Respuesta
popular contra ley anti–inmigrantes HR 4437
Los
albores de un nuevo movimiento
Socialist
Worker – El Obrero Socialista, 10/04/06
Las
movilizaciones masivas a favor de los derechos de los inmigrantes a
través de EEUU señalan el nacimiento de un nuevo movimiento y
son un ejemplo para todos los que están hartos de los ataques
incesantes de las grandes corporaciones, el Congreso y la Casa Blanca.
La
marcha que congregó la suma respetable de 1 millón de manifestantes
en Los Ángeles el 25 de marzo––a penas dos semanas después de la
gran manifestación de 300,000 en Chicago––estaba compuesta
abrumadoramente de trabajadores, demostrando la importancia para la
economía estadounidense del trabajo de los inmigrantes.
Y
según las protestas continuaron durante la semana siguiente––con
decenas de miles de estudiantes de escuelas secundarias de todas
partes de California abandonando sus escuelas el día en que se
conmemora a César Chávez––los medios de noticias corporativos
finalmente tuvieron que prestar atención.
“Las
manifestaciones encarnan un creciente sector de la población que
exige que a los indocumentados se les otorgue una vía a la ciudadanía
en vez de ser condenados a la prisión”, observó el New York Times
de forma rezagada. “[Sus reivindicaciones están] siendo reclamadas
como nunca antes por los inmigrantes que habían sido considerados
demasiado temerosos de la deportación como para arriesgarse a una
demostración tan publica”.
Muchos
de quienes abarrotaron el centro de Los Ángeles llevaban pancartas
hechas a mano que expresaban una demanda clara y urgente: Igualdad de
derechos para los aproximadamente 11 millones de indocumentados en
EEUU.
La
enorme marcha fue instigada por un vicioso proyecto de ley
anti–inmigrantes, auspiciado por el congresista James Sensenbrenner,
Republicano de Wisconsin, que la Cámara de Representantes aprobó a
finales del año pasado. La propuesta de Sensenbrenner convertiría a
los indocumentados en criminales acusándolos de cometer una felonía.
Esto sería uno de los ataques más viciosos en la vergonzosa historia
de hostigamiento contra los inmigrantes en EEUU.
Cuando
los políticos del establishment no presentaron ninguna oposición
contra Sensenbrenner, los grupos de base tomaron la iniciativa––y
lograron un apoyo masivo.
Actualmente,
los Demócratas están respondiendo de manera esquizofrénica––concediendo
a las exigencias de la derecha de una mano dura contra los inmigrantes
a la vez que intentan recavar el apoyo electoral de los inmigrantes.
El resultado es el proyecto de ley ante el Senado que “tranza” al
omitir la criminalización de los inmigrantes de la propuesta de
Sensenbrenner, pero que comoquiera condenaría a los indocumentados a
un status de ciudadanos de segunda clase como “trabajadores huéspedes”
y continuaría la militarización de la frontera.
Puesto
que todo el Senado quiere restringir los derechos de los inmigrantes
de una forma u otra, es importantísimo que el movimiento por los
derechos de los inmigrantes plantee su propia agenda.
Esto
implica que debemos exigir la amnistía para todos los
indocumentados–– tanto la igualdad de derechos para los
inmigrantes que trabajan duro por sueldos miserables, y la oportunidad
de obtener la ciudadanía estadounidense para quienes la deseen.
Cualquier cosa menos que la amnistía premiaría a los empresarios con
una fuerza laboral vulnerable, de mano de obra barata, negándoles a
los inmigrantes protección igualitaria ante las leyes.
Al
formular la demanda por la amnistía, los activistas por los derechos
de los inmigrantes pueden tomar como ejemplo el legado histórico de
los grandes movimientos sociales de EEUU.
Dada
la centralidad de los mexicano–americanos en las movilizaciones
actuales, el nuevo movimiento podría revitalizar el legado del
movimiento radical “Poder Chicano” de los años sesenta en
California y el suroeste del país. De hecho, las protestas
estudiantiles evocan los paros estudiantiles en contra del racismo y
discriminación en el este de Los Ángeles en 1968.
