Difíciles
pruebas para la verdad
¿Quién
es George W. Bush?
Por
Toby Rogers (*) y Nick Mamatas (**)
Red
Voltaire, 09/11/05
New
York (EEUU). La prensa oficial no habla de
la verdadera naturaleza política del presidente estadounidense George
W. Bush. Poco se conoce acerca de su pasado y de las alianzas de su
familia con los sectores más retrógrados y extremistas, como son el
nazismo o los grupos racistas. El siguiente trabajo periodístico
realizado por dos investigadores independientes estadounidenses nos
aclara el panorama.
¿Quién
es George W. Bush?
Fue
Milton quien mejor lo expresó, en su obra Areopagitica, escrita en
1643, cuando el parlamento británico adoptara leyes que limitaban la
venta de libros y periódicos cuyos editores sólo podían hacer
publicaciones o impresiones autorizados.
La
crítica a la nueva élite dirigente británica fue eliminada so
pretexto de preservar las apariencias y creencias religiosas de los
puritanos. Milton hizo una brillante crítica de esta ley que ponía
fin a los buenos reportajes y a las publicaciones «perjudiciales»,
al explicar: «Incluso si se han dejado soplar libremente los vientos
de la doctrina sobre la tierra de forma que esparzan la verdad, no es
hacerle justicia el dudar de su fuerza, recurriendo a autorizaciones y
prohibiciones.
Dejemos
luchar la verdad con la mentira, mentira que no ha podido nunca vencer
a la verdad cuando esta ha sido puesta a prueba en un combate libre y
abierto.
Es
interesante notar que las severas leyes regulatorias contra las que
protestó Milton fueron redactadas por un gobierno revolucionario
supuestamente comprometido con la libertad. El infame Star Chamber
(tribunal real de Inglaterra abolido en 1641, conocido por sus
sesiones secretas sin jurado, sus severos y arbitrarios juicios y la
utilización de la tortura), que había mutilado y torturado a
impresores y editores por sedición y herejía, había desaparecido,
pero persistía el impulso autoritario hacia la censura. Fue el debate
iniciado por Milton lo que daría origen a la libertad de prensa en
esa época.
En
los Estados Unidos de América de hoy, oficialmente comprometidos con
la libertad, y especialmente con la libertad de expresión, el libro
que apareció en su versión castellana bajo el nombre de «Nerón del
siglo XXI, George W. Bush presidente» tuvo que ser reimpreso luego
que más de cien mil ejemplares fueron retirados de las librerías en
todo el país (EEUU) en el año 2001 bajo la amenaza de ser «quemados».
La
casa editorial estadounidense St. Martin’s Press que pensaba
publicar este libro biográfico del presidente George W. Bush se
sometió al dictado y no hizo intervenir ningún recurso legal
regulador, sino que simplemente aceptó este conjunto de falsos
principios que hacen que el verdadero derecho se transforme en
superfluo.
Hoy,
editores y periodistas pasan mucho tiempo censurándose a sí mismos
gracias a la disciplina impuesta por los procesos y a la amenaza de
retirarles la autorización para ejercer. En vez de dejar a la verdad
y a la mentira luchar cuerpo a cuerpo en la mente de los lectores, ni
siquiera se deja que la verdad suba al ring, mientras que la mentira
se repande y difunde libremente
Desde
hace años, George W. Bush no ha negado con sus afirmaciones que no
consumió cocaína. Cuando en diversas ocasiones se le preguntó
directamente, vaciló e responder. Admite haber bebido mucho en su
juventud, pero, en cuanto a la cocaína, ha eludido sistemáticamente
el tema. Ha llegado a decir que no quiere hablar de su pasado porque
esto podría dar una excusa a los jóvenes para hacer lo que él hizo
en su juventud.
La
lógica elemental llena los vacíos de la evasiva respuesta de Bush. A
la pregunta «¿Ha consumido usted cocaína?» hay sólo dos
respuestas posibles: «Sí» y «No». Sólo una de estas dos
respuestas –«Sí»– podría dar una excusa a los jóvenes para
adoptar diversos comportamientos autodestructivos como el uso de la
cocaína.
¿Qué
conclusiones nos permite sacar esta lógica? Según la práctica del
periodismo moderno, absolutamente ninguna. Lo que dice George W. Bush
es palabra de evangelio gracias a los medios masivos que repiten
fielmente sus comunicados de prensa.
El
cuento del conservador compasivo
Bush
es un «conservador compasivo», pero no porque sea especialmente
compasivo ni porque sea un conservador con principios, sino porque él
lo dice y eso basta para que la prensa lo repita como algo
establecido. Incluso si sus propios comentarios sobre el uso de
estupefacientes nos permiten crear una prueba lógica que demuestre
que sí ha hecho uso de drogas, periodistas como Nat Hentoff, célebre
defensor de la libertad de expresión y cronista en la distinguida
publicación The Village Voice, se limitan a ignorar la lógica y a
afirmar que la historia del uso de estupefacientes (del presidente
Bush) es un rumor «sin pruebas» [1].
