Estados
Unidos e Israel
La
polémica Chomsky – Blankfort
Entrevista
de Silvia Cattori (*)
Red Voltaire, 23/02/06
Es un hecho que Tel
Aviv y Washington son socios en el Medio Oriente. La importancia de
ese vínculo en la política colonial de Washington es, sin embargo,
tema de debate en el seno del movimiento antiimperialista. Para el
periodista judío y antisionista estadounidense Jeffrey Blankfort la
influencia israelí ocupa un lugar central en la política
estadounidense y los movimientos antiguerreristas fracasan porque son
incapaces de comprender la importancia de ese grupo de influencia (lobby).
Desarrollando un enfoque radical sobre el asunto, que llega incluso a
negar la dimensión energética de la guerra contra Irak, Blankfort
revela al menos varias pistas interesantes sobre la influencia
sionista en Estados Unidos. Reproducimos hoy la entrevista que le
concedió a la periodista Silvia Cattori.
Jeffrey Blankfort es
periodista estadounidense y productor de programas radiales en las
cadenas KPOO, de San Francisco; KZYX, de Mendocino, y KPFT/Pacifica,
de Houston. Su compromiso con la lucha política a favor de los
palestinos y por la creación de un Estado único binacional en
Palestina desde los años 70 hizo que los movimientos sionistas
estadounidenses lo consideraran como uno de sus archienemigos pero le
valió también críticas por parte de un sector de la izquierda
estadounidense, reagrupada alrededor de Noam Chomsky, que le reprocha
su «obsesión por el grupo de influencia». Jeffrey
Blankfort fue redactor del Middle East Labor Bulletin y
cofundador del Labor Committee of the Middle East. Fue
también miembro fundador de la Nov. 29 Coalition on Palestine.
Silvia
Cattori: Washington y Tel Aviv intensifican sus
amenazas contra Irán. En su opinión, ¿es un interés nacional específico
de Israel el debilitamiento, e incluso la destrucción, de numerosos
países árabes vecinos? ¿En qué medida logra Israel orientar la política
de Estados Unidos en el sentido de emprender nuevas agresiones en el
Medio Oriente?
Jeffrey
Blankfort: Mi posición, expuesta por demás en un artículo,
es la siguiente: la guerra contra Irak no fue una guerra por el petróleo
sino una guerra concebida por los neoconservadores y el grupo de
influencia pro israelí en Estados Unidos, en beneficio de Israel. Su
objetivo era situar a Israel en una posición preponderante en el
Medio Oriente, en el marco de un plan tendiente a perfeccionar el
control mundial estadounidense. Era ese el llamado del documento
intitulado «Project for a New American Century» (Proyecto para un
nuevo siglo americano), o PNAC 1.
Y aunque cierto número de eminentes personalidades, tanto del mundo
político como de los sectores de la defensa, hayan dicho que se
trataba de una guerra declarada y librada al servicio de Israel, el
movimiento antiguerrerista se negó obstinadamente a tomar esa
posibilidad en cuenta. En este mismo momento, el único componente de
la sociedad estadounidense que está tratando de empujar a la
administración de Estados Unidos a un enfrentamiento militar con Irán
resulta ser el establishment sionista, o el grupo de influencia, si
prefiere usted llamarlo así –se trata de organizaciones como el
AIPAC (American Israel Public Affairs Committee) 2,
así como de otras organizaciones judías– cuyo principal objetivo
es impedir que Irán logre dotarse de armas nucleares. La izquierda y
el movimiento antiguerrerista están tan obcecados por la imputación
de todos los males al imperialismo estadounidense, por un lado, y por
su pánico a dar lugar a lo que podría ser una forma de supuesto «antisemitismo»,
por otro, que han exonerado a Israel de toda implicación (lo que aún
siguen haciendo); mientras que otros, aún manteniéndose dentro del
consenso, no han dejado de implicarlo.
De esa forma, al no
haber tenido que pagar precio alguno por haber empujado a Estados
Unidos a la guerra contra Irak –y no me refiero solamente a la
actual guerra sino también a la guerra del Golfo, en 1991– ahora se
disponen a hacer lo mismo contra Irán. ¡Hasta para un grupo de
influencia se trata de un comportamiento absolutamente único,
absolutamente sin precedentes!
Silvia
Cattori: En otras palabras, ¿Estados Unidos estaría
actuando en función de los intereses de Israel? ¿No se opone esa
tesis a la que sostienen Chomsky y la izquierda en general, que
estiman que es Estados Unidos el que utiliza a Israel, que no hay
convergencia de intereses entre Israel y Estados Unidos, y que Israel
desempeña simplemente el papel de «gendarme» como pago por los
favores de Estados Unidos en el Oriente Medio?
Jeffrey
Blankfort: Es cierto, Chomsky tiende a simplificar la política
estadounidense echándole la culpa de todo a las élites y a todo el
que esté en la Casa Blanca, aunque ocultando cuidadosamente el papel
del Congreso. Chomsky y sus amigos agitan, directa o indirectamente,
el espectro del antisemitismo, o el de la incitación al
antisemitismo, y el resultado es que todo el mundo se calla.
