Políticos
republicanos temen "altos costos" electorales por la guerra
de Bush. El índice de aprobación del jefe de la Casa Blanca se
mantiene a la baja, indican sondeos
Acusan
a la juez que falló contra el espionaje telefónico de ser
"activista liberal"
Por
David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 22/06/08
Nueva
York, 21 de agosto.– Cuando una juez federal advierte a George W.
Bush que no es un rey, y que violó la Constitución, cuando varios
generales señalan que la política bélica del gobierno está
equivocada, cuando una mayoría de ciudadanos que sufragó por Bush en
2004 dice ahora que lo desaprueba, y sólo un tercio de los
estadounidenses aprueba el trabajo del mandatario, y aun menos el del
Congreso encabezado por su partido, no es difícil concluir que podría
haber una rebelión electoral en este país.
En gran medida por la
guerra en Irak, como por otros aspectos de su política exterior –y
aún más dañado por los altos precios de gasolina generados, en
parte, por estas aventuras en el extranjero– el índice de aprobación
de Bush continúa atorado en sus niveles más bajos desde que asumió
la presidencia (entre 33 y 36 por ciento, según tres encuestas
recientes). Muchos políticos, entre ellos republicanos, temen que la
guerra de Bush podría tener altos costos electorales a menos de 100 días
de las elecciones legislativas que se celebrarán en noviembre.
De
pronto políticos que antes expresaban su apoyo, aunque con críticas
a la guerra, como la senadora Hillary Clinton, se pronuncian con mayor
vigor en contra. El senador demócrata Joseph Lieberman, hasta hace
poco uno de los demócratas más poderosos en Washington, acaba de
sufrir una derrota electoral como resultado de su apoyo a la guerra de
Bush; perdió la elección primaria para regresar al Senado como
candidato demócrata contra Ned Lamont, quien centró su campaña en
la oposición a la política bélica de Bush. Eso provocó escalofríos
entre decenas de políticos que hasta ahora han apoyado la guerra.
Las
encuestas parecen haber dado más valentía a los políticos para
expresar su oposición. Sólo 26 por ciento de los estadounidenses
opina que el país está avanzando en dirección correcta, según una
encuesta de Ap–Ipsos; algunos analistas señalan que la elección
legislativa será más bien un referéndum sobre las políticas de
Bush, en particular la guerra, y algunos advierten sobre una rebelión
electoral contra el partido del presidente y comandante en jefe.
Necesitan
demócratas 15 curules más
Los
demócratas necesitan ganar 15 curules más para retomar el control de
la Cámara de Representantes, y analistas y estrategas creen que podrían
lograrlo si las tendencias en la opinión pública se mantienen. Por
ahora, sólo 29 por ciento aprueba el trabajo del Congreso bajo el
liderazgo republicano.
Ante
esto, no es sorprendente que la Casa Blanca redoble esfuerzos para
acusar a sus críticos de ceder ante la amenaza
"terrorista", y que intente enfocar la atención pública en
los temores, peligros y la urgente necesidad de emplear todos los
medios posibles en librar esta guerra entre "la libertad y el
terrorismo", tanto en casa como al otro lado del mundo.
Además,
todos los días el público estadounidense es bombardeado con noticias
de nuevas "amenazas"; y cuando no hay, con programas
especiales con temas como ¿qué tan seguros estamos? en los que
expertos aseguran: "no estamos nada seguros". La semana
pasada se transmitió un "especial" sobre cómo no hay forma
de asegurar los sistemas de transporte público en Nueva York y otras
ciudades, también se hacen reportajes de "sospechosos" de
origen "árabe" que compran teléfonos celulares, o toman
fotos de un puente en Michigan, o que son parte de grupos musulmanes
en Canadá, y más.
En
un solo día se informó que un vuelo de United Airlines de Londres
con destino a Washington debió aterrizar en Boston, escoltado por
cazas estadounidenses, por el comportamiento errático de una
pasajera. Después, se reportó que se había sellado una sección del
puerto de Seattle porque perros especializados habían detectado algo
en un contenedor recién descargado de un buque proveniente de Pakistán.
