Mesoamérica
llega a EEUU
Por
James Petras
La
Jornada, 30/05/06
Entre
el 25 de marzo y el 1º de mayo de 2006, unos 5 millones de
trabajadores migratorios y sus simpatizantes marcharon en unas 100
ciudades de Estados Unidos. Es la mayor y más sostenida manifestación
obrera en la historia del país. Jamás en toda su trayectoria de 50 años
ha sido capaz la confederación sindical estadounidense AFL–CIO de
movilizar siquiera una fracción de los trabajadores convocados por el
movimiento de migrantes. El ascenso y crecimiento del movimiento está
arraigado en la experiencia histórica de esos asalariados, cuya
abrumadora mayoría procede de México, Centroamérica y el Caribe; en
la experiencia de explotación y racismo que enfrentan hoy en Estados
Unidos y en el futuro de encarcelamiento, expulsión y despojo que les
aguarda.
El
movimiento está empeñado en una lucha política independiente contra
los gobiernos locales y estatales, y sobre todo el nacional. Su
objetivo inmediato es derrotar a la legislación orientada a
criminalizar a los migrantes con empleo y a una iniciativa de
"transacción" cuyo propósito es dividir a los trabajadores
recién llegados de los antiguos. La demanda clave es legalizar a
todos, recientes y antiguos. La elección de métodos de acción
directa se da en respuesta a la inefectividad de las actividades
legalistas y de cabildeo de las organizaciones latinas establecidas de
clase media y al fracaso total de la confederación sindical y de sus
afiliados en organizar a los migrantes en sindicatos o incluso
construir organizaciones solidarias.
Para
entender el crecimiento dinámico de este movimiento en Estados Unidos
y su militancia, es necesario analizar los profundos cambios
estructurales en los ochenta y los noventa en México y Centroamérica.
TLCAN,
guerras y mercados libres
A
partir de los ochenta, Washington, por conducto del FMI y de los
presidentes de México a su servicio, promovió una política de
"libre comercio" que abrió la puerta a un flujo masivo de
productos agrícolas estadounidenses fuertemente subsidiados, que
perjudicaron a los agricultores medianos y pequeños locales. Las
inversiones extranjeras en gran escala en empresas de ventas al
menudeo, la banca y las finanzas condujeron a la bancarrota a millones
de pequeños empresarios. El crecimiento de las zonas industriales de
libre comercio deterioró la legislación laboral y social. Los pagos
de la deuda externa, las privatizaciones corruptas y el crecimiento
del empleo precario ocasionaron una caída absoluta de los salarios,
al tiempo que el número de multimillonarios mexicanos se
multiplicaba. Enormes ganancias y pagos de intereses fluyeron hacia
consorcios y bancos estadounidenses.
Los
asalariados rurales y urbanos desplazados y empobrecidos pronto
siguieron la misma ruta de las ganancias e intereses. El razonamiento,
según los "mercados libres", era que los libres flujos de
capital hacia México deberían venir acompañados por el libre flujo
de operarios mexicanos hacia el vecino del norte. Pero éste no
practicó la doctrina de "libre mercado": aplicó una política
de entrada irrestricta de capital a México y de restricción a la
migración laboral. Las políticas de libre mercado crearon una vasta
reserva de trabajadores mexicanos empleados y desempleados, en tanto
las restricciones legales a la migración los obligaron a emigrar sin
documentos. Este enorme flujo no fue sólo resultado de que los
mexicanos o centroamericanos buscaran mayores salarios, sino de las
adversas condiciones estructurales impuestas por el TLCAN, que
expulsaron gente de su lugar de empleo: como la estructura mexicana de
libre mercado era un modelo de acumulación centrado en el imperio, éste
se volvió un imán que atraía a los migrantes en busca de empleo.