Se
ignora igualmente la lógica cuando la declaración de Bush, que dice
dar pruebas de un «conservadurismo compasivo», es aceptada sin más
análisis. Además de dar a entender que generalmente los
conservadores no son compasivos, ni el término «compasivo» ni el término
«conservador» puede describir fielmente lo que representa George W.
Bush.
Las
drogas
Declaraciones
públicas del equipo de consejeros de Bush, aparte, los rumores de su
pasado de adicto a la cocaína no son totalmente infundados. En una
entrevista en abril de 1998 con el periodista Toby Rogers del Houston
Public News, el ex-secretario general del presidente George Bush, el
señor Michael C. Dannenhauer [2], admitió que G. W. Bush «era
incontrolable».
La
declaración de Dannenhauer fue publicada en la revista on line The
Greenwich Village Gazette el 13 de septiembre de 1999. Sin embargo, el
artículo, que no mencionaba el nombre de Dannenhauer, fue retirado sólo
unas horas después de su publicación por temor a un proceso judicial
y porque el editor temía que ninguna otra fuente atestiguara el uso
de cocaína por parte de George W. Bush.
Dannenhauer
ni siquiera tuvo que negar nada. Estas mismas prácticas periodísticas
que dejan que George W. se presente como un conservador compasivo, sin
ninguna crítica, son implementadas para impedir que la verdad salga a
la luz. Una declaración pública de alguien dotado de cierto poder se
supone verdadera, mientras que una declaración proveniente de un
periodista debe someterse a criterios de comprobación mucho más
rigurosos antes de ser aceptada.
Dannenhauer
declaró posteriormente que este encuentro con el periodista Toby
Rogers nunca se había producido.
Tres
semanas más tarde, un empleado de la Gazette llamó a Dannenhauer en
el mismo momento en que la casa editorial St. Martin’s Press
publicaba El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente, de
James Hatfield. Cuando fue interrogado sobre la entrevista que había
concedido meses antes, Dannenhauer afirmó que esta nunca había
tenido lugar, ignorando que el empleado en cuestión tenía una foto
de Dannenhauer y del periodista Toby Rogers entre sus manos.
Un
momento después afirmó que la misma se había producido «años
antes» y no en 1998. Luego modificó una vez más su versión y
declaró: «Un momento, me citan diciendo que George... se está
afirmando que he dicho… Yo no tengo ninguna información.
Simplemente nos encontramos para almorzar. Ahora no recuerdo. Me
encontré con él cuando... cuando trabajaba para un diario local. Ni
siquiera recuerdo el nombre del... No era uno... no era uno de los
mayores... No logro recordar el nombre... No me acuerdo. No sé cómo
usted lo calificará, ni lo que era. Lo que sé es que sé muy poco
[sobre el uso de la cocaína]... pero es una mentira total.»
¿A
qué conclusión llega el lector cuando ve a Dannenhauer ofrecer tres
versiones diferentes e incompatibles de su entrevista con el
periodista? Evidentemente, al menos dos de las versiones son falsas.
Hoy la mayor parte de los editores y periodistas se sentirían
probablemente heridos en su honor al aceptar estos tres desmentidos
como si tuvieran un mismo nivel de veracidad a pesar de las grandes
diferencias de espacio, tiempo y lógica.
Dannenhauer
leyó a continuación una declaración del ex presidente George H. W.
Bush acerca del libro El Nerón del siglo XXI. «Esta historia es una
crítica malintencionada; eso nunca sucedió. Su autor puede decir lo
que quiera a partir de sus fuentes anónimas, pero lo cierto es que no
dice la verdad. Se insulta a sí mismo y a mi persona, lo que no me
gusta.
Ese
tipo de ataque malintencionado y cruel explica por qué mucha gente de
bien no desee hacer carrera política. Me siento orgulloso de que
George Bush tenga la suficientemente fuerza y voluntad como para
soportar la presión, incluso las estupideces como esta.» Dannenhauer
negó haber afirmado, durante su conversación con el periodista de
Greenwich Village Gazette, que George W. Bush hubiera consumido cocaína.
Durante
la primera publicación de esta introducción, en enero del año 2000,
Dannenhauer fue relegado a un puesto en la Biblioteca Presidencial
Bush, aunque afirma que este cambio fue una simple coincidencia y no
tuvo nada que ver con las revelaciones en contra del libro El Nerón
del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente.
Claro
está que ni Dannenhauer ni Bush tuvieron que justificar o probar su
afirmación acerca de que «la gente de bien» no deseaba hacer
carrera política porque George W. había sido interrogado sobre el
uso de cocaína. En realidad, Bush no era la víctima explotada por
una prensa agresiva; era un candidato presidencial con mucho dinero
que podía obtener una plataforma mediática por encargo.