Hoy
en día, la magnitud de la inmigración proveniente de México, del
resto de América Latina y de Asia, ha puesto en relieve en la política
de EEUU las reivindicaciones por las que lucharon los estudiantes de
los años sesenta, añadiendo la mezcla volátil instigada por la
legislación anti–inmigrantes.
Muchos
de los activistas de hoy consideran su lucha como un nuevo movimiento
por los derechos civiles que emula a los movimientos de los
afroamericanos, incluso por el “Poder Negro”, de los años 1960 y
1970. Esos movimientos no solo acabaron con el sistema de segregación
racial legal (conocido como Jim Crow) sino que también inspiraron a
otros movimientos sociales.
La
preponderancia de la clase obrera dentro la población inmigrante a su
vez aviva la posibilidad de que el movimiento sindical se involucre.
De hecho, la protesta en Chicago fue promovida como una “huelga
general” y miles de trabajadores salieron de sus lugares de trabajo
para asistir a la “Megamarcha”.
A
pesar de que los sindicatos más grandes están divididos en cuanto a
los detalles de la legislación inmigratoria, su giro a favor de los
derechos de los inmigrantes en años recientes significó un paso
adelante en contraste con épocas anteriores en que los sindicatos
pretendían excluir a los inmigrantes.
La
Caravana por la Libertad de 2003, apoyada por muchos sindicatos,
movilizó a decenas de miles de personas a través del país
exigiendo: status legal para los indocumentados, una vía clara para
la ciudadanía, el derecho a reunirse con sus familiares, y nuevas
protecciones legales para todos los trabajadores. Significativamente,
la confederación sindical AFL–CIO es co–auspiciadora del día de
acción por los inmigrantes que se celebrará el 10 de abril.
Igual
que ocurrió con los movimientos sociales del pasado, el nuevo
movimiento por los derechos de los inmigrantes va tener que lidiar con
los intentos del Partido Demócrata de contener, desmovilizar y
dividir la lucha–– por ejemplo, oponiéndose a los reclamos de
amnistía. Apoyar consistentemente reclamo de amnistía sobre la base
de movilizaciones continuas será indispensable para el desarrollo del
movimiento.
Hay
otros retos también, como la necesidad de apoyar a los árabes y
musulmanes que han sido víctimas de la represión que la propuesta de
Sensenbrenner expandiría a todos los inmigrantes.
El
movimiento ofrece la posibilidad de romper con el estancamiento político
en EEUU en que los Republicanos lanzan ataque tras ataque con poca
reacción de los Demócratas. Las protestas masivas de Los Ángeles,
Chicago y otras ciudades son vivo ejemplo de cómo se puede luchar y
resistir cuando el pueblo trabajador se moviliza para defender sus
derechos.
Nuevo
movimiento pro derechos del inmigrante florece en las calles
¡Queremos
ser iguales!
Socialist
Worker – El Obrero Socialista, 10/04/06
Un
gigante dormido se despertó el 25 de marzo en Los Ángeles (LA)
cuando un millón de personas marcharon para protestar un proyecto de
ley que criminalizaría a decenas de millones.
La
manifestación de LA fue la más grande de una serie de protestas a
favor de los derechos de los inmigrantes que ha sacudido a EEUU.
Probablemente es la manifestación más grande en la historia de la
ciudad.
Gente
de todas las razas y nacionalidades, el grueso de ellos inmigrantes y
sus familias, viajaron de todas partes de Sur California y de los
estados del suroeste de EEUU para congregarse en el centro de Los Ángeles.
Fotos
aéreas de las inmediaciones del ayuntamiento de LA mostraban un mar
de gente que se extendía hacia los cuatro puntos cardinales. Las
calles estaban inundadas de blanco, color escogido por los
participantes para simbolizar la paz.