Pero
a pesar del constante recordatorio de la amenaza de, como dijo Bush al
hablar del complot anunciado en Inglaterra, los
"islamofascistas" que "odian la libertad", no sólo
se mantiene esa mitad de estadounidenses que se oponen a la guerra en
Irak, sino que se sienten cada vez menos seguros en casa, a pesar de
la justificación oficial básica de que la guerra en Irak y en la
región de Medio Oriente (con Irán e Siria como próximos enemigos)
es necesaria para lograr mayor seguridad en Estados Unidos y otros países
campeones de la "libertad".
Más
que eso, encuestas recientes subrayan que una creciente mayoría cree
que el país avanza por un rumbo "equivocado".
Es
en este contexto que Bush recibe otro golpe –el cual fue nota de
primera plana en todo el país–, cuando el fallo de una juez federal
le dice que actuó de manera ilegal e inconstitucional al ordenar el
programa secreto de intervenciones de comunicaciones de
estadounidenses, sin autorización judicial.
La
juez distrital Anna Diggs Taylor falló el jueves pasado que Bush violó
garantías constitucionales de privacidad de individuos, y también
que abusó de su poder presidencial, al señalar que "nunca fue
la intención de los autores (de la Constitución) otorgar tanto
control al presidente, particularmente cuando sus acciones desechan
tan flagrantemente los parámetros claramente enumerados en la Carta
de Derechos (de la Constitución)".
El
asunto del programa secreto de intervenciones de comunicaciones ha
sido ferozmente defendido por el gobierno de Bush, al resaltar que es
un "instrumento esencial" en el combate antiterrorista, e
incluso ha sugerido que tuvo un papel en el reciente operativo en
Londres para desmantelar un aparente atentado "terrorista"
contra varios vuelos trasatlánticos. El tema generó un intenso
debate luego que el New York Times reveló la existencia del programa
secreto en diciembre, algo que provocó la furia del gobierno, y desde
entonces se ha argumentado sobre la legalidad de la medida.
Bush
y su equipo denunciaron el fallo, y el presidente declaró estar
"en grave desacuerdo" con éste, mientras varios políticos
republicanos acusaron a la juez de ser una "activista"
liberal promoviendo la causa de los demócratas para
"debilitar" al país ante la amenaza del
"terrorismo", y un líder legislativo republicano la acusó
de querer "desarmar el país en tiempos de guerra". El
gobierno de Bush sostiene que la "legalidad" de este tipo de
medidas brota de la autoridad otorgada al presidente cuando el
Congreso aprobó el uso de fuerza militar en Afganistán, después del
11 de septiembre.
Pero
la juez Taylor rechazó este argumento de poder presidencial ilimitado
en tiempos de guerra. En su fallo declaró que "no hay reyes
hereditarios en Estados Unidos y ningún poder no creado por la
Constitución".
Aunque
el gobierno intentó prevenir que la juez tomara el caso, provocado
por una demanda legal promovida por la Unión Americana de Libertades
Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), la organización nacional más
importante en defensa de derechos individuales, al argumentar –como
en tantas ocasiones previas– que era un asunto de "seguridad
nacional", la juez determinó que el presidente no sólo había
violado una ley de 1978 prohibiendo las intervenciones de comunicación
de ciudadanos sin previa autorización judicial por un tribunal
secreto creado justo para este propósito, sino también la misma
Constitución.
De
inmediato, el gobierno interpuso una apelación, y este caso procederá
ante un tribunal superior. Pero el hecho de que una juez federal haya
determinado que el presidente actuó "ilegal e
inconstitucionalmente", tiene su impacto y deteriora aún más la
figura de Bush y su partido en esta coyuntura.
El
New York Times opinó en su editorial del viernes pasado que una sola
juez en Detroit ha hecho "lo que 535 legisladores del congreso
abismalmente han fracasado en hacer. Ha reafirmado el imperio de ley
sobre un gobierno sin ley....".
Mientras
que parecen multiplicarse los desastres de la guerra en el extranjero,
las consecuencias se manifiestan aquí en casa. Seguramente los políticos
utilizarán el próximo aniversario del 11 de septiembre para intentar
revertir estas tendencias, pero por el momento, hay nerviosismo entre
las filas leales al comandante en jefe.
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