La
conspiración infinita de George W. Bush
Por
Víctor Ego Ducrot
La Haine, 12/09/06
A cinco años del
11– S de Nueva York, las mismas mentiras :: Dos meses después de
los atentados, un libro editado en Bs.As. reveló que los mismos
contaron con el visto bueno de la Administración estadounidense. El
fascismo lanzaba su ataque global.
¿Quiénes son y por
qué se quejan Thomas Kean y Lee Hamilton? Presidieron la comisión
oficial investigadora de los atentados del 11 de septiembre de 2001,
en Nueva York y Washington. Acaban de publicar el libro "Sin
precedente: la historia interna de la comisión 11 – S" y
sostienen que la Casa Blanca obstaculizó su trabajo con infinitas
y variadas maniobras de ocultamiento.
Afirman también que
el propio presidente George W. Bush y su vice, Dick Cheney, fueron
y son los más empedernidos silenciadores de lo hechos, y
que, en esa tarea, cuentan con el apoyo de un grupo de asesores
encabezado por el actual secretario de Justicia, Alberto Gonzáles, y
por la mayoría republicana en el Congreso.
Fue Gonzáles el
responsable de impedir que se investigue y discuta aquél informe del
6 de agosto de 2001, firmado por el entonces director de la Central
estadounidense de Inteligencia (CIA), George Tenet. El título del
informe en cuestión es "Ben Laden decidido a atacar en Estados
Unidos" y, como ya se habrá notado, fue elaborado y elevado a
Bush algo más de un mes antes de los atentados.
No pasará mucho
tiempo hasta que Kean y Hamilton se animen a reconocer en público lo
que ya muchas veces han admitido en conversaciones reservadas: si la
comisión hubiese trabajado con total libertad, sin las obstrucciones
planteadas desde la burocracia del Ejecutivo, los estadounidenses
tendrían la confirmación de que los atentados del 11 – S fueron
parte de la más macabra operación encubierta nunca antes planificada
y ejecutada por un gobierno de Estados Unidos, dentro de su territorio.
Varios investigadores
estadounidenses y de otros países han trabajado en los últimos años
sobre ese tipo de hipótesis y constataciones. Entre ellos el
prestigioso intelectual demócrata Gore Vidal, autor del libro "Dreaming
Wars".
La primera de esas
investigaciones publicadas fue la perteneciente a quien esto escribe.
El libro "Bush & Ben Laden S.A." (Editorial
Norma, Buenos Aires, noviembre del mismo 2001) sostiene y prueba que
en la conspiración participaron en forma coordinada funcionarios de
la Administración y los sectores más concentrados del sistema
empresario corporativo con asiento en Estados Unidos.
Entre ellos, grupos
del sector seguros, consorcios financieros – bancarios y para
bancarios –, elementos rectores del complejo bélico industrial y
hasta operadores oficiales dentro de la estructuras del Banco Mundial
y del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Uno de los más
activos autores intelectuales de los atentados fue el entonces número
dos del Pentágono, Paul Wolfowitz, quien – no por casualidad –
luego pasó a ejercer el cargo que aún ocupa, titular del BM.
En el diseño y
puesta en marcha del plan participaron en forma directa Cheney, la por
aquellos tiempos máxima jefa del Consejo Nacional de Seguridad y
actual secretaria de Estado, Condoleezza Rice y el jefe de Wolfowitz,
Donald Rumsfeld, quien continúa al frente de la secretaría de
Defensa.
Como bien recuerda el
libro "Los nuevos mandarines del poder americano",
del académico Alex Callínicos, de la Universidad de York, Wolfowitz
perteneció a los equipos de Richard Nixon Y Ronald Reagan, como
embajador en Indonesia. Fue también el ideólogo de la invasión a
Irak, en 2003, para que, como él dijo, "ese país deje de nadar
en petróleo", y en silencio trabaja ahora en el diseño de la
política de Washington en Irán.
Wolfowitz fue el discípulo
preferido del "gran pensador" de la Guerra Fría, Albert
Wohlstetter; estudió en la Universidad de Chicago y fue alumno también
de Allan Bloom, "mentor espiritual" de la ideología
neoconservadora o "neocon". Asimismo, con fuertes vínculos
en la ultraderecha israelí, fue el arquitecto de la actual estratégica
alianza que defiende Bush con Tel Aviv.
Durante la década
del ´80, esos cuadros políticos de la ultraderecha estadounidense,
casi todos ellos con el respaldo de organizaciones sectarias de
fundamentalistas cristianos y judíos, comenzaron a trabajar en un
diseño estratégico apoyado sobre los siguientes pilares.
Control de los
resortes políticos de la Administración; despliegue militar a escala
global; recuperación del control hegemónico absoluto de las grandes
reservas de recursos naturales en todo el globo; reidentificación de
"enemigos" (mundo árabe) y de "hipótesis de
conflictos post Guerra Fría (guerra global contra el
terrorismo"; definición y puesta en marcha de escenarios políticos
y acciones propagandísticas tendientes a la generación de
"opiniones públicas favorables, tanto doméstica como
internacional, a la consigna confrontación total contra el
terrorismo".
Programas de este
tipo fueron comentados y elogiados desde publicaciones
neoconservadoras como The Weekly Standard, dirigida por William
Kristol, y se basan en los antecedentes doctrinarios de Leo Strauss,
académico de la Universidad de Chicago, fallecido en 1973.
Uno de los discípulos
de Strauss, Abram Shulsky, tomo algunos de los ejes teóricos de su
profesor para construir la teoría de lo oculto. "La acción del
gobierno, como gestor de alta política, debe propender a la búsqueda
de consensos por medio de la mentira, entendiendo a ésta como
propaganda, tanto desde el discurso como desde la acción, incluso
cuando esta pueda aparentar ser opuesta a nuestros intereses y
repugnante a nuestras conciencia", afirmaba Shulsky en una de sus
tantas conferencias ubicables en la biblioteca de la Universidad de
Chicago.
Shulsky inspiró a
Rumsfeld cuando éste se decidió a crear, con el visto bueno de Bush,
la llamada Oficina de Planes Especiales, aparato de poder que tomó
estado público como orientador político de la invasión e Irak en
2003, pero que en realidad comenzó a operar en enero de 2001, con su
primera misión: "conmover a la opinión pública
estadounidense y mundial, para comenzar entonces con nuestra
estrategia infinita y guerra global contra el terrorismo".
Nueve meses después
el mundo vio en directo los atentados contra las Torres Gemelas
gracias al don de ubicuidad –casi de carácter divino– que tiene
la CNN. Las voces en privado de Kean y Hamiltón deberían convertirse
en públicas. Y toda identificación entre los programas revelados en
este artículo y las prácticas políticas del actual gobierno de
Estados Unidos en el mundo –por supuesto también en América
Latina– no es consecuencia de la casualidad.
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