Estados Unidos

 

Difíciles pruebas para la verdad

¿Quién es George W. Bush?

Por Toby Rogers (*) y Nick Mamatas (**)
Red Voltaire, 09/11/05

New York (EEUU). La prensa oficial no habla de la verdadera naturaleza política del presidente estadounidense George W. Bush. Poco se conoce acerca de su pasado y de las alianzas de su familia con los sectores más retrógrados y extremistas, como son el nazismo o los grupos racistas. El siguiente trabajo periodístico realizado por dos investigadores independientes estadounidenses nos aclara el panorama.

¿Quién es George W. Bush?

Fue Milton quien mejor lo expresó, en su obra Areopagitica, escrita en 1643, cuando el parlamento británico adoptara leyes que limitaban la venta de libros y periódicos cuyos editores sólo podían hacer publicaciones o impresiones autorizados.

La crítica a la nueva élite dirigente británica fue eliminada so pretexto de preservar las apariencias y creencias religiosas de los puritanos. Milton hizo una brillante crítica de esta ley que ponía fin a los buenos reportajes y a las publicaciones «perjudiciales», al explicar: «Incluso si se han dejado soplar libremente los vientos de la doctrina sobre la tierra de forma que esparzan la verdad, no es hacerle justicia el dudar de su fuerza, recurriendo a autorizaciones y prohibiciones.

Dejemos luchar la verdad con la mentira, mentira que no ha podido nunca vencer a la verdad cuando esta ha sido puesta a prueba en un combate libre y abierto.

Es interesante notar que las severas leyes regulatorias contra las que protestó Milton fueron redactadas por un gobierno revolucionario supuestamente comprometido con la libertad. El infame Star Chamber (tribunal real de Inglaterra abolido en 1641, conocido por sus sesiones secretas sin jurado, sus severos y arbitrarios juicios y la utilización de la tortura), que había mutilado y torturado a impresores y editores por sedición y herejía, había desaparecido, pero persistía el impulso autoritario hacia la censura. Fue el debate iniciado por Milton lo que daría origen a la libertad de prensa en esa época.

En los Estados Unidos de América de hoy, oficialmente comprometidos con la libertad, y especialmente con la libertad de expresión, el libro que apareció en su versión castellana bajo el nombre de «Nerón del siglo XXI, George W. Bush presidente» tuvo que ser reimpreso luego que más de cien mil ejemplares fueron retirados de las librerías en todo el país (EEUU) en el año 2001 bajo la amenaza de ser «quemados».

La casa editorial estadounidense St. Martin’s Press que pensaba publicar este libro biográfico del presidente George W. Bush se sometió al dictado y no hizo intervenir ningún recurso legal regulador, sino que simplemente aceptó este conjunto de falsos principios que hacen que el verdadero derecho se transforme en superfluo.

Hoy, editores y periodistas pasan mucho tiempo censurándose a sí mismos gracias a la disciplina impuesta por los procesos y a la amenaza de retirarles la autorización para ejercer. En vez de dejar a la verdad y a la mentira luchar cuerpo a cuerpo en la mente de los lectores, ni siquiera se deja que la verdad suba al ring, mientras que la mentira se repande y difunde libremente

Desde hace años, George W. Bush no ha negado con sus afirmaciones que no consumió cocaína. Cuando en diversas ocasiones se le preguntó directamente, vaciló e responder. Admite haber bebido mucho en su juventud, pero, en cuanto a la cocaína, ha eludido sistemáticamente el tema. Ha llegado a decir que no quiere hablar de su pasado porque esto podría dar una excusa a los jóvenes para hacer lo que él hizo en su juventud.

La lógica elemental llena los vacíos de la evasiva respuesta de Bush. A la pregunta «¿Ha consumido usted cocaína?» hay sólo dos respuestas posibles: «Sí» y «No». Sólo una de estas dos respuestas –«Sí»– podría dar una excusa a los jóvenes para adoptar diversos comportamientos autodestructivos como el uso de la cocaína.

¿Qué conclusiones nos permite sacar esta lógica? Según la práctica del periodismo moderno, absolutamente ninguna. Lo que dice George W. Bush es palabra de evangelio gracias a los medios masivos que repiten fielmente sus comunicados de prensa.

El cuento del conservador compasivo

Bush es un «conservador compasivo», pero no porque sea especialmente compasivo ni porque sea un conservador con principios, sino porque él lo dice y eso basta para que la prensa lo repita como algo establecido. Incluso si sus propios comentarios sobre el uso de estupefacientes nos permiten crear una prueba lógica que demuestre que sí ha hecho uso de drogas, periodistas como Nat Hentoff, célebre defensor de la libertad de expresión y cronista en la distinguida publicación The Village Voice, se limitan a ignorar la lógica y a afirmar que la historia del uso de estupefacientes (del presidente Bush) es un rumor «sin pruebas» [1].

