El
tigre acorralado
Por
Immanuel Wallerstein
La
Jornada, 03/09/06
Traducción
de Ramón Vera Herrera
Cuando,
hace muchos años, algunos de nosotros dijimos que la decadencia de la
hegemonía estadounidense en el sistema–mundo era inevitable,
imparable y estaba ya ocurriendo, la mayoría de la gente nos dijo que
ignorábamos la obvia y avasalladora fuerza militar y política de
Estados Unidos. Hubo críticos que dijeron que nuestros análisis hacían
daño porque servían como un vaticinio que acarrea su propio
cumplimiento.
Luego,
en la presidencia de Bush, subieron al poder los neoconservadores e
instrumentaron su política unilateral de militarismo macho, diseñada
(decían ellos) para restaurar la indisputable hegemonía
estadounidense, amedrentando a sus enemigos e intimidando a sus amigos
para que obedecieran, sin cuestionar, las políticas de Estados Unidos
en el ámbito mundial.
Los
neoconservadores tuvieron su oportunidad y sus guerras han fracasado
espectacularmente: no han logrado atemorizar a quienes son
considerados enemigos ni intimidar a sus antiguos aliados a que
obedezcan sin chistar. La posición estadounidense en el
sistema–mundo es hoy mucho más débil de lo que era en 2000, y esto
es resultado, precisamente, de las muy erradas políticas
neoconservadoras adoptadas durante la presidencia de Bush. Hoy, mucha
gente está dispuesta a hablar abiertamente de la decadencia
estadounidense.
Así
que, ¿ahora qué pasa? Hay dos sitios a los cuales debemos mirar: al
interior de Estados Unidos, y el resto del mundo. En el resto del
mundo, los gobiernos de todas las tendencias le prestan cada vez menos
atención a cualquier cosa que Estados Unidos diga o quiera. Cuando
era secretaria de Estado Madeleine Albright dijo que Estados Unidos
era "la nación indispensable". Esto pudo haber sido cierto
alguna vez, pero ciertamente no es verdad ahora. Hoy, el tigre está
acorralado.
No
es todavía plenamente el "tigre de papel" del que hablara
Mao Tse Tung, pero es cierto que va en camino de ser exhibido como un
tigre agazapado, a la defensiva.
¿Cómo
tratan otras naciones a un tigre acorralado? Con una gran dosis de
prudencia, podría decirse. Aunque Estados Unidos ya no puede imponer
sus modos en casi ninguna parte, sigue siendo capaz de infligir
grandes daños si decide dar un coletazo. Irán puede desafiar a
Estados Unidos con aplomo, pero intenta ser cauteloso para no
humillarlo. China puede sentirse plena de vigor, segura de que se
fortalecerá más en las décadas venideras, pero maneja con tiento a
Estados Unidos. Hugo Chávez puede torcerle la nariz al tigre
abiertamente, pero Fidel Castro, más viejo y sabio, habla en un tono
menos provocador. Y el primer ministro italiano, Romano Prodi, toma de
las manos a Condoleezza Rice mientras emprende una política exterior
encaminada a fortalecer el papel mundial de Europa, independiente de
Estados Unidos.
¿Por
qué son todos tan prudentes? Para responder, debemos indagar lo que
ocurre en Estados Unidos. Dick Cheney, jefe del Ejecutivo, de
facto, sabe lo que se requiere hacer desde el punto de vista de
los militaristas machos, de los cuales él es el líder. Estados
Unidos debe "mantener el rumbo" y de hecho escalar la
violencia. La alternativa sería admitir su derrota, y Cheney no es
alguien que vaya a hacer eso.
Sin
embargo, Cheney tiene un agudo problema político en casa. Sus políticas
(y él mismo) pierden respaldo, masivamente, dentro de Estados Unidos.
Los discursos amedrentadores acerca de los terroristas y las
acusaciones de traición que lanza contra sus críticos ya no parecen
ser tan efectivos como antes lo fueran. La reciente victoria del crítico
de la guerra Ned Lamont sobre el defensor de la guerra Joe Lieberman,
en los comicios de Connecticut para elegir candidato del Partido Demócrata
al Senado, ha sacudido al establishment político
estadounidense de ambos partidos. En pocos días, un gran número de
políticos parece haber avanzado mucho hacia el cierre de la operación
Irak.
Si,
como parece bastante posible ahora, los demócratas obtienen el
control de ambas cámaras del Congreso en las elecciones de noviembre
de 2006, hay el riesgo de una estampida en favor de la retirada, pese
a la renuencia del liderazgo demócrata en el Congreso. Esto será más
seguro si, en varias elecciones locales, ganan prominentes candidatos
que se oponen a la guerra.
¿Qué
hará el bando de Cheney entonces? Uno no puede esperar que
graciosamente reconozca el advenimiento de un presidente demócrata en
las elecciones de 2008. Sabe que tal vez cuenta con sólo dos años más
para crear situaciones de las cuales sea casi imposible que Estados
Unidos pueda retirarse. Y dado que, con un Congreso controlado por los
demócratas, no podrá lograr que pase ninguna legislación
importante, se concentrará (todavía más que ahora) en intentar
utilizar los poderes ejecutivos de la presidencia, en manos de su dócil
testaferro, George W. Bush, para agitar estragos militares por todo el
mundo y así reducir radicalmente el rango de libertades civiles
dentro de Estados Unidos.
Sin
embargo, en muchos frentes habrá resistencia contra la camarilla de
Cheney. Sin duda, el más importante sitio de resistencia será el de
los líderes de las fuerzas armadas estadounidenses (con la excepción
de la Fuerza Aérea), que claramente piensan que las actuales
aventuras militares han extralimitado en gran medida la capacidad
militar estadounidense. Este liderazgo está muy preocupado de que la
opinión pública estadounidense culpe a los militares cuando Rumsfeld
y Cheney desaparezcan de los titulares de los periódicos. Resistirán
también contra la camarilla de Cheney las grandes empresas, que
consideran que las actuales políticas tienen consecuencias muy
negativas para la economía estadounidense.
Por
supuesto, los de izquierda y centro–izquierda en Estados Unidos
impulsarán una resistencia contra esta camarilla, ahora que se
sienten revigorizados, enojados y ansiosos por el rumbo de la política
estadounidense. Hay una lenta pero clara radicalización de la
izquierda y aun de la centro–izquierda.
Cuando
eso ocurra, la derecha militarista emprenderá represalias muy
agresivamente. Cuando Lamont ganó las elecciones internas en su
estado, un lector del Wall Street Journal escribió una carta
que decía: "hemos llegado al punto de inflexión en este país;
si permitimos que la izquierda gobierne como mayoría, nuestro país
está acabado". Este lector llama "ineptos" a los líderes
republicanos. El, como muchos otros, buscará líderes más fieros.
Todo
mundo se preocupa por la guerra civil en Irak. ¿Y qué pasará en
Estados Unidos?
Alarmantes tiempos se avecinan.
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