Lejos
de ser alguien de bien casi expulsado del juego político por la
prensa, Bush ha ejercido un control casi total sobre su personaje público
de «conservador compasivo». Si los medios de comunicación no
hubieran sido tan diligentes en cuanto al recurso a fuentes anónimas
durante la administración de un conservador menos compasivo
–Richard Nixon– el escándalo del Watergate no hubiera estallado
nunca. Sin embargo, en la época de las frases sin importancia y de
las entrevistas anodinas, la regla parece ser «si no hay noticias,
buenas noticias».
Ahora
bien, las noticias no faltan, pues Bush es bastante menos compasivo
que conservador y he aquí un ejemplo de su tan alardeada compasión.
En 1988, el ex comisionado de bienes raíces de Texas, Gary Mauro,
como candidato demócrata, se enfrentó con todas sus fuerzas al
mastodonte político que era Bush.
Con
un presupuesto de campaña política cincuenta veces inferiores al de
Bush, la campaña de Mauro cayó en el olvido en mismo día de las
elecciones. Más que los fajos de billetes ofrecidos por las empresas
que sirvieron a Bush las llaves de la Residencia del Gobernador en
bandeja de plata, en el estado de tejas, lo que más molestó a Mauro
fue su arrogancia.
El
caso Karla Faye Tucker
El
2 de febrero de 1998, esta adquirió formas de sadismo con la ejecución
de una mujer criminal y convicta Karla Faye Tucker, quien se
transformaría en prisión en una mujer ejemplar, cristiana,
confesando su culpa y arrepentir por sus crímenes pasados, cuando era
una joven drogadicta y descarriada.
«George
W. Bush sabía que no aplazaría la ejecución de Karla Faye Tucker.
Hubiera podido decírselo la víspera», explica Mauro. «Hubiera
podido decírselo una semana antes, pero esperó seis horas por las
informaciones, sabiendo que estaba atada a una camilla, con la
esperanza de salvar la vida, y asistió al espectáculo desde las
gradas.»
Bush
llegó mas lejos aún cuando bromeó sobre la súplica desesperada de
Karla Faye Tucker implorándole clemencia, lo que fue difundido en el
show de Larry King Live. Durante una entrevista a la revista Talk,
Bush se burló de Karla Faye, imitando su voz llorosa «Por favor, no
me mate» [3]. Si esto es compasión, es más o menos tan convincente
como las tres versiones de Dannenhauer, los sarcasmos del presidente
Bush sobre las fuentes anónimas de este libro o su negativa a decir
de una buena vez si había (o no) consumido cocaína. No obstante, la
gran prensa continúa repitiendo de buena fe el término «conservador
compasivo» como si eso tuviera alguna significación.
Las
conexiones nazis
Sin
embargo George W. Bush es conservador, ¿no es así? ¿Acaso no es
conservadora toda su familia? Lo que caracteriza al conservadurismo es
el respeto a las tradiciones norteamericanas de la libertad y, en este
punto, la familia Bush no es nada conservadora. En el mejor de los
casos se le puede calificar de mercenaria en cuanto a sus alianzas políticas
y sus recaudaciones de fondos y, en el peor, pueden clasificarse en la
extrema derecha del conservadurismo tradicional.
Prescott
Bush, el padre del ex presidente y abuelo del presidente actual, pasó
más de diez años ayudando a su yerno George Herbert Walker a
financiar a Adolfo Hitler desde el banco de Wall Street, Union Banking
Corporation [4].
George
Herbert Walker era uno de los más poderosos partidarios de Hitler en
los Estados Unidos y obtuvo de Bush un puesto de director en la firma.
Entre 1924 y 1936, el banco de Bush invirtió sumas considerables en
la Alemania nazi, vendiendo obligaciones alemanas a inversionistas
norteamericanos por 50 millones de dólares. En 1934 una investigación
del Congreso sospechó que la línea Hamburgo-Estados Unidos, de
Walker, subvencionaba una amplia gama de esfuerzos pronazis tanto en
Alemania como en los Estados Unidos. Uno de los empleados de Walker,
Dan Harkins, testimonió ante líderes del Congreso acerca de las
transacciones comerciales y de las simpatías pronazis de Walker [t.
(...)">5].
Según
la Causa No. 248 del gobierno norteamericano, una gran parte de los
activos de Union Banking había sido explotada en favor de la Alemania
nazi y había servido para apoyar el esfuerzo de guerra alemán. El
Alien Property Custodian norteamericano embargó los fondos corrientes
de Union Banking Corp. y abrió dos nuevas causas (la No. 259 y la No.
261) para embargar otras dos instituciones bajo influencia nazi
dirigidas por el banco de Bush: la Holland American Trading
Corporation et la Seamless Steel Equipment Corporation. Muchas grandes
firmas habían tratado con nazis en los años anteriores a la Segunda
Guerra Mundial, pero relativamente pocas se comprometieron en una
cooperación tan a fondo con la Alemania hitleriana después de Pearl
Harbor. Para George Walker y Prescott Bush los negocios continuaban.