El
segundo rasgo estructural que determinó la migración masiva de
centroamericanos a Estados Unidos fueron las guerras imperiales
estadounidenses de los ochenta: la masiva intervención militar de
Washington a través de ejércitos que actuaban en su nombre en
Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras destruyó la posibilidad
de reforma social y economía viable en toda Centroamérica. Al
financiar escuadrones de la muerte y promover actividad
contrainsurgente Estados Unidos empujó a millones de centroamericanos
a abandonar el campo y emigrar hacia zonas de miseria en las ciudades
y hacia México, Estados Unidos, Canadá y Europa. El "éxito"
de Washington en imponer gobernantes corruptos de derecha en toda
Centroamérica cerró toda opción de mejoramiento individual o
colectivo en la economía doméstica. La adopción de medidas
neoliberales condujo a un desempleo aún mayor y a una drástica merma
en los servicios sociales, que impulsó a muchos a buscar empleo en el
imperio: la fuente de su miseria.
Legado
de lucha
La
primera ola de inmigrantes de los ochenta, generada por el colapso
neoliberal y el terror militar, buscó en forma anónima cualquier
empleo, aun en las peores condiciones; muchos escondieron su pasado
militante, pero no lo olvidaron. A medida que el flujo de migrantes
ganaba impulso, grandes concentraciones de latinos se asentaron en
ciudades importantes de California, Texas, Arizona y Nuevo México, lo
cual llevó a la creación de una densa red de clubes sociales,
culturales y deportivos y de organizaciones informales basadas en
antiguos lazos familiares, vecinales y regionales. Florecieron nuevas
pequeñas empresas, se incrementó el poder de compra, los niños iban
a escuelas que tenían claras mayorías latinas y numerosas estaciones
de radio se dirigieron a los migrantes en su propio idioma. Rápidamente
el sentido de solidaridad creció por la fuerza de los números, la
facilidad de comunicación, la proximidad de compañeros trabajadores
y, sobre todo, la experiencia común de migración indocumentada y
explotación despiadada en las tareas más duras y peor pagadas,
acompañadas por actitudes racistas de los patrones, los obreros
blancos, la policía y otras autoridades públicas.
La
decisión del Congreso de añadir la amenaza adicional de prisión y
expulsiones masivas ocurrió al mismo tiempo en que las redes sociales
y de solidaridad dentro de las comunidades latinas se profundizaban y
expandían. La militancia anterior en la resistencia popular contra
los escuadrones de la muerte en El Salvador, el sabor de la libertad y
la dignidad durante el periodo sandinista en Nicaragua y los múltiples
movimientos campesinos en México salieron del clóset y encontraron
nueva expresión social en el movimiento de los trabajadores
migratorios.
La
convergencia de militancia sumergida o latente y demandas de derechos
laborales y de reconocimiento legal en el nuevo contexto de explotación
y represión creó el ímpetu para la solidaridad social de
comunidades enteras. La participación incluyó familias y barrios y
cruzó las fronteras generacionales: estudiantes de enseñanza media
se sumaron a operarios de la construcción, jardineros, empleados de
la industria del vestido y domésticos para llenar las calles de
Dallas y Los Angeles con decenas de miles de manifestantes, con gran
sorpresa de observadores no latinos, ignorantes de ese legado histórico,
de sus poderosas redes sociales y de su decisión de trazar la línea
entre la existencia social y la expulsión en masa.
En
suma, no podemos entender la migración laboral masiva sin examinar el
flujo masivo de capital estadounidense hacia México, su impacto
destructivo en las relaciones socioeconómicas y el flujo no regulado
de ganancias e intereses hacia Estados Unidos. Tampoco podemos
explicar los flujos de largo plazo de migrantes de Centroamérica sin
tomar en cuenta el envío masivo de armas estadounidenses hacia las
clases gobernantes de la región.
La
migración laboral mexicana y centroamericana es resultado directo de
la victoria de la contrarrevolución encabezada por Estados Unidos en
la región. En cierto sentido, el surgimiento del movimiento masivo de
migrantes es una repetición de las luchas anteriores entre el capital
estadounidense y el trabajo mexicano y centroamericano en la nueva
arena de la política estadounidense y con un nuevo grupo de temas. La
continuidad de estas luchas se encuentra en las demandas comunes de
autodeterminación y los métodos comunes de acción directa, lo cual
se refleja en la fuerte composición de clase trabajadora o
"popular" de la lucha, y en la memoria histórica de la
solidaridad de clase.
