Las
denuncias de ex espías de la CIA contra Bush: ¿qué hay detrás?
¿Rebelión
en la granja? ¿O guerra por el poder?
Por
Manuel Freytas
IAR–Noticias,
07/03/06
¿En
que anda la "Agencia"? Parece que los "derechos
individuales" y las "libertades constitucionales" se
han convertido ahora en materia de "reivindicación" para ex
agentes de la CIA, la principal agencia de espionaje de EEUU, que ha
caracterizado su funcionamiento histórico a partir del accionar
ilegal y de las operaciones encubiertas por todo el planeta.
La
función histórica de la CIA siempre fue la de desestabilizar
gobiernos, preparar golpes de Estado militares, infiltrar movimientos
revolucionarios, asesinar dirigentes populares, derrocar presidentes,
y masacrar y/o torturar a todo el que se opusiera a las estrategias de
dominio de EEUU y de las trasnacionales capitalistas.
Una
de la misiones esenciales de la CIA tal cual como ocurrió en Irak,
consiste en preparar, mediante operaciones encubiertas, el terreno político
y social para invasiones militares, y esa tarea, para que sea
efectiva, debe desarrollarse mediante la mentira, el ocultamiento y la
acción psicológica orientada a encubrir el verdadero objetivo.
Esa
es la función que cumplió históricamente la CIA, desde su creación,
con demócratas o republicanos en la Casa Blanca.
Los
mismos espías contratados para las campañas "anti–Bush"
formaron parte de planes de operaciones encubiertas de la CIA durante
las administraciones demócratas o republicanas, y hoy simplemente
recitan un "libreto diferente" para complacer a sus
mandantes: el establishment de poder norteamericano que no quiere a
Bush en la Casa Blanca.
Nada
más opuesto que la CIA a las libertades civiles, los derechos humanos
y la libre expresión que reclaman los cretinos adversarios internos
de Bush.
Antes
de la "globalización" y de la "exportación" de
elecciones y "procesos democráticos" por el planeta era
impensable que un espía "demandase" o denunciase a la
Agencia reivindicando cualquier "derecho constitucional",
sin que su cuerpo desapareciese de la vida material en cuestión de
horas.
¿Y
a que se debe tanta "democracia participativa" en el
organismo más siniestro y oscuro del Imperio norteamericano?
¿Cómo
es eso de que un ex espía roba y vende impunemente secretos
clasificados de Estado a las cadenas mediáticas sin que nadie lo
ejecute o los procese por "traición a la patria"?
En
primer lugar, porque los "compradores" de esos secretos de
Estado (hoy los demócratas) son una parte del establishment de poder
estadounidense que guerrea internamente para apoderarse de la Casa
Blanca y de los resortes administrativos del Estado imperial.
La
CIA, como cualquier organismo de Estado, está sujeto a los vaivenes
de la política interna, de la guerra electoral entre republicanos y
demócratas, y sus directivos y funcionarios se quedan o se van
conforme a su alineamiento en el juego político–electoral de los
dos grandes sectores del poder político.
La
CIA –vale aclararlo– es un organismo de inteligencia de Estado
cuyas operaciones son secretas y encubiertas y su "éxito"
–medido en términos de resultados– depende fundamentalmente del
factor sorpresa.
Es
ridículo pedirle a la CIA –o a cualquier servicio de
inteligencia– qque publique sus operaciones en un boletín oficial o
que pida permiso a los jueces para ejecutar una operación encubierta.
Bush
y los halcones cuando diseñaron la "inteligencia" para
justificar la invasión no mintieron, solamente utilizaron a la CIA y
a los otros organismos de inteligencia para hacer lo que hicieron
todas las administraciones imperialistas anteriores: invadir y
conquistar militarmente para apoderase de nuevos mercados y recursos
naturales, como es el caso del petróleo en Irak.