Se ignora igualmente la lógica cuando la declaración de Bush, que dice dar pruebas de un «conservadurismo compasivo», es aceptada sin más análisis. Además de dar a entender que generalmente los conservadores no son compasivos, ni el término «compasivo» ni el término «conservador» puede describir fielmente lo que representa George W. Bush.

Las drogas

Declaraciones públicas del equipo de consejeros de Bush, aparte, los rumores de su pasado de adicto a la cocaína no son totalmente infundados. En una entrevista en abril de 1998 con el periodista Toby Rogers del Houston Public News, el ex-secretario general del presidente George Bush, el señor Michael C. Dannenhauer [2], admitió que G. W. Bush «era incontrolable».

La declaración de Dannenhauer fue publicada en la revista on line The Greenwich Village Gazette el 13 de septiembre de 1999. Sin embargo, el artículo, que no mencionaba el nombre de Dannenhauer, fue retirado sólo unas horas después de su publicación por temor a un proceso judicial y porque el editor temía que ninguna otra fuente atestiguara el uso de cocaína por parte de George W. Bush.

Dannenhauer ni siquiera tuvo que negar nada. Estas mismas prácticas periodísticas que dejan que George W. se presente como un conservador compasivo, sin ninguna crítica, son implementadas para impedir que la verdad salga a la luz. Una declaración pública de alguien dotado de cierto poder se supone verdadera, mientras que una declaración proveniente de un periodista debe someterse a criterios de comprobación mucho más rigurosos antes de ser aceptada.

Dannenhauer declaró posteriormente que este encuentro con el periodista Toby Rogers nunca se había producido.

Tres semanas más tarde, un empleado de la Gazette llamó a Dannenhauer en el mismo momento en que la casa editorial St. Martin’s Press publicaba El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente, de James Hatfield. Cuando fue interrogado sobre la entrevista que había concedido meses antes, Dannenhauer afirmó que esta nunca había tenido lugar, ignorando que el empleado en cuestión tenía una foto de Dannenhauer y del periodista Toby Rogers entre sus manos.

Un momento después afirmó que la misma se había producido «años antes» y no en 1998. Luego modificó una vez más su versión y declaró: «Un momento, me citan diciendo que George... se está afirmando que he dicho… Yo no tengo ninguna información. Simplemente nos encontramos para almorzar. Ahora no recuerdo. Me encontré con él cuando... cuando trabajaba para un diario local. Ni siquiera recuerdo el nombre del... No era uno... no era uno de los mayores... No logro recordar el nombre... No me acuerdo. No sé cómo usted lo calificará, ni lo que era. Lo que sé es que sé muy poco [sobre el uso de la cocaína]... pero es una mentira total.»

¿A qué conclusión llega el lector cuando ve a Dannenhauer ofrecer tres versiones diferentes e incompatibles de su entrevista con el periodista? Evidentemente, al menos dos de las versiones son falsas. Hoy la mayor parte de los editores y periodistas se sentirían probablemente heridos en su honor al aceptar estos tres desmentidos como si tuvieran un mismo nivel de veracidad a pesar de las grandes diferencias de espacio, tiempo y lógica.

Dannenhauer leyó a continuación una declaración del ex presidente George H. W. Bush acerca del libro El Nerón del siglo XXI. «Esta historia es una crítica malintencionada; eso nunca sucedió. Su autor puede decir lo que quiera a partir de sus fuentes anónimas, pero lo cierto es que no dice la verdad. Se insulta a sí mismo y a mi persona, lo que no me gusta.

Ese tipo de ataque malintencionado y cruel explica por qué mucha gente de bien no desee hacer carrera política. Me siento orgulloso de que George Bush tenga la suficientemente fuerza y voluntad como para soportar la presión, incluso las estupideces como esta.» Dannenhauer negó haber afirmado, durante su conversación con el periodista de Greenwich Village Gazette, que George W. Bush hubiera consumido cocaína.

Durante la primera publicación de esta introducción, en enero del año 2000, Dannenhauer fue relegado a un puesto en la Biblioteca Presidencial Bush, aunque afirma que este cambio fue una simple coincidencia y no tuvo nada que ver con las revelaciones en contra del libro El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente.

Claro está que ni Dannenhauer ni Bush tuvieron que justificar o probar su afirmación acerca de que «la gente de bien» no deseaba hacer carrera política porque George W. había sido interrogado sobre el uso de cocaína. En realidad, Bush no era la víctima explotada por una prensa agresiva; era un candidato presidencial con mucho dinero que podía obtener una plataforma mediática por encargo.

