“Deshechos,
agotados” y “en la precariedad”:
La revuelta de los generales
Por
Alexander Cockburn
CounterPunch / Rebelión, 08/12/05
Traducido por Germán Leyens
El inmenso significado
del discurso del congresista John Murtha del 17 de noviembre
exhortando al repliegue inmediato de Irak se debe a que es una señal
de motín por parte del cuerpo superior de oficiales de EE.UU., que
consideran que las instituciones que dirigen están “deshechas,
agotadas” y “en la precariedad”, para utilizar las mordientes
palabras de su portavoz, John Murtha, cuando reiteró en diciembre su
denuncia de la destrucción del Ejército por parte de Bush.
Un colaborador de
CounterPunch con casi 40 años de experiencia en el trabajo dentro y
alrededor del Pentágono, me dijo esta semana que: “Los generales de
cuatro estrellas escogieron a Murtha para que hiciera este discurso
porque tiene máxima credibilidad”. Es verdad. Incluso en el Senado
de EE.UU. no hay nadie que tenga la reputación de Murtha para
presentar el mensaje, con la posible excepción de Byrd, pero el
venerable senador de West Virginia fue desde el comienzo un vehemente
oponente a la guerra, mientras que Murtha votó a su favor y sólo
cambió de posición hace poco.
Por lo tanto los
generales de cuatro estrellas informaron a Murtha y le dieron la
información al día que hizo que su discurso fuera tan letal que
incitó a la Casa Blanca a lanzar ataques tan aterrorizados y estúpidos
contra Murtha diciendo que era un clon de Michael Moore.
No puede haberle
costado más de un instante al vicepresidente Cheney, ex Secretario de
Defensa de EE.UU., el otear el discurso de Murtha y darse cuenta de su
importancia como un anuncio de que los generales estaban hartos.
Veamos una vez más
lo que los generales quieren que el país sepa:
“El futuro de
nuestras fuerzas armadas está en peligro. Nuestras fuerzas armadas y
nuestras familias están al límite de su capacidad. Muchos dicen que
el Ejército está quebrantado. Algunos de nuestros soldados están en
su tercer período de servicio. El reclutamiento ha bajado a pesar de
que los militares han reducido sus exigencias. Esperan aceptar un 20%
de categoría 4, que es la más baja, que dijeron que jamás aceptarían.
Han sido obligados a hacerlo para tratar de llegar a una cuota ya
reducida.
“Los presupuestos de
defensa están siendo recortados. Los costos de personal aumentan
vertiginosamente, en particular en el aspecto sanitario. Habrá que
escoger. No podemos aceptar que las promesas que hemos hecho a
nuestras familias militares en cuanto a prestaciones de servicio, en
cuanto a su atención sanitaria, sean eliminadas mediante
negociaciones. Los programas de adquisición para asegurar nuestra
dominación militar no pueden ser eliminados mediante negociaciones.
Tenemos que estar preparados.
“La guerra en Irak ha
causado inmensas deficiencias en nuestras bases en el interior del país.
He estado en tres bases en Estados Unidos, y a cada una de ellas le
faltaban muchas cosas que necesitan para capacitar a gente que va a
Irak. Gran parte de nuestro equipo terrestre está gastado.
“Lo que es más
importante – es el punto más importante – en el año pasado, los
incidentes han aumentado de 150 por semana a más de 700. En lugar de
que los ataques disminuyan en un período en el que hemos tenido más
tropas adicionales, han aumentado dramáticamente. Desde la revolución
de Abu Ghraib, las víctimas estadounidenses se han duplicado.”
Lo que sucedió después
de este discurso es muy instructivo. Los demócratas se desvivieron
por distanciarse de Murtha, envalentonando a la Casa Blanca para que
se lanzara al ataque.
Desde el avión
presidencial de Bush, viajando por Asia, llegó el comentario desdeñoso
de que Murtha estaba “endosando la política de Michael Moore y del
ala extrema liberal del Partido Demócrata.”
