Por
Tom Engelhardt
Tomdispatch, 12/09/06
Sin Permiso, 24/09/06
Traducción de Oriol Farrés Juste
Hemos oído al
presidente y al vicepresidente de los Estados Unidos decirlo una y
otra vez: Había una conexión entre los hechos del 11–S e Irak.
Pues tomémonos esto en serio y consideremos algunas de las relaciones
entre los dos.
Cifras
y comparaciones
Al menos 3.438
iraquíes murieron por causa de la violencia en julio (casi el mismo
número murieron en junio y agosto), considerablemente más que las
2.973 personas que murieron en los ataques del 11–S de 2001 en Nueva
York.
1.536 iraquíes
murieron en Bagdad sólo en agosto, según los últimos cálculos del
depósito de cadáveres. Esto, en una sola ciudad y en un cada vez
más típico mes, equivale a más o menos la mitad de las víctimas
del 11–S. Según el Washington Post, el cómputo no incluye
las víctimas de los atentados suicida ni los que fueron llevados a
los hospitales de la ciudad. Tampoco incluye los muertos en ciudades
cerca de la capital.
A principios de
septiembre, 2.974 soldados de los EE.UU. habían muerto en Irak y en
la guerra global contra el terror de la Administración Bush, más de
los que murieron en los ataques del 11–S. (22 soldados más murieron
en Irak en los nueve primeros días de septiembre; y como mínimo, 3
en Afganistán.)
Cinco años después,
según Emily Grosden y David Randall del periódico británico The
Independent, la guerra global contra el terror de la
Administración Bush ha implicado, como mínimo, 20 veces las muertes
del 11–S; y como máximo, 60 veces. Esta guerra "ha matado un
mínimo de 62.006 personas, ha creado 4’5 millones de refugiados y
ha costado a los EE.UU. más de la suma de dinero necesaria para pagar
las deudas de todas las naciones pobres de la tierra. Si la
estimación de otras muertes, las llamadas "no
cuantificadas", se incluye –insurgentes, miembros del ejército
iraquí en la invasión de 2003, los que no han sido captados por los
medios de comunicación occidentales y los que han muerto como
resultado de heridas–, entonces el total podría llegar a la cifra
de 180.000." Según el periodista australiano Paul McGeough, los
oficiales iraquíes (y otros) estiman que la tasa de mortalidad en el
país desde 2003 "es de 50.000 o más – el equivalente
proporcional de unos 570.000 estadounidenses."
La semana pasada, el
senado de los EE.UU. acordó destinar otros 63 miles de millones de
dólares a operaciones militares en Irak y Afganistán, dónde los
costes han sido, por ahora, de un promedio de 10 miles de millones de
dólares al mes en este año. Esto conlleva un coste (en impuestos)
para las guerras de Bush de unos 469 miles de millones de dólares, y
sigue aumentando. Esto es el equivalente de 469 memoriales de la Zona
Zero si son a coste completo, el doble si las ceremonias se realizan
según los presupuestos revisados y reducidos de 500 millones de
dólares. (Y además se ha de tener en cuenta que el coste de estas
dos guerras no incluye varios gastos futuros perfectamente previsibles
como el cuidado de los veteranos de guerra, y que en total podría
llegar a los billones de dólares.)
En el 2003 la
Administración Bush, con su invasión de Irak finalizada, tenía unas
150.000 tropas desplegadas en el país ocupado. Poco menos que tres
años y medio después, casi lo que supuso ganar la Segunda Guerra
Mundial en el Pacífico, y a pesar de toda la cobertura mediática
sobre supuestos golpes de fuerza, el nivel de tropas de los EE.UU., de
hecho, está subiendo –en unos 15.000 el mes pasado. Ahora llega a
145.000, justo 5.000 menos que la cifra de la ocupación inicial.
(Durante la preinvasión, altos oficiales de la Administración Bush
como el Secretario de Defensa Paul Wolfowitz, dieron por supuesto que
los niveles de tropas estadounidenses se reducirían a los 30.000 tres
meses después de tomar Irak.)
Reconstrucción
Mientras los
estadounidenses planean recordar el 11–S con cuatro torres enormes y
un gran hoyo de la memoria extremadamente costoso, los bagdadíes
piensan de un modo más práctico. Aprovecharán sus escasos fondos
para construir dos nuevas secciones del depósito de cadáveres (con
unidades de refrigeración) en la capital, para lo que tienen más en
su país: cuerpos sin vida. Tienen previsto, además, aumentar la
capacidad del depósito de cadáveres para que pueda albergar 250
cadáveres al día. Si se utiliza a pleno rendimiento, esto supondría
unos 7.500 cadáveres al mes. Cabe pensar en ello como una inversión
para peores días venideros.