Bueno, tenemos que
saber que Chomsky, que fue sionista durante su juventud –vivió en
Israel, tiene amigos allá e incluso pensó establecerse allí
definitivamente– reconoció en 1974 que eso podía estar influyendo
en sus análisis y sus posiciones, y quiso que sus lectores lo
supieran. Así lo escribió en 1974. Sin embargo, son pocos los
lectores de Chomsky que lo saben hoy día. No saben que Chomsky fue
sionista y que llegó incluso a estudiar la posibilidad de radicarse
en Israel. De hecho, en años no ha dicho nunca una palabra sobre
Israel, aunque ha hablado sobre el papel de Estados Unidos en América
Latina y en Vietnam. Fue un amigo común, el Dr. Israel Shahak, quien
convenció a Chomsky de abordar públicamente el tema de la manera en
que Israel trata a los palestinos.
Es interesante
comprobar que la obra más importante de Chomsky sobre la cuestión
israelo–palestina, The Fateful Triangle [El triángulo fatal]
empieza, de hecho, por una defensa de Israel. O sea que, aunque
reconoce todos los crímenes israelíes contra los palestinos, ¡acusa
principalmente a Estados Unidos por permitir que se cometan! Permítame
decirle que ese tipo de defensa podría servirle a Pinochet, en Chile,
o a cualquier otro dictador aupado por Estados Unidos en cualquier
otro lugar del mundo, para ser exonerado de la responsabilidad
fundamental de sus crímenes y hacerla recaer en Estados Unidos… Yo
no estoy de acuerdo con eso… Y la mayoría de los que comprenden la
situación tampoco está de acuerdo cuando tienen que analizar esa
manipulación.
Algunos de mis
amigos, que también son amigos de Chomsky, lo han reconocido; están
de acuerdo conmigo. Yo diría que el problema consiste en que, como
colegas académicos, se sienten incómodos en criticar a Chomsky,
sobre todo teniendo en cuenta los constantes ataques de que es objeto
por parte de la derecha.
[Chomsky] ha
defendido a mucha gente que era atacada y, de esa manera, se ha ganado
su lealtad. También ha servido de tutor a bastantes investigadores e,
irónicamente, es Chomsky quien ha llevado a mucha gente a adoptar un
compromiso político… Esa gente leyó a Chomsky y se entusiasmó con
la acción política. ¡Sólo después se dan cuenta –con suerte–
que Chomsky no sólo abre puertas sino que también las cierra!
Silvia
Cattori: ¿Lo cual quiere decir que Chomsky concede al
grupo de influencia pro israelí menos importancia de la que en
realidad tiene? ¿Ha sostenido Chomsky alternativas injustas hacia los
palestinos en aras de proteger a Israel, país con el que mantiene un
vínculo afectivo? ¿Es ese el único caso en que Chomsky defendió lo
indefendible?
Jeffrey
Blankfort: Sí, en lo esencial. Sobre la mayoría de los
demás temas es más abierto. Pero sobre ese tema en particular, se
niega de plano a conversar. En 1991, tuvimos un intercambio que se
publicó en un diario de izquierda de Nueva York, The National
Guardian, y un amigo de Nueva York quiso organizarme un debate con
Chomsky sobre la cuestión del grupo de influencia israelí durante la
Conferencia de Investigadores Socialistas (Socialist Scholars
Conference). Chomsky se negó escribiendo que «eso no aportaría
nada ». Después de su negativa, le pregunté a un profesor de
California, Joel Benin, a quien conozco bien y que defiende las
posiciones de Chomsky, si estaría dispuesto a participar en un debate
conmigo. También se negó dándome exactamente la misma respuesta: «¡Eso
no aportaría nada!»
Silvia
Cattori: ¿Y en cuanto a Irán, que hoy está en la
mirilla, Chomsky minimiza también, según la opinión de usted, el
papel del grupo de influencia que actúa en Estados Unidos a favor de
Israel?
Jeffrey
Blankfort: En lo tocante a Irán, parece que Chomsky y los
demás siguen sin querer ver la campaña que el grupo de influencia
está desarrollando para llevarnos a una nueva guerra –una guerra
que sería muchísimo más catastrófica que el actual desastre de
Irak.
Existe, en Estados
Unidos, una coalición de doce organizaciones comunitarias judías que
se identifica a sí misma como «Una Voz por Israel» (One Voice
for Israel), y que se creó en 2002 para responder a la publicidad
negativa que la destrucción de Jenin significó para Israel. Todos
los años, durante una especie de apoteosis que llama «Take–5»,
esa federación se las arregla para que un millón de mujeres judías
llamen por teléfono a la Casa Blanca simultáneamente. Otro día
llaman al Congreso. Cada vez que lo hacen bloquean la central telefónica
del Capitolio. Es una forma de demostrar su poder...
