El
imperio de Bush de los malos negocios
Haciendo
el mundo inseguro para Microsoft y el ratón Mickey
Por Mark
Engler (*)
Alia2, Washington, 07/12/05
La
administración Bush es famosa por haber creado una Casa Blanca
inusualmente favorable a los negocios. Sitúen a la secreta Fuerza de
Tarea de la Energía de Dick Cheney y a los enormes recortes de
impuestos junto con los cabilderos corporativos que escriben las
regulaciones para sus propias industrias y tendrá un argumento que
parece bastante persuasivo.
Sin
embargo, hay razones para considerar una idea contraria: después de
todo, quizás George Bush y Dick Cheney no sean tan buenos
capitalistas.
Es
bien conocido el fracaso de George W. Bush como hombre de negocios.
Dick Cheney, considerado por los conservadores como un brillante ex
Director General y por los progresistas como un pelele de Halliburton,
también tiene un pasado sospechoso.
Aunque
ciertamente hizo más conocida a Halliburton durante los cuatro y
medio años en que fue su jefe, su mayor logro fue la adquisición por
$7,7 mil millones de Dresser Industries, un competidor que resultó
estar plagado con aplastantes reclamaciones relacionadas con asbestos.
Después del reinado de Cheney múltiples divisiones de Halliburton se
declararon en quiebra y el precio de las acciones de la compañía se
derrumbó.
La
revista Rolling Stone publicó en agosto de 2004: "A pesar del
rebote que han tenido las acciones de Halliburton gracias a la guerra,
un inversionista que colocó $100 000 en la compañía justo antes de
que Cheney se convirtiera en vicepresidente, tendría hoy menos de $60
000."
Muchos
analistas aseguran que el Vicepresidente es responsable del descenso,
señalando que los problemas de Dresser con el asbesto, los cuales
costaron a Halliburton miles de millones, eran predecibles. Sin
embargo, críticos menos severos cuestionan su éxito como líder de
los negocios. Por ejemplo, Jason E. Puynam, un analista de energía en
Manejo de Capitales Victory dice que como jefe de Halliburton,
"en sentido general Cheney en el mejor de los casos tuvo un
desempeño promedio." El editor de Newsweek para Wall Street,
Allan Sloan, es menos elogioso, y sugiere que Cheney fue un
"Director General que se equivocó en grande."
En
relación a Irak, oímos decir muchas cosas acerca de la generosidad
del gobierno hacia Halliburton, Bechtel y un puñado de otras firmas
favorecidas. Con menos frecuencia consideramos la posibilidad de que
la "guerra al terrorismo" de la administración ha sido una
importante metedura de pata de la administración desde el punto de
vista de los negocios. Pero si se comienza con la ausencia de éxitos
en los antecedentes de negocios de Bush y Cheney, la política
exterior de la administración se ve de manera diferente. Aunque uno
crea que la Casa Blanca está diseñando su cruzada en el exterior
para beneficiar a las corporaciones norteamericanas, no existen
razones para suponer que lo haya estado haciendo de manera exitosa.
Cada
vez con más frecuencia la prensa especializada en los negocios está
sugiriendo que los líderes de las corporaciones, que una vez
esperaron que la actual administración llevara la globalización
corporativa de los años de Clinton a nuevas alturas, ahora temen otro
destino a partir del orden internacional que Bush ha creado. Las
reducciones de impuestos y las desregulaciones en el frente interno
han sido regalos adicionales evidentes, pero por otra parte, muchas
transnacionales norteamericanas se enfrentan a un panorama
preocupante. Los fracasados Directores Generales en la Casa Blanca han
promovido una agenda global que, en el mejor de los casos, beneficia a
un pequeño sector de la comunidad norteamericana de negocios y deja
al resto expuesto al resentimiento popular y a la incertidumbre económica.
Cuando
se trata de las intervenciones de Bush, Cheney, Condi y los
neoconservadores en la economía global, "en el mejor de los
casos (Š) un desempeño promedio" sería un juicio
caritativo, y equivocaciones "en grande" algo más cerca de
la realidad.
Esa
gente de negocios que aún no se han unido a la mayoría que se opone
al manejo que el presidente ha hecho de su guerra en Irak -o el
creciente coro de críticos conservadores que han comenzado a
cuestionar la política exterior de la administración- puede que
pronto tengan una larga lista de razones para subirse al carro,
comenzando por el balance de ganancias.
