Estados Unidos

 

El "Síndrome Vietnam" y la guerra por el poder en EEUU. La teoría del "golpe de Estado" en marcha para derrocar a Bush.

Un sondeo de CNN–USA Today revela que los norteamericanos ya ven a Irak "como a Vietnam"

Por Manuel Freytas
IAR–Noticias, 17/11/05

El primero en hablar del "Síndrome Vietnam" en EEUU fue el senador demócrata Edward Kennedy quien advirtió a Bush que su administración en Irak estaba produciendo un fenómeno similar al producido por la guerra del sudeste asiático, en la década del setenta, donde EEUU tuvo que retirarse después de perder miles de soldados en la contienda.

IAR–Noticias señaló, en noviembre pasado, que, en términos políticos y sociales, y a corto plazo, el empantanamiento de las tropas norteamericanas en Irak le iba a costar a Bush y a su administración una reacción –de características todavía no mensuradas– dentro de EEUU, donde la oposición y familiares de las víctimas esperaban el momento oportuno para protestar por la muerte y mutilación de soldados norteamericanos en Irak.

Habíamos señalado que la oposición política y mediática "anti–Bush", los perdedores de la elección del 8 de noviembre, con The New York Times y The Washington Post a la cabeza, retomarían las campañas contra el presidente apuntando a su flanco más débil: la ocupación militar y los muertos de Irak. (ver: La nueva estrategia editorial de The New York Times).

Un sondeo dado a conocer este miércoles por el diario USA Today y la cadena de televisión CNN señala que los norteamericanos hoy ven a Irak como en otros años apreciaron la situación en Vietnam.

La medición muestra que el 54 por ciento de los estadounidenses piensa que el gobierno de Bush cometió un error al agredir a Irak frente a un 45 que estima que actuó como debía.

Como dato curioso el sondeo destaca que en los primeros meses de 1970, la respuesta de los norteamericanos a igual pregunta sobre Vietnam fue muy parecida.

Entonces, el 56 por ciento estimó erróneo el envío de tropas a la nación asiática contra 36 por ciento que lo consideraron como una política adecuada.

Por más que Bush y su administración salieron fortalecidos con el triunfo electoral, los comicios, reñidos como nunca históricamente, polarizaron a la sociedad norteamericana alrededor de lo que estaba pasando en la ocupación militar de Irak.

Tras el desastre con el huracán Katrina, y aprovechando la tragedia y el deficiente desempeño de la administración republicana, Hillary Clinton, los demócratas, y un amplio espectro del poder estadounidense fueron por la cabeza de Bush.

Toda la política editorial, tanto de The New York Times como de The Washington Post, se orientaró, tras los comicios, a crear un "síndrome Vietnam" en sintonía con la estrategia de los demócratas en el Congreso norteamericano, en una puja por el poder con los halcones del Pentágono a quienes no pudieron arrebatar por vía electoral los negocios y el poder de la Casa Blanca.

La medición, realizada el fin de semana pasado, reveló que más de la mitad de la población favorece que las tropas estadounidenses abandonen territorio iraquí en 12 meses, igual que pensaban sobre Vietnam en 1970.

La Casa Blanca rechaza la comparación entre ambas guerras, fundamentalmente por las profundas huellas que dejó Vietnam en la psicología de la sociedad estadounidense y el temor a que vuelva a repetirse el desastre militar.

Las recientes revelaciones de que EEUU utilizó armas químicas, el reactualizado escándalo de las torturas a presos iraquíes, y la encarnizada campaña mediática llevada a cabo por los medios opositores a Bush con los influyentes The New York Times y The Washington Post a la cabeza, agrega combustible a la guerra por el poder lanzada por los demócratas aprovechando la caída pronunciada del presidente George W Bush en las encuestas.

La guerra con munición pesada desatada contra la Casa Blanca tras el Katrina se complementó con la afirmación de que los elevados costos de la guerra de Irak, combinados con las exenciones de impuestos al sector más rico de la población, y la fijación con la "seguridad interna", redujo la cantidad de fondos destinados a impedir desastres naturales como los que produjeron los huracanes.