El 22 de febrero van
a llamar al presidente Bush para decirle lo que ellas creen se debe
hacer en cuanto a Irán y al desarrollo nuclear de ese país, sea
civil o militar. Ese tipo de operación sigue teniendo lugar,
permanentemente, pero el movimiento antiguerrerista, o la izquierda,
no estiman que sea un problema. ¡Si saben que existe! El profesor
Chomsky me escribió (a mí y a otros) que ese asunto no le
interesa...
Hace ya dos años,
cuando la misma persona que lo había invitado a debatir conmigo (en
1991) le preguntó a Chomsky si estaba interesado, él se negó
invocando mi «obsesión por el grupo de influencia». Incluso escribió
que se niega a leer el artículo que escribí sobre él. No es el tipo
de respuesta que se espera de un intelectual. Me parece curioso que
acepte con gusto debatir con Alan Dershowitz, porque es realmente fácil,
y que se niegue sin embargo a debatir con alguien de izquierda. Por lo
menos sobre ese tema… ¡Y es de eso que habría que hablar no de
otra cosa!
Silvia
Cattori: ¿Piensa usted que exista en otros países algo
equivalente al AIPAC?
Jeffrey
Blankfort: El AIPAC es algo muy particular. Aunque es un
grupo de influencia declarado y registrado como favorable a Israel no
está obligado a registrarse como grupo de influencia extranjero, lo
cual lo sitúa en una posición absolutamente única en Estados
Unidos. En cada audiencia del Congreso que tenga que ver con las
cuestiones del Medio Oriente, usted podrá ver empleados del AIPAC
participando.
Ningún otro grupo de
influencia, en particular ningún grupo de influencia extranjero,
tiene ese privilegio. También son ellos quienes redactan las leyes
que el Congreso adopta seguidamente, como por ejemplo el reciente
decreto «Sobre la rendición de cuentas por Siria y la soberanía de
Líbano» (Syrian Accountability and Lebanese Sovereignty Restoration
Act) 3,
adoptado hace dos o tres años, que debía llevar a la situación que
vemos hoy en el Líbano y Siria, decreto que fue redactado par el
AIPAC, que llegó incluso a jactarse de ello poco después.
La izquierda es la única
pretende no saber nada de eso. También está en el sitio web del
AIPAC, así como en sus publicaciones impresas. El AIPAC propone también
jóvenes y brillantes estudiantes judíos para que hagan pasantías en
las oficinas de los parlamentarios en el Congreso. Le piden a un
congresista que los reciba y le dicen: «Tenemos un joven que
quisiera hacer una pasantía en el Capitolio, nuestros jóvenes pueden
hacer una pasantía de un año y harán un trabajo eficaz en su
oficina… » ¿Ustedes creen que haya muchos congresistas que se
nieguen a aceptar un secretario que no cobra?
Esa organización –AIPAC–
tiene también una fundación especial que organiza viajes gratuitos a
Israel para los miembros del Congreso. El año pasado más de cien
congresistas fueron a Israel por esa vía, sin que les costara un
centavo, con todos los gastos pagos por esa fundación. Es bueno saber
que hay un gran debate alrededor de esos viajes gratis pagados por
diferentes grupos de influencia, pero no creo eso signifique el menor
problema para las maniobras del AIPAC. Si hay medidas drásticas, el
Congreso hará una excepción cuando se trate de Israel...
Lo curioso es que los
estadounidenses tenemos un país vecino, al sur, que se llama México.
México es mucho más importante para Estados Unidos, para nuestra
economía, y hay además en Estados Unidos muchas más personas de
origen mexicano que judíos… Miles de mexicanos y de
mexicano–estadounidenses trabajan aquí, son responsables del
cultivo y la cosecha de los productos agrícolas de Estados Unidos.
Sin embargo, no hay delegaciones del Congreso que vayan a visitar México,
y México no habla constantemente de la importancia fundamental de México…
Si los congresistas estadounidenses van a México, es de vacaciones.
Sin embargo, aquí, en Estados Unidos, se recalca siempre la
importancia de Israel.
Hay dos razones muy
simples: el dinero y la intimidación. El Partido Republicano se apoyó
durante años en ricos protectores judíos para obtener la mayoría de
las contribuciones financieras que recibe. No es el propio AIPAC el
que reparte dinero. No, el AIPAC coordina todo eso y le dice a usted a
quién hay que darle dinero. Supongamos que usted es un donante judío
y quiere hacer algo para contribuir a la causa de Israel. El AIPAC le
dirá dónde depositar su dinero. Así vemos que existen a través de
Estados Unidos cerca de 40 Comités de Acción Política, o PAC (Política
Action Committee), cuya única razón de ser es proporcionar dinero a
los candidatos a las elecciones estadounidenses (a todos los niveles)
que apoyen a Israel. Aquí, en California, tenemos un «Comité de
Californianos del Norte por el Buen Gobierno». En
St. Louis, Missouri, usted encontrará el comité «St–Louisans for
Good Government». El más importante es el National PAC, o
NPAC. También tiene el Hudson Valley Political Action Committee, el
Desert Caucus, etc.