El
joven George Herbert Walker Bush, también tenía relaciones con
simpatizantes nazis según un compañero de clases de éste, llamado
Upson Waller y que creció con George Bush. Upson Waller cuenta que a
finales de la década de los años 1930, tuvieron el mismo profesor de
matemáticas, el profesor se llamaba Michael Sides y este «era nazi y
hablaba de Hitler con entusiasmo», recuerda Upson Waller [6].
Aunque
el profesor Sides fuera aparentemente un simpatizante nazi, Bush
simpatizaba mucho con este profesor, según Waller. «Parecía
apreciar al profesor Sides así como a los demás profesores»,
incluso a los más autoritarios. Bush nunca lo desafiaba y pensaba que
«era un gran profesor», dice Waller.
Ello
podría explicar una broma inhabitual y fuera de lugar que hizo Bush
padre a un consternado Mijail Gorbatchov, último presidente de la Unión
Soviética, un día 3 de diciembre de 1989 en el mar de Malta La frase
que lanzó el presidente estadounidense fue: «Mijail, los Juegos Olímpicos
de Berlín en 1936 fueron tan formidables que pienso que deberíamos
repetirlos» [7].
Sin
embargo, el nazismo era mucho más que una broma para George Bush
padre cuando codiciaba la presidencia.
En
el otoño de 1988, el vicepresidente Bush y mano derecha de Ronald
Reagan, tuvo que apartar a algunos neonazis y antisemitas de su campaña
presidencial. El escándalo había estallado cuando el diario
Washington Jewish Week y otras agencias de prensa descubrieron que en
el equipo de campaña del candidato presidencial de Bush (padre) habían
notorios neonazis.
Entre
los más conocidos figuraban Jerome Brentar, un revisionista del
Holocausto quien afirmaba que los nazis nunca utilizaron
deliberadamente gas contra sus víctimas; también se encontraba en el
equipo de campaña de Bush, Akselis Mangulis, quien había hecho parte
de la Legión Latvia, bajo mando de las SS nazis y durante la Segunda
Guerra Mundial [8]. George W. Bush, el hombre fuerte de la campaña
presidencial, alejó a los nazis suavemente para escapar «al ojo
inquisitivo» de la prensa. Tras ganar las elecciones, cuatro de ellos
vinieron a trabajar para el Partido Republicano según el diario USA
Today [9].
Cuando
la historia se hizo pública, los Bush se separaron rápidamente de
sus aliados nazis. En septiembre de 1999, cuando numerosos
republicanos pidieron que Pat Buchanan renunciara al Partido debido a
su aparente simpatía por Hitler y a su crítica a las acciones
norteamericanas durante la Segunda Guerra Mundial, el favorito a las
elecciones presidenciales (Bush padre) permaneció silencioso, en
espera de los votos de la extrema derecha.
La
secta Moon
La
familia Bush tiene igualmente lazos con otras fuerzas antidemocráticas
como la Iglesia de la Unificación del reverendo Yung Sun Moon, más
conocidos como la secta Moon y cuyos discípulos son también
conocidos como «Moonies». En 1994 Bush padre empezó a cortejar a
los Moonies para que lo ayudaran a financiar el futuro político de su
hijo. La razón para que los Moonies apoyaran a un «conservador
compasivo» es confusa, dado que esta iglesia detesta el modo de vida
norteamericano que se ha comprometido a defender George W Bush. «América
se ha convertido en el reino del individualismo y su pueblo es
individualista. Deben tomar consciencia de que América se ha
convertido en el reino de Satán», dijo Moon durante un sermón en el
barrio de Tarrytown, Nueva York, el 5 de marzo de 1995 [10].
Moon
estimula igualmente una forma de colectivismo la cual rechazaría la
mayoría de los conservadores. El 4 de agosto de 1996, Moon expresó
que los «norteamericanos que continúan conservando su intimidad y su
individualismo extremo son unos idiotas» [11].
En
septiembre de 1995 George y Barbara Bush pronunciaron seis discursos
para la Women’s Federation for World Peace, un grupo de fachada
dirigido por la esposa de Moon, Hak Ja Han Moon. Ante 50,000 discípulos
y ante el mismo Moon. George Bush padre afirmó que lo que realmente
importaba era la «fe, la familia y los amigos». Hak Ja Han Moon
siguió al ex presidente en el podium y declaró que era necesario que
el reverendo Moon salvara a los Estados Unidos, que van por un mal
camino debido a la decadencia familiar y moral» [12].
El
22 de noviembre de 1996, Bush padre se expresó durante una recepción
en Buenos Aires en ocasión de la inauguración de Tiempos del Mundo,
un diario financiado por la secta Moon, cuyo jefe, sentado unas
cuantas filas delante de Bush, recibió así el elogio de este: «Quiero
saludar al reverendo Moon, fundador del Washington Times y de Tiempos
del Mundo. Un buen número de mis amigos en América del Sur no
conocen el Washington Times, una voz independiente.
Sus
editores me han confiado que este hombre de vista larga no ha
interferido ni una sola vez en el funcionamiento del diario que, según
lo veo, contribuye al fomento de la razón en Washington» [13].
