Por
un nuevo movimiento de derechos civiles
En
defensa de los inmigrantes
Socialist
Worker / Obrero Socialista, marzo 2006
La marcha gigantesca
del 10 de marzo en Chicago, días después de la protesta frente al
Capitolio en Washington, apunta hacia lo que podría converstirse en
un nuevo movimiento por los derechos de los inmigrantes.
La marcha de Chicago
expresó claramente el mensaje de que los inmigrantes están hastiados
de ser convertidos en chivos expiatorios por los políticos cuando es
evidente que la economía de EEUU depende de su trabajo. Es el
momento, y tenemos la oportunidad de construir este nuevo movimiento.
Pero hay problemas que deben ser superados si es que vamos a organizar
el movimiento más eficaz posible.
El primero de estos
es el peligro muy real de que un proyecto de ley que criminalizaría
fulminantemente a los inmigrantes y sus familias pueda ser aprobado
por el Congreso. Otro es la creciente amenaza de los grupos
cazamigrantes como los “Minutemen” que siguen tratando de reclutar
militantes y siguen presionando a los políticos para adoptar su
postura racista y represiva.
La estrategía de
protestar y confrontar a estos racistas ha sido exitosa. Emulando el
ejemplo de luchas locales similares desde San Diego a Nueva York-- que
surgieron para combatir a esta milicia vigilantista desde sus
comienzos en abril de 2005--la movilización de centenares de
simpatizantes pro inmigrantes empujó exitosamente a los Minutemen,
quienes terminaron refugiándose aislados al margen de las grandes
ciudades del país.
Sin embargo, si los
Minutemen han logrado algo a pesar de sus derrotas, ha sido que han
conseguido moldear el debate nacional de manera que ambos partidos
tratan el asunto de la inmigración como si fuera un problema. Si el
movimiento pro inmigrantes ha desarollado un método eficaz para
combatir a los cazamigrantes, la postura de los supuestos “amigos”
de los inmigrantes le presenta una disyuntiva al movimiento.
Hasta ahora la única
oposición legislativa contra la ley racista sometida por el
congresista James Sensenbrenner (de Wisconsin) proviene del proyecto
de ley McCain/Kennedy, que aunque es un poco menos severo y más
sensible hacia las familias, de todos modos argumenta que la
“frontera debe ser defendida”.
La mayoría del
movimiento pro derechos del inmigrante piensa que esto es lo mejor que
se puede lograr, pero la legislación McCain/Kennedy tiene muchos
defectos. No sólo aumenta las medidas de “seguridad” en la
frontera, creando programas conjuntos con las autoridades mexicanas
para castigar legalmente a los inmigrantes en ambos lados de la
frontera, sino que también pone a los trabajadores completamente a la
merced de los patrones.
Bajo la legislación
McCain/Kennedy, un periodo de 45 días sin empleo automáticamente
tiene la consecuencia de la deportación, dándole a los patrones una
oportunidad completamente legal de explotar a sus trabajadores,
chantajeándolos respecto a su status inmigratorio.
Además, requiere que
las tarjetas verdes (de residencia) sean patrocinadas por los
patronos, otra vez proveyéndole el control del status inmigratorio a
los jefes y socavando cualquier esfuerzo para organizar sindicatos.
Además, la legislación
está redactada de forma que les permitirá a los patrones el despedir
a millones de trabajadores citando el requisito de documentación,
solo para poder contratarlos de nuevo con salarios de principiantes.
Desafortunadamente,
muchos activistas y los sindicatos no solo creen que el proyecto de
ley McCain/Kennedy es lo mejor que se puede lograr en este momento,
sino que tienen ilusiones de que los Demócratas van a defender a los
inmigrantes.
A pesar de que los
políticos Demócratas más prominentes del estado de Illinois dieron
discursos a la multitud en Chicago, su partido no cree que sea posible
derrotar las políticas anti-inmigrantes impulsadas por los
Republicanos.
