Negroponte
vs. Rumsfeld en su último round
Por
Jim Lobe
Inter Press Service (IPS), 09/05/06
Washington.– La
designación del general Michael Hayden al frente de la Agencia
Central de Inteligencia (CIA) marca otro avance del jefe máximo del
espionaje estadounidense, John Negroponte, en su puja con el
secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld.
El presidente George
W. Bush nominó el lunes a Hayden, prestigioso general de la Fuerza Aérea,
en sustitución de Porter Goss, quien presentó renuncia "por
razones personales" la semana pasada.
La mayoría de los
analistas en Washington interpretan estos cambios como la campanada
inicial del round definitivo entre Rumsfeld y Negroponte por el
control del sistema de inteligencia estadounidense, en permanente
expansión y con un presupuesto de 40.000 millones de dólares al año.
Pero las opiniones no
están muy divididas respecto de cual de éstos titanes burocráticos
resultará triunfador en este último asalto.
Pocos dudan que la
renuncia de Goss el viernes fue, en realidad, una brusca destitución.
El funcionario abandonó el cargo que ocupó menos de 20 meses a pesar
de que Bush suele amparar a sus más leales servidores aun cuando las
evidencias de incompetencia son abrumadoras.
Goss, quien presidió
el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, pasó a la
CIA con el objetivo de implementar una reforma que resucitó las
acciones encubiertas y la capacidad del personal para recopilar
información tras la desastrosa invasión a Iraq.
Goss llegó consigo a
agentes políticos del gobernante Partido Republicano desde la Cámara
de Representantes, para purgar la CIA de funcionarios veteranos cuyas
prioridades no coincidían, al parecer, con las del gobierno de Bush,
en especial respecto de Medio Oriente.
Durante su ejercicio,
unos 16 altos funcionarios de la CIA que sumaban más de 300 años de
experiencia en inteligencia, incluidos un director y dos
subdirectores, abandonaron la agencia dejándola en "caída
libre", según la diputada Jane Harman, del opositor Partido Demócrata
y ex compañera de Goss en el Comité de Inteligencia de la Cámara.
A principios de este
año, tanto Negroponte como el Consejo Asesor de Inteligencia Externa
de Bush, concluyeron que Goss y sus allegados debían marcharse de la
agencia.
El factor
desencadenante parece haber sido un sonado escándalo de soborno en el
Congreso legislativo protagonizado por el número tres de la CIA, Kyle
"Dusty" (Polvoriento, en ingles) Fogo, atrapado por el mismo
Goss.
Ahora que Goss no está,
las miradas naturalmente se dirigen a Hayden, el segundo de Negroponte
y ex jefe de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), que comanda desde
el Pentágono el aparato de inteligencia del Departamento (Ministerio)
de Defensa.
Hayden, quien aguarda
la confirmación de su designación ––ahora en manos del
Senado––, se ha desempeñado siempre en tareas de inteligencia,
aunque más bien en el uso de tecnología, espionaje por satélite,
escuchas ilegales y otras formas de vigilancia electrónica, que son
competencia de la NSA, y no tanto en operaciones encubiertas, como señaló
el propio Bush. "Conoce la comunidad de inteligencia
perfectamente", declaró el presidente.
A pesar de ser
admirado hasta por sus críticos en el Congreso, que valoran su
franqueza, no queda clara su inclinación política e institucional,
lo que ha desatado especulaciones sobre las causas políticas y burocráticas
detrás de su designación.
Hayden, también
reconocido como tecnócrata y administrador en su desempeño en la NSA
en el pasaje de la guerra fría a la "guerra contra el
terrorismo", fue confirmado el año pasado por la unanimidad en
el Senado como segundo de Negroponte, jefe de la Dirección Nacional
de Inteligencia.
Pero su imagen apolítica
se vio empañada ––entre los civiles liberales tanto del Partido
Republicano como del Demócrata–– por su agresiva e inesperada
defensa pública del programa de la NSA para el espionaje de
ciudadanos estadounidenses implementado tras los atentado del 11 de
septiembre de 2001. Además, se negó a responder detalles sobre el
asunto.
El presidente del
Comité de Asuntos Judiciales del Senado, Arlen Specter, advirtió el
domingo que aprovechará la sesión en que se confirmará a Hayden en
el cargo para tratar de obtener información sobre las actividades de
vigilancia interna que hasta ahora el gobierno se ha negado a
compartir con el Congreso.