La
prensa sudamericana atacó a Moon al revelar sus lazos con algunas de
las peores dictaduras de extrema derecha del continente. Los
periodistas analizaron igualmente los lazos de Moon con los carteles
de la droga que, en cooperación con el ex nazi Klaus Barbie, ayudaron
a organizar un golpe de Estado en Bolivia en 1980 [er por ejemplo «Moonies
Make Their Great Move South», por Jamie (...)">14].
Moon
y sus amigos financiaron y trabajaron en estrecha colaboración con
los líderes del golpe de Estado –los nazis y los de los carteles de
la droga. Gracias a Bush «una vez más el cielo ha transformado una
decepción en victoria», declaró el Unification Times, que se
regocija de las observaciones de Bush sobre los recientes esfuerzos de
Moon. [15]
Un
año más tarde el reverendo Moon donó un millón de dólares a la
Librería Presidencial George Bush, en Texas. El propio presidente
George W. Bush estableció algunos lazos antidemocráticos. En este
sentido analicemos su asociación con el grupo neoconfederado United
Daughters of the Confederacy, cuyas iniciales son UDC. Este movimiento
extremista opera como organización cultural y erige monumentos en
honor de los soldados confederados en todo el Sur de los Estados
Unidos; exhibe con orgullo las banderas confederadas en la portada de
su revista y mantiene estrechos lazos con la extrema derecha.
Los
racistas blancos del Ku Klux Klan
Uno
de los favoritos del movimiento neoconfederado es Michael Andrew
Grissom, quien forma parte del comité consultivo nacional del Consejo
de Ciudadanos Conservadores, grupo que cree en la supremacía de los
blancos y declara que Martin Luther King Jr. era un comunista, que los
blancos son superiores a los negros en aspectos como la inteligencia,
el respeto a las leyes, la contención sexual, el éxito escolar» y,
extrañamente, «la resistencia a las enfermedades» [16].
Grissom
es el autor del libro Southern By The Grace Of God, que justifica los
peores actos de racismo del Sur. Entre las declaraciones de Grissom
figura la siguiente: «Nadie puede poner en duda la eficacia del Ku
Klux Klan en sus inicios, que realizó voluntariamente un formidable
trabajo entre los pobres» [17]. Afirma además que las cogullas
(capuchas) del Klan constituían una preciosa protección al mantener
«el anonimato» y que los delincuentes y criminales han terminado
destruyendo su eficacia [18].
La
UDC colaboró con Grissom par la construcción de una estatua en el
lugar donde se produjo la Batalla de Vicksburg. Mientras que la mayoría
se ofuscaría ante el pensamiento de una alianza con un apólogo del
Ku Klux Klan, George W. Bush felicitó a la UDC por su «consagración
a los demás» y por los «elevados criterios» del grupo en una carta
publicada en el UDC Magazine de 1996 [19].
La
verdad acerca de la supuesta «compasión» de George W. Bush y de su
conservadurismo equívoco es de notoriedad pública, pero el candidato
debe aún dar pruebas serias como ser humano compasivo o conservador
auténtico. En la lucha entre verdad y mentira, los periodistas, que
se supone se alineen en el campo de la verdad, abandonaron el partido
y se dedicaron al cóctel que se les ofrecía.
Fue
entonces que se produjo la intervención de James Hatfield, el autor
del libro El Nerón del siglo XXI, libro con madera de best-seller.
Ubicado en el octavo lugar del Top de los 100 mejores ventas de Amazon
en las 72 horas siguientes a su publicación y en el vigésimo tercer
puesto en la lista de libros no novelescos en la clasificación del
diario New York Times, fue sin embargo retirado de la venta menos de
una semana después de su aparición tras afirmaciones de que Hatfield
había sido reconocido culpable de un delito grave.
La
relación entre esta inculpación y la facultad de este hombre para
entrevistarse por teléfono con fuentes próximas al equipo
presidencial Bush (hijo) esta vez y acerca del pasado de este último
no se explicó nunca de forma satisfactoria. El editor, St. Martin’s
Press, declaró públicamente que el libro El Nerón del siglo XXI,
Georges W. Bush, presidente había sido «escrupulosamente corroborado»
y que «los hechos habían sido verificados», no sólo por parte de
los abogados internos del editor, sino también por parte de un
prestigioso gabinete de Washington, D.C. especializado en la «verificación»
de las biografías para las casas editoriales.
En
vez de dejar que las afirmaciones de Hatfield «soplaran sobre la
tierra» como lo había recomendado Milton en Inglaterra hace siglos
atrás, el editor retiró los libros de los estantes prometiendo
quemarlos, como si el simple hecho de leer ese texto pudiera ser
suficiente para que el lector aceptara su contenido como la más pura
verdad.
Sin
embargo, contrariamente a los medios de prensa, el público da
muestras de un escepticismo sano y de una evidente curiosidad. Si bien
las afirmaciones de Hatfield son difíciles de corroborar, como lo han
señalado algunos medios, no sería la primera vez que un libro así
se hubiera publicado, leído por muchísima gente, debatido públicamente
y tal vez despreciado.