Mientas las
construcciones de los memoriales de Nueva York no pueden empezar a
alzarse (o a adentrarse en el suelo), debido a las disputas sobre los
excesivos costes estimados, lo que se podría pensar que es el
verdadero memorial de la Zona Zero está creciendo en el corazón de
Bagdad; y a diferencia de las futuras estructuras en Manhattan o, de
igual forma, a diferencia de cualquier otro proyecto de construcción
en Irak, va a tiempo y conforme al plan. Según Paul McGeough, la
"embajada" de 787 millones de dólares, que es un edificio
de 21 pisos fuertemente fortificado (que hace caso omiso de la escasez
en electricidad o en sistemas de suministro de agua de la capital)
sacará mejor provecho del dinero –está construido en
emplazamientos de misiles tierra–aire e incluye un café Starbucks y
un Krispi Kreme, una bonita sala de visitas, una piscina, y un centro
de deportes. Como "barrio residencial de Manhattan", con un
equipo previsto de 3.500 empleados, es un proyecto que dice con toda
la soberbia que la Administración Bush puede acumular: No nos iremos.
Nunca.
Meses
de récords batidos
Los ataques con
explosivos de la insurgencia iraquí (o IED’s), "los mayores
asesinos de tropas estadounidenses", alcanzaron números récord
este verano –1.200 muertos en agosto, cuadriplicando los cálculos
de enero del 2004 según el Washington Post, mientras que los
atentados con bomba y los ataques sorpresa por parte de ciudadanos
iraquíes han bajado drásticamente. Cayeron en picado de 5.900 en
abril a 3.700 en julio. ("Esto hará que salir a la calle no sea
tan letal", fue la observación optimista del general retirado,
Montgomery G. Meigs, director del Joint Improvised Explosive Device
Defeat Organization.)
Según una
avaluación cuatrimestral recientemente puesta en conocimiento que el
Pentágono está obligado a realizar para el Congreso, las bajas
iraquíes han crecido un 51% los últimos meses, cuadriplicándose en
casi dos años.
A partir del mismo
informe, los ataques mensuales a los EE.UU. y a otras fuerzas aliadas
iraquíes crecieron hasta unos 800, duplicándose desde los inicios de
2004. En la provincia de Anbar, el centro de la insurgencia suní
(donde un informe "muy pesimista" de los servicios secretos
de los Marines indica que "no hemos sido vencidos militarmente
pero hemos sido vencidos políticamente – y aquí es donde se ganan
o pierden las guerras") los ataques son de un promedio de 30 por
día.
Un "récord
colateral" en la Guerra contra el Terror: el ahora cuantificable
cultivo de opio de Afganistán se proyecta que crezca al menos un 50%
este año, lo que significaría un remarcable 92% de la oferta
mundial. Según Antonio Acosta, el director ejecutivo mundial de la
oficina de las Naciones Unidas sobre drogas y crímenes, esta oferta
excederá el consumo mundial en un 30% –por lo tanto, asoman otros
récords. (Mientras tanto, según el Washington Post, la
investigación sobre el paradero de Osama Bin Laden ha batido un
récord a la baja. Su rastro "se ha difuminado… Los comandos de
los EE.UU. cuyo objetivo es capturar o matar a Osama Bin Laden no han
seguido una pista creíble en más de dos años.")
La
condición iraquí
Junto con la guerra
civil, la limpieza étnica de los alrededores, la todavía fuerte
insurgencia y la infernal situación de inseguridad, los iraquíes
están experimentando una creciente inflación, posiblemente
alcanzando un 70% este año (lo que será más del doble que el
aumento del 32% del año pasado); un estancamiento de salarios (allí
donde aún existen); un sistema bancario "inerte"; un
aumento de precios de gas y electricidad en un 270%; una corrupción
masiva ("Una auditoría financiada por Naciones Unidas descubrió
la semana pasada un vacío de cientos de millones de dólares en
ingresos por petróleo iraquí que habían sido mal contados el año
pasado o que se habían perdido en su totalidad"); una falta de
electricidad adecuada o de suministros de agua potable; un alto y
persistente desempleo, yendo –en función de la estima– desde 15–50/60%
(el reciente informe del Pentágono al Congreso establece cifras de un
18% de desempleo y un 34% de subempleo); unos agudos cortes de
gasolina, queroseno y gas butano en el país con la tercera mayor
reserva de petróleo, forzando al gobierno de Irak a dedicar 800
millones de dólares de sus escasos fondos para importar refinados de
petróleo de los países vecinos, haciendo de las colas para conseguir
gas y de las esperas de toda la noche la esencia de la vida normal.