Lejos de ser alguien de bien casi expulsado del juego político por la prensa, Bush ha ejercido un control casi total sobre su personaje público de «conservador compasivo». Si los medios de comunicación no hubieran sido tan diligentes en cuanto al recurso a fuentes anónimas durante la administración de un conservador menos compasivo –Richard Nixon– el escándalo del Watergate no hubiera estallado nunca. Sin embargo, en la época de las frases sin importancia y de las entrevistas anodinas, la regla parece ser «si no hay noticias, buenas noticias».

Ahora bien, las noticias no faltan, pues Bush es bastante menos compasivo que conservador y he aquí un ejemplo de su tan alardeada compasión. En 1988, el ex comisionado de bienes raíces de Texas, Gary Mauro, como candidato demócrata, se enfrentó con todas sus fuerzas al mastodonte político que era Bush.

Con un presupuesto de campaña política cincuenta veces inferiores al de Bush, la campaña de Mauro cayó en el olvido en mismo día de las elecciones. Más que los fajos de billetes ofrecidos por las empresas que sirvieron a Bush las llaves de la Residencia del Gobernador en bandeja de plata, en el estado de tejas, lo que más molestó a Mauro fue su arrogancia.

El caso Karla Faye Tucker

El 2 de febrero de 1998, esta adquirió formas de sadismo con la ejecución de una mujer criminal y convicta Karla Faye Tucker, quien se transformaría en prisión en una mujer ejemplar, cristiana, confesando su culpa y arrepentir por sus crímenes pasados, cuando era una joven drogadicta y descarriada.

«George W. Bush sabía que no aplazaría la ejecución de Karla Faye Tucker. Hubiera podido decírselo la víspera», explica Mauro. «Hubiera podido decírselo una semana antes, pero esperó seis horas por las informaciones, sabiendo que estaba atada a una camilla, con la esperanza de salvar la vida, y asistió al espectáculo desde las gradas.»

Bush llegó mas lejos aún cuando bromeó sobre la súplica desesperada de Karla Faye Tucker implorándole clemencia, lo que fue difundido en el show de Larry King Live. Durante una entrevista a la revista Talk, Bush se burló de Karla Faye, imitando su voz llorosa «Por favor, no me mate» [3]. Si esto es compasión, es más o menos tan convincente como las tres versiones de Dannenhauer, los sarcasmos del presidente Bush sobre las fuentes anónimas de este libro o su negativa a decir de una buena vez si había (o no) consumido cocaína. No obstante, la gran prensa continúa repitiendo de buena fe el término «conservador compasivo» como si eso tuviera alguna significación.

Las conexiones nazis

Sin embargo George W. Bush es conservador, ¿no es así? ¿Acaso no es conservadora toda su familia? Lo que caracteriza al conservadurismo es el respeto a las tradiciones norteamericanas de la libertad y, en este punto, la familia Bush no es nada conservadora. En el mejor de los casos se le puede calificar de mercenaria en cuanto a sus alianzas políticas y sus recaudaciones de fondos y, en el peor, pueden clasificarse en la extrema derecha del conservadurismo tradicional.

Prescott Bush, el padre del ex presidente y abuelo del presidente actual, pasó más de diez años ayudando a su yerno George Herbert Walker a financiar a Adolfo Hitler desde el banco de Wall Street, Union Banking Corporation [4].

George Herbert Walker era uno de los más poderosos partidarios de Hitler en los Estados Unidos y obtuvo de Bush un puesto de director en la firma. Entre 1924 y 1936, el banco de Bush invirtió sumas considerables en la Alemania nazi, vendiendo obligaciones alemanas a inversionistas norteamericanos por 50 millones de dólares. En 1934 una investigación del Congreso sospechó que la línea Hamburgo-Estados Unidos, de Walker, subvencionaba una amplia gama de esfuerzos pronazis tanto en Alemania como en los Estados Unidos. Uno de los empleados de Walker, Dan Harkins, testimonió ante líderes del Congreso acerca de las transacciones comerciales y de las simpatías pronazis de Walker [t. (...)">5].

Según la Causa No. 248 del gobierno norteamericano, una gran parte de los activos de Union Banking había sido explotada en favor de la Alemania nazi y había servido para apoyar el esfuerzo de guerra alemán. El Alien Property Custodian norteamericano embargó los fondos corrientes de Union Banking Corp. y abrió dos nuevas causas (la No. 259 y la No. 261) para embargar otras dos instituciones bajo influencia nazi dirigidas por el banco de Bush: la Holland American Trading Corporation et la Seamless Steel Equipment Corporation. Muchas grandes firmas habían tratado con nazis en los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, pero relativamente pocas se comprometieron en una cooperación tan a fondo con la Alemania hitleriana después de Pearl Harbor. Para George Walker y Prescott Bush los negocios continuaban.