No
es la guerra de KFC
En
los últimos años Kentucky Fried Chicken (KFC) ha tenido algunos
momentos malos en el mundo musulmán. A principios de septiembre una
bomba estalló dentro de uno de sus establecimientos en Karachi,
Pakistán. No era la primera vez que la cadena había sido blanco de
un atentado. En mayo un grupo de chiíes, airados por el apoyo de EEUU
al Presidente Pervez Musharraf y por abusos reportados en la base de
Guantánamo, incendiaron otro establecimiento de KFC -uno que estaba
decorado con grandes imágenes del Coronel Sanders sobre un campo de
barras y estrellas. Dos otros establecimientos fueron destruidos poco
después del ataque de EEUU a Afganistán en el 2001.
Las
desgracias que afectan a KFC van más allá de una cadena de comida rápida
-McDonald”s también ha sido atacado en Pakistán e Indonesia- y el
incendio intencional de establecimientos de comida rápida es sólo la
señal más dramática del nuevo clima de negocios promovido por una
política exterior norteamericana cambiante. Si los asuntos diplomáticos
de Clinton podían ser descritos como un esfuerzo sostenido para hacer
al mundo seguro para el Ratón Miguelito, Microsoft y el pollo frito,
la agenda de Bush/Cheney representa algo mucho más peligroso para los
negocios.
La
administración Clinton sirvió como firme promotor para la construcción
de una economía internacional cooperativa, "basada en
reglas" -un orden multilateral conocido por los críticos como
"globalización corporativa". La administración Bush,
aunque supuestamente está interesada en temas como el "libre
comercio", ha ofrecido un conjunto de políticas muy diferentes.
Agresiva y unilateral, ha diseñado un nuevo modelo de
"globalización imperial" que ha puesto en peligro a
instituciones multilaterales como la Organización Mundial del
Comercio, vilipendiada por activistas anti-globalización.
En
vez de trabajar por medio de tales instituciones, la actual
administración ha mostrado regularmente intransigencia en las
negociaciones internacionales acerca del comercio y el desarrollo; se
ha dedicado a condicionar directamente su ayuda a otros países con
sus prerrogativas militares; y ha tratado de negar a la "Vieja
Europa" cansada de la guerra su papel tradicional como socio
menor en el empeño globalizador. Mientras tanto, ha comenzado a
desmantelar un orden internacional que sirvió muy bien a las
corporaciones transnacionales durante el crecimiento del siglo 20 y
que facilitó su ascenso en los últimos 30 años.
En
resumen: si Bush es un presidente petrolero, no es un presidente
Disney, ni de Coca Cola. Si Cheney está trabajando diligentemente
para ayudar a Halliburton a recuperarse, la guerra que él ayudó a
liderar no ha funcionado tan bien para Starbucks.
Si
la atrevida jugada de la administración a favor de la dominación
global norteamericana demuestra ser positiva o no en el futuro cercano
o a largo plazo, los costos comerciales de este enfoque ya se están
haciendo evidentes. Para comenzar. una nueva ola de anti-norteamericanismo
que está arrasando el planeta va mucho más allá de las bombas en
los establecimientos de Kentucky Fried Chicken en Asia del sur o la
amplia hostilidad en el Medio Oriente. En Asia, el South China Morning
Post ha publicado que una "fuerte y creciente hostilidad"
hacia Estados Unidos ha complicado los planes de expansión de Disney
en el área. Además, la política exterior imperial de Bush está
inspirando una reacción de los consumidores, incluso entre los
aliados tradicionales.
En
diciembre de 2004 Jim Lobe, de Inter Press Service, reportó acerca de
una encuesta a 8 000 consumidores internacionales publicada por Global
Market Insite Inc. (GMI), de Seattle. La encuesta demostraba que
"un tercio de todos los consumidores de Canadá, China, Francia,
Alemania, Japón, Rusia y Reino Unido decía que la política exterior
norteamericana, particularmente la “guerra al terror y la ocupación
de Irak constituía su más fuerte impresión de Estados Unidos
Desgraciadamente, la actual política exterior norteamericana es
percibida por los consumidores internacionales como significativamente
negativa, cuando solía ser positiva”, comenta el Dr. Mitchell
Eggers, el director general y principal encuestador de GMI."