Los
mismos ex espías –de diferentes jerarquías escalafonarias– que
hoy denuncian a la administración Bush fueron parte integrante del
"sistema" hasta que fueron despedidos o renunciaron por su
adscripción política a la "oposición".
Una
vez despedidos, comienzan a trabajar para los grupos enfrentados al
"oficialismo".
Y
por supuesto, a canjear "información clasificada" –hoy
destinada a alimentar la campaña electoral de los demócratas– por
dinero o por nuevos puestos si la nueva administración asume en la
Casa Blanca.
Desde
luego que nadie se pregunta que hacían, cual era la función de estos
ex espías "denuncieros" –y súbitamente moralistas– en
la administración Bush o en las administraciones demócratas que la
precedieron.
El
caso más emblemático al respecto es el sionista demócrata, ex
asesor de seguridad de Clinton, Saul Berger, a quien en el 2004, en
plena campaña electoral, le encontraron robando papeles clasificados
de inteligencia para incriminar a Bush y favorecer a la campaña de
Kerry para quien trabajaba como asesor.
Increíblemente,
Berger, que durante su paso como asesor de seguridad de Clinton urdió
la trama de inteligencia del bombardeo e invasión a la ex
Yugolslavia, y que luego diseñó los primeros bombardeos contra Irak
y las primeras operaciones para asesinar a Saddam, denunció a Bush y
a su administración por ¡haber mentido! para invadir Irak.
Berger,
sorprendido robando documentos secretos para incriminar a Bush por
"belicista y mentiroso", diseñó la inteligencia de los
bombardeos a Yugoslavia y fue el principal impulsor de los ataques aéreos
"preventivos" contra Irak durante la administración
Clinton.
El
hecho revela la catadura moral de los ex funcionarios que se prestan,
en carácter de denunciantes "justicieros", a las campañas
mediáticas de los demócratas para apoderarse de la Casa Blanca. Son
piezas recicladas del mismo Imperio que conduce Bush.
Ahora,
ya sin golpes militares ni movimientos revolucionarios para
exterminar, sin hipótesis de conflicto estratégico con la URSS,
parece que la Agencia se ha vuelto algo "democrática" y
tolerante con sus ex espías encubiertos, una parte de los cuales pasa
a tener fama mediática escribiendo libros o formulando denuncia
contra la principal herramienta de inteligencia exterior del Imperio.
Es
el caso del ex espía que, este lunes, demandó a la Agencia por
censura y privación de sus derechos constitucionales a la
"libertad de expresión".
Un
caso rayano en el "chiste" y el absurdo, que las agencias
internacionales presentaron como "información seria".
"Libertad
de expresión"
El
lunes se conoció que un ex integrante de la CIA está demandando a la
mencionada agencia de inteligencia del gobierno estadounidense por
supuesta violación de sus derechos constitucionales a la libre
expresión.
En
una demanda ante las cortes federales, T.J. Waters dijo que la CIA
ordenó retirar decenas de fragmentos de texto en su libro acerca del
entrenamiento de espías, después de haber aprobado inicialmente el
documento.
Waters,
de 40 años de edad, pertenecía a la primera promoción de la CIA
posterior al 11 de septiembre de 2001, y trabajó para esa agencia
entre 2002 y 2004.
Las
300 paginas de libro ofrecen una crónica de su año en un centro de
entrenamiento en el que los reclutas aprenden a utilizar disfraces y a
sobrevivir un interrogatorio.
Waters
dijo que en mayo de 2004 había presentado a la agencia su libro Class
11: Inside the CIA´s First Post–9–11 Spy Class.
Según
Waters, cuatro meses después unas cuantas palabras fueron suprimidas
del texto a publicar.
Pero
el ex funcionario argumenta que el mes pasado la CIA le informó que
se necesitarían nuevas supresiones de textos, muchas de ellas
involucrando material que había sido previamente aprobado.
Waters
cree que el director de la CIA, Porter Goss, se opone a que los
agentes escriban libros, y ha puesto al personal de revisión de
publicaciones bajo presión para hacer más lento el proceso.