Si usted se atiene a
la razón social de esos comités, no logrará hacerse la menor idea
de cuál es su utilidad, mientras que los demás grupos de influencia
anuncian claramente sus objetivos. ¿Por qué no tenemos ningún «Comité
de judíos partidarios de Israel»? ¿Sería más claro, no? Sin
embargo hay algo más grave aún, para los demócratas, y para una
parte de los republicanos, y es el dinero que reciben de
personalidades judías sionistas. Por ejemplo, en 2002, un israelí de
origen egipcio, Haim Saban, que vino a Estados Unidos y ganó miles de
millones de dólares con un programa de televisión para niños que se
transmitía el sábado por la mañana, donó 12,3 millones de dólares
al Partido Demócrata, o sea a penas un millón y medio menos que los
comités de acción política de los fabricantes de armas que hicieron
donaciones, pero a ambos partidos estadounidenses...
Y no se trata de un
benefactor entre tantos otros. Ese mismo Haim Saban fue quien fundó
la Institución Saban, ante la Brookings Institution 4,
que se ocupa de los asuntos israelíes. Es también uno de los
financistas del AIPAC y paga fiestas, en Washington, durante las
cuales el AIPAC entrena estudiantes de secundaria y estudiantes
universitarios para la difusión de propaganda pro israelí. Las
universidades estadounidenses son los principales campos de batalla de
los movimientos judíos que se dedican al cabildeo a favor de Israel,
y que se unieron en el seno de la Israel Campus Coalition, que cuenta
con 28 asociaciones, entre ellas el AIPAC, y cuya única y primordial
preocupación es Israel.
Actualmente, uno de
los principales objetivos del grupo de influencia es lograr que las
universidades pongan fin a sus campañas de retirada de Israel. Los
cabilderos pro israelíes también tratan de influir en la nueva
generación de líderes de la comunidad judía, que están realizando
actualmente sus estudios, para llevarlos a contribuir con la
propaganda a favor de Israel.
Silvia
Cattori: Para ayudar a los palestinos a obtener justicia
sería necesario al menos que quienes los apoyan –o pretenden
hacerlo– digan la verdad. Lo que sucede da la impresión que no se
dice la verdad ni siquiera en el seno de ese grupo. ¿Cree usted que
la solidaridad fracasó en Estados Unidos, como en Europa, porque la
dirige gente que está ahí para frenar la crítica contra Israel? ¿Piensa
que la influencia de Chomsky se ejerció en ese sentido?
Jeffrey
Blankfort: Aquí, en Estados Unidos, el movimiento pro
palestino es totalmente ineficaz, desde hace mucho tiempo, y es por
varias razones. Una de ellas es que se niega a reconocer el papel del
grupo de influencia pro israelí. Es como si usted se estuviera
preparando para jugar un partido de football. Usted se pone los
zapatos apropiados pero, en vez de ir para el estadio, ¡se va para el
centro comercial! Si cuando suene el silbato, usted ni siquiera está
en la cancha ¿cómo va a ganar el partido?
O sea, usted tiene de
un lado, el grupo de influencia más poderoso de Estados Unidos, y del
otro, el movimiento de solidaridad con los palestinos que no se
preocupa en lo más mínimo del anterior, aparte de alguna que otra
protesta ocasional frente al AIPAC… Una de las razones es que ese
movimiento de solidaridad está influido por grupos marxistas, que
siempre están desfasados, que viven en otra época, en un pasado
donde los grupos de influencia no desempeñaban ningún papel.
¡Hay militantes políticos
que me dicen bastante a menudo que hablar del grupo de influencia «no
es marxista» o que hablar del grupo de influencia «no es socialista»!
Yo les digo que es un elemento que existe, una realidad y que eso es
lo importante. Por otro lado, hay muchísimos antisionistas judíos,
de estilo inimitable, que ocupan posiciones como dirigentes en el
movimiento pro palestino, que afirman que denunciar al grupo de
influencia conduce al antisemitismo.
Esos son lo que yo
llamo «judíos excepcionalistas», que rechazan toda crítica
dirigida contra actos realizados colectivamente por otros judíos,
como el cabildeo a favor de Israel, ¡lo que en la práctica los hace
muy difíciles de diferenciar de los sionistas confesos!
Le voy a decir lo que
sucede: cada vez que oigo a esa gente negar la existencia del grupo de
influencia, ¡me recitan palabra por palabra el dogma chomskyano sin
citarme siquiera el nombre de Chomsky! ¡Chomsky ejerce sobre ellos
una influencia tan crítica, tan poderosa, que no pueden hacer otra
cosa que identificarse con él!
Chomsky se pronunció
públicamente contra la desinversión del Massachusetts Institute of
Technology (MIT), donde él trabaja, y logró aniquilar, de tanto
edulcorarla, una resolución de desinversión en Israel. Se opone a
toda sanción contra Israel, se opone a la eliminación de las
relaciones, ¡nunca ha sacado de la manga una propuesta de acción
para cambiar la situación mundial que vaya más allá de «escribirle
al redactor jefe»!
