“Es
un engendro nazi la ley que legitima la tortura”, afirma la analista
Molly Ivins
Por
David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 05/10/06
Nueva
York, 4 de octubre.– La legalización de la tortura y la anulación
del derecho de habeas corpus fue una propuesta tan radical que provocó
alarma, denuncias y severas advertencias de una gama inusualmente
diversa de personas, que expresaron que su aplicación dañaría los
fundamentos del sistema legal y el concepto institucional de la
democracia estadounidense.
Durante
semanas, a veces en público y otras en privado, jueces y abogados
civiles y militares, las principales organizaciones nacionales de
derechos civiles y humanos, generales y otros altos oficiales
castrenses se sumaron a las voces menos sorprendentes de las
organizaciones y coaliciones antiguerra, liberales y más.
En
carta enviada el 25 de septiembre –días antes de la votación para
aprobar la ley– a senadores y representantes federales, más de 30
ex embajadores y diplomáticos de alto rango solicitaron al Senado que
no anulara el habeas corpus porque "no hay un principio más
central de la democracia", ya que establece que el Poder
Ejecutivo no podrá detener a menos que cuente con el consenso de un
Poder Judicial independiente.
El
promotor de la carta es nada menos que William D. Rogers, ex
subsecretario de Estado (su jefe fue Henry Kissinger), y se suman
diplomáticos reconocidos como Thomas Pickering (embajador en Centroamérica
y ante Naciones Unidas, entre otros puestos), Anthony Quainton,
Alexander Watson (ex subsecretario de Estado para América Latina),
Princeton Lyman, J. Brian Atwood, Harry Barnes, Donald McHenry, Edward
Corr y el ex asesor de Seguridad Nacional Anthony Lake.
La
misiva, copia de la cual obtuvo La Jornada, señala que "nos han
dicho que el propósito central" de la política exterior de
George W. Bush es "la promoción de la democracia para
otros", pero indica que "eliminar el habeas corpus en
Estados Unidos como recurso para ciudadanos de otros países que han
caído en nuestras manos no puede ser otra cosa más que un burla de
esta pretensión a los ojos del resto del mundo".
Agregan
que "proclamar que el gobierno democrático como la forma suprema
de gobierno al resto del mundo al mismo tiempo que estamos eliminando
la avenida más importante de defensa ante la detención arbitraria
por un gobierno, no servirá a nuestros intereses en el mundo".
Por
otro lado, una carta enviada a todos los senadores por la Asociación
Nacional de Abogados (American Bar Association, o ABA), la principal
organización nacional de la profesión legal, expresa su oposición a
la propuesta que fue aprobada pocos días después en el Capitolio.
"El habeas corpus, que asegura la protección contra la detención
injusta por un gobierno, es uno de los pilares de nuestro sistema
constitucional", subraya.
A
la vez, la ABA también instó al gobierno de Bush a cumplir
plenamente con las Convenciones de Ginebra y expresó su preocupación
de que la nueva ley implica no sólo limitar protecciones judiciales a
detenidos, sino también la autorización de "técnicas severas
de interrogación" para agencias civiles estadounidenses.
"Cuando
nos negamos a observar las normas internacionales para el tratamiento
de detenidos... alentamos a otros en el mundo para que hagan lo
mismo", afirma la ABA en la carta firmada por su presidenta,
Karen Mathis.
Vale
recordar que ex abogados militares de los más altos rangos se
presentaron ante el Congreso para repudiar la formulación de la ley
advirtiendo de sus graves consecuencias, y uno de ellos, el almirante
John Hutson, quien fue el abogado militar de mayor rango en la marina,
declaró que sin las protecciones del habeas corpus y más,
"seremos nada más que otra república bananera".
Hubo
hasta una carta en contra de esta propuesta de ley del ex general y ex
secretario de Estado Colin Powell.
Menos
sorprendentes fueron los comunicados y cartas enviadas el Congreso por
más de 300 profesores de leyes, la Unión Americana de Libertades
Civiles, Human Rights Watch, Amnistía Internacional, el Center for
Constitucional Rights, National Lawyers Guild y otras organizaciones
defensoras de derechos humanos, civiles y legales en este país.
