Corrupción en
el Congreso norteamericano
La “industria”
del lobby genera unos dos mil millones anuales
Por David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 13/01/06
Nueva York.– De
pronto los políticos se han transformado en ángeles de la caridad
que donan decenas de miles de dólares a una amplia gama de
organizaciones dedicadas al bien social, mientras se lleva a cabo una
desesperada búsqueda de fotos y documentos en la Casa Blanca, el
Congreso y lujosas oficinas de cabildeo para deshacerse de cualquier
imagen o referencia que pudiera dañar la reputación de algunas de
las personalidades más "distinguidas" y poderosas de la
capital estadounidense.
Es como si alguien
hubiera declarado un estado de emergencia, como si hubiera aparecido
una plaga que contamina a cualquier persona o cosa que ha tocado. Por
ahora, el azote se llama Jack Abramoff, pero algunos dicen que él es
sólo un síntoma de una enfermedad mucho más grande: la corrupción
política.
Cuando Abramoff, hasta
hace poco uno de los cabilderos (lobbystas) más poderosos y
reconocidos, particularmente entre la cúpula republicana, aceptó
declararse culpable de cargos criminales federales de corrupción
–que incluyó engañar a sus clientes (logrando defraudar a tribus
indígenas más de 20 millones de dólares), evasión de impuestos y
soborno a legisladores– se volvió material radiactivo en esta
capital. Esto, porque como parte de su negociación con el
Departamento de Justicia, a cambio de una condena reducida, aceptó
ser el testigo estrella en lo que podría ser el escándalo de
corrupción más grande que se ha visto en Washington en décadas.
Una amistad que sale
cara
Algunos de los
contagiados por Abramoff ya han pagado el precio. Tom DeLay, quien
consideraba a Abramoff su "íntimo amigo", ya cedió su
puesto como líder de la mayoría de la Cámara baja, en parte por
este escándalo. Un alto funcionario de la oficina de presupuesto y
administración de la Casa Blanca fue arrestado el año pasado por sus
vínculos con el cabildero. Fuentes cercanas a la investigación han
informado que por lo menos 12 legisladores federales están bajo
investigación, al igual que otra docena de asesores y cabilderos, y
esto apenas empieza. Una de las empresas de cabildeo más importantes
de Washington, Alexander Strategy Group, anunció que cerraría el
negocio (dos de sus socios, ex asesores de DeLay, están bajo
investigación por sus relaciones con Abramoff).
La revista Time reportó
que oficiales de la Casa Blanca están buscando desesperadamente fotos
de las visitas de Abramoff a la sede presidencial, ya que se sabe que
acudió en varias ocasiones, incluyendo algunas cenas, y que se
entrevistó con funcionarios en las oficinas del vicepresidente Dick
Cheney. El temor, obviamente, es que aparezca una imagen de él con el
presidente George W. Bush o Cheney.
Desde que Abramoff se
declaró culpable la semana pasada, gran número de legisladores que
habían recibido contribuciones de él o sus clientes anunciaron que
se estaban deshaciendo de los fondos para repartirlos a organizaciones
caritativas. La Casa Blanca anunció la donación de 6 mil dólares,
contribuidos por Abramoff a la campaña electoral del presidente, a la
Asociación Americana del Corazón, dedicada a combatir males
cardiacos.
DeLay enviará unos 15
mil dólares a caridades locales en su estado de Texas. Otros
representantes y senadores, entre ellos demócratas como el senador
Byron Dorgan, han anunciado que donarán los fondos recibidos de
Abramoff o sus clientes y socios. Por supuesto, cada uno afirmó que
no hubo nada ilegal al aceptar el dinero, pero que por la publicidad
del caso habían tomado esta decisión.
Otros analistas señalan
que no se trata de Abramoff, sino de un sistema político–electoral
que, en el fondo, es corrupto. El New York Times informó que Abramoff
ha comentado a algunos de los pocos amigos que le quedan, que a pesar
de su mea culpa pública él insiste en que sus prácticas fueron de
lo más normal en Washington.
Y tiene razón, opinan
críticos de un sistema electoral donde las campañas legislativas
dependen de la recaudación de millones de dólares, y que ese dinero
se consigue, ante todo, con cabilderos que representan a todo un
universo de intereses.
El ex senador Gary
Hart, entrevistado por la revista dominical del New York Times, dice
que nunca regresará al Congreso, ya que "uno tiene que recaudar
millones y millones de dólares para mantenerse en el puesto y lo
puede conseguir de los cabilderos, y lo que uno da a cambio es acceso.
Es un sistema corrupto. Es masivamente corrupto".
Esto no es noticia para
la mayoría de la ciudadanía. La encuesta de CBS News registró esta
semana que la tasa de aprobación del Congreso se ha desplomado a 27
por ciento, su nivel más bajo desde mediados de 1996, y revela que la
mayoría de estadounidenses cree que republicanos y demócratas serán
implicados en la investigación de corrupción en torno a Abramoff.
Ahora todos los líderes
del Congreso de ambos partidos han renovado el debate sobre la
necesidad de una "reforma" para limitar la influencia de los
cabilderos y otros intereses, pero la credibilidad de estos políticos
está por los suelos. No ayuda que alguien como Tom DeLay declare,
como lo hizo la semana pasada al renunciar a su puesto de líder
camaral: "siempre he actuado de manera ética, dentro de las
reglas de nuestro organismo y la ley de la nación". Como señaló
la gran periodista Molly Ivins: "no puede ser, este hombre fue
sancionado tres veces por el Comité de ética de la cámara sólo el
año pasado".