Pero
la vocera de la CIA, Jennifer Dyck, negó que Goss buscara demorar el
proceso de revisión.
"El
objetivo es aprobar los manuscritos en el menor tiempo posible, pero
libros más complejos que se involucran en detalles clasificados sí
toman más tiempo", concedió Dyck.
Los
corresponsales dicen que recientemente Goss ha sido bastante crítico
del perjuicio causado por fugas de información clasificada.
El
mes pasado, los medios estadounidenses informaron que las agencias de
inteligencia de ese país han estado removiendo del acceso público
miles de documentos históricos que ellos consideran una "entrega
precipitada" de información delicada.
Esta
es la "historia oficial", la que l prensa del sistema vende
para consumo masivo, veamos que hay detrás y que intereses se juegan
en esa movida.
"Rebelión"
en la CIA
Los
primeros movimientos de la dirección de la CIA bajo las órdenes de
Porter Goss, el sucesor de George Tenet, desataron diversas
acusaciones que dicen que los halcones y la Casa Blanca estuvieron
detrás de las purgas desatadas en el organismo.
Las
purgas afectaban a agentes y directivos que habían estado vinculados
a las diferentes denuncias e "informes" sobre torturas en
Irak y los falsos argumentos utilizados por la administración Bush
para derrocar a Saddam Hussein, que fueron ampliamente difundido por
los consorcios mediáticos vinculados a los demócratas, y que
apoyaron la candidatura de Kerry, como es el caso de The New York
Times y The Washington Post, entre otros.
Los
espías y directivos "purgados" tras la a llegada de Porter
Goss estaban señalados por los halcones como "traidores" y
vinculados con la estructura del Partido Demócrata, para cuyas campañas
filtraban información clasificada del organismo, con las que luego
fundamentaban las denuncias.
George
Tenet dejó la jefatura de la CIA en julio de 2004, en pleno escándalo
por los resultados de la comisión del 11–S que imputaba a la CIA
"irregularidades" en el manejo de información sobre Irak y
los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York.
Tanto
el ex director de la CIA, George Tenet como el secretario de Estado
Colin Powell (que también fue "renunciado" por el
Presidente) fueron acusados en extramuros de "boicotear" la
campaña de Bush en alianza con los republicanos
"moderados", que preferían a Kerry, antes que al actual
presidente en la Casa Blanca.
Pat
Roberts, que preside el Comité de Inteligencia del Senado, propuso
entonces un "plan de reorganización global del aparato de
inteligencia", con el nombramiento de un superdirector de
Inteligencia.
El
plan implicaba la reestructuración de la Agencia con despido masivo
de personal jerárquico, lo que generó una polémica con Rumsfeld y
los halcones a quienes se los sindicaba como los articuladores de la
maniobra con el objetivo de controlar la Agencia por medio de Porter
Goss, leal a Cheney y al secretario de Defensa.
Finalmente,
y como producto de esa maniobra de los halcones, John Negroponte, ex
embajador en Irak y adscripto al Pantágono y la Casa Blanca, asumió
el la dirección nacional de inteligencia el año pasado.
Porter
Goss, un hombre de la trilogía Bush–Cheney–Rumsfeld, que presidía
el Comité de Inteligencia de la Cámara, incorporó a la agencia a
miembros de su antiguo equipo que fueron recibidos como "extraños"
en el organismo de inteligencia.
En
varios departamentos de la CIA se desató una especie de "rebelión"
larvada a lo que consideraban una "purga" y una ingerencia
de la inteligencia del Pentágono en sus asuntos internos. Esta polémica
dura hasta hoy.
Y
explica las denuncias con fines políticos, como la del agente T.J.
Waters, que se inscriben dentro de la guerra por el poder de demócratas
y republicanos que este año afrontan elecciones parlamentarias.