Las
marcas que la encuesta identificaba como particularmente en peligro en
aquel momento era los cigarrillos Marlboro, American Online (AOL),
McDonald”s, American Airlines, Exxon-Mobil, Chevron Texaco. United
Airlines. Budweiser, Chrysler, Muñecas Barbie, Starbucks y General
Motors.
Evaluaciones
más recientes han verificado esas tendencias. Es más, en los últimos
meses una sarta de artículos en la prensa financiera presentaron
cuestiones enervantes para los negocios. Típicas de ellas fueron el
British Financial Times de agosto (El Mundo Vuelve la Espalda a
Estados Unidos) y Forbes en septiembre (¿Están en Problemas las
Marcas Norteamericanas?)
Un
artículo de la revista norteamericana US Banker en agosto que
reproducía los resultados de una encuesta de Barómetro de Confianza
Edelman entre élites globales descubrió que "41 por ciento de
las élites canadienses tenían menos probabilidad de comprar
productos norteamericanos debido a las políticas de la Administración
Bush, comparado con 56 por ciento en el RU, 61 por ciento en Francia,
49 por ciento en Alemania y 42 por ciento en Brasil.
Tampoco
son sólo extranjeros presuntuosos los que son negativos. Los propios
líderes norteamericanos de negocios han comenzado a relacionar sus
desgracias económicas con la política imperial. El artículo
anteriormente mencionado de US Banker advirtió que "La mayoría
de los Directores Generales norteamericanos, cuyas firmas emplean a
ocho millones de personas en el extranjero, están reconociendo ahora
que el sentimiento anti-norteamericano es un problema". Y un
artículo de 2004 en The Boston Herald cuyo titular decía "Ejecutivos
de Massachussetts: El Daño de la Guerra de Irak; la Competitividad de
EE.UU. se Convierte en una Baja", señalaba que "sesenta
y cinco por ciento de ejecutivos encuestados por Opinion Dynamics Corp.
Dijeron que la guerra está haciendo daño a la competitividad global
norteamericana".
Un
grupo de ejecutivos de corporaciones que se ha formado bajo el nombre
de Negocios Pro Acción Diplomática (BDA) está apareciendo con
regularidad en artículos acerca de los problemas de imagen que tiene
Estados Unidos. Aunque evita una posición explícita acerca de la
guerra de Irak, el BDA argumenta:
"Los
costos asociados a un creciente sentimiento anti-norteamericano son
exponenciales. De los costos de seguridad y económicos a una erosión
de nuestra capacidad para provocar la confianza en todo el mundo y
reclutar a los mejores y más brillantes, EE.UU. se arriesga a perder
su ventaja competitiva si no se toman medidas para invertir la
negatividad asociada con Estados Unidos".
Comparados
con los impactos adversos de la globalización imperial de Bush, los
esfuerzos de la administración en una rehabilitación de marcas al
estilo de Karen Hughes son risibles -y el BDA lo sabe. Tomando las
cuestiones diplomáticas en sus propias manos, el vocero del BDA
declaró abiertamente: "En estos momentos, el gobierno de
EE.UU. no es un mensajero creíble".
Un
pantano de corporaciones
¿Es
sólo un problema de percepción o los costos de la guerra han
afectado las ganancias de los negocios? En junio de 2004 el reportero
USA Today James Cox escribió de cómo compañías con problemas
financieros señalan a la guerra como la culpable:
"Cientos
de compañías culpan a la guerra de Irak por los pobres resultados
financieros de 2003, y muchas advierten que la continuación de la
participación militar norteamericana podría dañar el desempeño de
este año. En informes regulatorios a la Comisión Controladora de
Acciones y Valores (SEC), aerolíneas, constructores de casas,
emisoras, proveedores de hipotecas, fondos mutualistas y otros culpan
directamente a la guerra por la baja en los ingresos y las ganancias
en este año".
Entre
los que se quejan, Hewlett-Packard aseguró que la ocupación de Irak
ha creado incertidumbre y ha dañado el precio de sus acciones;
mientras que compañías de medios como Televisión Hearst-Argyle,
Grupo de Emisiones Sinclair and Comunicaciones Journal se quejaban del
número de anuncios de radio y TV que han sido desplazados por las
noticias de la guerra.
