En
busca de carne de cañón
Las
minorías en la mira del Ejército de EEUU
Por
Eva Sanchis
El
Diario–La Prensa, Nueva York, 29/08/06
Los
soldados Víctor Martínez y Luis Moreno compartían algo más que
haber encontrado la muerte el mismo año en Irak al ser baleados en la
cabeza por el enemigo.
Ambos
eran hijos de inmigrantes, tenían menos de 22 años de edad, querían
una vida mejor, y se enlistaron en el ejército tras haberse graduado
en dos de las peores escuelas secundarias de la ciudad, las dos
clausuradas este año por su mal funcionamiento.
Martínez,
de 21 años, se enlistó tras estudiar en Theodore Roosevelt High
School, una escuela con detectores de metales en la entrada en la que
sólo un tercio de los alumnos lograba graduarse a tiempo. El soldado
quería estudiar en la universidad pública de la ciudad cuando
saliese del ejército, pero murió el 14 de diciembre del 2004, al ser
baleado cuando salía de su vehículo en Bagdad.
Moreno,
de 19 años, se graduó de William H. Taft High School, un centro
donde menos de dos tercios de los estudiantes asistían a clase. El
dominicano se unió al ejército porque quería que su familia
"supiese que era alguien", dijo su novia, Jessica Corborán,
de 18 años, en su funeral, pero un francotirador acabó con su vida
el 23 de enero del 2004 cuando protegía una gasolinera en Bagdad.
"Los
jóvenes pobres necesitan empleos, formación, becas para la
universidad, y como hay una gran carencia de ello, se enlistan en el
ejército, sin darse cuenta de que es una institución creada para la
guerra y no un programa de empleo", indicó Anne Durston,
coordinadora de un proyecto sobre reclutamiento militar de American
Friends Service Committee (AFSC), una organización pacifista fundada
durante la Primera Guerra Mundial.
El
mes pasado AFSC creó un mapa que compara los códigos postales donde
el Ejército (Army) ha reclutado a un mayor número de personas con
las bolsas de pobreza de la ciudad. Durston recuerda que cuando hace
unas semanas comenzó a colorear con un rotulador en un mapa los
vecindarios con el mayor número de reclutamientos, "saltó a la
vista que eran los más pobres".
El
mapa demuestra que los jóvenes pobres negros e hispanos son los que
tienen más posibilidades de acabar en el ejército.
Los
datos que sirven de base para el mapa son del 2004 y fueron obtenidos
el año pasado del Departamento de Defensa (DOD) por Peacework
Magazine, una revista que publica AFSC. Son los datos más completos
sobre reclutamiento en Nueva York disponibles y fueron obtenidos
mediante la Ley de Libertad de Información (FOIA).
En
toda la ciudad, un 70.4% de los reclutas del Ejército activo en el
2004 fueron hispanos (37%) y negros (33.4%) mientras que el 51% de los
residentes de la ciudad pertenecen a estos grupos, según el Censo del
2000.
De
los 38 soldados de la ciudad muertos en Irak, según un conteo de EL
DIARIO/LA PRENSA, 21 eran hispanos, 8 negros, 4 asiáticos y 5
blancos, lo que confirma que las minorías están realizando un mayor
sacrificio.
El
mapa de AFSC muestra que las tasas más altas de reclutamiento del Ejército
(Army), que suple el 80% de las tropas en Irak, fueron mayores en los
barrios hispanos y afroamericanos del sur de El Bronx; Washington
Heights e Inwood, en Manhattan; el centro y el norte de Brooklyn; y en
barrios inmigrantes de Queens como Elmhurst, Jackson Heights, Flushing
y Jamaica.
Estos
barrios son también los más pobres de la ciudad. Según el Censo del
2000, entre un 37% y un 48% de los residentes del sur de El Bronx vive
por debajo del nivel de pobreza federal, que era de $11,250 anuales
para una familia de dos personas en el 2000. En un sólo código
postal del sur de El Bronx, el de Morris Heights, donde vivían Moreno
y Alvarez, se enlistaron 58 personas en las tres ramas del ejército.
"Bastantes
personas se acaban enlistando por razones económicas y no porque
quieren ser parte del ejército o creen en la guerra", afirmó el
congresista José Serrano (D–Sur de El Bronx).