El joven George Herbert Walker Bush, también tenía relaciones con simpatizantes nazis según un compañero de clases de éste, llamado Upson Waller y que creció con George Bush. Upson Waller cuenta que a finales de la década de los años 1930, tuvieron el mismo profesor de matemáticas, el profesor se llamaba Michael Sides y este «era nazi y hablaba de Hitler con entusiasmo», recuerda Upson Waller [6].

Aunque el profesor Sides fuera aparentemente un simpatizante nazi, Bush simpatizaba mucho con este profesor, según Waller. «Parecía apreciar al profesor Sides así como a los demás profesores», incluso a los más autoritarios. Bush nunca lo desafiaba y pensaba que «era un gran profesor», dice Waller.

Ello podría explicar una broma inhabitual y fuera de lugar que hizo Bush padre a un consternado Mijail Gorbatchov, último presidente de la Unión Soviética, un día 3 de diciembre de 1989 en el mar de Malta La frase que lanzó el presidente estadounidense fue: «Mijail, los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 fueron tan formidables que pienso que deberíamos repetirlos» [7].

Sin embargo, el nazismo era mucho más que una broma para George Bush padre cuando codiciaba la presidencia.

En el otoño de 1988, el vicepresidente Bush y mano derecha de Ronald Reagan, tuvo que apartar a algunos neonazis y antisemitas de su campaña presidencial. El escándalo había estallado cuando el diario Washington Jewish Week y otras agencias de prensa descubrieron que en el equipo de campaña del candidato presidencial de Bush (padre) habían notorios neonazis.

Entre los más conocidos figuraban Jerome Brentar, un revisionista del Holocausto quien afirmaba que los nazis nunca utilizaron deliberadamente gas contra sus víctimas; también se encontraba en el equipo de campaña de Bush, Akselis Mangulis, quien había hecho parte de la Legión Latvia, bajo mando de las SS nazis y durante la Segunda Guerra Mundial [8]. George W. Bush, el hombre fuerte de la campaña presidencial, alejó a los nazis suavemente para escapar «al ojo inquisitivo» de la prensa. Tras ganar las elecciones, cuatro de ellos vinieron a trabajar para el Partido Republicano según el diario USA Today [9].

Cuando la historia se hizo pública, los Bush se separaron rápidamente de sus aliados nazis. En septiembre de 1999, cuando numerosos republicanos pidieron que Pat Buchanan renunciara al Partido debido a su aparente simpatía por Hitler y a su crítica a las acciones norteamericanas durante la Segunda Guerra Mundial, el favorito a las elecciones presidenciales (Bush padre) permaneció silencioso, en espera de los votos de la extrema derecha.

La secta Moon

La familia Bush tiene igualmente lazos con otras fuerzas antidemocráticas como la Iglesia de la Unificación del reverendo Yung Sun Moon, más conocidos como la secta Moon y cuyos discípulos son también conocidos como «Moonies». En 1994 Bush padre empezó a cortejar a los Moonies para que lo ayudaran a financiar el futuro político de su hijo. La razón para que los Moonies apoyaran a un «conservador compasivo» es confusa, dado que esta iglesia detesta el modo de vida norteamericano que se ha comprometido a defender George W Bush. «América se ha convertido en el reino del individualismo y su pueblo es individualista. Deben tomar consciencia de que América se ha convertido en el reino de Satán», dijo Moon durante un sermón en el barrio de Tarrytown, Nueva York, el 5 de marzo de 1995 [10].

Moon estimula igualmente una forma de colectivismo la cual rechazaría la mayoría de los conservadores. El 4 de agosto de 1996, Moon expresó que los «norteamericanos que continúan conservando su intimidad y su individualismo extremo son unos idiotas» [11].

En septiembre de 1995 George y Barbara Bush pronunciaron seis discursos para la Women’s Federation for World Peace, un grupo de fachada dirigido por la esposa de Moon, Hak Ja Han Moon. Ante 50,000 discípulos y ante el mismo Moon. George Bush padre afirmó que lo que realmente importaba era la «fe, la familia y los amigos». Hak Ja Han Moon siguió al ex presidente en el podium y declaró que era necesario que el reverendo Moon salvara a los Estados Unidos, que van por un mal camino debido a la decadencia familiar y moral» [12].

El 22 de noviembre de 1996, Bush padre se expresó durante una recepción en Buenos Aires en ocasión de la inauguración de Tiempos del Mundo, un diario financiado por la secta Moon, cuyo jefe, sentado unas cuantas filas delante de Bush, recibió así el elogio de este: «Quiero saludar al reverendo Moon, fundador del Washington Times y de Tiempos del Mundo. Un buen número de mis amigos en América del Sur no conocen el Washington Times, una voz independiente.

Sus editores me han confiado que este hombre de vista larga no ha interferido ni una sola vez en el funcionamiento del diario que, según lo veo, contribuye al fomento de la razón en Washington» [13].