("Cumplir hoy requiere varios días de pago, paciencia
monástica, o ambos…"); una industria de petróleo, ya dañada
en el momento de la invasión, en caída libre (sus tres refinerías
principales están ahora funcionando a media capacidad y produciendo
solamente la mitad de la cantidad de barriles que se producían antes
de la invasión, mientras que la mayor refinería en Baiji a veces
opera a niveles tan bajos como un 7’5% de capacidad; unos cortes
severos de los subsidios por gas del gobierno (a petición del FMI); y
un aumento de la malnutrición –según el informe del Pentágono al
Congreso, 25’9% de los niños iraquíes han interrumpido su
crecimiento normal.
En otras palabras:
económicamente, Irak ha sido esencialmente deconstruido.
Bucear
en Irak
El 9 de diciembre de
2001, el vicepresidente Dick Cheney comenzó a argumentar
públicamente en rueda de prensa que había conexiones entre Irak y el
11–S. "Se ha comprobado con toda seguridad", dijo al
periodista Tim Russert, que Mohamed Atta, el jefe de los
secuestradores del 11–S, se había encontrado el pasado abril en
Praga con un oficial mayor de los servicios de inteligencia iraquíes.
El 8 de septiembre de 2002 volvió a la carga y reafirmó el supuesto
encuentro todavía más categóricamente: ("Con toda evidencia,
Atta viajó a Praga en varias ocasiones, nos consta que estuvo en
Praga con un oficial mayor de los servicios de inteligencia iraquíes
meses antes de los ataques al World Trade Center.") Todo esto –y
dijeron mucho más Cheney, el presidente y demás altos cargos,
siempre dejando Irak y el 11–S, o Saddam y Al–Qaeda, o Saddam y
Zarqawi en el mismo contexto retórico con el vínculo final
normalmente dejado en manos del oyente– fue literalmente una
"bushmanipulación".
Todas estas fueron
declaraciones desmentidas por los servicios de inteligencia antes,
durante y después de la invasión de Irak. El otro día supimos por
un informe parcial revelado por la comisión del senado sobre
inteligencia que analistas de los servicios secretos estaban
cuestionando sólidamente los pretendidos vínculos entre Saddam
Hussein y Al–Qaeda mientras los oficiales mayores de la
Adminitración Bush afirmaban la existencia de estos vínculos para
justificar la invasión de Irak. Supimos también que los miembros de
los servicios de inteligencia sabían que Saddam Hussein había
intentado capturar a Zarqawi y que el argumento que sostenía que
Zarqawi y él estaban urdiendo una conspiración fue totalmente
rechazado el pasado otoño por la CIA. Nada de esto ha impedido al
vicepresidente o al presidente –el cual todavía este 21 de agosto
seguía insistiendo que "Saddam tenía relaciones con
Zarqawi"– continuar haciendo estas vinculaciones, implícitas o
explícitas, aún cuando ellos mismos también se han echo atrás en
las declaraciones.
Como suele pasar,
bajo tales mentiras y manipulaciones subyace una profunda verdad. En
este caso, llamémosle la "verdad del deseo cumplido". El
vínculo entre el 11–S e Irak es desafortunadamente demasiado real.
La administración Bush lo hizo posible en el calor del shock post 11–S.
Pensemos en el
vínculo de esta forma: en el inmediato despertar del 11–S, el
presidente y el vicepresidente secuestraron el país, empleando los
equivalentes retóricos a los cutters y mazas que usaron Atta y los
demás terroristas; más tarde, con la mayoría de pasajeros a bordo y
sin ahorrase demasiado el espíritu del Vuelo 93 de la United
Airlines, y una vez sobrevolado Afganistán, estrellaron el avión del
estado directamente dentro de Irak, causando el equivalente de un
Katrina que nunca cesa y convirtiendo este país –desde Basora en el
sur hasta la frontera con el Kurdistán– en el equivalente mundial
de la Zona Zero.