Los
manifestantes protestaban contra el proyecto de ley, sometido por
James Sensenbrenner (Republicano de Wisconsin), que convertiría a los
inmigrantes indocumentados (y también a ciertos residentes
permanentes) en “criminales severos”––criminalizando no solo a
los inmigrantes indocumentados, sino también a los trabajadores
sociales, a los trabajadores de la salud y a cualquier individuo u
organización que provea asistencia a inmigrantes indocumentados.
El
día antes de la marcha, miles de estudiantes de secundaria
abandonaron sus escuelas en Los Ángeles. Sandra Luciano, una alumna
de décimo grado, dijo: “Aun cuando los administradores trataron de
encerrarnos en la escuela, los estudiantes treparon las verjas para
protestar y para alzar su voz. Los estudiantes quieren seguir organizándose
y luchando por los derechos de los inmigrantes”.
La
propuesta de Sensenbrenner, conocida como HR 4437, fue el insulto
final que galvanizó la cólera que se estaba acumulando aquí y por
todo el país por los susodichos Minutemen (los cazamigrantes
racistas), y por la cifra inaudita de muertes a lo largo de la
frontera mexicana debido a la militarización de la Operación
Gatekeeper. Muchas pancartas decían, “No somos terroristas. Somos
trabajadores”.
Alfredo
Rodríguez, un jornalero y oriundo del Distrito Federal, viajó a la
marcha desde Arizona. Llevaba una pancarta que decía, “El gigante
durmiente se ha despertado”, y vestía una camiseta que declaraba,
“Gracias, HR 4437, por reunirnos”.
Juan,
indocumentado proveniente de Hidalgo, México, marchó con sus hijos
pequeños. Dijo que estaba contento al ver el apoyo de gente de todas
las nacionalidades, no solo de latinos. “Valemos mucho,” dijo
Juan. “Construimos este país. No tratamos de ser mejor que los demás.
Queremos ser iguales”.
Plinio
Castro explicó por qué vino a EEUU: “El tesoro de América Central
fue robado por los Norteamericanos. Por eso es que somos pobres,
porque hay desempleo, pobreza y hambre”.
“Estamos
en contra de las pandillas, y tenemos dificultades económicas. Ésta
es la razón por la que estamos aquí”, le explicó Mario Alberto
Bautista, trabajador de construcción salvadoreño de 24 años a
Obrero Socialista. Castro agregó: “Estoy aquí porque quiero tener
una mejor vida para mi familia”.
El
disgusto por la hipocresía de los políticos y su victimización de
las minorías era desbordante. Un manifestante llevaba una pancarta
que decía: “Cuidamos a tus hijos, cortamos tus céspedes y ahora ¿somos
criminales?”
La
marcha reforzó el sentido de creciente confianza en la lucha por los
derechos de los inmigrantes que se habían hecho patente en
manifestaciones previas, como la de Chicago el 10 de marzo, cuando
300,000 personas abarrotaron las calles del centro de la ciudad.
Y
como en Chicago, los políticos Demócratas dieron discursos en la
concentración de LA y exhortaron a los manifestantes a que apoyen
proyectos de ley “razonables”. Antonio Villaraigosa, el alcalde de
Los Ángeles y una estrella ascendente del Partido Demócrata, le dijo
a la multitud que él apoya una amnistía para los indocumentados,
pero añadió, “Necesitamos apoyar la propuesta de Kennedy y
McCain”.
Pero
la propuesta McCain/Kennedy a la que Villaraigosa se refirió no le
otorga la amnistía a los indocumentados. Al contrario, establece un
programa de “trabajadores huéspedes” y aumenta los fondos usados
para la represión en la frontera.
Maria
Sánchez dijo que un grupo que contribuye tanto a la economía de EEUU
merece mucho mejor. “Con tanta gente aquí, nosotros deberíamos
exigir la legalización y la amnistía”, dijo Maria a Obrero
Socialista.
Carlos,
un estudiante de un colegio comunitario de San Bernadino dijo, “Esta
marcha no es simplemente por los indocumentados. Mira lo que le pasa a
los negros y los blancos. Sus vidas también son terribles. Todos
tenemos que luchar”.