También
figuras reconocidas publicaron artículos en medios nacionales y
editorialistas de diarios como el New York Times, y expresaron su
rechazo a esta ley.
Nueva
política oficial
El
Washington Post, por ejemplo, publicó un artículo de Ariel Dorfman
en que comenta sobre cómo es posible que haya llegado un momento en
que se considera la tortura política oficial en este país.
"¿No
puede ver Estados Unidos que cuando permitimos que alguien sea
torturado por nuestros agentes, no es sólo la víctima y el
perpetrador son corrompidos, no sólo es la 'inteligencia' la
contaminada, sino también todos los que voltearon a otro lado y
dijeron que no sabían, todos los que tácitamente asintieron a ese
ultraje para que pudieran dormir un poco más seguros esa noche, todos
los ciudadanos que no marcharon por las calles por millones para
demandar la renuncia de quien fuera el que sugirió, o susurró, que
la tortura es inevitable en nuestros tiempos, que tenemos que abrazar
su oscuridad?", preguntó.
Continuó:
"¿Estamos tan moralmente enfermos, sordos, mudos y ciegos que no
entendemos esto? ¿Somos tan miedosos, tan enamorados de nuestra
propia seguridad y bañados en nuestro propio dolor que en verdad
estamos dispuestos a que la gente sea torturada" en nombre de
Estados Unidos?, escribió en un artículo publicado el 24 de
septiembre, cuatro días antes de la aprobación de esta ley.
A
pesar de la enorme y amplia oposición, la dinámica política
electoral y la combinación de miedo y secretos resultó en silencio
cuando una mayoría de legisladores federales, que juraron lealtad a
la patria y a su Constitución, aprobó esta ley.
Molly
Ivins, veterana comentarista política (colaboradora de La Jornada,
cuyos artículos aparecen en cientos de publicaciones
estadounidenses), afirmó que "esta ley desecha limitaciones
legales y morales cuando el presidente decida que es necesario
(hacerlo); estamos hablando de principios fundamentales de decencia básica,
como también de ley".
Por
tanto, Ivins escribió: "solicito a los que apoyan esta ley que
me ahorren una aflicción: no pretendan quedar sorprendidos por las
consecuencias de esta legislación. Y no pretendan sorprenderse cuando
el mundo nos empiece a comparar con los nazis".
Denuncian
la anulación del habeas corpus y anuncian marchas en más de 175
ciudades, con la consigna “Fuera el régimen de Bush”.
"Silencio y parálisis son inaceptables", afirman en una
declaración Gore Vidal, Howard Zinn, Harold Pinter, Sean Penn y Jesse
Jackson, entre otros
Campaña
de intelectuales y activistas contra legalización de la tortura
Por
David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 04/10/06
Nueva
York, 3 de octubre.– Frente a la legalización de tortura y la
anulación de derechos constitucionales bajo la ley recién aprobada
por el Congreso y promovida por el gobierno de George W. Bush, un coro
de prominentes figuras del mundo de la cultura, política, de defensa
de derechos civiles y activistas denunciaron lo que consideran un paso
hacia la "tiranía" en Estados Unidos y la urgencia de
"rescatar" la democracia en este país.
En
declaraciones, foros de emergencia, comunicados, anuncios pagados en
los medios, comienza a registrarse una mayor respuesta a la ley para
legalizar la tortura y anular la provisión contra la detención
arbitraria para los designados "enemigos" de este gobierno.
Hay convocatorias para acciones de repudio y denuncias por la aprobación
de la nueva ley, aunque persiste la ausencia de una reacción
generalizada entre los estadounidenses, a pesar de las advertencias de
que su "democracia" está en riesgo.