En este contexto, y según coincide la mayoría de los expertos en Washington, el escándalo con el "CIA–Gate", o el "caso Plame" , trascendió lo judicial y se convirtió en un ajuste de cuentas post–electoral para los sectores demócratas y grupos del establishment que se vieron postergados tras las elecciones de noviembre pasado de acceder a la Casa Blanca con la reelección de Bush.

El escándalo del "CIA–Gate", como se recordará, está centrado en la filtración a la prensa de la identidad de Valerie Plame como agente de la CIA en julio de 2003. En EEUU dar a conocer la identidad de un agente secreto es considerado un delito federal por la justicia de EEUU.

El escándalo con el "caso Plame", y sus derivaciones en la justicia, levantó nuevamente versiones de que detrás de la acusación contra los funcionarios de la Casa Blanca hay un plan encubierto para destituir a Bush y a su vice antes de la finalización de su mandato.

No faltan los que predicen que EEUU está al borde de una crisis presidencial y constitucional, que en última instancia llevará a hacer parecer minúscula la destitución de Richard Nixon en 1974.

El diario estadounidense Los Angeles Times (quien se había pronunciado por la candidatura de Kerry en la última elección) describió hace cuatro semanas un escenario político catastrófico para los republicanos, de cara a las elecciones parlamentarias en 2006 en EEUU, las que se verán afectadas por el descenso en la popularidad del presidente George W. Bush, quien concita el apoyo más bajo de toda su gestión.

Pero ahora parece ser el "Síndrome Vietnam" el que está copando el escenario de la guerra por el poder entre republicanos y demócratas en EEUU.

Este miércoles, el ex presidente estadounidense, Bill Clinton, reiteró sus críticas al gobierno de Bush desde Dubai, donde aseguró que la invasión de Irak fue "un gran error".

A diferencia del sentimiento genuino de los familiares de las víctimas y de la población en general, la maniobra de los políticos demócratas y de un sector del establishment estadounidense no está exenta de oportunismo y doble discurso.

El gobierno de Bush, acorralado por el desprestigio y el bajón en las encuestas, "defiende" su posición calificando a los demócratas de "irresponsables" y de haber aprobado en octubre de 2002 las acciones militares emprendidas contra el régimen de Saddam Hussein.

Estos mismos demócratas (tanto como Kerry que fue su candidato en la últimas elecciones) apoyaron la invasión a Irak en el 2004 y suscribieron todos los presupuestos militares solicitados por Bush en el marco de la ocupación de Irak como en el de la "guerra contra el terrorismo".

De cualquier manera, entre los numerosos frentes de tormenta que azotan a la Casa Blanca (el "efecto Katrina", las "mentiras" sobre las armas de Saddam Hussein, el escándalo con las torturas en Irak, el "CIA–Gate" entre otros) las torturas y la utilización de armas químicas en Irak, parecen ser donde más nítidamente se presenta la posibilidad de que sus principales funcionarios, con Bush y Cheney a la cabeza, paguen costos políticos aún muy difíciles de determinar.

En sintonía con las editoriales de The New York Times, la oposición y los demócratas consideran que la agresión militar hizo a Irak un país "menos seguro", en franca contraposición con la postura de la Casa Blanca.

Afirman que la mejor manera de combatir a la "insurgencia" es sacando de Irak a los militares del Pentágono.

En eso de que Irak es un país "menos seguro", no se sabe bien que quieren decir los sectores que quieren derrocar a Bush, " ya que la invasión de 140.000 soldados y tanques norteamericanos, que ellos avalaron y apoyaron, le quitaron la seguridad y la vida a más de 100.000 iraquíes, entre ellos niños, mujeres y ancianos.