Algunos críticos, ya
preocupados por las interpretaciones de Hayden acerca de las garantías
constitucionales de los investigados, consideran que el general
retirado se ha convertido en el favorito del vicepresidente Dick
Cheney, el más duro defensor de la temible concepción de un
ejecutivo todopoderoso en tiempos de guerra.
"Tenemos que
afrontar la escalofriante posibilidad de que el nuevo director de la
CIA considere plausible vigilar al pueblo estadounidense sin las
garantías necesarias", dijo al diario The New York times el
director del Centro Privado de Información Electrónica, Marc
Rotenberg.
Otro asunto que
preocupa tanto a republicanos como a demócratas es que un militar
como Hayden esté a cargo de la CIA, ya que esta era la única gran
agencia de inteligencia, aparte de la Dirección Nacional a cargo de
Negroponte, en ser presidida por un civil.
"Colocar a un
militar en el cargo es simplemente una mala idea", sostuvo el
presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de
Representantes, Peter Hoekstra, un republicano del ala más
conservadora.
También declaró que
Hayden era "el hombre incorrecto, en el peor lugar en un mal
momento".
Algunos demócratas
críticos de lo que han llamado "sobre–militarización" de
la política exterior se hicieron eco de este punto de vista.
Pero el panorama
puede ser bastante más complicado, especialmente en el marco de una
lucha más amplia entre el Pentágono y las agencias civiles,
especialmente la Dirección Nacional de Inteligencia, respecto del
control de ese sector clave del Poder Ejecutivo.
Es sabido que Hayden
no se lleva especialmente bien con Rumsfeld, quien, al igual que su
jefe de inteligencia, Stephen Cambone, rechazan que un militar detente
una autoridad sin precedentes en la conducción de operaciones
encubiertas.
Para gran frustración
de sus jefes civiles, este general prestó testimonio ante el Congreso
en favor de la transferencia del control de varias agencias de
inteligencia del Pentágono a la Dirección Nacional de Inteligencia.
"¿Cómo va
Hayden a lidiar con la monopolización de actividades del Pentágono?
Esto va a ser una verdadera lucha", dijo al diario The Washington
Post un funcionario que se identificó como "ex jefe de
departamento de la CIA".
Negroponte alentó el
cese de Goss y el ingreso de Hayden a la CIA como parte de una lucha más
amplia que lo enfrenta a Rumsfeld y Cambone, en especial en lo que se
refiere a las operaciones encubiertas.
Pero neoconservadores
y otros belicistas del Partido Republicano perciben la puja de los últimos
días como una amenaza a su agenda política. Los "halcones"
ven a la CIA y a Negroponte como demasiado "liberales" y,
por lo tanto, desleales a Bush.
"Negroponte forzó
la retirada de Goss y pudo elegir a su sucesor, prueba del momento de
debilidad por el que pasa un gobierno cada vez más susceptible ante
estas circunstancias", sostuvo la revista neoconservadora Weekly
Standard este fin de semana.
El también
neoconservador National Review manifestó su preocupación de que la
partida de Goss represente un "golpe de Estado dado por
insurgentes de la CIA" para frenar la limpieza de funcionarios
traidores que, según se dice, debilitaban al gobierno.
Para el experto en
inteligencia John Prados, es demasiado pronto para realizar pronósticos.
La puja "siempre ha sido Rurmsfeld versus Negroponte, y
Negroponte no ha demostrado hasta ahora capacidad para detener a
Rumsfeld", dijo Prados a IPS.
"Esto puede ser
una victoria para Negroponte. Un nuevo director puede dar un respiro a
la agonizante agencia y recrearía un elemento de resistencia contra
la expansión del Pentágono, lo que mejoraría su posición respecto
de Rumsfled", explicó.
Al mismo tiempo, los
últimos acontecimientos pueden acelerar la desintegración de la CIA
al apresurar el traspaso de sus recursos analíticos a la Dirección
Nacional de Inteligencia y su creciente control nominal sobre las
operaciones del Pentágono.
"Podríamos
estar viendo el comienzo del fin de la CIA y el creciente peligro de
fragmentación de la comunidad de inteligencia estadounidense",
subrayó.
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