Una
iniciativa bajo la consigna: "El mundo no puede esperar; fuera el
régimen de Bush", anuncia la realización de marchas y
manifestaciones en más de 175 ciudades el próximo jueves 5 de
octubre para exigir la destitución de Bush por sus "políticas
criminales". Este esfuerzo comenzó hace un año con la difusión
de una declaración endosada por figuras famosas y líderes sociales
que ahora cobró urgencia con la legalización de la tortura. Acusan
al gobierno de violar derechos humanos, guerras ilegales, tendencias
fascistas, llaman a la destitución de Bush y su gobierno, y critican
a los demócratas por complicidad.
"Si
perdemos esta lucha, perdemos la democracia", advirtió Bill
Goodman, director legal del Centro de Derechos Constitucionales en un
foro realizado aquí, al comentar las implicaciones de la nueva
legislación. "Bush y compañía –dijo– están determinados a
destruir nuestra Constitución y Carta de Derechos; no podemos
permitir que lo logren". Señaló que no sólo "autorizaron
la tortura", sino la anulación del derecho de "habeas
corpus" (garantía contra la detención arbitraria) para
extranjeros designados como "combatientes enemigos ilegales"
por Bush, y "sin ello (el habeas corpus), somos virtualmente
esclavos en un Estado policiaco". Indicó que todo esto se parece
a los tiempos del macartismo, y que como en ese entonces, "la
tiranía florece frente a tres cosas: el silencio, los secretos y el
temor".
El
ex embajador de Gran Bretaña en Uzbekistán, Craig Murray, acudió al
foro para hablar de cómo fue que renunció su cargo y perdió su
carrera al denunciar la tortura financiada y endosada por Washington y
Londres en ese país. "Mis instrucciones como embajador fueron
expresar nuestra gratitud porque Uzbekistán era miembro de nuestra
coalición en la guerra en Irak y contra el terrorismo", contó.
Pero durante su estancia fue testigo de "juicios" falsos de
"terroristas", y recibió pruebas de tortura, incluidas
fotos de un joven que envió a Londres para ser analizadas por un médico
forense, quien concluyó que le habían arrancado las uñas y después
murió al ser sumergido en un líquido hirviendo.
"Cuando
hirvieron hasta la muerte a ese hombre, el contribuyente
estadounidense estaba pagando por el calor", sostuvo Murray, al
señalar que Washington había ofrecido unos 500 millones de dólares
en asistencia al régimen totalitario de Uzbekistán en ese mismo
periodo. El diplomático recibió pruebas de cómo torturaban a hijos
para que los padres "confesaran", y violaciones sexuales de
hijas frente a sus padres.
Murray
señalo que la legalización de la tortura por el Congreso y Bush
"ya no es producto de políticas neoconservadoras; esto ya es
neomedieval: han hecho que regresen la tortura y las cruzadas".
Sean
Penn envío un mensaje al foro, acusando de "arrogante y
cobarde" al gobierno de Bush y de ordenar la matanza de
"nuestros hermanos y hermanas, hijos e hijas" en la guerra.
El actor Mark Ruffalo dice que llegó el momento de detener las políticas
del gobierno de Bush que causan muerte y desesperación tanto en el
extranjero como en este país, y advirtió que lo que se llama
democracia en este país está bajo ataque por este régimen.
La
actriz de cine y teatro Olympia Dukakis dio lectura a una declaración
a la que se han suscrito cientos de artistas, religiosos, abogados, líderes
comunitarios y más, ante varios cientos de activistas que acudieron
al foro en esta ciudad, en donde se acusa al gobierno de Bush de engaños,
guerras ilegales, torturas, detenciones arbitrarias, la supresión de
la ciencia bajo la religión, y la negación de derechos básicos.
"El régimen de Bush está intentando rehacer la sociedad radical
rápidamente, de una manera fascista, y para las próximas
generaciones. Tenemos que actuar ahora; el futuro está en
juego", afirma el texto.