La prensa sudamericana atacó a Moon al revelar sus lazos con algunas de las peores dictaduras de extrema derecha del continente. Los periodistas analizaron igualmente los lazos de Moon con los carteles de la droga que, en cooperación con el ex nazi Klaus Barbie, ayudaron a organizar un golpe de Estado en Bolivia en 1980 [er por ejemplo «Moonies Make Their Great Move South», por Jamie (...)">14].

Moon y sus amigos financiaron y trabajaron en estrecha colaboración con los líderes del golpe de Estado –los nazis y los de los carteles de la droga. Gracias a Bush «una vez más el cielo ha transformado una decepción en victoria», declaró el Unification Times, que se regocija de las observaciones de Bush sobre los recientes esfuerzos de Moon. [15]

Un año más tarde el reverendo Moon donó un millón de dólares a la Librería Presidencial George Bush, en Texas. El propio presidente George W. Bush estableció algunos lazos antidemocráticos. En este sentido analicemos su asociación con el grupo neoconfederado United Daughters of the Confederacy, cuyas iniciales son UDC. Este movimiento extremista opera como organización cultural y erige monumentos en honor de los soldados confederados en todo el Sur de los Estados Unidos; exhibe con orgullo las banderas confederadas en la portada de su revista y mantiene estrechos lazos con la extrema derecha.

Los racistas blancos del Ku Klux Klan

Uno de los favoritos del movimiento neoconfederado es Michael Andrew Grissom, quien forma parte del comité consultivo nacional del Consejo de Ciudadanos Conservadores, grupo que cree en la supremacía de los blancos y declara que Martin Luther King Jr. era un comunista, que los blancos son superiores a los negros en aspectos como la inteligencia, el respeto a las leyes, la contención sexual, el éxito escolar» y, extrañamente, «la resistencia a las enfermedades» [16].

Grissom es el autor del libro Southern By The Grace Of God, que justifica los peores actos de racismo del Sur. Entre las declaraciones de Grissom figura la siguiente: «Nadie puede poner en duda la eficacia del Ku Klux Klan en sus inicios, que realizó voluntariamente un formidable trabajo entre los pobres» [17]. Afirma además que las cogullas (capuchas) del Klan constituían una preciosa protección al mantener «el anonimato» y que los delincuentes y criminales han terminado destruyendo su eficacia [18].

La UDC colaboró con Grissom par la construcción de una estatua en el lugar donde se produjo la Batalla de Vicksburg. Mientras que la mayoría se ofuscaría ante el pensamiento de una alianza con un apólogo del Ku Klux Klan, George W. Bush felicitó a la UDC por su «consagración a los demás» y por los «elevados criterios» del grupo en una carta publicada en el UDC Magazine de 1996 [19].

La verdad acerca de la supuesta «compasión» de George W. Bush y de su conservadurismo equívoco es de notoriedad pública, pero el candidato debe aún dar pruebas serias como ser humano compasivo o conservador auténtico. En la lucha entre verdad y mentira, los periodistas, que se supone se alineen en el campo de la verdad, abandonaron el partido y se dedicaron al cóctel que se les ofrecía.

Fue entonces que se produjo la intervención de James Hatfield, el autor del libro El Nerón del siglo XXI, libro con madera de best-seller. Ubicado en el octavo lugar del Top de los 100 mejores ventas de Amazon en las 72 horas siguientes a su publicación y en el vigésimo tercer puesto en la lista de libros no novelescos en la clasificación del diario New York Times, fue sin embargo retirado de la venta menos de una semana después de su aparición tras afirmaciones de que Hatfield había sido reconocido culpable de un delito grave.

La relación entre esta inculpación y la facultad de este hombre para entrevistarse por teléfono con fuentes próximas al equipo presidencial Bush (hijo) esta vez y acerca del pasado de este último no se explicó nunca de forma satisfactoria. El editor, St. Martin’s Press, declaró públicamente que el libro El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente había sido «escrupulosamente corroborado» y que «los hechos habían sido verificados», no sólo por parte de los abogados internos del editor, sino también por parte de un prestigioso gabinete de Washington, D.C. especializado en la «verificación» de las biografías para las casas editoriales.

En vez de dejar que las afirmaciones de Hatfield «soplaran sobre la tierra» como lo había recomendado Milton en Inglaterra hace siglos atrás, el editor retiró los libros de los estantes prometiendo quemarlos, como si el simple hecho de leer ese texto pudiera ser suficiente para que el lector aceptara su contenido como la más pura verdad.

Sin embargo, contrariamente a los medios de prensa, el público da muestras de un escepticismo sano y de una evidente curiosidad. Si bien las afirmaciones de Hatfield son difíciles de corroborar, como lo han señalado algunos medios, no sería la primera vez que un libro así se hubiera publicado, leído por muchísima gente, debatido públicamente y tal vez despreciado.

