Un primer balance de la huelga del metro
de Nueva
York
Por
Charles–André Udry (*)
La Breche, 06/01/06
Traducción de Ruben Navarro
Enviado por Correspondencia de Prensa
La huelga de las trabajadoras y los trabajadores
del transporte urbano (metro y autobuses) de Nueva York, el 20, 21 y
22 de diciembre de 2005 sacudió la capital financiera del Capital
mundializado. Los 33700 trabajadore/as de la Metropolitan
Transportation Agency (MTA) volvieron al trabajo el 23 de diciembre,
luego de una decisión de la dirección de la sección 100 (local 100)
de la Transport Workers Union (TWU). Esta decisión fue comunicada públicamente
por su presidente Roger Toussaint (originario de Trinidad) el jueves
22 por la tarde. (1)
Los trabajadores/as volvieron al trabajo sin
disponer de contrato. Las discusiones continuaron hasta fines de
diciembre e incluso principios de enero. La decisión sobre el nuevo
acuerdo intervendrá a partir del 25 de enero de 2006.
Ya habíamos subrayado en el artículo precedente
la brutalidad de la campaña contra los huelguistas así como las
declaraciones racistas del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg.
La movilización política y mediática burguesa dio cuenta de las
numerosas manifestaciones de simpatía de los trabajadores de Nueva
York hacia los huelguistas. Según diversos sondeos de opinión, 54%
de los neoyorquinos consideraban justificadas las reivindicaciones de
la TWU. El apoyo a los huelguistas por parte de los negros, de los
latinos y de los asiáticos era claramente más masivo, lo que debe
relacionarse con la composición de “clase y de raza” de los
trabajadores/as de la MTA (70 % pertenecen a esas “comunidades”);
trabajadores que, como lo decía Roger Toussaint, “se levantan cada
día a las 3 o a las 4 de la mañana para garantizar el transporte de
unos 7 millones de habitantes”.
La huelga empezó y adquirió más fuerza bajo el
efecto de las declaraciones provocadoras de los responsables de la
MTA. El presidente de la empresa Peter S. Kalikow –un especulador
inmobiliario que fuera propietario del periódico The New–York
Post– tuvo que reconocer que las reivindicaciones patronales sobre
las jubilaciones habían sido un error, por lo menos en la forma en la
que fueron presentadas. (The New–York Times, 5 de enero de 2006)
La dirección exigía una mayor contribución de
los trabajadores/as a la caja de seguros por enfermedad y rechazaba el
aumento salarial que pedía inicialmente la TWU. Para comprender la
importancia de esta huelga, es necesario tener presente que en las dos
últimas renovaciones de contratos –en 1999 y en 2002– los
acuerdos obtenidos fueron nefastos. Desde entonces, el poder de compra
de los trabajadore/as de la MTA –en una de las metrópolis más
caras del mundo, en la que los precios inmobiliarios han batido récords–
había disminuído enormemente. Eso justificaba la reivindicación de
los trabajadores, formulada así: 5%+5%+5%, o sea un aumento anual de
5% en 2006, 2007 y 2008. Finalmente, luego de la huelga, la
revalorización será de 10,5% : 3% en 2006, 4% en 2007 y 3,5% en
2008. De esta manera, “el aumento salarial” no irá más allá del
que fue acordado a los empleados de la ciudad de Nueva York. O sea que
una victoria de los trabajadores/as de la MTA habría establecido un
precedente ejemplar que el conjunto del establishment económico y político
neoyorquino estaba obligado a rechazar enérgicamente.
En lo que respecta a la edad y a las condiciones
de la jubilación, las primeras propuestas de P. S. Kalikow eran,
simplemente, una ofensa. Actualmente, la edad de retiro está fijada
en 55 años; este “límite” está en relación directa con la
esperanza de vida de los trajadores/as del sector que, para la mayoría,
no excede los 60 años. En otros términos, la edad que, según la
primera propuesta de la dirección de la MTA, permitiría el acceso a
la jubilación, fijada entonces en 62 años, podía asimilarse a la
edad en que fallecen, e incluso más, los trabajadores/as del
transporte urbano que dan vida y movimiento a la opulenta Nueva York.
La dirección de la MTA dio un paso atrás pero exigiendo un aumento
en un múltiplo de 3 de los aportes salariales de los trabajadores
para aquellos que han sido tomados recientemente, para que tengan así
derecho a jubilarse a los 55 años.
Ante un tema tan sensible, esta propuesta sólo
consiguió indignar a los trabajadores/as, quienes la rechazaron. Otra
razón para la indignación y la revuelta de los trabajadores/as es el
hecho que la gestión de les “recursos humanos” consiste en un método
punitivo sistemático: 15.000 medidas disciplinarias en 2004. Muchos
trabajadores/as, para calificar el clima que reina en la MTA, utilizan
la expresión “la justicia de las plantaciones”, en referencia al
estatuto de los esclavos negros en el sur de los Estados Unidos. Otro
elemento que se agrega a este cuadro es que las mujeres trabajadoras
no tienen derecho a licencia por maternidad.
