Estados Unidos

 

Según un sondeo, los neoyorquinos consideran justas las reivindicaciones que llevaron al paro

El paro del metro y el bus acaba en Nueva York al ceder la empresa del transporte

Por Andy Robinson
Corresponsal en Nueva York
La Vanguardia, 23/12/05

A falta de confirmarse los términos del convenio, que garantizarían las pensiones de los trabajadores del transporte público de Nueva York, el sindicato TWU desconvocó ayer la huelga que ha paralizado la ciudad durante dos días y medio. El sindicato ha defendido la jubilación a los 55 años sobre la base de que la esperanza de vida de los negros es seis años inferior. Los neoyorquinos acusan al gobernador Pataki de provocar la huelga, según un sondeo.

Tachados de "gamberros" por el alcalde Michael Bloomberg y de "ratas avariciosas" por el diario tabloide de mayor tirada, el New York Post, los líderes del sindicato del transporte neoyorquino, TWU, desconvocaron en la tarde de ayer la huelga que había paralizado la ciudad durante dos días y medio. En realidad, se si compara con las dos huelgas anteriores de 1966 y 1980 – ambas convocadas para reivindicar subidas de salarios– este paro será considerado un acto casi kamikaze de solidaridad con las futuras generaciones de trabajadores del metro y el autobús, los "no nacidos", según la frase del líder sindical Roger Toussaint.

Aunque no se ha pactado el convenio definitivo, fuentes del TWU dijeron a los medios que el regreso al trabajo ha sido factible por las garantías de que la empresa del transporte, MTA, retirará el plan de forzar a los nuevos contratados a pagar un 6% de sus sueldos al plan de pensiones en vez del2% correspondiente a los trabajadores actuales.

El comité ejecutivo del TWU aprobó el regreso al trabajo tras una noche de negociaciones. Se calculaba que toda la red estaría en operación a mediodía de hoy. Si se confirma que el recorte de pensiones se ha retirado de la mesa "será una victoria para el TWU" pese al elevado coste en multas y sanciones sufrido por el sindicato y los 33.000 trabajadores, dijo Josh Freeman, catedrático en historia laboral de la Universidad de Nueva York y autor de Working class New York.

Las derrotas en la defensa sindical de planes de pensiones sufridas este año en la industria del automóvil de Detroit hacían pensar que ocurriera lo mismo en el sector público "y si el TWU lo ha parado en Nueva York puede ser un mensaje para otros", añade Freeman. Sin embargo, siete miembros del consejo del TWU votaron en contra y lamentaron que no se hubiera pactado una amnistía respecto a las multas – unos tres millones de dólares–, así como la prohibición de contribuciones, que han hipotecado el futuro del sindicato: "No hemos conseguido nada, ni siquiera una amnistía, y teníamos la empresa en un collar de fuerza", dijo uno de ellos, George Perlstein.

Pese a la agresiva cobertura mediática, la opinión pública parece haber sido más favorable al TWU de lo que parecía. Según un sondeo, incluso después de casi tres días de huelga el 54% de neoyorquinos considera justas las reivindicaciones del sindicato. El 51% evaluó negativamente la actuación de Bloomberg y el 69% criticó al gobernador George Pataki, último responsable de la gestión del transporte neoyorquino, acusado de provocar la huelga para impulsar su probable candidatura en las presidenciales del 2008.

La huelga ha dividido nítidamente a la ciudad por etnia y clase. Mientras que el 75% de ciudadanos afroamericanos o latinos consideraban justificadas las reivindicaciones del sindicato, sólo al 38% de los blancos se solidarizaba con el TWU. Un 35% de blancos consideraba exclusivamente culpable al sindicato, frente al 12% de negros y el 17% de latinos. Los trabajadores del transporte en Nueva York, antes irlandeses, ahora son casi todos afroamericanos, latinos y asiáticos. Ante las críticas a los trabajadores por insistir en mantener la jubilación a los 55 años, se ha destacado que la esperanza de vida de los negros en Nueva York es seis años inferior a la de los blancos.


El mundo al revés en Manhattan

La Vanguardia, 23/12/05

Como sucedió en el 11–S y el apagón del 2003, Nueva York ha vivido el mundo al revés: una Manhattan gestionada casi colectivamente durante esta huelga. Los taxis amarillos, forzados a recoger hasta cuatro pasajeros se convirtieron en medios de trasporte colectivos como si esta ciudad fuera São Paulo o Delhi. Los taxistas, que cobraban diez dólares a cada pasajero, se volvieron estos días simpatizantes de la lucha obrera. Otras escenas en Manhattan eran aún más inverosímiles. Parados por la policía por no cumplir con la norma de llevar al menos tres pasajeros, conductores de automóviles de lujo suplicaban a los peatones que subieran al coche. Se respetaron como nunca los carriles bici y se veía a patinadores trajeados por todas partes.