Robert Parry, periodista que fue sacado de la revista Newsweek después que el secretario general del presidente Bush, Donald Greeg, se quejara al editor de dicha publicación sobre la forma en que Parry cubriera la crisis de la institución de ahorro y la forma en que fueron puestos a salvo los fondos gubernamentales, declaró: «Hemos visto libros sobre Clinton que, según pienso, tienen mucho de invento. Está el libro de Aldrich, Unlimited Access, todas esas afirmaciones insensatas como la de Mena [operación de tráfico de drogas en Arkansas] son puras invenciones.»

La diferencia entre los libros contra Clinton y esta biografía de George W. Bush es sorprendente. Los primeros estuvieron a la venta en las librerías de todo el país mientras que El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente fue retirado de las mismas con la amenaza de ser quemado.

Parry señala que «los antecedentes penales de los hijos de papá desaparecen para siempre sin que medie ley para ello. Si se queman todos los libros con afirmaciones impugnadas tendrán que quemarse todos los fondos de las bibliotecas y eso me parece bastante inquietante, aún mas si tenemos en cuenta que a la prensa no parece preocuparle que se quemen libros.»

Nat Hentoff, ardiente defensor de la libertad de prensa, ha calificado la planificada destrucción del libro El Nerón del siglo XXI como «necesaria» principalmente porque los lectores no tienen cómo verificar la historia del arresto de 1972 por posesión de cocaína [20].

Pero ya que el «conservadurismo compasivo» de Bush tampoco ha sido verificado por la prensa, tal vez Hentoff podría pedir que se quemen las declaraciones de prensa de George W. Bush, que a veces parecen «ciencia ficción», el mismo término que utiliza el ex gobernador de Texas para hablar del libro El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente.

Desde hace décadas la prensa reporta de buen grado conferencias de prensa y escándalos sexuales ocasionales, pero el periodismo de investigación, la búsqueda de la verdad tras las pequeñas frases, ha perdido importancia. Mientras las ondas difundan informaciones y las fuentes «honorables» pongan su grano de arena, no hay que averiguar demasiado.

Averiguar significa exponerse a la responsabilidad o al ridículo y la lucha entre la verdad y la mentira es menos importante que la lucha entre las agencias y diarios por el acceso precioso a los dólares de los políticos y publicistas.

Es irónico que las historias del comportamiento pasado del «joven e irresponsable» Hatfield haya servido de pretexto para retirar el libro de los estantes de las librarías. El principal candidato a la presidencia ha invertido millones de dólares para explicar a los Estados Unidos que su propio pasado no tenía importancia y numerosos electores lo han aceptado.

La lección que Bush ha enseñado a los medios de comunicación es que su caso no se aplica como se aplicó para demoler a James Hatfield. Su pasado sin embargo, sin relación con la cuestión, ha sido suficiente para condenarlo, a él y a su obra.

En Areopagitica Milton ha explicado que actuar en un plano de igualdad, donde cada idea pueda ser expresada abiertamente y luego criticada públicamente, no era simplemente una comodidad o un privilegio que tuviera ser concedido por las autoridades establecidas, sino era la mejor y única forma de establecer la verdad.

El público es capaz de evaluar la veracidad de una historia estableciendo pruebas lógicas, comparando los argumentos y contra-argumentos y valiéndose de sus propios juicios en cuanto a la credibilidad de las fuentes. Su libelo sentó las bases del periodismo hasta que el papel de la prensa pase de la revelación de la verdad, digámoslo así, a un simple comercio.

En la época de la firma de la Declaración de Derechos, la prensa tuvo que recurrir a intervenciones políticas para protegerse de los poderes establecidos. Hoy, el incrementado poder de la prensa ha hecho que sea parte de estos poderes establecidos. Los periodistas deciden lo verdadero y lo falso y raramente el público es invitado a participar en el debate.

El tiempo ha pasado

Las fuerzas de la reacción ilógica del Sur han ganado. Tras una apretada carrera presidencial son los partidarios de la fuerza bruta quienes han abierto las puertas de la Casa Blanca a George W. Bush y quienes serán los primeros beneficiarios de su nominación a la «presidencia».

Una vez en funciones, Bush se apresuró a aplacar a sus aliados del movimiento neoconfederado, especialmente a ministros vinculados a revisionistas de la Guerra de Secesión. John Ashcroft fue nombrado ministro de Justicia a pesar de que parecía pensar que la esclavitud no era tan mala. Frecuenta a partidarios del Sur y a neoconfederados, y ha concedido una entrevista al órgano semioficial del movimiento neoconfederado Southern Partisan en la que ha calificado a los enemigos jurados de los Estados Unidos como «patriotas» y ha pretendido que la Guerra de Secesión no encerraba ningún «programa perverso».