Aunque
culpar a la guerra podría ser una excusa conveniente para algunos
ejecutivos que no han estado a su altura, llama la atención el nivel
de queja, así como los comentarios de administradores de fondos
citados por Cox:
"La
guerra de Irak creó un pantano para las corporaciones”, dice en
su carta a los accionistas David J. Galvan, gerente de portafolio del
Fondo de Ingresos Wayne Hummer.
Fondos
Mutualistas Vintage asegura que “el precio de estos compromisos
(en Irak y Afganistán) puede que sea mayor de lo que público
norteamericano había esperado o esté dispuesto a tolerar".
En
una declaración presentada a la SEC, Domenic Colasacco, administrador
del Fondo Balanceado Boston, califica a la actual ocupación
norteamericana de “triste y de un riesgo en aumento."
Por
supuesto, sabemos que las compañías reconstructoras están
declarando ganancias. Las ventas de máscaras antigas y Humvees
blindados también han aumentado. Pero tales compañías mantenidas
por la guerra son una pequeña minoría. Por otra parte, las distintas
compañías de la industria turística han recibido un fuerte golpe.
Delta Air Lines, JetBlue, Orbitz, Priceline.com, restaurantes de carne
Morton, Fairmont Hotels & Resorts y Host Marriott, por mencionar sólo
a algunas, han culpado a la guerra por sus decepcionantes ingresos.
Los líderes de la industria de viaje han advertido:
"EE.UU.
están perdiendo miles de millones de dólares, ya que los turistas
internacionales dejan de visitar EE.UU. debido a una imagen
deteriorada en el exterior y más políticas burocráticas de visaŠ
“Es un imperativo económico enfrentar estos problemas”, dijo
Roger Dow, ejecutivo principal de la Asociación de la Industria de
Viajes de Estados Unidos, el más importante organismo profesional del
turismoŠ El Sr. Dow subrayó que el turismo contribuyó a una
percepción positiva de EE.UUŠ. “Si no enfrentamos estos temas
en el turismo, el impacto a largo plazo para marcas norteamericanas
como Coca-Cola, General Motors y McDonald”s podría hacer mucho daño”."
Pesadillas
económicas anunciadas
Todos
los años la élite global de los negocios se reúne en un centro turístico
en Davos, Suiza, para celebrar el Foro Económico Mundial. En los años
prósperos de Clinton, un sentimiento de exuberancia dominaba la reunión
de los globalistas -a pesar de las protestas fuera de las reuniones.
Sin embargo, para enero de 2003 el ambiente en Davos se había
deprimido perceptiblemente. El optimismo económico iba
desapareciendo. En particular causaba preocupación la inminente
guerra en Irak. Los líderes corporativos mostraron poco más
entusiasmo por la inminente invasión unilateral que los manifestantes
afuera. Los analistas tenían las mayores reservas, citando que "la
amenaza de guerra es la mayor interrogante que pende sobre las
perspectivas de crecimiento global".
Por
la misma época los economistas progresistas Dean Baker y Mark
Weisbrot detallaron lo que parecía ser la peor perspectiva en un
informe de política titulado "El Costo Económico de una Guerra
en Irak". Además del costo del anti-norteamericanismo en el
extranjero, ellos mencionaba tres áreas adicionales de preocupación:
un choque petrolero relacionado con la guerra que pudiera costar a la
economía norteamericana cientos de miles de empleos en un período de
siete años; un mayor riesgo de ataques terroristas en EE.UU. que
pudieran provocar aumentos de los costos de seguridad, disminución
del crecimiento del Productor Interno Bruto (PIB); y la posibilidad de
que el incremento de los precios del petróleo llevara al mundo en vía
de desarrollo a una profunda recesión.
Pregunté
a Baker hasta dónde había sido visionario el informe. Aunque subraya
que lo peor no llegó a suceder, él nota que hay señales
inquietantes. Los precios del petróleo han subido a las nubes, debido
principalmente al incremento de la demanda por parte de China y la
India, pero exacerbado por la ausencia de petróleo iraquí. Es más,
como cada nuevo estimado de inteligencia pronostica que estamos menos
seguros, no más, debido a la ocupación de Irak crece el riesgo de un
ataque devastador a la economía. Baker señala las horas que
esperamos en las colas de seguridad en los aeropuertos o los retrasos
en los metros urbanos, lo que representa costosas pérdidas económicas.