Luego
de la megamarcha de Chicago, han ocurrido protestas y marchas en
ciudades a lo largo del país, y el número de manifestantes ha
excedido las expectativas de los organizadores en casi todas las
instancias.
En
Milwaukee, distrito que representa el congresista Sensenbrenner,
alrededor de 30,000 inmigrantes y sus simpatizantes se lanzaron a las
calles el 23 de marzo para asistir a una marcha promovida como “Un día
sin latinos”.
En
Phoenix, por lo menos 20,000 personas marcharon hasta la oficina del
senador conservador John Kyl. “Todos están hartos de la percepción
de que somos criminales”, dijo Demirel Montiel, que asistió a la
marcha con su esposa y sus tres hijos. “Si conduces un carro, eres
un criminal. Si trabajas, eres un criminal. Si eres mexicano, eres un
criminal”.
En
Denver, 50,000 personas se concentraron el 25 de marzo para alzar su
voz contra las medidas anti–inmigrantes promovidas por políticos
como el congresista del estado de Colorado, Tom Tancredo.
Antes
de la marcha, los organizadores pensaban que un par de centenares de
personas iban a presentarse. Pero para las 10:30 de la mañana decenas
de miles ya se habían convocado y coreaban “Sí se puede” y “No
somos criminales”. Un vocero del departamento de policía de la
ciudad le dijo al Denver Post que la protesta “nos cogió
desprevenidos” y que no había visto a una muchedumbre tan grande
desde que los Broncos de Denver ganaron el Super Bowl en 1999.
El
lunes siguiente de la megamarcha de Los Ángeles, centenares de
alumnos salieron sin permiso de sus escuelas en San Diego. Las
protestas estudiantiles sucedieron en muchas escuelas a través de la
ciudad––y luego los alumnos se unieron en una manifestación
frente al San Diego Community College.
En
Sacramento, la capital del estado de California, casi 10,000 personas,
la mayoría de descendencia mexicana, protestaron el 25 de marzo.
“La gente arriesga sus vidas para venir aquí para poder trabajar y
alimentar a sus familias, no para hacerle daño a nadie”, le dijo
Alicia Mendoza a Obrero Socialista. Ella condujo con su familia desde
Yuba City para asistir a la protesta. “La mayoría quiere obedecer
las reglas y las leyes, con tal de que las reglas sean iguales para
todos y no dependan del color de tu piel”.
La
protesta fue organizada por varios grupos, incluso El Consejo Sindical
para el Avance del Trabajador Latinoamericano, La Raza, MeCha y
sindicatos como el Sindicato Internacional de Estibadores (ILWU, por
sus siglas en inglés) y la Unión Internacional de Empleados de
Servicio (SEIU, por sus siglas en inglés).
En
Atlanta, cerca de 200 personas se presentaron frente al capitolio del
estado de Georgia para protestar el proyecto de ley que fue aprobado
por la Cámara de Representantes del estado. Este prohibiría la
provisión de servicios sociales del estado a los indocumentados e
impondría un recargo de 5 por ciento a las remesas enviadas por los
indocumentados. Teodoro Maus, un organizador de la protesta, le dijo a
Associated Press que cerca de 80,000 latinos respondieron al llamado
de no ir al trabajo el día de la protesta.
El
26 de marzo, 1,000 personas marcharon contra HR 4437 en el barrio de
Washington Heights de Nueva York. Los manifestantes marchaban, tocaban
tambores y coreaban, “Aquí estamos, y no nos vamos, y si nos echan,
¡nos regresamos!”
“Es
realmente impresionante que este movimiento se está fortaleciendo”,
dijo Marian Morrell, de la Iglesia San Romero de las Américas de
Washington Heights y la Coalición de la Republica Dominicana en
solidaridad con la Comunidad Haitiana. “Ojalá que nuestro
movimiento siga creciendo e involucrando más gente de clase
trabajadora. No debiéramos temer alzar nuestra voz. Nosotros los que
no tenemos miedo debemos defender a quienes que lo tengan y ayudarles
a darse cuenta que no tienen que estar asustados”.