En
los cinco códigos postales de Washington Heights e Inwood, entre un
27% y un 36% de la población vive por debajo del nivel de pobreza
federal y se enlistaron 99 personas. Otros vecindarios con altos índices
de reclutamiento son los barrios inmigrantes de Woodside, Jackson
Heights, Corona y Elmhurst, en Queens, donde se enlistaron 119
personas en el 2004.
En
Brooklyn, las bolsas de pobreza de Bedford Stuyvesant, Crown Heights,
Flatbush e East New York fueron un terreno fértil para los
reclutadores. En dos códigos postales de East New York 116 personas
se enlistaron en el 2004.
Estas
cifras contrastan con los cuatro códigos postales del Upper East
Side. En el vecindario más rico de la ciudad, que es 77% blanco y
tiene una renta per cápita de $67,010, sólo se enlistaron siete
personas en el Ejército, la Aviación (Air Force) o la Armada (Navy)
en el 2004.
Los
grupos pacifistas y los políticos de las minorías creen que ante la
dificultad de reclutar en tiempos de guerra, el ejército está
persiguiendo agresivamente a los jóvenes hispanos y negros y ha
concentrado sus centros de reclutamiento en barrios pobres.
"El
problema no es nuevo, pero se ha exacerbado durante la guerra",
afirma José Pérez, un profesor que forma parte de un grupo pacifista
de El Barrio.
Emily
Gockley, una portavoz del Batallón de Reclutamiento del Ejército en
la Ciudad de Nueva York, afirmó que sus reclutadores "no están
yendo a por ningún grupo étnico específico porque queremos que
todos lo grupos tenga la misma oportunidad de enlistarse".
Gockley
indicó que la ubicación de sus centros obedece a factores como la
cercanía a centros comerciales, medios de transporte y escuelas, y
visibilidad.
Un
análisis de las ubicación de las 26 oficinas de reclutamiento que el
Ejército tiene en la ciudad, listadas en su página web, indica, por
el contrario, que éstas se encuentran situadas en los barrios más
pobres.
Tres
de los cinco centros de El Bronx están ubicados en el sur de este
condado, seis de los ocho centros de Brooklyn se encuentran en Crown
Heights, Flatbush, East Flatbush, Fort Green, East New York y
Greenpoint, y los cuatro de Queens están en los barrios inmigrantes
de Elmhurst, Flushing, Jamaica y Long Island City. En Manhattan, tres
de los seis centros se encuentran en los vecindarios hispanos y negros
del norte del condado.
Guerra
en las escuelas
Por
Eva Sanchis
El
Diario–La Prensa, Nueva York, 30/08/06
Con
el recrudecimiento de la Guerra de Irak, los cuerpos de soldados caídos
en combate comenzaron a llegar a Nueva York. Cuerpos como el del
sargento José Gómez, de 23 años, quien quería estudiar
Administración de Empresas y era hijo de una madre soltera de Corona,
Queens.
O
el del soldado José Moreno, de 19 años, quien se graduó de William
H. Taft High School, una de las peores escuelas de la ciudad.
O
el de la soldado Ramona Valdez, quien murió tres días antes de
cumplir su vigésimoprimer cumpleaños y se había alistado en los
marinos a los 17 años con la autorización de su madre.
Todos
ellos se alistaron en el ejército tras graduarse en escuelas
secundarias que reciben frecuentes visitas de sus reclutadores.
El
año pasado las organizaciones pacifistas de la ciudad se alarmaron
tras escuchar a estudiantes que aseguraban que los reclutadores
visitaban todas las semanas sus escuelas y recorrían libremente casi
todos sus espacios dándoles obsequios. Ante lo que percibieron como
una intensificación de la campaña del ejército para reclutar a jóvenes
negros e hispanos, estos grupos le declararon su propia guerra al ejército,
colaborando con profesores, estudiantes, políticos y las comunidades
afectadas.
Pabel
Tapia, un alumno de 17 años de Jane Addams High School, la secundaria
del sur de El Bronx donde estudió la soldado Valdez, afirma que
comenzó a repartir panfletos pacifistas entre sus compañeros tras
ver cómo su centro era bombardeado con reclutadores.
Tapia
asegura que durante los últimos dos años los reclutadores han
visitado entre dos y tres veces al mes su escuela y se han apoderado
de una mesa en la cafetería donde ofrecen galletas a los alumnos y
tocan música hip hop.
"Van
por la escuela como si nada. Están en todas partes: el gimnasio, la
cafetería, los pasillos, las clases.", afirmó Tapia.
