Lo
que oí sobre Irak
Por
Eliot Weinberger (*)
La
Jornada, 19/03/06
Este
lunes se cumple el tercer aniversario de la invasión a Irak por parte
de fuerzas estadounidenses y sus aliados. En tanto, Ediciones Era
prepara el nuevo libro del pensador Eliot Weinberger, que aborda
precisamente ese tema. Como un adelanto para los lectores de La
Jornada y con autorización de la editorial, presentamos el siguiente
fragmento de ese volumen.
En
2005, oí que las fuerzas de la coalición acampaban en las ruinas de
Babilonia. Oí que habían excavado trincheras con buldózers en toda
la zona y que habían despejado áreas para aterrizaje de helicópteros
y para estacionamientos, que habían llenado miles de costales con
tierra y fragmentos de piezas arqueológicas, que una avenida de
ladrillos de 2 mil 600 años de antigüedad había sido destruida por
el peso de los tanques y que los soldados habían arrancado los
ladrillos con relieves de dragones de la Puerta de Ishtar para
conservarlos como recuerdos. Oí que las ruinas de las ciudades
sumerias de Umma, Umm al Akareb, Larsa y Tello estaban completamente
destruidas y eran ya paisajes de cráteres.
Oí
que Estados Unidos planeaba construir una embajada en Bagdad que
costaría mil 500 millones de dólares, tan cara como la Torre de la
Libertad que se construiría en el lugar de las Torres Gemelas, y que
sería el edificio más alto del mundo.
Vi
un titular de Los Angeles Times que decía: ''Luego de destruir la
ciudad, Estados Unidos trata de consolidar la confianza''.
Oí
que el personal militar traía tarjetas con puntos de que hablar, como
las que se usan para dar una conferencia, con frases como ''Somos un
equipo basado en los valores y orientado a la gente, que lucha por
mantener la dignidad y el respeto para todos''.
Oí
que 47 por ciento de los estadounidenses creía que Saddam Hussein
contribuyó a planear los ataques del 11 de septiembre y que 44 por
ciento creía que los secuestradores eran iraquíes; 61 por ciento
pensaba que Saddam había sido una grave amenaza para Estados Unidos y
76 por ciento pensaba que los iraquíes estaban mejor ahora.
Oí
que Irak era considerado ya, con Haití y Senegal, una de las naciones
más pobres del mundo. Oí que el informe de la Comisión para los
Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas decía que la
desnutrición aguda entre los niños iraquíes se había duplicado
desde que comenzó la guerra. Oí que tan sólo se había gastado
cinco por ciento del dinero que el Congreso había asignado para la
reconstrucción. Oí que en Faluya la gente vivía en tiendas de campaña
sobre las ruinas de sus casas.
Oí
que el presupuesto de este año incluía 105 mil millones dedólares
para la guerra en Irak, con lo que se alcanzaría un total de 300 mil
millones. Oí que Halliburton calculaba que su factura por servicios
al ejército estadounidense en Irak rebasaría los 10 mil millones. Oí
que las familias de los soldados estadounidenses muertos en Irak
reciben 12 mil dólares.
Oí
que la Casa Blanca había eliminado por completo el capítulo dedicado
a Irak del Informe Económico Anual del presi–dente, ya que no se
ajustaba al tono, por lo demás festivo.
En
la misma semana de enero, oí decir a Condoleezza Rice que había 120
mil tropas iraquíes entrenadas para tomar el control de la seguridad
del país.
Oí
que el senador Joseph Biden, demócrata de Delaware, decía que el número
estaba más próximo a cuatro mil. Oí decir a Donald Rumsfeld: ''El
hecho es que hay 130 mil 200 hombres que han sido entrenados y
equipados. Eso es un hecho. La idea de que ese número es falso es
completamente incorrecta. El número es ése''.
Oí
cómo explicaba la discrepancia: ''¿Todos los días mueren algunos?
Claro.