Nunca menciona al
Congreso, nunca menciona las comisiones presupuestarias. Si llega a
mencionar la ayuda a Israel en el Congreso, jamás dirá: «¡Ustedes
tienen que parar eso!» La mencionará como si fuera un hecho que
se toma o se deja, como si dijera: «Hoy está lloviendo » o «Está
bonito el día». Yo le escribí sobre el asunto y su respuesta no
fue especialmente amistosa...
Desde 1988 hasta 1995
estuve publicando una revista, el Middle East Labor Bulletin,
que tuvo a Chomsky entre sus suscriptores. Yo escribía una sección
especial, dedicada al grupo de influencia israelí en el Congreso, en
la que revelaba los nombres de los congresistas que estaban con el
grupo y mencionaba las fuentes, en su mayoría de la prensa sionista.
Todo lector de la revista disponía de pruebas ampliamente suficientes
del control del grupo de influencia israelí sobre el Congreso de
Estados Unidos.
Recientemente volví
a leer ciertos números de aquella revista, publicados hace 20 años.
¡Podría haberlos escrito hoy! Así Chomsky no puede hacerse ahora el
que no sabe. Pienso simplemente que sus tempranas lecciones de
catequismo sionista y sus temores en cuanto al porvenir de los judíos
siguen tan presentes en su mente que es como un niño que se niega a
admitir la verdad. Da lástima.
Pertenece a esa
categoría de gente que llamamos, en Estados Unidos, «gatekeepers»
(guardianes del serrallo)… También es un «gatekeeper» en lo
tocante a otro tema fundamental: les hechos del 11 de septiembre de
2001. Él descarta de un manotazo las numerosas preguntas que han
aparecido alrededor de la versión oficial de la administración Bush
sobre los atentados del World Trade Center. Chomsky afirma que no hay
ninguna razón seria para poner en duda la versión de los atentados
del 11 de septiembre que cuenta Bush. También la mayoría de las críticas
que le dirigen [a Chomsky] provienen de personas que han investigado
los atentados del 11 de septiembre, mientras que él se obstina a
repetir el mantra según el cual «lo que nos contó la
administración Bush es la verdad». O sea, el papel que Chomsky
desempeña actualmente en la arena internacional es, en mi opinión,
un papel reaccionario.
También dice, por
otro lado, muchas cosas que están bien, con las que estoy de acuerdo
y repito una vez más que mucha gente dice que Chomsky los llevó a
preocuparse por la política. Él encendió la chispa en bastante
gente. Pero, en este momento –quizás se trate de una situación
dialéctica– está apagando la chispa o, por lo menos, está
orientado a sus émulos en la dirección incorrecta…
Silvia
Cattori: ¿La denuncia que hace usted de las tesis de
Chomsky –tesis que ignoran la influencia del AIPAC y de otras
organizaciones similares en las guerras estadounidenses del Medio
Oriente y el impacto negativo de estas tesis en los movimientos de
solidaridad– es compartida en Estados Unidos por muchos otros
intelectuales?
Jeffrey
Blankfort: Yo pertenezco a una minoría, pero tengo una
lista importante de gente con la que me comunico por correo electrónico,
y también dirijo una estación de radio –en realidad tengo dos. Los
sionistas han tratado de hacerme callar, pero no lo lograron...
Una de las formas que
tienen de intimidar a la gente consiste en utilizar las diferentes
organizaciones judías. Cada una de éstas desempeña un papel específico.
Particularmente importante entre esas asociaciones es la Anti–Defamation
League (ADL), que tiene como misión principal la de difamar,
intimidar y espiar a la gente que critica a Israel. Estoy entre los
que han sido objeto de ese espionaje y sé de lo que hablo...
Uno de sus agentes se
infiltró en nuestra organización, la Comisión de Trabajo sobre el
Medio Oriente (Labor Committee on the Middle East), de la que
fui uno de los cofundadores, en 1987. Después supimos que estaban
espiando a cientos de asociaciones de todo el espectro político, y a
miles de personas individualmente. Para ser exacto, ¡más de 600
asociaciones y nada menos que 12 000 personas!
Yo logré obtener el
expediente que estaban preparando contra mí y comprobé que me habían
espiado ilegalmente. Así que les puse pleito.
Acudí a los
tribunales junto con otros dos militantes y, al cabo de dos años, los
tipos de la ADL aceptaron un arreglo amigable que no implicaba que les
firmara un compromiso de silencio. Quizás sea por eso que no paro de
hablar de ellos.
El tipo que me
espiaba por cuenta de la ADL trabajaba también para los servicios
secretos sudafricanos. En Estados Unidos teníamos un enorme
movimiento antiapartheid. En la práctica, el grupo de influencia
israelí y Sudáfrica estaban en la misma página de la guía telefónica,
eran aliados realmente muy cercanos, aliados en todos los aspectos,
socialmente, culturalmente y políticamente. Era algo que,
desgraciadamente, el movimiento antiapartheid no quiso –tampoco él–
tener en cuenta, una vez más, debido a las presiones sionistas...
Tiendo a decir que el
problema para la creación de un verdadero movimiento político en
Estados Unidos consiste en que ese movimiento se encuentra, desde el
principio, bloqueado, de un lado, por los sionistas, y del otro, por
el rechazo, como el de Chomsky, a hablar abiertamente del sionismo y
del papel que desempeña éste aquí, en Estados Unidos.