El
reverendo Luís Barrios de San Romero de las Américas, aboga por que
se rechace el obedecer la ley si es aprobada. Según Barrios, “Si no
podemos lograr que el Congreso vote en contra de este proyecto de ley,
el liderato religioso de EEUU tiene una responsabilidad moral, no solo
de protestar contra esta legislación, sino de rechazarla y violarla
con protestas de desobediencia civil porque este proyecto de ley viola
a la humanidad y no tiene nada que ver con la seguridad doméstica”.
Rhadamés
Morales, uno de los organizadores de la manifestación, dijo que:
“Estamos preparándonos para una lucha que tiene que ser mucho
grande, porque esta legislación no solo es anti– inmigrantes, sino
que promueve el racismo y el terrorismo contra todos los seres
humanos. Esta legislación ignora la realidad de que este país ha
sido construido por trabajadores inmigrantes. Nuestro próximo paso
debería ser llevar a cabo una protesta masiva en Washington en la
escalinata del Capitolio”.
Jeff Bale, Jim Bullington, Brian Chidester, Richard
Greenblatt, Sarah Hines and Jenny Olsen contribuyeron a este
reportaje.
¡Sin
amnistía no hay justicia!
Socialist
Worker – El Obrero Socialista, 10/04/06
Llamándolos
“una lacra que amenaza el futuro de nuestra nación”, el
congresista Republicano de Colorado, Tom Tancredo, ha hecho su carrera
política oponiédose a los inmigrantes y a una posible amnistía.
Continuando
con su cantaleta organizó una campaña de una semana bajo el lema
“Dile que no a la amnistía”––instando a sus seguidores a
aumentar la presión sobre los senadores Republicanos que “están
traicionando a América”.
Desafortunadamente,
mucha de la gente que se opone a esta basura, fuera y dentro del
Congreso, cree que el nuevo movimiento por los derechos de los
inmigrantes no debiera exigir una amnistía general.
Es
especialmente cierto si examinamos todas las propuestas que hoy
existen ante el Congreso que proveen varios esquemas para
“ganarse” la ciudadanía que fuerzan a los inmigrantes a someterse
a largos y costosos procesos para tener una oportunidad de
legalizarse.
Esto
no sólo no es suficiente, sino que en realidad perpetúa el status de
ciudadano de segunda clase para los trabajadores inmigrantes. La única
manera de adelantar sus derechos, y los de todos los trabajadores, es
exigir la amnistía ahora.
La
amnistía es una provision que permitiría la inmediata legalización
de los indocumentados, con una trayectoria garantizada hacia la
ciudadanía.
A
diferencia de las propuestas ante el Congreso, que usan un engañoso
lenguaje de ciudadanía “ganada”, pero que en realidad excluyen a
la mayoría de los inmigrantes de los medios para obtener la
residencia permanente, una amnistía haría a los inmigrantes iguales
al resto de los trabajadores.
Sería
como dar derechos laborales iguales a todos los trabajadores. Esto es
amenazador para los intereses de las corporaciones y de aquellos que
quieren criminalizar a los inmigrantes.
La
última amnistía aprobada en 1986 llevó a la legalización y
ciudadanía de 2.8 millones de trabajadores inmigrantes. Permitió una
nueva generación de esfuerzos organizativos que fortalecieron a
sindicatos como la Unión Internacional de Empleados de Servicios
(SEIU), UNITE–HERE y otros.
También
condujo a la AFL–CIO a apoyar la sindicalización de los
inmigrantes, incluyendo al indocumentado, y a la creciente demanda
entre los propios trabajadores por una nueva amnistía.
Si
los 11 millones de trabajadores indocumentados recibieran igualdad de
derechos, la segregación legal que ayuda a la explotación de los
trabajadores desprotegidos sería abolida. El racismo que ayuda a la
militarización de la frontera sería debilitado.
Además,
le daría una voz a millones e incrementaría el número de electores
quiénes podrían actuar en contra de los políticos que usan a los
inmigrantes como chivos expiatorios. También ayudaría a revitalizar
al movimiento obrero que está en crisis, pues los trabajadores
inmigrantes están ofreciendo la mejor esperanza para toda la clase
obrera de este país.