''¿Hay
otros que se retiran en distintos momentos o que son heridos? Sí, es
cierto''. Recordé que el año anterior él había dicho que el número
era 210 mil. Oí que el Pentágono anunciaba que ya no daría a
conocer cifras de las tropas iraquíes.
Oí
que 50 mil soldados estadounidenses carecían de protección
antibalas, pues el encargado del equipamiento del ejército la había
colocado en el mismo nivel de prioridad que los calcetines. Oí que
los soldados estaban comprando personalmente sus propios chalecos
blindados con placas de acero ''antitrauma'', mochilas de hidratación
''camelback'', gogles de batalla, protectores para codos y rodillas,
fundas para cargadores y chalecos para llevar carga. Oí que estaban
equipando sus vehículos con láminas de desecho como protección
contra las bombas en calles y caminos, pues la producción de Humvees
blindados estaba rezagada más de un año y los pocos vehículos
blindados disponibles se destinaban principalmente a altos
funcionarios o visitantes distinguidos.
Oí
que la compañía de seguridad privada Custer Battles había recibido
15 millones de dólares por proporcionar seguridad para vuelos civiles
en el aeropuerto de Bagdad, en un periodo en el que no hubo vuelos
civiles. Oí que las fuerzas estadounidenses no habían logrado todavía
garantizar la seguridad en las dos millas de carretera entre el
aeropuerto y la Zona Verde.
Oí
que el tío del presidente, Bucky Bush, había ganado medio millón de
dólares con sus acciones de la Engineered Support Systems Inc., una
compañía contratista de la Defensa que había recibido 100 millones
de dólares por su trabajo en Irak. Bucky Bush está en el consejo de
administración, pero oí que Dan Kreher, vicepresidente de Relaciones
con los inversionistas de esa compañía, dijo: ''El hecho de que su
sobrino esté en la Casa Blanca no tiene nada que ver con que el señor
Bush esté en nuestro consejo o con el hecho de que nuestras acciones
hayan subido mil por ciento en los pasados cinco años''.
Oí
que una auditoría del Pentágono a tan sólo una parte de los
contratos de Halliburton había encontrado 100 millones de dólares en
''costos cuestionables''. Los oí mencionar la compra de 82 mil 100 dólares
de gas licuado y una cuenta de 27.5 millones para transportarlo. Oí
que otras ocho auditorías del gobierno a Halliburton se clasificaron
como ''secretas'' y no se dieron a conocer al público.
Oí
que los afroamericanos conforman normalmente 23 por ciento de las
tropas activas, pero que el reclutamiento de afroamericanos había
bajado 41 por ciento desde el principio de la guerra. Oí que un
Estudio de imagen de las fuerzas armadas estadounidenses, preparado
por el ejército había recomendado que ''para que el ejército logre
sus objetivos con una Fuerza de Futuros Soldados, debe revisar
detenidamente su imagen así como los productos que ofrece''.
Oí
que el ejército estaba desarrollando soldados robots. Oí a Gordon
Johnson, del Comando de las Fuerzas Conjuntas del Pentágono, decir:
''No les da hambre. No tienen miedo. No olvidan sus órdenes. No les
importa si el compañero de junto cae herido''. Lo oí decir: ''Me han
preguntado qué sucedería si un robot destruye un autobús escolar en
vez de un tanque estacionado cerca de éste.
''Los
abogados me dicen que no está prohibido que los robots tomen
decisiones de vida o muerte. No les confiaremos a los robots esas
decisiones hasta que no estemos seguros de que las puedan tomar.''
En
marzo, en el segundo aniversario de la invasión, oí que mil 511
soldados estadounidenses habían muerto y aproximada–mente 11 mil
habían sido heridos.
No
había ninguna manera de saber exactamente cuántos iraquíes habían
muerto en la guerra.
Oí
que Donald Rumsfeld decía: ''Bueno, si tienes un país de 25 millones
de habitantes y tienes X miles de criminales, terroristas, miembros
del partido Baas, elementos del antiguo régimen que quieren hacer
estallar cosas y fabricar bombas y matar gente, lo pueden hacer. Eso
sucede en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, en la mayoría
de los países del mundo, la gente muere y hay violencia''.
