Estados Unidos

 

EE.UU. regatea su apoyo a Bush

Eco desigual a la nueva "estrategia nacional" del presidente para Iraq

Por Eusebio Val
Corresponsal en Washington
La Vanguardia, 02/12/05

George W. Bush, con la renovada estrategia para Iraq esbozada el miércoles, sólo pudo arrancar cierto margen de confianza entre sectores minoritarios demócratas y recuperar iniciativa en el debate. Su situación es complicada, pero no ha perdido un consenso de fondo en el Congreso para aguantar en Iraq.

George W. Bush ha logrado sólo de forma parcial e insuficiente retomar el control del debate político en Estados Unidos sobre la guerra de Iraq. Las reacciones a su discurso del miércoles en la Academia Naval de Annapolis (Maryland) fueron desiguales y teñidas de partidismo. Pero a pesar de la negativa acogida global entre los demócratas y los medios tradicionalmente hostiles, algunos le reconocieron al presidente un esfuerzo novedoso por explicar la estrategia y la humildad de admitir fallos pasados.

Los asesores de Bush confían en haber podido ganar al menos cierto tiempo y margen de confianza, a la espera de que las elecciones iraquíes del 15 de diciembre aviven la esperanza. Su tarea no es fácil porque, como demostraron nuevas encuestas - hechas antes del discurso-, son mayoría quienes creen que el presidente no tiene una estrategia consistente.

No obstante - y eso juega a favor del presidente Bush- seis de cada diez norteamericanos piensan que no debería haber un calendario de retirada sin antes haber alcanzado determinados objetivos mínimos, según un sondeo de la CNN y el diario USA Today.

Senadores demócratas como Harry Reid, John Kerry y Edward Kennedy coincidieron en que Bush realizó una simple defensa del statu quo. Reid, que es el líder demócrata en la Cámara Alta, dijo que "después de casi mil días de guerra en Iraq, nuestras tropas, sus familias y el pueblo estadounidense merecen más que una simple campaña de relaciones públicas de Bush y Cheney". El veterano congresista demócrata John Murtha, un ex halcón que conmocionó al país hace un par de semanas con su apasionado alegato a favor de la rápida retirada, insistió en que la mayoría de las tropas se habrán retirado de aquí a un año porque el ejército "está roto y quemado".

Otros demócratas expresaron comentarios más moderados, lo que sugiere que, a pesar de la agitada retórica en Washington y del ambiente mediático, Bush cuenta todavía con una mayoría bipartidista de fondo para mantener la presencia en Iraq, si bien no le otorgan un cheque en blanco. Entre los senadores demócratas que emplearon un tono más conciliador destacaron Ken Salazar, quien calificó el discurso de "paso en la buena dirección"; Joseph Biden y Jack Reed hablaron de "paso positivo". Estos legisladores se congratularon de la asunción de errores por Bush, aunque lo hiciera con eufemismos y hablara de "retrocesos" y "reajustes".

Bush combinó en Annapolis su mensaje de firmeza con referencias a un eventual repliegue. Hizo hincapié en que no aceptará "calendarios artificiales" dictados desde Washington por políticos angustiados por sus campañas electorales, y que cualquier decisión de retirada parcial será tomada en virtud de las recomendaciones de los comandantes sobre el terreno. El presidente dibujó un escenario de renuncia gradual de responsabilidades en el que las tropas estadounidenses dejarán a las iraquíes las tareas de mantenimiento de seguridad y las operaciones contra los insurgentes, salvo las que apunten "a los terroristas más peligrosos". "Abandonaremos de forma creciente las ciudades, reduciremos el número de bases desde las que operamos y llevaremos a cabo menos patrullas y convoyes", añadió.

El presidente repitió el argumento de que no aceptará "nada menos que la victoria total". Lo más interesante fue la definición de esta victoria, más flexible y menos ambiciosa de lo que podía imaginarse. En el discurso y en el documento de 35 páginas hecho público poco antes, bajo el osado título de "Estrategia nacional para la victoria en Iraq", se especifican una serie de objetivos políticos y militares. Los primeros podrían darse por alcanzados una vez se constituya un gobierno tras las elecciones. Respecto a los segundos se dice que, a medio plazo, esa victoria se habrá conseguido si se percibe que ese Gobierno está derrotando a los terroristas y es capaz de garantizar por sí mismo la seguridad en su territorio. De ello se desprende que, por poco que lo permitan las circunstancias, Bush podrá ordenar una retirada parcial y atribuirse un triunfo.

La prudencia ha aconsejado a Bush no adelantar fechas ni cifras para no atarse las manos ni ser acusado luego de fracaso. A sus correligionarios republicanos les advierte que no se dejará presionar por razones electoralistas. En la Casa Blanca se cree que, pese al desgaste, los republicanos pueden todavía conservar el control del Congreso en las legislativas dentro de un año.

The New York Times no concedió respiro a Bush. Comparó su situación a la de Johnson en los sesenta y a la de Nixon en los setenta. Según el diario neoyorquino, la estrategia de ahora guarda paralelismos con la de Nixon cuando apostó por la vietnamización como solución militar y por la conferencia de París como solución política. En ambos casos hubo fiasco.

The Wall Street Journal mostró su habitual dualidad. En la información sobre el discurso se denunciaron las graves omisiones - por ejemplo, sobre los abusos de las tropas iraquíes contra los suníes- y las contradicciones con la realidad. En su editorial se apoyaba sin fisuras la firmeza de Bush.

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