Migración
y militarización de la frontera
Por
Carlos Montemayor
La Jornada, 27/05/06
En 1996, cuando el
Partido Republicano celebró su convención en San Diego, el entonces
candidato a la presidencia de Estados Unidos, Robert Dole, afirmó que
de triunfar en esas elecciones ordenaría a las fuerzas armadas
participar en la lucha antinarcóticos. El general Barry McCaffrey, en
ese entonces zar antidrogas, se opuso; consideró un grave error
exponer al ejército estadounidense al inmenso poder de corrupción
del narcotráfico y a desviarlo de sus funciones primordiales de
seguridad nacional.
A muchos nos resultó
paradójico que se opusiera a que las fuerzas armadas de su país
participaran en la lucha antinarcóticos y en cambio aceptara y
exigiera que las de América Latina sí lo hicieran. ¿Por qué al zar
antidrogas le parecía natural que nuestros ejércitos se expusieran
al inmenso poder de corrupción del narcotráfico y el suyo no?
La visión del
general McCaffrey, cuando aún se desempeñaba como comandante en jefe
del Comando Sur (y así lo sugirió en la Reunión Ministerial de
Defensa de las Américas del 24 de julio de 1995), era que durante el
siglo XXI los ejércitos latinoamericanos tenderían a convertirse en
una especie de fuerzas de complemento que pudieran coordinarse con
aquello que en el futuro sería el único cuerpo propiamente militar
del continente: el ejército estadounidense. El imperio no quería ya
invadir; requería de la docilidad de fuerzas complementarias o de
apoyo.
Ahora, ¿por qué el
presidente Bush decidió enviar a la Guardia Nacional a fortalecer las
funciones de la Patrulla Fronteriza para contener a los migrantes
indocumentados?
El sentido que los
migrantes indocumentados han ido adquiriendo para los políticos, los
periodistas y el pueblo estadounidense no es tan simple como nosotros
quisiéramos ver. Necesitamos recordar que el 27 de marzo de 2002 la
Suprema Corte de Estados Unidos emitió un fallo aplicable a todos los
trabajadores sin documentos, mediante el cual se legalizaba en
realidad una nueva forma de esclavitud.
La Suprema Corte de
Estados Unidos dictaminó que los migrantes indocumentados no tienen
derecho a demandar a empresas que hayan violado la ley por despedirlos
o castigarlos al ejercer sus derechos básicos. Lo resolvió así en
el caso del trabajador mexicano José Castro, cesado junto con otros
tres obreros por la empresa Hoffman Plastic Compound, en Paramount,
California, en 1989.
Con ese fallo,
Estados Unidos envió un mensaje importante a países como el nuestro
acerca de la modernización de las legislaciones mundiales en materia
laboral. En apariencia, el modelo globalizador sólo se proponía
abaratar la contratación y, sobre todo, el despido de trabajadores.
Con ese fallo vemos ahora que se trataba de abaratar el trabajo en
todos los órdenes: en el trabajador "legal" y en el
"ilegal".
Ahora, el presidente
de Estados Unidos convoca a la Guardia Nacional para defender el
territorio de ese país en la frontera sur. Aquí no se expondrá la
Guardia Nacional al formidable poder de corrupción del narcotráfico,
por supuesto. Tampoco se trata de un cambio de criterios en la lucha
contra el narcotráfico mismo. ¿Por qué la Guardia Nacional cumplirá
funciones complementarias con la Patrulla Fronteriza en el control del
paso de inmigrantes indocumentados que son potenciales esclavos?
Desde hace tiempo,
las elites políticas estadounidenses, no solamente las del Partido
Republicano, sino también las demócratas y una abrumadora mayoría
de medios, han dado peculiar sentido a las manifestaciones y al flujo
de estos migrantes indocumentados: el de invasores del territorio, el
de avanzada en una nueva guerra de invasión. Días antes de las
recientes manifestaciones de migrantes en Los Angeles y en las
principales ciudades de Estados Unidos, las radiodifusoras de lengua
española insistieron a los manifestantes que no salieran a la calle
con banderas mexicanas ni con símbolos que los vincularan con México
ni con la devoción guadalupana. Pedían, sugerían, recomendaban por
todos los medios portar solamente banderas estadounidenses. ¿Por qué?
Porque ya en ocasiones anteriores la radio, las revistas, la televisión,
la prensa escrita, habían explotado las numerosas imágenes de
manifestantes que portaban banderas mexicanas, estandartes
guadalupanos o incluso camisetas del equipo de Guadalajara como reales
y peligrosos invasores instalados ya en Estados Unidos.
Por tanto, con esta
visión, la defensa territorial en la frontera sur se convierte en
patriótica. A esa precisa "autodefensa" convocan los
medios, los políticos y el presidente Bush. Las guardias civiles y la
Patrulla Fronteriza cumplen ahora en verdad tareas patrióticas al
defender el territorio estadounidense de otra guerra aparentemente
sofisticada: la migración ilegal.
Ahora bien, los
trabajadores "ilegales" o indocumentados son millones de
personas que no gozan de cabal protección de sus derechos laborales,
pero que son solicitadas y recibidas por numerosas fuentes fabriles,
agrícolas, turísticas o domésticas de Estados Unidos. Son
trabajadores a quienes se les rechaza la legalidad de su trabajo, pero
no su trabajo. No quieren situar la migración como resultado de
varias circunstancias socioeconómicas ni como un proceso social de
vectores complementarios: el desempleo en México (en gran parte
provocado por el orden que imponen las políticas económicas y
globalizadoras actuales, de las que Estados Unidos es uno de los
grandes responsables) y la oferta inmensa de empleo para
indocumentados en Estados Unidos que beneficia enormemente su economía
misma.
Si el objetivo del
gobierno de Estados Unidos fuera controlar y regular a fondo la
migración de indocumentados, podría conseguirlo con el control y la
regulación de todas las compañías y productores que emplean y
explotan a estos trabajadores. En vez de ello, el gobierno de Bush y
los medios de aquel país los tornan criminales. Considerarlos
"invasores" de su territorio fortalece en el ánimo del
pueblo estadounidense la idea de la autodefensa y la certidumbre de
que esta es una guerra. O mejor aún, que se trata de la misma guerra
que Estados Unidos sostiene en todos sitios contra el eje del mal,
contra el terrorismo y los ataques al mundo. Por ello el presidente
Bush convoca a la Guardia Nacional.
Por ello los propios
migrantes buscaron defenderse con la bandera de Estados Unidos;
salieron a la calle protegiéndose con la bandera de Estados Unidos.
Porque sabían que la de México no los protege desde hace tiempo.
Mucho menos un gobierno como el de Vicente Fox, que celebra como
"un día maravilloso" la declaración de guerra contra los
trabajadores indocumentados que Estados Unidos explota.
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