Significación
del nuevo movimiento
El
surgimiento del movimiento de mano de obra migratoria abre un nuevo
capítulo en la lucha de la clase obrera en Norte y Centroamérica. En
primer lugar representa la primera lucha de la clase trabajadora
independiente en Estados Unidos después de 50 años de decadencia,
estancamiento y claudicación de la confederación sindical
establecida. En segundo, revela una nueva clase protagónica como
sector líder en el movimiento: el migrante. Mientras los sectores dinámicos
del trabajo organizado en el sector privado (operarios de la industria
automotriz, del transporte, del acero y de los muelles en la costa
oeste) han perdido las dos terceras partes de sus miembros y ahora
representan sólo 9 por ciento de la fuerza laboral privada, más de
dos millones de migrantes expresaron una solidaridad social que no se
veía en el país desde los treinta. En tercero, el movimiento se
organiza sin un gran aparato burocrático sindical y con presupuesto mínimo,
sobre la base de trabajadores voluntarios en comunicación horizontal.
De hecho, uno de los factores claves del éxito de la movilización
fue que estuvo en gran medida fuera del control de la jerarquía
sindical, pues una minoría eran miembros de sindicatos. En cuarto,
los líderes y estrategas del movimiento son independientes de los dos
principales partidos políticos capitalistas, sobre todo del abrazo
mortal del Partido Demócrata.
Por
su independencia política, el movimiento de trabajadores migratorios
salió a las calles, criticó las políticas de ambos partidos y no se
limitó a la acción inútil de los cabilderos en los pasillos del
Congreso. El movimiento ha servido, hasta cierto punto, como un
"polo social" que atrae y politiza a decenas de miles de
estudiantes de enseñanza media e incluso universitarios, sobre todo
de origen latinoamericano. Además, se ha activado una minoría de
sindicalistas anglos disidentes, progresistas de clase media y
empleados liberales para colaborar en la lucha laboral. La lucha del
movimiento es política, dirigida a influir en el poder político y
contra el dominio del "capital blanco" dirigido a
criminalizar y expulsar a los "trabajadores cafés".
Existen
obstáculos políticos al crecimiento y consolidación del movimiento.
Primero, numerosos patrones despidieron a empleados que participaron
en la primera ola de manifestaciones. Trabajadores latinos afiliados a
sindicatos recibieron poco o ningún apoyo de sus líderes. En segundo
lugar, después del éxito de los movimientos, numerosos políticos
latinos tradicionales, trabajadores sociales, consultores
profesionales, organizaciones no gubernamentales y burócratas se
treparon a la carreta y buscan desviar el movimiento hacia los canales
convencionales de hacer "peticiones" al Congreso y apoyar a
los políticos del Partido Demócrata, que son "el mal
menor".
Por
último está el problema del desarrollo dispar de la lucha dentro de
la clase obrera y entre las regiones del país. La mayoría de los
empleados anglos son pasivos, en el mejor de los casos, y
probablemente más de la mitad perciben a los migrantes como una
amenaza a sus empleos, salarios y vecindarios. La ausencia general de
una educación antirracista y clasista por parte de la burocracia
sindical dificulta la unión de la clase trabajadora. El reto es que
los migrantes latinos logren salir a construir coaliciones con los
negros y asiáticos, así como con la minoría de sindicalistas anglos
avanzados.
Por
último existe la necesidad de confrontar la nueva ola de redadas
policiacas en masa en centros laborales y barrios, donde cientos de
trabajadores latinos son copados y expulsados. Hoy día, la policía
cerca barrios latinos enteros para realizar cateos casa por casa.
Durante la semana del 21 al 28 de abril, el jefe neoconservador de la
agencia de Seguridad Interior, Michael Chertoff, dirigió el arresto
de mil 100 migrantes indocumentados en 26 estados.
Pese
a estos desafíos, el movimiento de los migrantes está en ascenso: el
25 de marzo cientos de miles se manifestaron; el 10 de abril marcharon
más de 2 millones, y este 1º de mayo se unirán millones más a las
marchas y los paros laborales. Mientras los políticos reaccionarios
se esconden en el Congreso, urdiendo formas de dividir y conquistar al
movimiento, millones de latinos están en las calles... por sus
derechos, su autodeterminación y su dignidad.
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