Según
el movimiento obrero despierta, la clase obrera debe presentar su
propia propuesta: amnistía sin criminalización. Este es el espíritu
reflejado en las palabras de María González, quién marchó en Los
Ángeles y al ver la gran masa de trabajadores rodeándole declaró:
“Con tanta gente aquí, nosotros deberíamos exigir la legalización
y la amnistía”.
Los
efectos de las masivas protestas se están dejando sentir en la
opinion pública. Una encuesta reciente de AP–Ipsos mostró que el
56 por ciento de la población apoya la idea de dejar que los
indocumentados se queden en el país.
Esto
muestra cómo un nuevo movimiento por los derechos civiles puede
confrontar las mentiras y el racismo que son usados para envenenar la
opinión pública. Si este movimiento puede desafiar el racismo,
entonces también puede exigir la amnistía.
Por
eso debemos continuar construyendo un movimiento por los derechos de
los inmigrantes que sea independiente de las propuestas legislativas
de los dos partidos en el poder que sirven los intereses de las
corporaciones estadounidenses. Un movimiento que tenga como prioridad
el organizar ahí donde tenemos más poder: en nuestros trabajos,
escuelas y comunidades.
El
fraude del nuevo programa bracero
Socialist
Worker – El Obrero Socialista, 10/04/06
En
las últimas semanas, el debate entre los senadores estadounidenses se
agudizó. Por un lado están los Republicanos (y algunos Demócratas)
que quieren “reforzar” la frontera entre EEUU y México, exigiendo
medidas punitivas contra los indocumentados y quienes les ayudan.
Por
otro lado están los Republicanos y Demócratas que abogan por el plan
de trabajadores temporales (PTT), un programa que garantiza empleados
legales de bajo costo para las grandes empresas, pero que no ofrece ni
amnistía ni legalización “ganada” para la gran mayoría de los
trabajadores.
El
senador de Arizona John McCain explicó que su propio proyecto de ley
McCain–Kennedy se enfoca en la “gran necesidad” de proteger la
frontera para asegurar el país. “Por tanto tiempo, no se ha
reformado las leyes migratorias de este país – y los americanos
somos más vulnerables...No podemos demorar más la implementación de
reformas”.
El
senador Republicano de Pensilvania, Arlen Specter, ha intentado
arbitrar los dos lados del debate. Su propuesta aumenta la seguridad
militarizada en la frontera y un plan de trabajadores temporales, pero
también está contundentemente en contra de la amnistía. En Los Ángeles,
frente a un millón de participantes en la marcha de inmigrantes más
grande de la historia de EEUU, el alcalde Demócrata Antonio
Villaraigosa instó a todos a que apoyaran el plan de trabajadores
temporales.
Pero
hay otro lado en este debate––el lado de la clase trabajadora
estadounidense bajo el liderazgo de millones de trabajadores
inmigrantes, sus hijos y los que los respaldan. Aun cuando no se
reconozca su voz como la voz oficial en el debate, ahora son ellos los
que establecen las prioridades en la agenda. Y están reclamando el
derecho a la amnistía.
Con
mucha urgencia, los que se oponen a la amnistía están trabajando
arduamente para forjar un acuerdo que evite comprometerse a la demanda
por la amnistía. Desde que empezaron las protestas de masas y las
huelgas estudiantiles en marzo, el nuevo movimiento de derechos
civiles ha forzado el debate a un nivel público y nacional, en vez de
quedarse en conversaciones en las salas ejecutivas y las reuniones
anuales de inversionistas.
Este
movimiento ha presionado al Congreso, que no quiere animar más
protestas públicas, a buscar una alternativa al proyecto
Sensenbrenner que incorpore un PTT. Así evitan responder a los
reclamos del movimiento.
Hay
quienes dicen que el PTT es incidental si la legislación que se
apruebe acaba por omitir las provisiones draconianas de Sensenbrenner.
No debemos aceptar este argumento.