Juleanna Wiess, vocera de Bush, ha tratado de recontextualizar estos comentarios, explicando a la agencia de noticias Associated Press, que Ashcroft «creía en una interpretación exacta de la historia». Sin embargo, una interpretación exacta de la historia mostraría que calificar la Guerra de Secesión de lucha por los derechos de los estados tendría más que ver con una apología de derecha que con la historia real. La Confederación no era un agrupamiento de antifederalistas, sino de estados esclavistas comprometidos que habían jurado defender la institución.

No sólo Ashcroft y Bush (que estudiaron la historia en la universidad de Yale) ignoraban esta interpretación exacta de la historia, sino que a la nominación de Ashcroft, Bush hizo seguir la de Gale Norton para el puesto de ministro del Interior. Norton ha repetido igualmente el refrán de los estados esclavistas, deplorando que los Estados Unidos «hayan perdido tanto» cuando la Confederación perdió la Guerra de Secesión y el poder del gobierno federal se consolidara en detrimento de los estados esclavistas sureños.

A raíz de estas nominaciones Bush procedió a la reducción de los fondos federales dedicados a los programas de planificación familiar que recomiendan el aborto en el extranjero, afirmando que había hecho su campaña como «candidato contra el aborto», y trató de cerrar las agencias federales encargadas de las relaciones interraciales y de protección contra el SIDA.

No se sabe claramente si Bush ha comprendido las implicaciones de su decreto contra el aborto. El representante de Pensilvania, Joe Hoeffel, declaró a la revista electrónica Salon que Bush «parecía pensar que había reducidos los fondos para financiar los abortos en el extranjero, cuando ya esto era ilegal» [21]. La indignación general contra las reducciones presupuestarias referentes a las relaciones interraciales y al SIDA condujeron al equipo Bush a dar marcha atrás, proclamando que se trataba de un «error». Incluso si Bush pareció vacilar en las primeras semanas de su mandato, ya hacía uso de sus habilidades políticas.

Una falsa lógica y el recurso a la extrema derecha condujeron a George W. Bush a la Casa Blanca, pero hubo algo más: la difamación. Se vio aparecer nuevamente la horrible «política de denigración» cuando se supo que el National Enquirer publicaría un artículo sobre el reverendo Jesse Jackson que había tenido un hijo ilegítimo.

El artículo apareció en el aniversario del nacimiento de Martin Luther King a sólo unos días de la investidura presidencial. Jackson anunció que se retiraba de la vida pública, neutralizando así una de las grandes fuerzas que actuaba en la organización del movimiento contra Bush.

Jackson reconsideró su decisión, pero sólo después que pasaron la investidura y las protestas que generó, lo que minimizó el potencial de legitimidad política y cobertura mediática de dichas protestas. ¿Acaso una feliz coincidencia para Bush que luchaba por reivindicar el mandato presidencial? No precisamente.

El número del diario Chicago Sun-Times del 16 de febrero de 2001 reportó que el reverendo Jackson se creía víctima de un complot para desacreditarlo [22] a fin de preparar el terreno para que Bush reivindicara la presidencia y un mandato político. Aparentemente Bush había escogido una estrategia en su manual táctico de campaña y encontrado un medio para desacreditar el mensaje del pastor negro Jackson, desacreditando al propio mensajero, con lo que repetía extrañamente el escenario de neutralización política del que James Hatfield, autor de la biografía de Bush había sido objeto.

El Sun-Times reportó que un periodista independiente anónimo «había tratado en vano de publicar algunos artículos sobre George W Bush en el diario Enquirer [y] había afirmado que el tabloide estaba comprometido en un complot contra Jackson» [23]. Este periodista anónimo era Toby Rogers, que había trabajado con el Enquirer pero había visto como sus artículos sobre Bush eran bloqueados.

Rogers le dio pruebas materiales a Jackson en las que demostraba que el Enquirer estaba mucho más deseoso de atacarlo a él que a Bush, y daba incluso pruebas del pasado oscuro de la familia Bush durante la Segunda Guerra Mundial.

Hace un año, lo invitamos a usted a participar en el debate político sobre El Nerón del siglo XXI, Georges W. Bush, presidente y a decidir por usted mismo. Hoy el debate se ha ampliado. ¿Puede considerarse a Bush como un presidente legítimo o vivimos bajo un gobierno surgido de una maniobra judicial? ¿La extrema derecha surgirá de su pasado oscuro de partidarios de la Confederación, del Klan y de Jim Crow y reclamará a los Estados Unidos sólo para sí o acaso es posible detener a los lacayos de Bush?

