Bush
en el deslizamiento de lodo
Por
Immanuel Wallerstein
La
Jornada, 18/11/15
Traducción de Ramón Vera Herrera
El
régimen de George W. Bush se encuentra en medio de un deslizamiento
de lodo político, tanto en lo nacional como internacional. Dos
deslizamientos de lodo geológicos casi simultáneos en octubre –uno
en Guatemala y otro en Cachemira– nos recuerdan lo terrible que son.
Una vez que comienzan, no hay casi nada que pueda hacerse para
detenerlos. Lo único que resta es recoger a los muertos y sacar a los
supervivientes después de la devastación.
Para
Bush, las señales de alerta han estado ahí hace tiempo. La ocupación
de Irak empeora constantemente: se pierden más vidas mes a mes y hay
impasse político en torno a la Constitución, no importa cómo
resulte la votación. El respaldo popular en Estados Unidos se desliza
hacia abajo. El incremento en el costo de la gasolina es notable en
todas las familias y el nivel creciente en el gasto gubernamental lo
notan especialmente los republicanos que profesan una política fiscal
conservadora. Cuando golpearon los huracanes, fue evidente para todos
la incompetencia del régimen de Bush. Si todo lo demás hubiera
fluido con suavidad, el daño político habría sido casi marginal.
Pero nada de lo demás fluye con suavidad.
Luego
vino la postulación de Harriet Miers a la Suprema Corte de Justicia.
Personalmente no tengo duda de que ella es lo que Bush dice que es:
alguien que comparte con él su visión política y como tal es para
él la elección lógica. Pero con esto alborotó el avispero entre su
llamada base social, la derecha cristiana estadounidense. Veamos un
poco por qué ha habido tal reacción negativa hacia ella entre los
simpatizantes de Bush y por qué es que pudo haberla postulado.
La
derecha cristiana siempre ha sido cautelosa con Bush, nunca ha estado
realmente segura de que él sea uno de ellos. Pero se ha tragado todas
sus dudas (a últimas fechas el fiasco de Irak, el alto nivel de
gastos gubernamentales, la respuesta ante los huracanes) porque
deseaba una cosa de él por encima de todo, la designación de alguien
a la Suprema Corte de Justicia que pudiera revertir la histórica
decisión respecto del aborto, Roe versus Wade. Tenían malos
recuerdos de Ronald Reagan y de George Bush padre, quienes designaron
magistrados (Kennedy y Souter) que no revirtieron la sentencia Roe
versus Wade. Esta vez querían una selección garantizada. Y sin duda
existen algunos prominentes juristas disponibles que habrían
satisfecho esta exigencia.
Bush
no eligió a ninguno de ellos. En cambio se decidió por una asociada
de mucho tiempo, una de sus consejeras oficiales actuales, para llenar
el puesto. ¿Por qué? Existen probablemente muchas razones. Bush sabía
que elegir a alguno de la lista que quería la derecha cristiana habría
conducido a obstruccionismo en el Senado. Y no estaba seguro, debido a
su declive en las encuestas, de que pudiera ganar la batalla. Una
derrota en el Senado le debe haber parecido más de lo que podía
arriesgar. Nunca sabremos si su cálculo acerca de este asunto fue el
correcto.
La
segunda razón puede haber sido que Bush está preocupado por algunos
casos que deben llegar a la Suprema Corte en los próximos tres años,
que no tienen que ver con el aborto sino con sus propias decisiones de
presidente. Y es probable que quisiera tener un voto seguro en estos
asuntos, que parece Miers le ofreció (de manera más segura que
cualquiera de los juristas antiaborto que la derecha cristiana deseaba
que él postulara). Además, a la otra parte de su base –la
comunidad de los negocios– le gusta, de hecho, Miers, pues tiene
antiguos nexos con ellos y es considerada confiable en asuntos que les
conciernen.
Casi
es seguro que la última razón fuera que pensó que podía salirse
con la suya vis–à–vis la derecha cristiana, porque pensó que
"confiaría" en él. Pero no confía en él. Pueden haber
confiado aún hace un año, pero ya no. Es el deslizamiento de lodo. Y
por supuesto el hecho de que ahora emprenda una importante campaña
contra Miers, esperando forzarlo a retirar la nominación, sólo
acelera el deslizamiento lodoso. Las elecciones de 2006 están a la
puerta. Y los signos son claros. En los estados donde los republicanos
confiaban sacar a los senadores demócratas, sus candidatos "más
fuertes" están declinando competir, claramente temerosos de que
perderían. Este nerviosismo permea a los miembros republicanos del
Congreso y hace aún más difícil que Bush obtenga lo que quiere. El
hecho de que el senador McCain pudiera conseguir un voto de 90 a nueve
en el Senado estadounidense relativo a una propuesta antitortura que
implícitamente es muy crítica para el gobierno de Bush –propuesta
a la que activamente se opuso el mandatario–, da la medida de lo débil
que se ha vuelto la posición del presidente dentro de su propio
partido.
Los
deslizamientos de lodo en política son situaciones en las cuales, no
importa que haga uno, pierde. Si Bush hubiera postulado a alguno de
los juristas que quería la derecha cristiana, habría perdido. Pero
evitando ese riesgo, y postulando a Harriet Miers, perdió también.
Pronto habremos de ver qué tanta devastación puede ocasionar un
deslizamiento de lodo en la política estadounidense. Pero, por
supuesto, también tendrá consecuencias en la posición de Estados
Unidos en el ámbito político mundial. El referendo constitucional
iraquí es otra situación de perder o perder en la que ha caído Bush,
y ya es tarde para recular. Más sobre eso después de que tengamos
los exactos resultados.
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