Pero aunque oportunista, la movida de los demócratas tiene su lado positivo, dado que a través de ella se orienta a crear el gran debate nacional "sobre los muertos de Estados Unidos en Irak" que estaba previsto para el último tramo de la campaña electoral de Kerry antes del 2 de noviembre, y que finalmente fue desechado por su equipo de campaña.

Siempre se dijo por otra parte –todos los expertos en Estados Unidos así lo sostienen– que el Talón de Aquiles de Bush en Irak eran los soldados estadounidenses muertos o mutilados que dejaría la ocupación.

El sentimiento "anti–Vietnam" es tan fuerte como el miedo al "terrorismo" en las franjas mayoritarias de la sociedad estadounidense.

Bush, así coinciden todos los especialistas, ganó las elecciones con el "miedo al terrorismo" porque Kerry y los demócratas no pudieron imponer el "Síndrome Vietnam" como ámbito de debate electoral en noviembre pasado.

La actual movida de los legisladores demócratas sólo se trataría de la primera fase de una ofensiva para exigirle a Bush que transparente la verdadera cifra de muertos y heridos estadounidenses en las masacres del triángulo suní y en todo Irak.

De esta manera tratan de que Bush, que contó hasta ahora con el silencio y la complicidad de la opinión pública internacional para ejecutar su genocidio militar en Irak, encuentre su Waterloo político dentro de su propio Imperio.

El "Síndrome Vietnam", a medida que se suman los marines muertos y heridos en Irak, y con el programa de rechazo y movilizaciones que se avecina tanto en EEUU como en el mundo, se cierne cada día con más certeza sobre la cabeza de George W Bush.

Según la agencia cubana Prensa Latina, "algunos analistas temen que se produzca un "Mentira–gate" que lleve al actual ocupante de la Casa Blanca a algo parecido al Watergate del presidente Richard M. Nixon o que al menos debilite más su mandato y se vea obligado a reconocer su error".

El golpe de Estado y los flancos "vulnerables" de Bush

En Washington se señala al caso de las torturas de presos iraquíes, a las investigaciones sobre las ADM de Saddam, la utilización de armas químicas en Irak, y al "CIA–Gate", como los cuatro principales "flancos vulnerables" de Bush, sobre los cuales se pueden montar estrategias legales para derrocarlo o destituirlo a través de una movida parlamentaria–judicial de alto espectro.

Incluso también se habla de que un proceso de enjuiciamiento de Cheney o de Rumsfeld (principales responsables después del presidente) detonaría automáticamente el proceso de enjuiciamiento a Bush que podría terminar con el presidente en el banquillo de la justicia, o destituido por un juicio político.

La mayoría de los expertos coincide en que el golpe de Estado institucional, sea con el "Cia–Gate" o con el "Síndrome Vietnam", es el desenlace natural de la guerra por el poder entre republicanos y demócratas".

El temor de ser enjuiciado –posible punto de partida de destitución o impugnación electoral– se ha convertido en una obsesión para Bush y sus funcionarios más cercanos, a punto tal, sostienen algunas fuentes y periodistas de Washington, que tanto el presidente como su segundo, Dick Cheney ya tienen contratados cada uno a dos prominentes abogados expertos en temas legales–administrativos de Estado.

En cuanto a las "mentiras" sobre las armas de Saddam (que sirviera de justificativo para invadir Irak), informes del Congreso de EEUU señalan que la Oficina de Planes Especiales utilizó informes frecuentemente aportados por el iraquí favorito de los neoconservadores, Ahmed Chalabi (agente de la CIA y ex favorito del Pentágono para gobernar Irak) , para preparar alarmistas documentos de inteligencia que reforzaron los argumentos a favor de la invasión a Irak.

Esos datos luego llegaban a la Casa Blanca a través de Rumsfeld o del vicepresidente Dick Cheney, polea de trasmisión del lobby judío en el entorno presidencial, sin pasar por organismos establecidos como la Agencia Central de Inteligencia (CIA) o el resto de las agencias de la comunidad de inteligencia estadounidense.