Existen
dos razones por las cuales un plan de trabajadores temporales está
bajo seria consideración bipartidista en Washington. En sí los
programas de trabajadores temporales crean un sector de trabajadores
de segunda clase.
Las
propuestas corrientes permiten que los empleados permanezcan en el país
por un tiempo limitado, después del cual tienen que irse o competir
con otros inmigrantes para un limitado número de visas. Mientras están
en EEUU, no gozan de los derechos de otros trabajadores, como unirse a
sindicatos, negociar colectivamente, hablar contra la explotación del
patrón. Solo pueden dejar un trabajo opresivo si tienen otro empleo.
Por
eso es que César Chávez y los United Farm Workers (UFW) solo
lograron organizar la histórica lucha de los trabajadores agrícolas
después de garantizar la abolición del último plan de trabajadores
temporales (el programa Bracero) en 1964. Bajo las condiciones del
programa bracero, los patrones lograron mantener afuera los sindicatos
y establecer salarios muy bajos a través de todas industrias. Así
las empresas agrícolas convirtieron la agricultura en una industria
de $40 mil millones al año.
Según
un estudio el periódico Sacramento Bee, el legado ha sido que muchos
trabajadores agrícolas no ganan más de $4000 al año, empobrecidos
por una combinación de salarios bajos y la falta de derechos humanos
básicos.
El
periodista laboral David Bacon concluye que “Estas propuestas
incorporan las demandas de la Coalición para la Inmigración de
Trabajadores Esenciales (EWIC) [que comprende] 36 de las asociaciones
más grandes de manufactureros, dirigida por la Cámara de Comercio de
EEUU...A pesar de sus declaraciones, no existe ninguna falta de
trabajadores en Estados Unidos. Hay una falta de trabajadores [que
acepten] los salarios bajos que las industrias quieren pagar”.
Las
propuestas de trabajadores temporales tienen como objetivo prevenir o
reducir el nivel de sindicalización en las industrias más allá de
la agricultura. Las propuestas más recientes, acogidas por un sinnúmero
de intereses corporativos, permitirían el empleo de trabajadores
temporales en las industrias de construcción, de las empacadoras, de
los hoteles y restaurantes, tanto como la manufactura, el transporte,
la salud y otros.
Dentro
de estas mismas industrias, los trabajadores inmigrantes han tomado un
papel clave en resucitar el movimiento laboral en las últimas dos décadas.
Mientras
la membresía sindical ha disminuido en las últimas tres décadas,
los trabajadores inmigrantes han impulsado su crecimiento. Según un
estudio del Instituto de Política del Inmigrante, el 11 por ciento de
los 17.7 millones de trabajadores nacidos fuera del país tienen
representación sindical, a pesar de las dificultades en obtener la
ciudadanía. El número de inmigrantes en sindicatos ha aumentado un
23 por ciento entres los años 1996 y 2003––un reflejo del cambio
de actitud en los sindicatos y también la militancia de los mismos
obreros.
La
unión Service Employees International Union (SEIU por sus siglas en
inglés), con miembros principalmente in el sector público y de la
salud, ha sido uno de los sindicatos de más crecimiento en EEUU.
Tiene una membresía de 1.8 millones de trabajadores, y los
trabajadores inmigrantes constituyen unos dos tercios de esta cifra.
Un
nuevo plan de trabajadores temporales detendría el crecimiento de los
sindicatos en estos sectores industriales. Socavaría la fuerza
sindical al dejar que el patrón utilizara trabajadores braceros como
arma contra la negociación colectiva y los esfuerzos por formar
uniones. Crearía una fuerza de trabajo segregada, controlada y
explotada por las empresas grandes. Y el movimiento laboral daría un
paso atrás a los días antes de César Chávez y el movimiento de los
trabajadores agrícolas.
Hay
que aprender de la historia de los movimientos de masas––no se
puede depender de los políticos o las corporaciones para garantizar
los derechos humanos. Este nuevo movimiento de derechos civiles ha
alzado su voz, y ahora debe de exigir en voz alta la amnistía sin
plan de trabajadores temporales.
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