O de repente hay
noticias como el anuncio de acusaciones formales esta semana contra un
representante federal por Luisiana, William Jefferson, por exigir
sobornos a cambio de promover oportunidades de negocio en Nigeria y
Ghana.
Y hay más...
Abramoff, para varios
observadores, es sólo la "punta del iceberg". Hay por lo
menos 30 mil cabilderos en Washington dedicados al negocio de influir
en el proceso legislativo. Es una industria sin igual en el mundo que
genera unos 2 mil millones de dólares anuales, informó el
Internacional Herald Tribune.
Las contribuciones a
campañas electorales, boletos para actos deportivos, cenas de lujo,
viajes, y a veces sobornos explícitos, son la moneda de este
comercio, con la cual se compra el "acceso" a los encargados
del proceso legislativo. También es un club de cuates, con varios ex
funcionarios y legisladores dedicándose al cabildeo después de dejar
sus puestos.
Es
este sistema que está una vez más al descubierto, y los
"representantes del pueblo" buscan distanciarse y esconderse
como puedan de este desastre. La plaga puede contagiar a gran número
de ellos y, por lo tanto, están intentando desinfectar todo lo tocado
por Abramoff. Pero para muchos fuera de este circuito, es demasiado
tarde. Washington está ya muy enfermo, aun si el paciente no lo desea
saber.
Presionado,
DeLay deja liderazgo del Partido Republicano en el Congreso
La primera baja por
el caso Abramoff
DPA y Reuters
Washington, 8 de enero.
Bajo acusaciones de corrupción, lavado de dinero y financiamiento
ilegal electoral, el representante federal Tom DeLay, republicano por
el estado de Texas, anunció su renuncia definitiva al liderazgo de su
partido en la Cámara baja, en una decisión que comunicó por carta a
sus correligionarios en el Poder Legislativo.
DeLay, de 58 años, dejó
de ejercer provisionalmente el cargo en septiembre pasado, luego de
ser acusado en Texas de haber financiado su campaña con fondos
ilegales y de lavado de dinero.
La decisión fue
resultado de la presión que ejercieron sus compañeros de la bancada
republicana, preocupados por las acusaciones contra DeLay, pero sobre
todo por su relación con el cabildero (lobbyst) Jack Abramoff, quien
el 4 de enero pasado se declaró culpable de los delitos de fraude,
evasión fiscal y asociación delitictiva para sobornar a funcionarios
públicos.
Con su salida, DeLay
pone fin a un periodo en el que fungió como líder ideológico de las
fuerzas políticas conservadoras y fortaleció la relación entre el
poder y el dinero en Washington, según describió hoy la prensa
estadounidense.
"El puesto de líder
de la mayoría y el mandato de la mayoría republicana son tan
importantes que no pueden ser escatimados, ni siquiera durante unos
cuantos meses, por distracciones personales", afirmó DeLay en la
misiva a sus correligionarios.
En respuesta, la Casa
Blanca emitió una declaración en la que elogió la determinación
del legislador por haber puesto sus intereses personales por debajo de
los del Partido Republicano y de la Cámara baja.
DeLay, en conferencia
de prensa, negó haber violado la ley o los principios éticos
marcados para los legisladores federales durante los 21 años en que
sirvió como representante. Previamente ha dicho que no teme a los
efectos del caso Abramoff.
Sin embargo, DeLay
tendrá que lidiar con las persistentes versiones que lo vinculan
directa e indirectamente con Abramoff, quien tiene fama de haber
cultivado la amistad de legisladores republicanos con regalos
prohibidos, viajes, acceso a clubes de golf y eventos deportivos.
"DeLay es la
primera baja política del caso Abramoff", dijo el estratega
republicano, Richard Galen, citado por The Washington Post en su edición
de este domingo.
Analistas políticos en
Washington afirman que DeLay reformuló el cabildeo y puso de la mano
a republicanos con sectores empresariales.
En 1995 DeLay y el
estratega republicano, Grover Norquist, tuvieron la idea de que sólo
las agencias que se mostraran fieles a los republicanos y dieran
empleo a miembros del partido tuvieran acceso a políticos
influyentes.
Unos 250 ex miembros
del Congreso y altos funcionarios de agencias federales se han volcado
a esta actividad desde 1998, según el Center for Public Integrity.
Cerca de la mitad de los republicanos que abandonaron la Cámara de
Representantes se ha pasado a esas organizaciones.
Además, el número de
cabilderos registrados en Washington se ha duplicado en los últimos
cinco años hasta llegar a 37 mil. En ese lapso, las agencias de
cabildeo pagaron 12 mil millones de dólares para influir en la política.
"Lo que a muchos
miembros del Congreso gustaba de DeLay era su dinero", señaló
la revista Newsweek en un reportaje sobre el asunto, en el que agregó:
un cabildero incluso habló de una especie de pago de protección para
la "empresa Tom Delay".
El legislador, que
mantiene su puesto en la Cámara baja, informó que tiene planes de
reelegirse en los comicios previstos para noviembre próximo.
Como líder de la mayoría
republicana quedó provisionalmente el representante por un distrito
del estado de Missouri, Roy Blunt, quien asumió el cargo desde que
DeLay lo dejó temporalmente.
Entre los posibles
aspirantes a ocupar el puesto están Mike Pence del estado de Indiana
–conocido por su ideología conservadora–, Jerry Lewis de
California y el mismo Blunt.
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