Robert
Parry, periodista que fue sacado de la revista Newsweek después que
el secretario general del presidente Bush, Donald Greeg, se quejara al
editor de dicha publicación sobre la forma en que Parry cubriera la
crisis de la institución de ahorro y la forma en que fueron puestos a
salvo los fondos gubernamentales, declaró: «Hemos visto libros sobre
Clinton que, según pienso, tienen mucho de invento. Está el libro de
Aldrich, Unlimited Access, todas esas afirmaciones insensatas como la
de Mena [operación de tráfico de drogas en Arkansas] son puras
invenciones.»
La
diferencia entre los libros contra Clinton y esta biografía de George
W. Bush es sorprendente. Los primeros estuvieron a la venta en las
librerías de todo el país mientras que El Nerón del siglo XXI,
Georges W. Bush, presidente fue retirado de las mismas con la amenaza
de ser quemado.
Parry
señala que «los antecedentes penales de los hijos de papá
desaparecen para siempre sin que medie ley para ello. Si se queman
todos los libros con afirmaciones impugnadas tendrán que quemarse
todos los fondos de las bibliotecas y eso me parece bastante
inquietante, aún mas si tenemos en cuenta que a la prensa no parece
preocuparle que se quemen libros.»
Nat
Hentoff, ardiente defensor de la libertad de prensa, ha calificado la
planificada destrucción del libro El Nerón del siglo XXI como «necesaria»
principalmente porque los lectores no tienen cómo verificar la
historia del arresto de 1972 por posesión de cocaína [20].
Pero
ya que el «conservadurismo compasivo» de Bush tampoco ha sido
verificado por la prensa, tal vez Hentoff podría pedir que se quemen
las declaraciones de prensa de George W. Bush, que a veces parecen «ciencia
ficción», el mismo término que utiliza el ex gobernador de Texas
para hablar del libro El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush,
presidente.
Desde
hace décadas la prensa reporta de buen grado conferencias de prensa y
escándalos sexuales ocasionales, pero el periodismo de investigación,
la búsqueda de la verdad tras las pequeñas frases, ha perdido
importancia. Mientras las ondas difundan informaciones y las fuentes
«honorables» pongan su grano de arena, no hay que averiguar
demasiado.
Averiguar
significa exponerse a la responsabilidad o al ridículo y la lucha
entre la verdad y la mentira es menos importante que la lucha entre
las agencias y diarios por el acceso precioso a los dólares de los
políticos y publicistas.
Es
irónico que las historias del comportamiento pasado del «joven e
irresponsable» Hatfield haya servido de pretexto para retirar el
libro de los estantes de las librarías. El principal candidato a la
presidencia ha invertido millones de dólares para explicar a los
Estados Unidos que su propio pasado no tenía importancia y numerosos
electores lo han aceptado.
La
lección que Bush ha enseñado a los medios de comunicación es que su
caso no se aplica como se aplicó para demoler a James Hatfield. Su
pasado sin embargo, sin relación con la cuestión, ha sido suficiente
para condenarlo, a él y a su obra.
En
Areopagitica Milton ha explicado que actuar en un plano de igualdad,
donde cada idea pueda ser expresada abiertamente y luego criticada públicamente,
no era simplemente una comodidad o un privilegio que tuviera ser
concedido por las autoridades establecidas, sino era la mejor y única
forma de establecer la verdad.
El
público es capaz de evaluar la veracidad de una historia
estableciendo pruebas lógicas, comparando los argumentos y
contra-argumentos y valiéndose de sus propios juicios en cuanto a la
credibilidad de las fuentes. Su libelo sentó las bases del periodismo
hasta que el papel de la prensa pase de la revelación de la verdad,
digámoslo así, a un simple comercio.
En
la época de la firma de la Declaración de Derechos, la prensa tuvo
que recurrir a intervenciones políticas para protegerse de los
poderes establecidos. Hoy, el incrementado poder de la prensa ha hecho
que sea parte de estos poderes establecidos. Los periodistas deciden
lo verdadero y lo falso y raramente el público es invitado a
participar en el debate.
El
tiempo ha pasado
Las
fuerzas de la reacción ilógica del Sur han ganado. Tras una apretada
carrera presidencial son los partidarios de la fuerza bruta quienes
han abierto las puertas de la Casa Blanca a George W. Bush y quienes
serán los primeros beneficiarios de su nominación a la «presidencia».
Una
vez en funciones, Bush se apresuró a aplacar a sus aliados del
movimiento neoconfederado, especialmente a ministros vinculados a
revisionistas de la Guerra de Secesión. John Ashcroft fue nombrado
ministro de Justicia a pesar de que parecía pensar que la esclavitud
no era tan mala. Frecuenta a partidarios del Sur y a neoconfederados,
y ha concedido una entrevista al órgano semioficial del movimiento
neoconfederado Southern Partisan en la que ha calificado a los
enemigos jurados de los Estados Unidos como «patriotas» y ha
pretendido que la Guerra de Secesión no encerraba ningún «programa
perverso».