Más
de una docena de organizaciones pacifistas nacionales y locales operan
en la ciudad. Algunas, como la que suministró los folletos a Tapia,
fundada en El Barrio, han surgido en el último año para denunciar tácticas
discutibles de reclutamiento. Según estos grupos, éstas se han
vuelto más frecuentes ante la dificultad de reclutar por la
impopularidad de la guerra (sólo un tercio del país la apoya, según
el último sondeo de CNN).
Una
de estas tácticas consiste en conseguir la información de los
estudiantes por todos los medios posibles. Desde el 2001, la Ley que
Ningún Niño se Quede Atrás obliga a las escuelas de secundaria que
reciben fondos federales a dar los nombres, direcciones y teléfonos
de sus estudiantes al ejército, a no ser que los padres soliciten que
no lo hagan.
Edwin
Mayorga, un miembro del Colectivo de Educadores Radicales de Nueva
York (NYCORE), que se opone al reclutamiento en las escuelas desde el
2001, afirma que cuando el ejército no puede lograr de ese modo los
datos "los obtienen del anuario o de compañías que están
trabajando con las escuelas".
Esta
estrategia del ejército fue cuestionada en abril por la Unión de
Libertades Civiles de Nueva York (NYCLU), quien demandó al
Departamento de Defensa (DOD) en favor de seis estudiantes de
secundaria de la ciudad, dos hispanos, que habían solicitado no ser
contactados por el ejército pero habían seguido recibiendo sus
llamadas. Esta demanda se encuentra pendiente.
Emily
Gockley, una portavoz del Batallón de Reclutamiento del Ejército
(Army) de la Ciudad de Nueva York, indicó que los reclutadores tratan
de ir al menos una vez al año a todas las secundarias de la ciudad.
Sin embargo, "si una secundaria está dispuesta a abrirnos las
puertas más de una vez, aprovechamos esta oportunidad".
Mayorga
cree que muchos directores de escuelas en barrios pobres ven el ejército
como una de las pocas oportunidades de futuro de sus estudiantes.
"Bastantes
maestros y directores creen que están haciendo bien", afirmó
este profesor.
Mayorga
indicó que grupos como elsuyo intentan informar a los estudiantes
sobre programas de formación o becas para ir a la universidad
existentes. Algunos, como The Ya–Ya Network, han organizado ferias
de empleo.
Las
organizaciones pacifistas también han criticado a los reclutadores
por ofrecer una imagen glamorosa y poco realista de la guerra.
José
Pérez, un profesor que cofundó un grupo pacifista en El Barrio
cuando el ejército abrió un centro de reclutamiento allí el año
pasado, lamentó que el ejército usase a jóvenes bonitas durante el
Desfile Puertorriqueño.
"Dejaban
a la gente montarse en su humvee para hacerse fotos, les daban
regalos, y se hacían chistes los unos a los otros", afirmó Pérez.
"Era una escena muy atractiva. La idea era: somos una gran
familia, únete a nosotros".
Pérez
asegura que su disgusto por las tácticas del ejército aumentó tras
ver "como pirañas" a los reclutadores en el campus Erasmus,
en Flatbush.
Gockley
admitió que los reclutadores usan todos los medios disponibles para
llegar a los candidatos "pero es un primer contacto, en la cita
posterior se les dan los hechos, incluido lo que significa ir al ejército
y a la guerra". La portavoz explicó que un reclutador tiene que
realizar al menos 100 contactos antes de poder concertar una
entrevista.
Una
de las quejas más frecuentes de los pacifistas es que los
reclutadores ofrecen información incompleta sobre los beneficios del
ejército. Una promesa común es que el ejército ofrece $70,000 para
estudiar en la universidad, pero a muchos candidatos no se les
informa, según los pacifistas, de que esta ayuda sólo es para los
que realizen los trabajos menos apetecibles y se inscriban un mínimo
de seis años.
Paolo
Cardozo, un mexicano de 18 años que se graduó de secundaria el año
pasado, indicó que cuando un reclutador del centro de Melrose se
enteró de que iba a trabajar de vendedor, "me dijo si iba a
trabajar ahí toda mi vida; yo le dije que pensaba regresar a mis
estudios, y me salió con que cómo iba a pagarlos". Cardozo
afirmó que el reclutador sólo dejó de insistir cuando él le dijo
que sabía que el estado ofrecía becas a los estudiantes pobres.