Presentándose como
“duros en contra del terrorismo”, los Demócratas han dejado de
hablar sobre la posibilidad de que los trabajadores inmigrantes puedan
lograr la amnistía que quieren y necesitan, y ha adoptado una posición
semejante a la de Bush respecto al programa de “trabajadores huéspedes”--en
realidad un nuevo programa bracero.
Existe un peligro
sustancial que los Demócratas oficialicen el programa de Bush y los
patrones, como supuesta “resistencia” al de los Republicanos que
simplemente quieren criminalizar a los inmigrantes. Peor aún, algunos
políticos Demócratas, como la gobernadora de Arizona, Janet
Napolitano, ha ido más alla que los Republicanos en ciertas
ocasiones.
Después de proclamar
un “estado de emergencia” en la frontera, Napolitano mandó tropas
de la Guardia Nacional para patrullarla. Esto es otro ejemplo de la
simple verdad de que el “mal menor” de los Demócratas es todavía
un “mal”. Por lo tanto, un movimiento pro derechos de los
inmigrantes debe ser indepiendente de las maniobras de los partidos de
los patrones y debe elaborar sus propias demandas.
Los 30 grupos
defensores de los derechos de los inmigrantes que organizaron la
marcha de Chicago presentaron como sus demandas centrales la amnistía
para los inmigrantes indocumentados, el declarar a Illinois como un
santuario para todos los inmigrantes y el apoyo a una huelga general
en respuesta a los Minutemen, a la ley de Sensenbrenner, y contra el
Muro del Apartheid en la frontera entre EEUU y México. Esto
representa un nuevo capítulo en la lucha por derechos civiles de los
inmigrantes.
Marcha
en Chicago concentró a 300,000 personas
¡Aquí
estamos y no nos vamos!
Por
Lance Selfa
Socialist Worker / Obrero Socialista, marzo 2006
A viva voz, este es
el mensaje que le dio a los políticos y a los cazamigrantes la
inspiradora manifestación del 10 de marzo en Chicago. Según la
prensa latina, la marcha concentró a 300,000 personas.
Como símbolo de la
importancia de los inmigrantes para la economía estadounidense, ola
tras ola de trabajadores, estudiantes, familias enteras, incluso
ancianos en sillas de ruedas, abarrotaron la ruta de la marcha, que se
extendió por más de dos millas, desde los barrios del oeste de la
ciudad hasta la sede del gobierno federal en el centro.
La marcha estaba
permeada de un sentimiento de ira contra los políticos que quieren
criminalizar a los inmigrantes. “¿Porque no presentarse a
manifestar?”, preguntó Francesca Carate. “Cuándo te están
oprimiendo, cuando quieren sacarte tus derechos y decirte que tú no
sirves para nada porque tú eres hispano--¿quién tiene el derecho
decir esto?”
Un padre llevaba una
pancarta que decía en inglés: “Bush, mi hijo mexicano murió en
Irak”.
“Vine para apoyar a
todos los inmigrantes, todos los que no tienen papeles”, le dijo
Alfredo, mexicano radicado en Chicago por 14 años, a Obrero
Socialista. Los indios americanos no dicen nada [de sacar] a todos los
que están aquí. Si todos nos vamos de aquí, EEUU no tiene nada, ni
para armamento para la guerra”.
Esta indignación se
combinaba con una sensación de confianza en la posibilidad de
organizar a las masas de inmigrantes y sus simpatizantes. “[Esta
marcha] es maravillosa. Tenemos que realizar más manifestaciones de
este tipo, le dijo Chilo González, carpintero que ha vivido en
Chicago por 22 años, a Obrero Socialista. “Tenemos que alzar
nuestras voces por nuestros derechos. Si nos callamos, nadie va a
prestarnos atención”.
Frecuentemente,
grupos de manifestantes coreaban las consignas “Sí se puede” o
“El pueblo unido jamás será vencido”.