¿Cuál será la suerte del país y del mundo si el jefe de los Estados Unidos no se da cuenta de las implicaciones de sus políticas de derecha? George W. Bush obtuvo la presidencia mediante la manipulación de la lucha entre la verdad, las mentiras y las pseudo-verdades de la politiquería; nuestro papel en este debate consiste en velar porque la verdad no vuelva a ser nunca más sometida a tan difícil prueba. Sea este libro un arma en los debates y en las batallas políticas por venir.


Notas:

(*) Toby Rogers: Es periodista de investigación. Entrevistó a Michael Dannenhauer el 21 de abril de 1998 para el Houston Public News. Su trabajo apareció en The Village Voice, High Times y The Times de Londres. En 1992, obtuvo el Quill Award por haber sido el primero en denunciar numerosas fugas en la central nuclear de Indian Point cerca de la ciudad de Nueva York.

(**) Nick Mamatas: Es redactor jefe de Soft Skull y escritor freelance. Es coautor, con Kap Su Seol, de Kwangju Diary: Beyond Death, Beyond The Darkness Of The Age, la primera edición inglesa de un relato de primera mano sobre la insurrección de Kwangju, en Corea del Sur. Publica regularmente artículos sobre política, tecnología y cultura en The Village Voice, Silicon Alley Reporter, Artbyte, Greenwich Village Gazette y Disinfo.com. Su primera novela, Northern Gothic, debe aparecer en el otoño de 2001.

Este artículo de investigación de los periodistas estadounidenses Nick Mamatas y Toby Rogers, fue publicado el 23 de febrero de 2001.

© Traducción Copyright Agencia IPI Informe de Prensa Internacional

[1] «The Shame Of Book Publishing», por Nat Hentoff, The Village Voice, 7 de diciembre de 1999, p.43.

[2] Michael C. Dannenhauer fue secretario general de la Casa Blanca en el mandato de Bush durante «dos años», según una llamada telefónica realizada en diciembre de 1999 para verificar los hechos, pero trabajaba para Bush padre desde 1985, fecha en que entró a su servicio como pasante. Es interesante notar, si dice la verdad aquí, mientras que afirma haber hablado con el periodista Toby Rogers uno o varios años antes de 1998, que o bien miente o ha pretendido ser secretario general y utilizado tarjetas de presentación que lo indicaban desde la época universitaria antes de obtener este puesto. «Se hablaba de cocaína, de mujeres, pero lo peor era la bebida». Según Dannenhauer, Bush comenzó a consumir cocaína «un poco antes de 1977» y el ex presidente Bush le habría dicho que George W. había tenido algunos «fines de semana de perdición en México».

[3] «Devil May Care», por Tucker Carlson, Talk Magazine, septiembre de 1999, p. 106.

[4] Union Banking Corp. Fue finalmente embargada en virtud del Trading With The Enemy Act. Ver Office of Alien Property Custodian, Causa N. 248, registrada el 6 de noviembre de 1942, 11.31, 7 Fed. Reg. 9097, 7 nov. 1942

[5] The Secret War Against The Jews, por John Loftus y Mark Aarons, St. Martin’s Press, Nueva York, 1994.

[6] George Bush: The Life Of A Lone Star Yankee, por Herbert S. Parmet, Scribner, Nueva York, 1997, p. 39.

[7] Parmet, p. 411.

[8] Old Nazis, The New Right And The Republican Party, por Russ Bellant, South End Press, Boston, 1991.

[9] Bellant, 1991.

[10] Dark Side Of Rev. Moon: Hooking George Bush, por Robert Parry, Consortium News, 1997, http://www.consortiumnews.com.

[11] Parry, 1997.

[12] Washington Post, 15 de septiembre de 1995, citado en Parry, 1997.

[13] Parry, 1997.

[14] Ver por ejemplo «Moonies Make Their Great Move South», por Jamie Grant, Bolivian Times, 4 de diciembre de 1997, v. V, No. 48.

[15] Parry, 1997.

[16] «Lott Renounces White “Racialist” Group», por Thomas B. Edsall, Washington Post, 16 de diciembre de 1998, p. A2.

[17] Southern By The Grace Of God, por Michael Andrew Grissom, Pelican Press, Gretna, LA, 1992, p. 446.

[18] Grissom, p. 446.

[19] «Carta de George W. Bush a los Tejanos del United Daughters of the Confederacy», por George W. Bush, UDC Magazine, diciembre de 1996.

[20] Hentoff, p. 43.

[21] Tapper, Jake, «The Mystery Of The Docile Dernocrats», Salon.com, 21 de febrero de 2001, disponibe en internet en http://www.salon.com/

[22] Novak, Tim et Neubauer, Chuck, «Jackson Denies Enquirer Report Of Another Affair», Chicago Sun-Times, 16 de febrero de 2001, disponible en internet en http://www.suntimes.com/.

[23] Novak et Neubauer, 16 de febrero de 2001.

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