Estados Unidos

 

Los “desaparecidos” de Bush

Por Adolfo Rocha
Agencia Periodística del Mercosur (APM), 03/11/05

El máximo teórico de la tortura y la pena de muerte para discapacitados, un ministro de Bush, admitió la existencia de cárceles clandestinas. Allí alojan a los “desaparecidos” de la Casa Blanca.

Su nombre es Alberto Gonzáles. Es el secretario (ministro) de Justicia de del presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Mientras su jefe pretende dar lecciones sobre democracia en la Cumbre de las Américas, Gonzáles “no confirma ni desmiente” la existencia de campos de concentración clandestinos de la CIA, lo que es lo mismo que aceptar su existencia. La especie fue revelada esta semana por el diario Washington Post y la aceptación elíptica por parte del alto funcionario tuvo lugar el miércoles pasada ante las cámaras de la cadena CNN es español.

“La CIA ha estado escondiendo e interrogando algunos de sus más importantes prisioneros de Al Qaeda en cárceles secretas (sitios negros)de la era Soviética en Europa del Este, según funcionarios de los Estados Unidos”, aseguró el periódico estadounidense.

Con este párrafo comienza el artículo firmado por la periodista Dana Priest, integrante de la redacción del Washington Post, periódico norteamericano que saltó a la fama mundial en 1972 por la investigación de sus reporteros Bob Woodward y Carl Berstein. Ambos revelaron el espionaje que realizaba la Casa Blanca al comité de campaña del partido Demócrata: el llamado “Escándalo Watergate” le costó la presidencia al Republicano Richard Nixon, el más tenaz impulsor de la intervención estadounidense en Vietnam.

El artículo “del Post” señala que existe un sistema de prisiones ocultas, llamadas “sitios negros”, en donde se encuentran detenidos 30 de los principales líderes de la red Al Qaeda, ya que otros 70, de menor rango, habrían sido entregados a los servicios de inteligencia de sus países de origen. Estos centros clandestinos de detención, que por sus características reúnen similitudes a los existentes en América Latina durante el período de dictaduras militares de las décadas del 60 y 70, funcionan en Afganistán, Tailandia, y 8 países “democráticos” de Europa del Este, aunque las fuentes de la redactora Dana Priest no dieron a conocer el nombre de los estados comprometidos “por razones de seguridad”. A este complejo se agregaría la prisión de Guantánamo, en el sector de la isla de Cuba controlado por Estados Unidos.

El secretario Gonzáles se hizo famoso como “jurista” cuando como integrante del tribunal supremo del estado de California, Estados Unidos, hizo dos “aportes sustanciales” a la teoría del Derecho: propuso legitimar la tortura como método del procedimiento penal y justificó la ejecución de sentencias de muerte sobre condenados con probada discapacidad mental.

En los “sitios negros” de la CIA no se conoce la identidad de los detenidos. Tampoco tienen abogados defensores ni tiempo preciso de encarcelamiento. Se encuentran por lo general en celdas aisladas, en la profundidad de la tierra, sin contacto con el mundo exterior. La prensa y los organismos de Derechos Humanos, como Amnistía Internacional, han denunciado que en los mismos se practica torturas físicas y psicológicas. Es decir, están poblados por los “desaparecidos” de Bush.

El artículo del Washington Post explica que este tipo de operaciones encubiertas sólo pueden ser autorizadas por el presidente de la nación. Y que la decisión de establecer un sistema internacional de campos de concentración se tomó luego de evaluar los inconvenientes que presentaba la legislación estadounidense, que proscribe toda forma clandestina de encarcelamiento, la tortura y el trato inhumano y degradante, así como garantiza la defensa en juicio y el debido proceso.

Estas revelaciones se dan en momentos en que una fuerte caída en la popularidad afecta al presidente Bush , motivada por el empantanamiento del ejército de Estados Unidos en la ocupación de Irak y la inoperancia demostrada por su administración en la crisis provocada por el huracán Katrina.

A esto se agrega el reciente escándalo por la filtración a la prensa del nombre de una agente de la CIA como parte de una venganza en la “interna” del gobierno republicano, acción que está penada para los funcionarios de la administración, y que le costó el puesto a la mano derecha del vicepresidente Dick Chenney.

El mismo Chenney fue quien pretendió insistir en una iniciativa ante el Congreso que autorizaba a la CIA a practicar “tortura psicológica” a los detenidos por sospecha de terrorismo, luego de que 90 de los 100 miembros del parlamento, o sea todos los representantes Demócratas y la mayoría de la bancada Republicana, la rechazaran indignados.

Las revelaciones del Washington Post y las declaraciones de González son por cierto indignantes y han conmovido a millones de personas. Sin embargo y en rigor de verdad, poco pueden sorprender.

La desaparición forzada de personas, la tortura y el asesinato son métodos contemplados desde hace décadas en los manuales operativos de la CIA y de otras agencias gubernamentales estadounidenses, y no hubo gobierno en Washington, a lo largo de todo el siglo XX y en lo que va del actual, que no haya avalado esa prácticas, tanto en América Latina y en el resto de mundo como así también fronteras adentro.

Uno de los jerarcas paradigmáticos del ultimo medio siglo, el ex secretario de Estado Henry Kissinger, debería hace tiempo estar entre rejas debido a la cantidad de pruebas que hay en su contra de haber sido uno de los principales artífices ideológicos de la represión ilegal en América Latina durante la pasada década del ´70.

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