La razón principal
que impulsó la marcha fue la aprobación en diciembre de la ley H.R.
4437 por la Cámara de Representantes. El proyecto de ley, que fue
sometido por James Sensenbrenner (Republicano de Wisconsin), convierte
a muchos inmigrantes indocumentados (y también a ciertos residentes
permanentes) en “criminales peligrosos”--criminalizando no solo a
los inmigrantes indocumentados, sino también a los trabajadores
sociales, a los trabajadores de la salud y a cualquier individuo u
organización que provea asistencia a inmigrantes indocumentados.
La ley de
Sensenbrenner no sólo les da mayor autoridad a los oficiales
policiales estatales y locales para actuar como agentes de inmigración,
sino que les quita a los tribunales federales el derecho de revisar
los asuntos de inmigración. En resumen, la ley devastaría la fuerza
de trabajo inmigrante, encarcelaría a trabajadores, separaría a
familias, deportaría, encarcelaría y les negaría acceso a vistas
judiciales a los inmigrantes.
Aunque había pocas
columnas organizadas por los sindicatos, la marcha tenía un carácter
abrumador de la clase trabajadora de Chicago, de sus suburbios y de
los estados más cercanos a Illinois. Grupos de obreros de las panaderías
y restaurantes, de fábricas y sitios de construcción--algunos con
sus uniformes de trabajo--salieron directamente de sus lugares de
trabajo para asistir a la marcha. Esto es lo más cerca de una huelga
general que se ha visto Chicago en muchas décadas.
Los estudiantes de
las escuelas secundarias también constituyeron una gran porción de
la manifestación. El grueso de los manifestantes provenía de México,
pero asistieron otros grupos de inmigrantes provenientes de países
como Ecuador, El Salvador, Guatemala y de los países no latinos como
Polonia e Irlanda. Delegaciones de musulmanes se presentaron a la
marcha en lugar de ir a rezar a sus mezquitas como se les requiere a
los devotos los viernes.
A pesar de que la
mayoría de los manifestantes apoyaban la ley McCain-Kennedy como
“el mal menor”, las demandas más importantes de la marcha fueron
mucho más radicales que las que son impulsadas por los Demócratas.
Por ejemplo, la marcha exigió que se le otorgue la amnistía a todos
los inmigrantes y que el estado de Illinois se convierta en un
santuario para los inmigrantes si se aprueba la ley de Sensenbrenner.
Los Demócratas
--inclusive Rod Blagoevich, el gobernador del estado, el senador Dick
Durbin y el alcalde Richard Daley-- hablaron en términos vagos sobre
su apoyo a los inmigrantes; pero los manifestantes estaban más
interesados en el poder de sus números que en los discursos de los
políticos.
De más relevancia
para los participantes fueron las presentaciones de los activistas y
de la gente común, como el discurso de Elvira Arellano. Elvira, una
madre soltera con un hijo que es ciudadano y la presidenta de Familias
Unidas, se ha convertido en una activista prominente en defensa de los
inmigrantes desde 2002, cuando fue despedida de su trabajo en el
aeropuerto O’Hare debido a su status ilegal después de ser
arrestada durante una redada por agentes de seguridad doméstica.
“No somos terroristas. No somos criminales”, le dijo Elvira a la
multitud. El congresista Sensenbrenner no puede separarnos”, porque
“aquí estamos. Somos un pueblo sin fronteras”.
La marcha en Chicago
ocurrió tres días después de otra protesta de 20,000 personas en
contra de la ley de Sensenbrenner en Washington, DC. Estos sucesos
indican el nacimiento de un nuevo movimiento, no solo por los derechos
de los inmigrantes sino como un movimiento por los derechos civiles
como ocurrió en los años 60.
Es la hora de unirnos
para luchar por nuestros derechos y decirles a los políticos y a los
cazamigrantes que: “Ningún ser humano es ilegal”.
Bridget Broderick,
Nicole Colson y Josh Gruniewicz contribuyeron información a este artículo.
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