Acuerdo y concesiones
Como consecuencia de la huelga, la dirección
hizo concesiones sobre las jubilaciones pero manteniendo, sin embargo,
sus posiciones en lo que respecta al seguro por enfermedad, tema en el
que exige una mayor participación de los trabajadores/as. El
cuestionamiento de las condiciones de financiación de las
jubilaciones y del seguro por enfermedad forma parte de la ofensiva
patronal en los EEUU. Kalikow lo explica claramente: “El seguro de
enfermedad y las cajas de pensiones son, para mí, las dos caras de
una misma moneda” (NYT, 5/01/2006). ¿Acaso IBM no acaba de
modificar, a principios de enero, su sistema de jubilaciones,
retirando toda cláusula que asegure el monto de la jubilación que
sus empleados van a percibir?
La amplitud de la huelga y la determinación de
los trabajadores/as obligaron a la dirección a hacer algunas
concesiones momentáneas. Sin embargo logró imponer sus propuestas
sobre las jubilaciones y sobre la organización del trabajo. A tal
punto que el multimillonario Michael Bloomberg pudo declarar al Wall
Street Journal, el 28 de diciembre, que “el proyecto de la nueva
convención garantiza la reducción de costos necesaria y un alza de
la productividad” : La MTA ha acumulado reservas por valor de 1000
millones de dólares como resultado del crecimiento de la explotación,
operado desde 1999.
Por otra parte, el sindicato aceptó que los
plazos de vencimiento de los contratos (CCT) fueran desplazados un
mes, llevándolos a fines de enero, lo que significa una pérdida
importante para las futuras luchas de los trabajadores/as. En efecto,
con un contrato que se vencía en diciembre, período clave para los
negocios en Nueva York, contaban con un arma eficaz: una huelga en
diciembre tiene un impacto sobre la “vida económica” de Nueva
York que no se compara con el que podría tener, muy inferior, a fines
de enero. Ese tipo de concesiones debilita la posición de los
trabajadores/as de ahora en adelante y su peso es mayor que el que
pueden representar las conquistas salariales inmediatas.
Del análisis de esta huelga se desprenden tres
temas. El primero es el que tiene que ver con la ausencia de
solidaridad con los huelguistas por parte de las otras organizaciones
sindicales de Nueva York, a pesar de la manifiesta simpatía de que
gozó la huelga en amplios sectores de trabajadores/as, en una metrópolis
en la que segregación social y racial son muy fuertes, contrariamente
a la imagen de “ Big Apple” difundida en la prensa para cuellos
blancos bien almidonados europeos. El segundo tema es el relativo al
papel de las direcciones centrales de los aparatos sindicales: La
dirección de la TWU International denunció inmediatamente la huelga.
El tercero es el que concierne a los fuertes vínculos entre los
aparatos sindicales y las direcciones del partido Demócrata. El
desarrollo, en el New York Times del 2 de enero, de un programa sobre
la manera de evitar “otra huelga del transporte” en Nueva York,
arroja luz sobre dichos vínculos. La prohibición legal de hacer
huelga en el sector público dentro del Estado de Nueva York –Ley
Taylor– no es suficiente, según el ex director de recursos humanos
de ese Estado, entre 1978 y 1983, Meyer S. Frusher, actual presidente
de la Bolsa de Filadelfia. Frusher propone métodos de arbitraje que
permitan cercar el movimiento sindical dentro de mecanismos similares
a los que se conocen en Suiza con el sistema de “paz del trabajo”.
Esta huelga plantea, como otras luchas sociales
en los EEUU, la combinación entre reivindicaciones económicas y
sociales, por una parte, y la defensa de los derechos democráticos,
por la otra. También permite ver la brutalidad con la que las
distintas fracciones del capital financiero internacional imponen a
los trabajadores sus exigencias en términos de extracción de plusvalía.
La falta de sincronización entre movimientos
reivindicativos, más allá de la determinación de los mismos, y su
traducción en términos sociopolíticos constituyen una ventaja
utilizada, bajo diversas formas, por la elites dominantes en los
negocios de la principal potencia imperialista del mundo, los Estados
Unidos.
(*) Charles–André Udry, militante del
Movimiento por el Socialismo (MPS) y del movimiento en defensa de los
derechos de los trabajadores inmigrantes. Miembro de ATTAC–Suiza,
redactor del mensual La Breche y responsable de los Cahiers Libres,
Editions page deux. Profesor de la cátedra Economía de la
Globalización en la Universidad de Venecia, Italia.
Nota:
1) Ver artículo "La huelga de los
transportes en Nueva York", 23–12–05: www.alencontre.org/
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