Volvamos atrás, a
1988, a una época en que, durante los primeros meses de la primera
Intifada, el movimiento antiintervencionista se negaba a apoyar la
exigencia de que Israel pusiera fin a la ocupación del territorio
palestino. Un líder de los indios estadounidenses me dijo en aquel
entonces que el principal problema del movimiento estadounidense era
que había en él demasiados sionistas liberales. Y es verdad. Nunca
cito el nombre de aquel militante indio porque si lo hiciera público,
enseguida lo acusarían de antisemitismo...
Se me acusó de ser
de los judíos que desarrollan un «odio hacia sí mismos», de ser
antisemita… y no sé qué más. Pero no me importa porque considero
que la acusación de antisemitismo es el primer recurso de la
perfidia. El patriotismo es el refugio final de la perfidia, pero el
antisemitismo es el primero… ¡En este país ha sido utilizado para
hacer callar a mucha gente honesta! Esa es una de las razones por las
que estoy en contra de todas esas organizaciones específicamente judías
que se vanaglorian de estar a la vanguardia de la lucha por Palestina.
Lo que pasa es que hay muchos judíos antisionistas, o que afirman
serlo, que dicen: «Como judíos antisionistas tenemos que ser los
líderes, para que los demás vean que no todos los judíos apoyan a
Israel»...
Yo estoy totalmente
en contra de eso porque los contribuyentes estadounidenses pagan sus
impuestos y, por consiguiente, ¡apoyan a Israel! O sea, en definitiva
¡es un problema estadounidense! Y, al hacer valer que es
absolutamente necesario que los líderes del movimiento sean judíos,
que hay judíos antisionistas, que hay judíos que hacen esto, que
otros judíos hacen aquello… ¿qué le están diciendo en realidad a
los no judíos? Les están diciendo: «Si podemos hacer esto es
porque somos judíos». Han estado haciéndolo desde hace tanto
tiempo… ¡y no funciona!
Así que cuando Jeff
Blankfort habla, el que se expresa no es un judío. Es un ser humano.
Por eso, en 1970, cuando fui por primera vez al Medio Oriente (al Líbano
y Jordania), no le dije a la gente que era judío. ¡El que fue allá
no fue Jeff Blankfort el judío sino Jeff Blankfort el periodista!
No había que ser
sudafricano para estar en contra del apartheid. No había que ser
nicaragüense para estar en contra de los Contras, ni había que ser
vietnamita para estar contra la guerra de Vietnam… ¿Qué tiene que
ver el ser judío con el hecho de denunciar lo que los israelíes están
haciendo sufrir a los palestinos? En realidad, los judíos deberían
ser extremadamente prudentes en lo que se refiere al papel de
dirigentes. Ese no es el papel de los judíos o de los que se
identifican como judíos. La ironía es la gente que más se cita, que
más se expresa sobre este asunto en Estados Unidos son todos judíos
que, a fin de cuentas, quieren proteger a Israel...
Chomsky, por
supuesto, es el más importante de todos. Entonces, critican a Israel
porque es importante, lo menos que se puede hacer. Pero desvían la
responsabilidad principal hacia Estados Unidos y, al hacerlo, aunque
no absuelven a Israel, no dejan por ello de protegerlo contra toda
medida de respuesta en forma de sanciones, de boicots y de ruptura de
vínculos…
Silvia
Cattori: Acaba usted de decir que usted mismo fue
acusado de antisemitismo. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez,
por ejemplo, fue acusado recientemente por los diarios franceses
Libération y Le Monde de haber tenido expresiones «antisemitas».
¿No cree usted que esa acusación se ha hecho más difícil de
explotar ante una opinión pública que ha descubierto que estaba
siendo objeto de manipulaciones políticas?
Jeffrey
Blankfort: Aunque la gente dijera algo sobre eso en
privado, no lo dirían públicamente. Yo ayudo a veces a obtener
entrevistas de palestinos y de israelíes progresistas para los medios
de difusión de la región del Gran San Francisco y, diría yo, hace
varios años, las cosas eran más abiertas, más libres que hoy en las
radios de gran audiencia. En 1982, logré que se entrevistara en el talk
show de mayor audiencia de San Francisco a un soldado israelí, un
reservista, que se negaba a hacer su servicio en el Líbano. Aquel
hombre dijo la verdad sobre la guerra del Líbano, que no eran los
palestinos los que estaban bombardeando aquel país. Durante la
segunda hora del programa, que estaba saliendo al aire para todo el
territorio estadounidense, llamó a la estación un oyente con un
fuerte acento extranjero y preguntó: «¿Quién es el responsable
que está dejando hablar a ese comunista en la radio?»