"El
silencio y la parálisis no son aceptables... el desastroso curso de
este régimen de Bush tiene que ser detenido. Y tenemos que asumir la
responsabilidad para hacerlo", afirma la declaración en el
llamado por una movilización masiva y constante para "sacar a
Bush del poder". Entre los firmantes están Gore Vidal, Howard
Zinn, Harold Pinter, Sean Penn, Daniel Ellsberg, el reverendo Jesse
Jackson, la poeta Grace Paley, Dennis Brutus, John Sayles, Susan
Sarandon, el escultor Richard Serra, John Heard, Sonia Sánchez,
Jessica Lange, Cindy Sheehan, los representantes federales John
Conyers, Maxine Waters, Major Owens y Bobby Rush, Ricky Lee Jones; la
general brigadier retirada Janis Karpinski, Kurt Vonnegut, Jonathan
Kozol, el teniente Ehren Watada (quien rehusó órdenes para ir a Irak
por considerar ilegal la guerra), la ex diplomática Ann Wright, Alice
Walker, el coreógrafo Bill T. Jones, el Hip Hop Caucus, Carlos Arango
de Casa Aztlán, el padre Roy Bourgeois, Tom Morello de Audioslave,
Ozomatli, Boots Riley del grupo hiphopero The Coup, y decenas más (la
declaración y listas completas se pueden revisar en
www.worldcantwait.net).
Comienza
el ruido
Aunque
lo que podría llamarse "movimiento" en contra de estas políticas
continúa dividido (algunas de las coaliciones nacionales contra la
guerra no apoyan las acciones del 5 de octubre), al parecer empieza un
ruido que está rompiendo el silencio que imperó al aprobarse la ley
para legalizar la tortura y anular un principio básico del sistema
legal.
Tal
vez está sonando el eco de algo dicho por un héroe nacional hace
casi 40 años: "Llega un momento donde el silencio es traición",
declaró Martin Luther King, Jr en la iglesia Riverside el 4 de abril
de 1967 durante su histórico discurso repudiando las políticas bélicas
de Washington y llamando por una "revolución de valores" en
Estados Unidos.
Más
que a azufre, en Washington todo huele a corrupción
Proliferan
los escándalos políticos
Por
David Brooks
Corresponsal en EEUU
La Jornada, 30/09/06
Washington,
29 de septiembre.– Aunque aún hay disputa aquí de si huele a
azufre, no hay duda de que huele a podrido. En medio de grandes
discursos sobre libertad, justicia, democracia, guerras contra el
terrorismo y las drogas, amenaza nuclear y grandes debates por la
tortura, migración y derechos constitucionales, en las últimas
semanas casi pasó desapercibido el gran tema actual: la corrupción.
Entre
las últimas noticias, un representante federal republicano se declaró
culpable de poner a la venta su curul, otro legislador demócrata está
bajo investigación por aceptar cientos de miles de dólares en
sobornos, el Departamento del Interior es acusado de
"irresponsabilidad administrativa" por tolerar conflictos de
interés y favores personales de funcionarios y la industria privada a
los más altos niveles, y un alto jefe del Departamento de Estado
usaba su oficina para operar un negocio de caballos de carrera. Son
algunos casos de lo que parece una epidemia de corrupción en los
pasillos del poder.
Este
viernes trascendió que algunos de los más altos funcionarios de la
Casa Blanca tuvieron relaciones y aceptaron regalos de un cabildero
que está en el centro de uno de los escándalos de corrupción política
más grande en tiempos recientes.
Aunque
parecía que la clase política había logrado en los últimos meses
superar la crisis de una serie de escándalos de corrupción –o por
lo menos suprimir sus consecuencias–, el anuncio del representante
federal republicano Bob Ney para declararse culpable de acusaciones
federales de corrupción ha provocado que el tema reaparezca en el
escenario del teatro político.
Ney,
pese a su confesión de que ponía su curul a la venta, se niega a
renunciar a su puesto, lo cual coloca a sus colegas republicanos en
situación incómoda al entrar en la recta final de la elecciones
legislativas de noviembre. Peor aún, no es un caso aislado, es sólo
uno de los políticos involucrados en uno de los escándalos de
corrupción más grandes en esta capital en tiempos recientes, el cual
tuvo en el centro al cabildero republicano Jack Abramoff.
