionarios desencantados, incluyendo veteranos de las
agencias de inteligencia, observadores de alto nivel y antiguos diplomáticos
criticaron abiertamente la toma del poder de la política
estadounidense por parte de los Zioncons y la promiscua relación
existente entre ellos y los generales israelíes y la policía secreta
internacional de Israel, el Mossad, quienes tenían acceso libre y
total a sus despachos.
En la elaboración de la invasión
de Iraq, los Zioncon Wolfowitz y Libby fueron los arquitectos de la
estrategia militar para Rumsfeld y Cheney, sus jefes putativos.
Douglas Feith estableció la “Oficina de Planificación Especial”
para fabricar las mentiras que justificaran la guerra. Judith Miller,
David Frum y Ari Fleisher fueron de utilidad en la difusión de las
mentiras y la propaganda de guerra a través de artículos,
entrevistas, conferencias de prensas y discursos escritos para el
Presidente Bush.
Una revisión de los principales
periódicos y documentos gubernamentales revela que los Zioncons, en
todo momento, se hicieron eco al pie de la letra de las demandas políticas
que emanaban del régimen de Sharon: EEUU invadiría y destruiría el
régimen iraquí y su aparato de estado. Ni un solo Ziocon en el
gobierno, fuera de prestigiosas universidades privadas o grupos
influyentes, expresó la más mínima desviación de la política de
guerra del régimen de Sharon. En lo que es posiblemente una de las más
cínicas estratagemas de la historia reciente, Zioncons anti-arabes
definieron la cruzada anti-Islam, en nombre del Gran Israel, como una
política de democratización del Oriente Medio… - los mismos que
bombardearon la ciudad de Jenin hasta reducirla a escombros o los que
arrojaron napalm arrasando Faluya.
La Guerra Interna
En su arrogante avance para hacerse
con el control absoluto de la política gubernamental, y motivados por
su fanática lealtad al Gran Israel, los Zioncons se esforzaron para
manipular o marginar a muchas de las instituciones clave del estado
imperial estadounidense.
Para burlar los servicios de
inteligencia de la CIA que no apoyaban la agenda israelí de guerra
con Iraq, el Zioncon Douglas Feith (número 3 en el Pentágono)
estableció la Oficina de Planificación Especial, que fabricaba
propaganda y la hacía llegar directamente a la Oficina del Presidente
evitando y marginando cualquier análisis crítico de la CIA.
Wolfowitz y Rumsfeld prescindieron
totalmente de los generales importantes, favoreciendo que
“partidarios” anodinos y desconocidos llegaran hasta altos
puestos, rechazando cualquier consejo que pudiera oponerse o
cuestionar sus planes de guerra contra Iraq. El Secretario de Estado
llegó a definir como “chorradas”, debido a sus descaradas
falsedades, un discurso que Irving Libby había preparado para él. Su
jefe de confianza, el Coronel Wilkerson, ha escrito en términos
despreciativos sobre el lobby Zioncon, que marginó al
Departamento de Estado, incluyendo a su jefe, Colin Powell.
Finalmente, el FBI se ha visto
implicado en una guerra permanente con el Mossad israelí por la
llamativa y masiva entrada de espías israelíes en EEUU – desde
septiembre de 2001 se ha deportado a cientos de ellos.
El delito de Libby (perjurio por
revelar la identidad de una agente de la CIA) es un crimen menor
comparado con los crímenes a gran escala y largo plazo contra la
humanidad, el Derecho Internacional y la Constitución de EEUU
cometidos por los Zioncons empotrados en el Estado de EEUU. Sin
embargo, el procesamiento de Libby revela la intensa lucha interna por
el control del estado imperial estadounidense entre los Zioncons y los
tradicionales dirigentes de sus instituciones más importantes. Junto
al arresto de Libby llevado a cabo por el Fiscal Federal, el FBI ha
arrestado a dos importantes consejeros políticos del lobby pro-israelí
más influyente (AIPEC) por espiar para el Estado de Israel.
Estas no son las simples acciones
aisladas de unos funcionarios individuales o de unos investigadores.
Para poder proceder contra poderosos dirigentes Zioncons como Libby y
los de AIPEC (Rosen y Weissman), contaron con poderosos respaldos
institucionales; de otra manera, las investigaciones hubieran
terminado incluso antes de empezar.
La CIA se siente profundamente
ofendida por la usurpación Zioncon de su misión de inteligencia, por
sus canales directos con el Presidente, por su absoluta lealtad hacia
el Estado de Israel y por ignorar cualquier fuente fidedigna. Los
militares están inmensamente enfadados por su exclusión de los
consejos de “gobierno” en las cuestiones relativas a la guerra,
por la desastrosa política de guerra que ha restringido el
reclutamiento de fuerzas armadas, por la devastada moral de la tropa y
por la grotesca ignorancia de los Zioncon de los elevados costes de la
ocupación colonial. No es por tanto prodigioso que el General Tommy
Frank se haya referido al Zioncon Douglas Feith como “el más estúpido
bastardo con que jamás me he encontrado”.
La presente guerra institucional
recuerda un conflicto anterior entre el Senador derechista Joseph
McCarty y el Departamento de Estado. Por entonces, a mediados de la década
de 1950, el Senador McCarthy fue acumulando poder a base de hacer
depuraciones, primero en los sindicatos, luego en Hollywood y en las
universidades, a la vez que promovía a funcionarios conservadores que
pensaban como él. Extendió con éxito sus investigaciones y purgas
al Departamento de Estado y, finalmente, intentó hacer lo mismo con
los militares. Fue ahí donde el Senador McCarthty encontró su “Waterloo”,
saliéndole el tiro por la culata; el Ejército se le plantó, rechazó
sus acusaciones y desacreditó sus mentiras y saqueos para hacerse con
el poder.
¿Estamos siendo testigos hoy en día
del despliegue de un proceso similar? ¿Podrán llegar a desbaratarse
las mentiras de los Zioncons para absorber el poder al haber llegado
descaradamente lejos en el núcleo estatal? En cualquiera de las
vistas abiertas entre los Zioncons y los órganos constituidos del
Estado, se debería revelar a la gente la naturaleza real del
conflicto y todo lo que nos estamos jugando: fundamentalmente, la opción
entre “Ante todo, primero Israel’ y los intereses políticos de
EEUU.
Mientras tanto, los Zioncons no se
están acobardando en absoluto por los juicios contra sus colegas del
AIPEC y de la oficina del Vicepresidente: siguen presionando a toda
vela para que EEUU ataque a Siria e Irán, vía sanciones económicas
y bombardeos militares. El 30 de octubre de 2005, el anterior jefe de
la policía secreta israelí (Shin Bet) le dijo a AIPEC que
intensificara su campaña de presiones para que EEUU ataque a Irán
(Israel National News.com). AIPEC se aseguró en el Congreso
estadounidense un voto casi unánime a favor de las sanciones económicas
contra Siria. A pesar de las manifestaciones masivas y con un Congreso
‘capturado’, parece, de forma paradójica, que las únicas fuerzas
capaces de derrotar al monstruo Zioncon, como en otro tiempo se hizo
con Joe McCarthy, más que por los hechos de aquél, serán las voces
con poder que en el interior del Estado se sienten amenazadas por
inminentes guerras desastrosas.
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