El conductor del
programa le respondió que era él mismo, aunque en realidad había
sido el productor quien había intervenido para que mi amigo saliera
al aire. Poco después, aquel conductor, uno de los conductores
radiales más populares de San Francisco, fue substituido por un
sionista que todavía está en ese puesto y que es tan sionista que
todo los años, cada vez que se celebra en San Francisco la fiesta
nacional israelí, es él el maestro de ceremonias…
En la radio, entre
las principales estaciones, usted encontrará, entre los propietarios
o los que toman las principales decisiones, gente que son
evidentemente sionistas. Por ejemplo, el presidente de CBS News,
Leslie Moonves, es un sobrino en segundo grado de David Ben Gurión.
La mayoría de la gente no puede (o no quiere) creerme cuando hablo de
la influencia sionista en los medios de difusión. Yo leo la prensa
judía, que no para de publicar información sobre eso, información
que no aparece sin embargo en la gran prensa. Es en la prensa judía
donde encuentro la mayor parte de mis datos, y cuando los verifico,
esa prensa es fidedigna… Hay una publicación especialmente útil
sobre ese tema. Se trata de Forward, un semanario que es el
equivalente del Wall Street Journal, destinado a los judíos,
ya que contiene mucha información que no aparece en ninguna otra
parte.
Lo más simpático es
que la mayoría de la gente que conozco, que lucha por los palestinos
en Estados Unidos, ¡nunca ha leído la prensa judía! Para mí, si
usted no lee la prensa judía sionista, usted no es serio. En efecto,
en este país no podemos hacer nada de manera directa en cuanto a lo
que está pasando en Palestina. Pero, lo que sí podemos hacer en
Estados Unidos es luchar contra el apoyo que tiene Israel en este país,
denunciar al grupo de influencia israelí y socavar las posiciones de
Israel en Estados Unidos. Únicamente debilitando el apoyo de que goza
Israel en nuestro país, en Estados Unidos, podemos fortalecer la
posición del pueblo palestino.
Silvia
Cattori: ¿No hay acaso mucha gente, conmovida por la
desgracia de palestinos e iraquíes, que está cada día más
consciente de que los medios de difusión mienten?
Jeffrey
Blankfort: Bueno, usted sabe… claro, los diarios nos
mienten, pero incluso aunque hay más información en Internet, ésta
no siempre es confiable tampoco –incluso de nuestro lado–, y
tenemos que estar atentos a no tragarnos todo lo que vemos en Internet
simplemente porque nos guste creerlo…
En la región de la
bahía de San Francisco tuvimos, no hace aún mucho tiempo, siete u
ocho diarios. ¡Hoy quedan apenas dos… y medio! Aquellos diarios se
convirtieron en especies de tabloides al estilo de la peor prensa británica.
Su única ambición era mantenerse a flote y no hundirse por culpa de
la televisión… Al contrario de lo que sucede en Europa, en Estados
Unidos la calidad de la televisión es deplorable, y los
estadounidenses son verdaderamente adictos a la televisión. Son
igualmente adictos a todos los equipos electrónicos portátiles, como
los walkmans CD y MP3, y, desde hace uno o dos años, a los célebres
iPod. Eso no augura nada bueno. Además, la escena política está
totalmente cerrada, no hay prácticamente ninguna posibilidad de
acceder a ella.
Tenemos dos partidos,
que se parecen prácticamente en todo. ¡Son las dos alas del Partido
Capitalista! Uno compra a la gente: el Partido Demócrata. El otro la
destruye: el Partido Republicano. Ambos debaten (o más bien, hacen
como si debatieran) sobre asuntos de política interna. Pero se
abrazan cuando se trata de Israel. Por ejemplo, puede haber mujeres
congresistas que luchan por el derecho al aborto. ¡Y se unen a las
congresistas más derechistas, a las que más violentamente se oponen
al aborto, cuando se trata de apoyar a Israel! ¡De eso no se habla
nunca, ni siquiera se menciona, en el seno de la izquierda! Es
realmente deprimente porque no veo mucha evolución, aunque hubo
algunas protestas con motivo de reuniones del AIPAC local. Pero no se
relaciona claramente al grupo de influencia israelí y al Congreso con
lo que pasa en Israel/Palestina. Y no veo que la situación esté
mejorando mucho. No sé si va a producirse una reacción ni de qué
forma. Por el momento, no vislumbro un futuro muy brillante...
Silvia
Cattori: Si no cambia la orientación de los medios de
difusión y si el grupo pro israelí sigue ejerciendo su influencia
sobre nuestros países, ¿no cree usted que Israel va a sentirse más
cómodo para atacar a Irán y, más tarde, a Siria?
Jeffrey
Blankfort: Los neoconservadores arrastraron a Estados
Unidos a la guerra en Irak. El padre del actual presidente, el primer
George Bush, estaba en contra de esa guerra, al igual que las compañías
petroleras. Y a pesar de lo catastrófico de esta guerra, desde todo
punto de vista, no han tenido que pagar políticamente ningún precio,
simplemente porque sólo unos cuantos publicistas aislados –entre
ellos una minoría de editorialistas de izquierda, y ningún
representante del movimiento antiguerrerista en nuestro país– han
escrito artículos denunciando eso. Esas mismas fuerzas están
empujando hoy a Estados Unidos hacia la confrontación con Irán.