Un
informe de un comité legislativo de la Cámara se dio a conocer hoy
con más noticias del gran escándalo Abramoff. En filtraciones a
medios, documenta que hubo más contactos entre el cabildero y la Casa
Blanca de lo que se había divulgado. Se registran 450 contactos, por
lo menos nueve de ellos directamente con el asesor presidencial Karl
Rove. Se ofrecieron regalos y cenas a cambio de favores, y en algunos
casos parece que resultó en los favores políticos deseados, reportó
ABC News.
Ney
es el primer legislador que admite actos criminales en esta
investigación, pero otros lo seguirán en este camino, mientras
Abramoff sigue cooperando con las autoridades desde que a principios
de este año confesó su conspiración para corromper a funcionarios públicos,
incluyendo a Ney.
Por
ejemplo, el senador Conrad Burns, republicano, enfrenta una relección
difícil en parte por sus vínculos con Abramoff. Varios legisladores
más están bajo investigación en ese escándalo. Otros sufren las
consecuencias de relaciones posiblemente corruptas con cabilderos,
legisladores y hasta funcionarios de la CIA y el Pentágono.
También
vale recordar que el antes todopoderoso líder de la mayoría
republicana en la Cámara baja, Tom DeLay, fue obligado a renunciar al
ser acusado de violar leyes de financiamiento electoral en Texas.
DeLay también era íntimo amigo de Abramoff.
Otro
representante republicano federal, Randy Cunningham, fue obligado a
renunciar al ser condenado por delitos de corrupción, y hoy está en
la cárcel. El representante demócrata William Jefferson está siendo
investigado por actos corruptos, entre otros delitos. El FBI descubrió
90 mil dólares en efectivo en el congelador de su casa.
Todos
estos escándalos motivaron la promesa de los legisladores de promover
nuevas normas de ética y leyes anticorrupción. Meses después, sólo
han impuesto algunos cambios cosméticos en la relación entre el
dinero y la política. No es sorprendente que en las encuestas sólo
25 por ciento de la población aprueba el trabajo del Congreso.
Pero
lo que podría ser caracterizado de corrupción es aún más amplio
que sólo sobornos y otros aspectos del negocio de la política, por
ejemplo actos de corrupción en el ejercicio de los funcionarios públicos.
El
inspector general del Departamento del Interior denunció que en los más
altos niveles de esa dependencia "todo se vale, menos un
crimen" en el manejo de decisiones que benefician a intereses
particulares de la industria privada, lo que provoca sospechas de
conflictos de interés y encubrimiento de potenciales delitos.
En
el Departamento de Estado, Kenneth Tomlinson, presidente de la junta
federal encargada de programas de televisión y radio federales
trasmitidos en el extranjero (incluso la Voz de América y Radio y TV
Martí), logró mantener su trabajo pese a que el inspector general de
esa secretaría reportó que el funcionario había usado su oficina
para administrar una operación de caballos de carrera, y había
colocado de manera inapropiada a un colega en la nómina.
En
la Comisión Federal de Comunicaciones los jefes ordenaron al personal
destruir las copias del borrador de un informe que tenía conclusiones
que aparentemente contradicen los argumentos oficiales del gobierno de
George W. Bush. El informe, redactado en 2004, concluye que la
concentración de control de los medios limita la cobertura de
noticias a escala local. Esa conclusión es opuesta al argumento de la
comisión para liberalizar las reglas del control privado de los
medios y permitir mayor concentración entre dueños de televisoras
locales.
A
todo esto se le llama "servicio público". Aunque cada vez
que estalla un escándalo hay más denuncias de una "cultura de
corrupción" en Washington, investigaciones, foros y a veces
hasta leyes para responder a la última expresión de esta
"enfermedad". Pero eso parece ser algo para consumo popular
porque aquí adentro el olor a podrido es antiguo en muchos de estos
majestuosos edificios que albergan el negocio de gobernar o, tal vez,
el gobierno de los negocios.
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