Juleanna
Wiess, vocera de Bush, ha tratado de recontextualizar estos
comentarios, explicando a la agencia de noticias Associated Press, que
Ashcroft «creía en una interpretación exacta de la historia». Sin
embargo, una interpretación exacta de la historia mostraría que
calificar la Guerra de Secesión de lucha por los derechos de los
estados tendría más que ver con una apología de derecha que con la
historia real. La Confederación no era un agrupamiento de
antifederalistas, sino de estados esclavistas comprometidos que habían
jurado defender la institución.
No
sólo Ashcroft y Bush (que estudiaron la historia en la universidad de
Yale) ignoraban esta interpretación exacta de la historia, sino que a
la nominación de Ashcroft, Bush hizo seguir la de Gale Norton para el
puesto de ministro del Interior. Norton ha repetido igualmente el refrán
de los estados esclavistas, deplorando que los Estados Unidos «hayan
perdido tanto» cuando la Confederación perdió la Guerra de Secesión
y el poder del gobierno federal se consolidara en detrimento de los
estados esclavistas sureños.
A
raíz de estas nominaciones Bush procedió a la reducción de los
fondos federales dedicados a los programas de planificación familiar
que recomiendan el aborto en el extranjero, afirmando que había hecho
su campaña como «candidato contra el aborto», y trató de cerrar
las agencias federales encargadas de las relaciones interraciales y de
protección contra el SIDA.
No
se sabe claramente si Bush ha comprendido las implicaciones de su
decreto contra el aborto. El representante de Pensilvania, Joe Hoeffel,
declaró a la revista electrónica Salon que Bush «parecía pensar
que había reducidos los fondos para financiar los abortos en el
extranjero, cuando ya esto era ilegal» [21]. La indignación general
contra las reducciones presupuestarias referentes a las relaciones
interraciales y al SIDA condujeron al equipo Bush a dar marcha atrás,
proclamando que se trataba de un «error». Incluso si Bush pareció
vacilar en las primeras semanas de su mandato, ya hacía uso de sus
habilidades políticas.
Una
falsa lógica y el recurso a la extrema derecha condujeron a George W.
Bush a la Casa Blanca, pero hubo algo más: la difamación. Se vio
aparecer nuevamente la horrible «política de denigración» cuando
se supo que el National Enquirer publicaría un artículo sobre el
reverendo Jesse Jackson que había tenido un hijo ilegítimo.
El
artículo apareció en el aniversario del nacimiento de Martin Luther
King a sólo unos días de la investidura presidencial. Jackson anunció
que se retiraba de la vida pública, neutralizando así una de las
grandes fuerzas que actuaba en la organización del movimiento contra
Bush.
Jackson
reconsideró su decisión, pero sólo después que pasaron la
investidura y las protestas que generó, lo que minimizó el potencial
de legitimidad política y cobertura mediática de dichas protestas.
¿Acaso una feliz coincidencia para Bush que luchaba por reivindicar
el mandato presidencial? No precisamente.
El
número del diario Chicago Sun-Times del 16 de febrero de 2001 reportó
que el reverendo Jackson se creía víctima de un complot para
desacreditarlo [22] a fin de preparar el terreno para que Bush
reivindicara la presidencia y un mandato político. Aparentemente Bush
había escogido una estrategia en su manual táctico de campaña y
encontrado un medio para desacreditar el mensaje del pastor negro
Jackson, desacreditando al propio mensajero, con lo que repetía extrañamente
el escenario de neutralización política del que James Hatfield,
autor de la biografía de Bush había sido objeto.
El
Sun-Times reportó que un periodista independiente anónimo «había
tratado en vano de publicar algunos artículos sobre George W Bush en
el diario Enquirer [y] había afirmado que el tabloide estaba
comprometido en un complot contra Jackson» [23]. Este periodista anónimo
era Toby Rogers, que había trabajado con el Enquirer pero había
visto como sus artículos sobre Bush eran bloqueados.
Rogers
le dio pruebas materiales a Jackson en las que demostraba que el
Enquirer estaba mucho más deseoso de atacarlo a él que a Bush, y
daba incluso pruebas del pasado oscuro de la familia Bush durante la
Segunda Guerra Mundial.
Hace
un año, lo invitamos a usted a participar en el debate político
sobre El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente y a decidir
por usted mismo. Hoy el debate se ha ampliado. ¿Puede considerarse a
Bush como un presidente legítimo o vivimos bajo un gobierno surgido
de una maniobra judicial? ¿La extrema derecha surgirá de su pasado
oscuro de partidarios de la Confederación, del Klan y de Jim Crow y
reclamará a los Estados Unidos sólo para sí o acaso es posible
detener a los lacayos de Bush?
¿Cuál
será la suerte del país y del mundo si el jefe de los Estados Unidos
no se da cuenta de las implicaciones de sus políticas de derecha?