La Casa Blanca viajante
necesitó unas 48 horas para darse cuenta de que había dicho una
tontería. Murtha no es el tipo de persona al que se puede calumniar,
del modo como Bush y Cía. lo hicieron con el endeble Kerry en 2004.
Murtha, veterano con muchas condecoraciones, replicó en público que
no tenía tiempo para preocuparse por calumnias provenientes de gente
como Cheney, que logró cinco prórrogas de su servicio militar en
Vietnam.
Al llegar el fin de
semana Bush comenzó a hablar con respeto de Murtha. El lunes,
rechinando los dientes, Cheney declaró ante público en Washington
que aunque no estaba de acuerdo con Murtha, se trata de un hombre
bueno, un Marine, un patriota, y que adopta una posición clara en una
discusión enteramente legítima.”
Un día después la
Secretaria de Estado Condoleezza Rice declaró a Fox News, “No
pienso que las fuerzas estadounidenses tengan que estar allá en las
mismas cantidades en las que están ahora – por mucho tiempo más
– porque los iraquíes están aumentando”. Una semana después
Bush preparó un discurso que enfatizaba fuertemente los retiros de
EE.UU. a medida que las fuerzas armadas iraquíes se hicieran cargo.
¿Hay destacamentos
iraquíes entrenados por EE.UU. preparados? No si uno cree los
informes provenientes de Irak, pero tal vez sean nonagenarios armados
con arcos y flechas y el alto comando de Bush seguiría invocando su
fantástico entrenamiento y preparación para la gran misión.
Diez días después del
discurso de Murtha, comentaristas en los programas de entrevistas de
la televisión del domingo se agarraron del carro de los partidarios
de que ‘vuelvan a casa’. Las voces que llamaban a que EE.UU.
‘siga su camino’ en Irak eran contadísimas. El 1 de diciembre,
Murtha volvió a la carga en Latrobe, Pensilvania, al decir a un grupo
cívico que había cometido un error al votar por la guerra y que la
mayoría de los soldados de EE.UU. abandonarán Irak dentro de un año
porque el Ejército está “deshecho, agotado,” y “en la
precariedad.”
El hedor del pánico en
Washington que cuelga como una neblina invernal sobre el Congreso se
intensificó. El pánico proviene de la preocupación fundamental de
todo político en la capital: su supervivencia. Los que maldicen son
los republicanos y la fuente de su terror es el mensaje mortífero que
proviene de cada sondeo reciente: la guerra de Bush contra Irak
anuncia un desastre para el Partido Republicano en las elecciones de
mitad de período del próximo año.
Un sondeo de mitad de
noviembre de SurveyUSA revela que: El nivel actual de aprobación de
Bush excede un 50% sólo en siete estados. Son los estados poco
poblados de Utah, Idaho, Wyoming, Nebraska, Oklahoma, Alabama y
Mississippi. En doce estados, incluyendo a California, Nueva York,
Illinois, Pensilvania y Michigan, su índice de aprobación fue
inferior a un 35%.
Habría que volver a
comienzos de los años setenta, cuando un Nixon afectado por el escándalo
se encontraba a punto de renunciar, para encontrar cifras más bajas
que las de Bush. Como Bush, Nixon había logrado una reelección
triunfante en 1972, Menos de dos años más tarde, entregó la Casa
Blanca al vicepresidente Ford y voló al exilio.
Nadie espera que Bush
renuncie, o incluso que sea impugnado (aunque el futuro del
vicepresidente Cheney es menos seguro) y su segundo período todavía
debe durar más de tres años.
Pero ahora mismo, para
utilizar una frase famosa de la era Nixon, un cáncer se está
comiendo su presidencia, y ese cáncer es la guerra en Irak. El pueblo
estadounidense está ahora en contra en un 60%, y un 40% piensa que
Bush les mintió para lograr su apoyo.
De ahí el pánico. A
pesar de que los escaños en la Cámara de Representantes están
manipulados actualmente de manera que se considera que menos de 50 de
los 435 distritos podrían cambiar de manos, los republicanos se
preocupan de que sólo unos pocos, por muy manipulados que estén,
podrían resistir un huracán político de Fuerza 5.