El
director adjunto de la Agencia, John McLaughlin y Stephen Kappes,
subdirector de operaciones, y Michael Sulick, su número dos, fueron
obligados a dimitir por directa presión de la Casa Blanca, que colocó
en las áreas claves a gente de su total confianza.
La
administración Bush –fortalecida por el triunfo electoral de
noviembre– decidió meter "mano dura" en la CIA con la
intención de extirpar a los bolsones "opositores" que han
colaborado y proporcionado información confidencial a la campaña de
Kerry, sobre todo en lo relativo a la ocupación de Irak.
La
"guerra interna"
La
Casa Blanca resolvió iniciar su segunda gestión con el camino
despejado de los espías que supuestamente en la CIA colaboraron con
las campañas mediáticas contra Bush, alimentando las denuncias sobre
las torturas en Irak y la inexistencia de armas de destrucción
masiva, con lo cual se crearon los argumentos que sostenían que el
Presidente "había mentido" para lanzar la invasión a ese
país.
En
medios vinculados a los halcones se señalaba que, durante la gestión
de Tenet, altos funcionarios de la Agencia y miembros retirados de la
misma estuvieron vinculados a todas las denuncias motorizadas por los
demócratas y por los medios vinculados a la campaña de Kerry, caso
de The New York Times y The Washington Post, quienes fueron punta de
lanza de todas las acusaciones contra la administración Bush.
Después
de que ex altos funcionarios de la CIA vinculados a la campaña de
Kerry resolvieran revelar las "mentiras" sobre las ADM de
Saddam, Bush y los halcones tomaron la decisión de relevar a Tenet y
terminar con la estructura que le respondía en la Agencia.
En
noviembre y diciembre pasado Times, Newsweek yThe Washington Post,
entre los medios más influyentes, habían difundido información señalando
que Bush –influenciado por Cheney, Rumsfeld y el lobby judío– había
resuelto dar al Pentágono el control total sobre la estructura de
inteligencia, principalmente sobre la unidad paramilitar de la CIA que
tuvo a su cargo las operaciones encubiertas durante décadas.
La
decisión, que fue tomada por Bush antes de las elecciones de
noviembre y se consolidó tras el triunfo electoral, permite a
Rumsfeld controlar las operaciones al margen de las normas y
restricciones legales impuestas a la CIA y a las otras agencias de la
comunidad de inteligencia.
Posteriormente,
esperaron el segundo mandato de Bush, para poner en marcha su proyecto
de reemplazar a la CIA por comandos y agentes secretos militares en
las operaciones encubiertas en el exterior.
Los
jefes políticos de la operación de subordinación de la CIA y de la
inteligencia civil al Pentágono son el Vicepresidente Dick Cheney y
el secretario de Defensa Donald Rumnsfeld, jefes del grupo
neoconservador, quienes hicieron lobby para que Bush firmara una serie
de resoluciones y decretos presidenciales que habilitan la participación
de comandos militares en operaciones encubiertas.
En
julio del año pasado, el Congreso de EEUU –controlado
mayoritariamente por los republicanos– alcanzó un acuerdo para
aplicar las recomendaciones de la comisión del 11–S para reformar
la CIA y los servicios de la llamada "comunidad de
inteligencia" estadounidense.
La
nueva legislación, basada en las recomendaciones de la Comisión del
11–S, creaba un nuevo cargo de director de inteligencia nacional,
con amplios poderes sobre el resto de las agencias de inteligencia,
incluida la CIA, y con control sobre los gastos de inteligencia.
Después
de una intensa presión de la Casa Blanca y del Pentágono, el
Congreso aprobó finalmente un proyecto que redujo el poder del nuevo
director, aduciendo facultades del Secretario de Defensa para mantener
sus "responsabilidades estatutarias". Esto es, mantuvo
vigente el control del 80% del presupuesto al Pentágono.
En
esa dirección el Presidente y sus consejeros de seguridad nacional
han consolidado el control sobre el resto de las corporaciones de
inteligencia, reafirmando la posición del grupo de neoconservadores
conocidos como el lobby judío en el mando civil del Pentágono.