Mauricio
Domínguez, quien fue reclutador de la Armada (Navy) en Los Angeles
hasta hace poco, afirmó que los estudiantes que tienen menos
oportunidades son candidatos más fáciles: "Nosotros le
prestamos atención a quién nos escuche o quiera escucharnos. Los jóvenes
que se van a graduar de la secundaria y no saben qué van a hacer, te
escuchan".
Domínguez
admitió que la presión sobre el reclutador es grande y la tentación
de utilizar tácticas poco honestas fuerte.
"Has
de salvar tu pellejo. Cuanta más gente reclutes, mucho mejor para
ti", indicó Domínguez. "Tengo que admitir que ha habido
cosas que no han sido las más legítimas o legales. Ha habido casos
feos en que los reclutadores les han mentido a los padres
incluso".
Anne
Durston, directora de un programa antireclutamiento de 'American
Friends Service Committee' (AFSC), afirmó que su organización trata
de educar a los jóvenes sobre sus derechos, especialmente a los que
son más vulnerables a las tácticas de los reclutadores, como los
hispanos.
"A
veces los padres hablan español y los hijos inglés, así que los
padres no pueden servir como esa figura escéptica que dice: 'Déjame
leer la letra pequeña del contrato'", afirmó.
AFSC,
que es una asociación nacional, ha dado material o ha asesorado a
otras organizaciones más pequeñas como la de Pérez.
Durante
los últimos meses, las asociaciones que han denunciado las tácticas
del ejército han involucrado también a algunos políticos de las
minorías. En abril, el concejal Charles Barron, que representa East
New York, uno de los vecindarios con el mayor número de
reclutamientos, trató de que se aprobase una ley para prohibir la
entrada de los reclutadores en las escuelas y la universidad de la
ciudad. No tuvo éxito.
En
otoño pasado, los congresistas Charles Rangel (D–Harlem) y José
Serrano (D–Sur de El Bronx) criticaron el reclutamiento en las
escuelas de sus distritos, pero según Serrano, "sigue pasando lo
mismo".
38
soldados neoyorquinos muertos en Irak: 21 hispanos, 8 negros, 4 asiáticos,
5 blancos
La
muerte de un joven militar
Por
Eva Sanchis
El
Diario–La Prensa, Nueva York, 31/08/06
La
madre del sargento José Gómez sólo supo que su hijo estaba en Irak
cuando al volver de su trabajo en una fábrica de perfumes para
carros, encontró a dos soldados en la puerta de su casa.
Gómez,
de 23 años, murió en Bagdad el pasado 28 de abril cuando una bomba
impactó su humvee al tratar de proteger el de otros compañeros. El
sargento le había dicho a su madre que estaba en Texas estudiando
para no preocuparla.
Desde
el 12 de agosto, una calle de Corona, en la que vivió durante más de
una década con su madre, lleva el nombre de Gómez.
El
día de la ceremonia oficial, en su modesta casa del 37–40 de la
Calle 104, María Gómez, de 53 años, explicó que su hijo se alistó
en el Ejército (Army) atraído por las becas que ofrecía para
estudiar en la universidad.
Gómez,
quien crió sola al sargento y a otro hijo, afirmó que el sargento
quería estudiar Administración de Empresas, pero con su sueldo en la
fábrica "no me alcanzaba con la renta, la comida, todo".
Gómez
emigró a Nueva York desde Bonao, República Dominicana, en 1984 y,
como otros inmigrantes sin estudios universitarios y escaso dominio
del inglés, tuvo que conformarse con el trabajo de la fábrica.
El
padrastro del sargento, Félix Jiménez, recuerda que Gómez
"quería ayudar mucho a su madre. Lo principal era comprarle una
casa a ella".
El
sargento estudió en las escuelas públicas del vecindario, junto a
otros inmigrantes hispanos y asiáticos.
En
el 2000, cuando estaba a punto de graduarse de Newtown High School, en
Elmhurst, un reclutador entró en contacto con él.
El
sargento se alistó en el Ejército con 17 años, y como era menor de
edad, necesitó la autorización de su madre.
La
madre del soldado afirma que cedió ante la insistencia de su hijo
"porque en esa época no había guerra, no había nada, había
muchos muchachos que entraban y salían".
Tras
alistarse, Gómez recibió entrenamiento como mecánico de los tanques
Bradley y fue destinado a una base militar de Fort Hood, Texas.
En
el 2003, el sargento fue despachado a Irak, donde sirvió en Tikrit
hasta agosto de ese mismo año.