George W. Bush obtuvo la presidencia mediante la manipulación de la
lucha entre la verdad, las mentiras y las pseudo-verdades de la
politiquería; nuestro papel en este debate consiste en velar porque
la verdad no vuelva a ser nunca más sometida a tan difícil prueba.
Sea este libro un arma en los debates y en las batallas políticas por
venir.
Notas:
(*)
Toby Rogers: Es periodista de investigación. Entrevistó a Michael
Dannenhauer el 21 de abril de 1998 para el Houston Public News. Su
trabajo apareció en The Village Voice, High Times y The Times de
Londres. En 1992, obtuvo el Quill Award por haber sido el primero en
denunciar numerosas fugas en la central nuclear de Indian Point cerca
de la ciudad de Nueva York.
(**)
Nick Mamatas: Es redactor jefe de Soft Skull y escritor freelance. Es
coautor, con Kap Su Seol, de Kwangju Diary: Beyond Death, Beyond The
Darkness Of The Age, la primera edición inglesa de un relato de
primera mano sobre la insurrección de Kwangju, en Corea del Sur.
Publica regularmente artículos sobre política, tecnología y cultura
en The Village Voice, Silicon Alley Reporter, Artbyte, Greenwich
Village Gazette y Disinfo.com. Su primera novela, Northern Gothic,
debe aparecer en el otoño de 2001.
Este
artículo de investigación de los periodistas estadounidenses Nick
Mamatas y Toby Rogers, fue publicado el 23 de febrero de 2001.
©
Traducción Copyright Agencia IPI Informe de Prensa Internacional
[1]
«The Shame Of Book Publishing», por Nat Hentoff, The Village Voice,
7 de diciembre de 1999, p.43.
[2]
Michael C. Dannenhauer fue secretario general de la Casa Blanca en el
mandato de Bush durante «dos años», según una llamada telefónica
realizada en diciembre de 1999 para verificar los hechos, pero
trabajaba para Bush padre desde 1985, fecha en que entró a su
servicio como pasante. Es interesante notar, si dice la verdad aquí,
mientras que afirma haber hablado con el periodista Toby Rogers uno o
varios años antes de 1998, que o bien miente o ha pretendido ser
secretario general y utilizado tarjetas de presentación que lo
indicaban desde la época universitaria antes de obtener este puesto.
«Se hablaba de cocaína, de mujeres, pero lo peor era la bebida».
Según Dannenhauer, Bush comenzó a consumir cocaína «un poco antes
de 1977» y el ex presidente Bush le habría dicho que George W. había
tenido algunos «fines de semana de perdición en México».
[3]
«Devil May Care», por Tucker Carlson, Talk Magazine, septiembre de
1999, p. 106.
[4]
Union Banking Corp. Fue
finalmente embargada en virtud del Trading With The Enemy Act. Ver
Office of Alien Property Custodian, Causa N. 248, registrada el 6 de
noviembre de 1942, 11.31, 7 Fed. Reg. 9097, 7 nov. 1942
[5]
The Secret War Against The Jews, por John Loftus y Mark Aarons, St.
Martin’s Press, Nueva York, 1994.
[6]
George Bush: The Life Of A Lone Star Yankee, por Herbert S. Parmet,
Scribner, Nueva York, 1997, p. 39.
[7]
Parmet, p. 411.
[8]
Old Nazis, The New Right And The Republican Party, por Russ Bellant,
South End Press, Boston, 1991.
[9]
Bellant, 1991.
[10]
Dark Side Of Rev. Moon: Hooking George Bush, por Robert Parry,
Consortium News, 1997, http://www.consortiumnews.com.
[11]
Parry, 1997.
[12]
Washington Post, 15 de septiembre de 1995, citado en Parry, 1997.
[13]
Parry, 1997.
[14]
Ver por ejemplo «Moonies Make Their Great Move South», por Jamie
Grant, Bolivian Times, 4 de diciembre de 1997, v. V, No. 48.
[15]
Parry, 1997.
[16]
«Lott Renounces White “Racialist” Group», por Thomas B. Edsall,
Washington Post, 16 de diciembre de 1998, p. A2.
[17]
Southern By The Grace Of God, por Michael Andrew Grissom, Pelican
Press, Gretna, LA, 1992, p. 446.
[18]
Grissom, p. 446.
[19]
«Carta de George W. Bush a los Tejanos del United Daughters of the
Confederacy», por George W. Bush, UDC Magazine, diciembre de 1996.
[20]
Hentoff, p. 43.
[21]
Tapper, Jake, «The Mystery Of The Docile Dernocrats», Salon.com, 21
de febrero de 2001, disponibe en internet en http://www.salon.com/
[22]
Novak, Tim et Neubauer, Chuck, «Jackson Denies Enquirer Report Of
Another Affair», Chicago Sun-Times, 16 de febrero de 2001, disponible
en internet en http://www.suntimes.com/.
[23]
Novak et Neubauer, 16 de febrero de 2001.
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