Lo que les llega de los
sondeos actuales es un mensaje simple. Si EE.UU. no ha retirado
cantidades sustanciales de sus tropas de Irak para el otoño del próximo
año, vendrá una tormenta de Fuerza 5 que podría arrasar con ellos.
En medio de esta
debacle en potencia, la única fuente de consuelo de los republicanos
es la conducta verdaderamente increíble de los demócratas. Primero
fue la reacción aterrorizada de los demócratas ante Murtha,
simbolizada por la anulación de una conferencia de prensa en apoyo a
Murtha por parte de la líder de la minoría demócrata, Nancy Pelosi.
Esto condujo a los republicanos a darse cuenta de que los demócratas
estaban dispuestos a que una resolución auspiciada por los
republicanos los desenmascara, al llamar a un retiro inmediato, por la
cual votaron sólo tres demócratas, mientras que los así llamados
progresistas como Kucinich, Sanders y Conyers se ponían a cubierto.
Si uno escucha a algún
destacado senador demócrata, como Kerry o Clinton o Feingold u Obama
recibe la misma negativa testaruda de ir más allá de la despiadada
caracterización de Glenn Ford y Peter Gamble en Black Commentator,
del discurso de Obama ante el Consejo de Relaciones Exteriores.
“El senador Barack
Obama ha plantado sus pies en lo profundo del campo de la prolongación
de la guerra de Irak del Partido Demócrata; el gran pantano que, si
no lo drenan, va a tragarse toda esperanza de victoria sobre el
Partido Republicano en las elecciones al Congreso del próximo año.
En una pieza maestra de ambigüedades ante el prestigioso Consejo de
Relaciones Exteriores, del 22 de noviembre, el legislador negro por
Illinois se las ingenió para articular más zalamerías que el
senador John Kerry – una proeza prodigiosa, sin duda alguna.
En resumen, todo lo que
Obama desea del régimen Bush es que confiese que lanzó la guerra
sobre la base de información falsas, y que de ahora en adelante
admita ante el Senado cómo tiene la intención de proceder en el
futuro. Esperan que aquellos demócratas que quieran pensar demasiado
en el pasado – la auténtica génesis y justificación de la guerra,
y las verdaderas razones para su continuación – guarden silencio.
“Retirada” e
“itinerarios” son malas palabras, y Obama no quiere tener que ver
con ellas.
Desde luego, los
“insurgentes” no son una “facción” y por lo tanto hay que
derrotarlos. En esto Obama y los hombres de Bush están de acuerdo:
“En suma, tenemos que concentrarnos metódicamente y sin partidismo,
sobre cuáles pasos lograrán: primero, estabilizar Irak, evitar una
guerra civil abierta, y dar a las facciones dentro de Irak el espacio
que necesitan para forjar un arreglo político; segundo, contener y
terminar por extinguir la insurgencia en Irak; y tercero, traer con
seguridad a nuestros soldados a casa.”
Nadie en la Casa Blanca
argumentaría contra alguno de estos puntos. El segundo punto número
en la línea de fondo “pragmática” de Obama es: la contención y
eliminación de la “insurgencia”. Desde luego, sólo se puede
lograr si se continúa la guerra. En efecto, parece que Obama y muchos
de sus colgados están más interesados en consultar a los hombres de
Bush sobre las mejores maneras de “ganar” la guerra que en
efectuar una retirada estadounidense dentro de un tiempo previsible.
Quieren “victoria” tanto como la Casa Blanca; sólo no quieren que
la palabra aparezca a gritos en cada conferencia de prensa.
Black Commentator
concluye su desuello de Obama y de sus compañeros demócratas con las
siguientes palabras:
“A fines de verano de
2006, cuando los votantes decidan cómo quieren que se vean el Senado
y la Cámara, si los demócratas no han captado la opinión pública
para ofrecer una salida tangible y rápida de Irak, los republicanos
conservarán el control de ambas cámaras del Congreso.
“Todo lo que quedará
en noviembre serán empalagos de Hillary, Biden, Edwards – y Obama.”
En CounterPunch estamos de acuerdo de todo corazón con este
sentimiento.
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