En
este sentido, y atento al "año electoral", los
especialistas en Washington estiman que este año van a florecer las
denuncias de ex agentes de la CIA contra la administración, por
cuenta de la campaña electoral demócrata.
En
ese escenario, Paul Pillar, quien entre 2000 y 2005 fue el máximo
analista en asuntos de Medio Oriente de los servicios de inteligencia
de EEUU, afirmó que la administración Bush ignoró, o pasó por
alto, la evaluación y los partes informativos elaborados sobre Irak
por la CIA y otros organismos oficiales en el período previo a la
invasión.
En
cambio –señala–, desde el entorno político de Bush un
"grupo paralelo", sin consultar a ningún organismo de
inteligencia oficial, elaboró análisis y conclusiones orientados a
justificar la invasión decidida por la Casa Blanca.
Las
acusaciones de Pillar, publicadas el 10 de febrero, son las más
graves desde que se filtró el llamado Memorándum de Downing Street
al periódico londinense The Sunday Times, en mayo de 2005.
Ese
documento citaba al jefe de inteligencia británico Alastair Campbell,
quien acababa de regresar de un viaje a Washington, informando que
Bush "quería sacar a Saddam Hussein a través de la acción
militar" y que, para ese fin, "la inteligencia y los hechos
estaban siendo organizados en torno a la política".
Realizando
el consabido "aprovechamiento" de la denuncia, el líder de
la minoría demócrata del Senado, Harry Reid, solicitó una
investigación inmediata. "La evidencia de que la Casa Blanca
manipuló y desclasificó selectivamente información de inteligencia
para hacer una campaña de relaciones públicas antes, durante y después
de la invasión a Irak crece cada día", señaló.
Analistas
estadounidenses consideran el testimonio de Pillar, un experto de alto
vuelo de la CIA, como de gran importancia incriminatoria contra Bush.
A
las revelaciones de Pillar se suman nuevas revelaciones de manipulación
de información confidencial por parte de la Casa Blanca.
Hace
dos semanas el ex jefe de gabinete y "mano derecha" del
vicepresidente Dick Cheney, I. Lewis "Scooter" Libby,
testificó que fue "autorizado" por el propio Cheney y otros
funcionarios de la Casa Blanca para filtrar información clasificada a
corresponsales durante el período previo a la invasión de Irak.
El
objetivo de esas filtraciones ilegales, según la revista The National
Journal, fue construir una argumentación falsa para justificar ante
la opinión pública y la comunidad internacional el ataque militar a
Irak ya diseñado por los estrategas del Pentágono.
A
raíz de este escandaloso caso debió renunciar su jefe de gabinete
Lewis Libby, que permanece procesado por la justicia y afrontando
graves cargos.
El
ex funcionario de inteligencia, Pillar, aclara, en el artículo de
Foreign Affairs, que este análisis fue realizado por iniciativa
propia de la CIA, ya que la administración Bush, además de hacer
caso omiso a los partes de información oficial sobre Irak, jamás
solicitó evaluación alguna a la CIA y a los otros organismos de
inteligencia.
Los
expertos estiman que los demócratas, en un año electoral con
elecciones legislativas en noviembre, van a aprovechar los testimonios
de Pillar y de otros ex expertos ede la CIA, rezagados por
"opositores" a Bush , para retomar su ofensiva orientada a
probar que la administración republicana fabricó pruebas falsas y
mintió para justificar la invasión a Irak.
La
CIA, como se puede apreciar, desde la "oposición" o desde
el "oficialismo", opera para ambos bandos del poder imperial
estadounidense.
Eso,
por supuesto no altera para nada la "política de Estado"
del Imperio estadounidense, que sigue funcionando como en sus mejores
tiempos.
Es
solo una guerra por el control de los negocios y el lobby de la Casa
Blanca: el que gana gobierna, y el que pierde acompaña... Y la CIA,
siempre está.
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