Los muros
y el mundo
Por
Immanuel Wallerstein
La Jornada, 03/06/06
Traducción de Ramón Vera Herrera
Los muros están de
nuevo en la prensa y vuelven a ser controvertidos. Muros en la
frontera entre Estados Unidos y México, muros que circundan los
asentamientos israelíes en Cisjordania. Estos son muros que gente en
posición de autoridad promueve construir. Pero justo hace 20 años
Ronald Reagan se paró en la Puerta de Brandenburgo en Berlín y dijo
la famosa frase: "¡Señor Gorbachov, derribe este muro!"
¿Por qué
construimos muros? Básicamente por dos razones: para dejar gente
fuera o para mantener gente dentro. Lo común es que los muros se
construyan en la orilla de la jurisdicción propia (la jurisdicción
de una autoridad gubernamental, la jurisdicción de la propiedad
privada). Hay dos preguntas que deben hacerse respecto a los muros. ¿Son
morales? ¿Son efectivos? Existe un amplio y profundo desacuerdo en
cuanto a la respuesta ante estas dos preguntas.
Comencemos con los
muros diseñados para dejar a la gente fuera. ¿Por qué queremos
dejarla fuera? La respuesta simple es: porque tenemos algo que
pensamos que otras personas quieren y no queremos compartirla con
ellas. Dado que las fronteras son meras líneas en el suelo, son
inherentemente porosas. Una solución es construir un muro que haga
difícil cruzar la línea, para entrar en el país o en la propiedad,
y así protegerla de lo que consideramos una ilegal e ilegítima
intrusión a/entrada en/incautación de/ lo que consideramos nuestro.
En el caso del muro
que Estados Unidos ha estado construyendo a lo largo de su frontera
con México, se pretende que el muro dificulte que los mexicanos y
otros latinoamericanos entren en Estados Unidos sin el permiso específico
(una visa). Y, por supuesto, en la mayoría de los casos, ellos
intentan entrar para buscar trabajo o tal vez reunirse con su familia.
La justificación para el muro es que, si no hubiera un sistema de
visas, la inmigración a un país rico sería torrencial y amenazaría
los niveles de vida del país al que la gente migra. Un sistema de
visas limita el número (y también, por supuesto, es una selección
de los tipos) de personas que pudieran entrar, y entonces los muros
están ahí para impedir la entrada de los forasteros que no pasaron
por el filtro de las visas.
A nivel individual,
el equivalente es la creación de las llamadas comunidades enrejadas,
en las cuales los dueños de propiedades en alguna localidad crean
muros para dejar fuera a los extraños que no fueron invitados, y
contratan fuerzas policiales privadas que dan cumplimiento a esta
restricción. Les llamamos comunidades enrejadas en los países ricos.
Pero actualmente, en muchas comunidades urbanas en los países del
Sur, las personas que viven en las casas más ricas erigen muros
particulares que impiden la entrada a los intrusos, muros que con
frecuencia se refuerzan con alambre de púas, fieros perros y, algunas
veces, policía privada. Es común la justificación de que las
fuerzas policíacas gubernamentales son inadecuadas para el trabajo de
proteger de ataques la propiedad privada y las personas.
Ahora demos un
vistazo al otro motivo, mantener a la gente dentro. Cuando en 1961 la
República Democrática Alemana erigió el Muro de Berlín, la razón
fue política. Había ocurrido un éxodo constante de personas a la
República Federal Alemana a través del sistema del Metro de Berlín.
Esto avergonzaba políticamente a las autoridades de la República
Democrática Alemana. Así que construyeron un muro, uno que se
mantuvo en pie hasta 1989. Cuando Reagan llamó a que se derribara el
muro, estaba expresando el derecho de las personas a emigrar, a
abandonar el lugar donde estaban, por cualquier razón que fuera.
Ese muro particular
se vino abajo. Cuando cayó, las personas tras los muros
(figurativamente todos aquellos que vivieron bajo los regímenes
comunistas de Europa centro-oriental y la Unión Soviética) se
toparon con el hecho de que habían adquirido el derecho de emigrar,
pero no el derecho de inmigrar. Para inmigrar, seguían requiriendo de
visas. Y hasta la fecha no es tan fácil obtenerlas. Algunas personas
emigran legalmente, pero ahora inmigran ilegalmente.
En el caso de los
muros israelíes, la explicación ofrecida es que se construyen para
reducir la capacidad de los palestinos de emprender acciones violentas
en estas zonas. Pero esos muros no se construyen en la orilla de una
jurisdicción. Se construyen para crear una jurisdicción. Es una
manera de crear fronteras de facto.
Así que retornemos a
nuestras dos preguntas. ¿Son morales los muros? ¿Son efectivos? La
moralidad de los muros construidos para dejar a la gente fuera nos
conduce a la moralidad de los derechos de propiedad. Y la moralidad de
los derechos de propiedad es una cuestión de cómo fue adquirida esa
propiedad. Los dueños de la propiedad alegan que fue resultado de su
arduo trabajo, y los otros argumentan que fue resultado del robo, la
agresión y otras apropiaciones ilegítimas (si no es que ilegales).
No hay una respuesta genérica a esta cuestión y, en la práctica, la
respuesta a los casos particulares es el resultado de negociaciones y
arreglos políticos.
Por supuesto, uno
pensaría que las personas comprometidas con las interminables
virtudes del libre comercio debieran sentir que el movimiento
individual debería estar gobernado por el mercado y no por los
monopolios (la restricción de derechos de acceso mediante un sistema
de visas, por ejemplo). Pero en la práctica, pocos proponentes del
sistema de libre comercio dicen alguna vez esto. Alegan que los bienes
y el capital deben moverse con libertad, pero tienden a no hacer
extensivo este principio de mercado al movimiento de las personas.
Y uno podría pensar
que las personas comprometidas con la equidad social deberían estar
en favor de compartirla con todos. Pero en la práctica, muchos
proponentes de la equidad social, especialmente en los países ricos,
desean limitar la equidad social a aquellos que ya se encuentran en un
país particular, y no abrirla a todo el mundo. La consigna parece
ser: protejamos nuestros derechos, propiedad y empleos, no los
derechos, la propiedad y los empleos del mundo entero.
En cuanto a la
efectividad, en el corto plazo los muros son eficaces en dejar fuera a
muchas personas (no a todas), y en mantener a muchas dentro (no a
todas). En el mediano plazo, los muros son políticamente abrasivos y
magnifican la injusticia, y como tal tienden a forzar negociaciones
posteriores. La única cosa segura que puede decirse de los muros es
que ciertamente no son amigables ni caritativos, y no son una señal
de libertad.
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