Aunque no creo esta llegue a producirse, únicamente porque Estados
Unidos está empantanado en Irak. Además, si algún día Estados
Unidos tuviese que atacar a Irán, las tropas iraquíes, entrenadas
por Estados Unidos, muy pro iraníes y vinculadas a dos partidos,
SCIRI y al–Da’wa (fundados ambos en Irán en 1982, y que
combatieron del lado iraní contra Sadam Husein) replicarían
seguramente, e Irak estallaría aún más de lo que ya ha empezado a
hacerlo.
Por eso pienso que
Estados Unidos no atacará a Irán, aunque todo el mundo aquí parece
pensar que sí. Si Estados Unidos ataca a Irán será la prueba final
de que el grupo de influencia sionista ejerce un control total sobre
la política estadounidense, y no creo que las cosas hayan llegado a
ese punto, por ahora.
Es interesante lo que
está pasando: en este momento, Bush está débilitado; los
republicanos lo abandonan, ha perdido muchos partidarios en el
Congreso; va a lograr el nombramiento de su favorito, Alito, a la
Corte Suprema, pero el AIPAC criticó a ese candidato porque le parece
poco enérgico en lo tocante a Irán. El AIPAC criticó al tal Alito,
acusándolo de haber sido incapaz de llevar a Irán ante el Consejo de
Seguridad de la ONU, aún sabiendo perfectamente que si Estados Unidos
hubiese logrado hacer comparecer a Irán ante el Consejo de Seguridad,
no por ello habría logrado obtener la mayoría necesaria contra ese
país… Circulan muchas especulaciones según las cuales Israel va a
atacar Irán, aunque Estados Unidos vacile, porque se trata de un año
electoral, y porque Israel sabe bien –al igual que el grupo de
influencia israelí en Estados Unidos– que haga lo que haga Israel,
en esa coyuntura, será aplaudido por el Congreso. Por tanto, corremos
el riesgo de encontrarnos ante el mismo escenario que en el caso de
Irak...
Es interesante anotar
que los periódicos, las radios y las cadenas de televisión observan
efectivamente que los congresistas no criticarán nunca a Israel en un
año electoral, pero no explican nunca el porqué… La izquierda,
bajo la dirección de Chomsky, hace como si ni siquiera estuviese al
tanto de la existencia de algún problema.
La ironía es que, si
usted lee la gran prensa, se encuentra mucha más información sobre
lo que pasa, en lo tocante al grupo de influencia, que si lee la
prensa de izquierda, en el estado lamentable en que esta se encuentra
actualmente. Es importantísimo leer el diario The Forward
porque explica lo que pasa en cuanto al grupo de influencia. Ese
diario cubrió recientemente la investigación dirigida contra el
AIPAC, que la izquierda, una vez más, ignora deliberadamente. Algunos
preguntan: «Si el AIPAC es tan poderoso como dicen ¿cómo es que
está siendo investigado?» Mi respuesta es que hay gente, en
Washington, en los servicios de inteligencia, que tienen sus propias
razones para estar extremadamente inquietos ante la «israelización»
de la política exterior de Estados Unidos.
Y esa gente, que
trabaja o que trabajó en Washington, viene lidiando desde hace mucho
con el grupo de influencia pro israelí. La izquierda, de nuevo, no
participa en esa lucha, desgraciadamente. Por tanto, sí hay gente en
Washington que sabe lo que trama Israel, que sabe lo que hace en
Washington el grupo de influencia israelí y que quiere parar eso.
Silvia
Cattori: Volviendo a lo que lo separa a usted de Chomsky
sobre el tema palestino, ¿se puede decir que usted quiere que los
palestinos ganen mientras que Chomsky quiere que los israelíes no
pierdan?
Jeffrey
Blankfort: Yo no lo diría así, pero pienso que son los
palestinos quienes tienen que decidir el porvenir en Israel y en
Palestina, y que Chomsky se preocupa principalmente por el futuro de
Israel y el bienestar de los judíos. Él se opone a la solución de
un solo Estado. Para mí, el Estado único es la única solución
posible. Pero no desarrollaré aquí mi argumentación porque no nos
corresponde a nosotros decidir eso.
Ciertamente, yo doy
la prioridad a los palestinos y él se la da indudablemente a los
israelíes.
Ahí reside,
efectivamente, la diferencia fundamental entre nosotros. Muchas
gracias.
Notas:
(*)
Entrevista realizada por Silvia Cattori el 11 de febrero de 2006. La
transcripción del inglés es de Claudine Faenhdricht y la traducción
del inglés al francés de Marcel Charbonnier. Esta traducción es
copyleft.
1
Ver sobre este tema «L’Institut américain de l’entreprise à la
Maison–Blanche», Voltaire, 21 de junio de 2004.
2
Ver sobre el tema «Les fondamentalistes pour la guerre», por Thom
Saint–Pierre, Voltaire, 3 de abril de 2003.
3
«Le Syria Accountability Act», Voltaire, 19 de septiembre de
2003.
4
Ver sobre el tema «La Brookings Institution, think tank des bons
sentiments», Voltaire, 30 de junio de 2004
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