Luego,
por supuesto, está la posibilidad aún no sucedida de que la guerra
de guerrilla y el terrorismo se convierta en sabotaje contra los
enormes y poco defendidos tramos de oleoductos en el Medio Oriente. Es
esta posibilidad entre otras las que provocaron que el profesor de
historia del Medio Oriente y blogger de Informed Comment Juan Cole
comparara la debacle de Bush en Irak con el "lanzamiento de
granadas en la cabina de la economía mundial".
Tales
costos predichos antes de la invasión, sugieren que el pesimismo de
anteguerra en Davos estaba bien justificado. Y una lista tan modesta
apenas agota los posibles inconvenientes de las políticas de la
administración Bush en Irak y más allá. El debate acerca del gasto
del Congreso, por una parte, merece que se le mencione al menos de
pasada. Si los conservadores tienen razón en que Irak, los recortes
de impuestos y los déficits abultados son necesariamente malos para
los negocios, o si el Keynesianismo Militar en realidad ha venido
ayudando a suavizar un descenso económico periódico, la idea de la
guerra sin sacrifico debiera sonar extraño a cualquier ejecutivo que
tenga en cuenta el balance.
Tómense
los costos directos de la guerra que llegan a los cientos de miles de
millones, agréguense los gastos médicos para los veteranos
impedidos, luego súmense los costos de los reservistas de la Guardia
Nacional que son sacados de los pequeños negocios, y pronto verán
que eso significa dinero de verdad. En algún momento el dólar
sobrevaluado, que nuestros acreedores en los bancos centrales de China
y Japón han decidido mantener por el momento, tendrá que descender y
probablemente arrastre hacia abajo consigo a la economía. Cuando eso
suceda, el Coronel Sanders no será el único en sentirlo.
¿Cambiarán
los negocios?
Por
allá por agosto de 2004, durante el ciclo eleccionario, la campaña
de Kerry distribuyó una lista de 204 ejecutivos de negocios que
apoyaban las políticas del candidato. Fue un buen intento pero, como
reportó Noticias Blomberg, el demócrata iba bastante detrás de Bush
en cuanto a apoyo corporativo. A esas alturas cincuenta y dos
ejecutivos principales de importantes compañías habían donado
dinero a Kerry; 280 a la campaña de reelección del presidente, (Como
los negocios son los negocios, "al menos tres ejecutivos de la
lista de Kerry también donaron el máximo de $2 000 a la campaña de
reelección de Bush".)
Ha
pasado un año desde las elecciones. La tasa de aprobación para el
victorioso presidente continúa hundiéndose a niveles nunca vistos, y
"mantenerse firmes" sigue siendo la política oficial de
Washington para Irak.
En
este contexto, no es sorprendente que "realistas"
republicanos como Brent Scowcroft (quien antes de la guerra alertó en
un artículo de opinión en The Wall Street Journal que
"indudablemente sería muy costosa -con serias consecuencias para
la economía global y la de Estados Unidos") están haciendo
ruido otra vez. Y sería de una lógica perfecta si un número cada
vez mayor de esos Directores Generales de Bush estuvieran lloriqueando
ahora en busca de un regreso a la globalización multilateral al
estilo de Clinton del tipo que aún defiende el derrotado senador por
Massachussetts y muchos otros demócratas.
Ninguno
de estos campos alternativos parecerá particularmente atractivo a los
progresistas, pero ellos significan una genuina amenaza a los
imperialistas globales que parecen incapaces de deshacerse de Irak. Es
más, la rivalidad intra-partido entre los republicanos -la cual debe
incrementarse a medida que avance el año de elecciones- podría
desempeñar un papel vital en convertir a los halcones de la Casa
Blanca en patos muertos. Mucho mejor si esta transformación aviar es
acelerada por la insatisfacción de los líderes corporativos que están
reevaluando los costos de la política exterior de Bush y decidiendo
que el imperio sencillamente no paga.
(*)
Escritor y analista de Foreign Policy In Focus.
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