Oí
que además de prohibir que se fotografiaran los ataúdes de los
soldados estadounidenses, la administración estaba impidiendo que se
fotografiara a los heridos que salían de Bagdad en vuelos nocturnos;
eran transportados en camionetas sin identificación y entraban por la
puerta trasera de los hospitales militares.
Oí
hablar de desesperación. Oí al general John Abizaid, que encabeza el
comando central estadounidense, decir de los insurgentes: ''No creo
que estén aumentando. Creo que están desesperados''.
Oí
hablar de esperanza. Oí al general Richard Myers, jefe del Estado
Mayor Conjunto, decir: ''Volví con una imagen más positiva que
nunca. Creo que estamos logrando cierto impulso''.
Oí
hablar de felicidad. Oí al teniente general James Mattis decir que
''es muy divertido pelear'' en Irak. Lo oí decir: ''Es en realidad
muy divertido. Me gusta andar echando bronca''.
Oí
que Donald Rumsfeld había creado su propia agencia de inteligencia,
la Rama de Apoyo Estratégico, ''diseñada para operar sin detección
y bajo el control directo del secretario de Defensa'', sin las leyes
de supervisión que rigen para la CIA, y que empleaba a
''sobresalientes figuras'' cuyos ''lazos con el gobierno
estadounidense sería embarazoso que salieran a la luz''. Oí de la práctica
de ''entrega extraordinaria'' por medio de la cual los sospechosos de
terrorismo son secuestrados y trasladados en avión a países
conocidos por torturar a sus prisioneros o a cárceles secretas en
Tailandia, Afganistán, Polonia o Rumania.
Oí
que había 3 mil 200 prisioneros en Abu Ghraib, 700 por encima de su
capacidad. Oí que el mayor general William Brandenburg, que supervisa
las operaciones militares de detención en Irak, dijo: ''Tenemos una
capacidad normal y una capacidad pico. Ahora estamos operando en
capacidad pico''. Un año antes había oído al presidente prometer
''demoleremos la cárcel de Abu Ghraib como un apropiado símbolo del
nuevo Irak''. Oí que afuera de la cárcel hay un letrero que dice:
''No estacionarse. Zona de descarga de detenidos''.
Oí
que algunos soldados estadounidenses habían hecho un video con música
heavy metal llamado Locura de Ramadi con partes tituladas ''Esos mañosos
cabrones'' y ''Otro día, otra misión y otro costal de escoria''. En
una escena un soldado patea el rostro de un iraquí moribundo,
amarrado y tirado en el piso. En otra, un soldado mueve el brazo de un
hombre al que acaban de matar, para hacer parecer que se despide. Oí
que un vocero del Pentágono decía: ''Es claro que los soldados quizá
cometieron errores de juicio''.
Oí
que el ejército emitió un informe de mil 200 páginas que detalla la
tortura de prisioneros iraquíes en tan sólo una base de inteligencia
militar y durante unos cuantos meses de 2003. En respuesta al informe,
oí decir al teniente coronel Je–remy Martin: ''El ejército es una
institución que aprende. Si tenemos algunas deficiencias, tratamos de
corregirlas. Ahora hemos aprendido cómo llevar a cabo ese proceso''.
Oí
a un soldado estadounidense hablar de sus fotografías de los 12
prisioneros que había matado con una ametralladora: ''Le disparé a
este tipo en la cara. Miren cómo su cabeza está partida en dos. Le
disparé a este otro en la ingle. Le tomó tres días desangrarse''.
Lo oí decir que era un cristiano devoto: ''Bueno, me arrodillé. Dije
una oración, me levanté y les dis–paré a todos''.
(*)
Eliot Weinberger es un famoso escritor y poeta estadounidense, que se
ha destacado además como traductor de la poesía hispanoamericana al
inglés. La versión completa de “Lo que oí sobre Irak”
(What I Heard about Iraq) fue publicada por la editorial Verso.
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