En
Texas, Gómez conoció a la que se convertiría en su prometida, la
sargento mexicana Ana Laura Esparza. Esparza se había alistado en el
Ejército porque no podía pagarse los estudios de sicología. Murió
en Irak, en octubre del 2003, víctima de una bomba.
La
madre de Gómez recuerda que cuando mataron a su prometida "él
me dijo que ya no iba para ningún lado, que él iba a estudiar allá
(en Texas)". Sin embargo, el sargento fue reclamado para un
segundo tour en Irak a finales del 2004 del que nunca regresó.
En
la ceremonia en la que se rebautizó la calle en honor del sargento,
el concejal de Corona, Hiram Monserrate, recordó que era la segunda
calle del vecindario que llevaba el nombre de un soldado inmigrante caído.
El
18 de junio, la esquina de la Calle 104 y la Avenida 47, fue
rebautizada con el nombre del soldado colombiano Marlon Bustamante, de
25 años, quien falleció el pasado 1 de febrero en Irak.
Marlon,
que era padre de tres hijos, se alistó en el ejército porque quería
llegar a ser policía de Nueva York y los veteranos de guerra reciben
créditos extra en el examen de ingreso.
"Muchos
jóvenes se alistan porque no tienen las notas o los recursos para
estudiar en la universidad", afirmó Anne Durston, directora de
un proyecto antireclutamiento de American 'Friends Service Committee'
(AFSC). "Piensan que van a estar unos años, se saldrán del ejército
y obtendrán los beneficios".
Datos
obtenidos del Departamento de Defensa (DOD) por AFSC indican que los
vecindarios inmigrantes de Woodside, Jackson Heights, Corona y
Elmhurst en Queens, se encuentran entre los que tienen un índice más
alto de reclutamiento. En el 2004, según los últimos datos
disponibles, se alistaron 119 personas de estas áreas.
Para
ofrecer alternativas a los jóvenes de comunidades pobres, algunas
organizaciones pacifistas de la ciudad, como Ya–Ya Network, han
organizado ferias de empleo.
José
Pérez, un profesor de primaria de El Barrio que confundió un grupo
pacifista, afirma que estas asociaciones se han dado cuenta de que la
manera más efectiva de combatir al ejército "es pensar en
alternativas para estos jóvenes que salen de un sistema educativo
disfuncional".
El
dominicano José Moreno, de 19 años de edad, el soldado más joven
muerto en Irak, por ejemplo, se alistó junto a ocho amigos tras
graduarse de William H. Taft High School, una de las peores
secundarias de la ciudad, clausurado este año.
Rafael
Mutis, quien forma parte de un grupo pacifista de El Barrio, lamenta
que muchos jóvenes se unan al ejército en busca de formación o
becas, sin saber que la educación que van a recibir puede que no les
sea útil en un futuro.
"El
tipo de entrenamiento que te dan es tan específico que realmente no
te sirve de mucho cuando sales del ejército", indicó Mutis.
A
pesar de sus desventajas, muchos estudiantes de bajos recursos siguen
viendo el ejército como la única forma de escalar socialmente.
En
el festival dominicano del pasado 12 de agosto en Washington Heights,
la caseta del Ejército era una de las de mayor actividad. Numerosos
padres se acercaban a pedir información para sus hijos.
John
Bone, uno de los reclutadores de la caseta, llegó a atender a padres
que querían alistar a hijos de 14 y 15 años (la edad mínima para
alistarse es 17 años, con la autorización paterna).
Bone
explicó que los padres "quieren un mejor futuro para sus
hijos".
La
madre de Gómez siente rabia hacia los reclutadores, pero también
hacia la escuela de secundaria de su hijo por no haberle informado
sobre becas y programas de formación disponibles para estudiantes
pobres.
"(El
ejército) les lava la mente y los estudiantes se creen todo lo que
les dicen: que te vamos a pagar el colegio, un carro nuevo, los
estudios, que puedes hacer un préstamo para tener tu propia casa.,
afirmó. "Y ellos, inocentes...".
Antes
de enlistarte:
Infórmate
de las becas para la universidad y programas de formación
alternativos.
No
firmes ningún papel hasta que lo revise un familiar o maestro de tu
confianza.
Si
quieres que tu escuela de secundaria no divulgue tus datos al Ejército,
pide a tus padres que firmen una solicitud "Opt–Out" y la
entreguen a la administración de la escuela.
Si
ya te registraste en el "Delayed Enlistment Program" (DEP) y
estás arrepentido, puedes cambiar de opinión. Puedes informarte en
el (800) 394 9544.
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