Según los indicios disponibles, estos informes políticos "extraoficiales", organizados por Wolfowitz, Feith y Rumsfeld en la Oficina de Planes Especiales (OPE), fueron la fuente de la evidencia fabricada que luego se empleó para elaborar la sustancia doctrinaria de la "guerra preventiva" con la cual se justificó la invasión y la ocupación de Irak.

Desde esa estructura paralela de inteligencia se sospecha que se realizó la operación de reclutamiento, entrenamiento y financiación de los grupos islámicos englobados en la red Al Qaeda de Bin Laden, que luego ejecutaron el atentado del 11–S dentro de un plan operativo coordinado con el servicio secreto paquistaní.

En cuanto a los casos de torturas de presos iraquíes, en forma sarcástica, Ray McGovern, un reputado ex funcionario de la CIA, señaló una vez que saltó el escándalo que "probablemente el presidente haya leído ahora el memorándum que Alberto González, consejero legal de la Casa Blanca, le envió el 25 de enero de 2002", refiriéndose a un artículo publicado en Newsweek, que pone en evidencia que el Código Penal de Estados Unidos de 1996 considera como un crimen castigado con pena de muerte rescindir, ignorar o exentar la Convención de Ginebra sobre "crímenes de guerra", figura que podría ser aplicada en el caso de las torturas en Irak.

Ray McGovern es un analista que fue funcionario de rango de la CIA durante dos décadas, cuyas opiniones son habitualmente utilizadas por los sectores "críticos" a Bush y por las usinas mediáticas vinculadas a la campaña de los demócratas.

McGovern no descarta, incluso, que otra administración pudiese enjuiciar a Bush, sobre todo teniendo en cuenta que el encargado de derechos humanos de la ONU afirma que las torturas en Abu Ghraib constituyen "crímenes de guerra"

Como sostiene el pensador argentino Adrian Salbuchi, el golpe de Estado "a la USA” apunta directamente a la cabeza del ocupante máximo del gobierno (o sea, el presidente y sus principales colaboradores) pero, sabiamente, deja intacta la estructura del poder de Washington.

El caso más resonante de la historia reciente fue el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy en 1963.

Se impone, entonces, la necesidad de propiciar un recambio que logre el objetivo buscado (desplazamiento de Bush), al tiempo que se preservan las estructuras de poder nacional (o sea, sin que desde afuera se perciba la sorda lucha interna por el poder ni los incipientes golpes palaciegos).

Muy difícilmente los sectores "anti–Bush" de EEUU ( establishment de poder, Partido Demócrata, y estructura mediática con The New York Times y The Washington Post a la cabeza) dejen pasar la oportunidad de utilizar el "síndrome Vietnam" devenido en "Síndrome Irak" para derrocar a Bush y hacerse del sillón y los negocios de la Casa Blanca.

Se trata de una guerra por el poder (y no de una cruzada moral por la "verdad" como dicen los medios "anti–Bush"), donde un sector del Imperio intenta desplazar al otro para reemplazarlo.

Y la lógica de la guerra también es clara: si Bush es derrocado por un golpe institucional (de la misma manera que cuando sacaron a Kennedy con su asesinato), los negocios de Wall Street y de las corporaciones armamentistas y petroleras seguirán funcionando con otro presidente que sea la contrapartida de la imagen de Bush.

Y esta lógica perversa se alimenta de un axioma de máxima: Bush se va, el sistema capitalista queda. Y esta vez le tocará el turno a un demócrata en la Casa Blanca para gerenciar los mismos negocios y masacres militares, pero sin Bush.

Lo de Bush y el desenlace de su destino con el "Síndrome Vietnam", parece inexorable. Al menos –y como lo venimos anticipando– que aparezca nuevamente en el teatro de operaciones de la guerra el escuadrón dinamitero de Bin Laden y Al Qaeda.

Esa es la otra variable estratégica de la guerra que Bush y los halcones sacan de la manga cuando las "papas queman". Y las papas ya están ardiendo en la Casa Blanca habitada por Bush.

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