¿Un
nuevo Vietnam?
Por Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 26/10/06
Según
las encuestas, la mayoría de los norteamericanos ya están
convencidos que el desastre de Iraq es un “nuevo Vietnam”... En
ese sentido popular –el fracaso de EEUU en la aventura de invadir y
ocupar un país del Tercer Mundo– Iraq y Vietnam son efectivamente
similares.
Siguiendo la analogía, también son parecidas
varias de las consignas y tareas políticas que se plantean a los
trabajadores y los pueblos de todo el mundo, y en especial de los países
comprometidos en la ocupación colonial de Iraq. Por el ejemplo, el
reclamo exigiendo la retirada total, inmediata e incondicional de
todas las tropas imperialistas de Iraq, Afganistán y del resto de la
región. También es un deber internacionalista la defensa de la legítima
resistencia iraquí frente el imperialismo, aunque se pueda diferir
con sus políticas.
Teniendo esto cuenta, hay que saber al mismo tiempo
que la situación, tanto de Iraq como la de su principal agresor,
Estados Unidos, difieren bastante de la de Vietnam y EEUU en los 60 y
70. Esto es importante saberlo, porque marca problemas políticos y
establece tareas y programas particulares.
La situación en Estados Unidos
Comenzando por EEUU, señalemos que, al igual que
Vietnam, el fracaso militar ha generado una crisis política del
gobierno imperialista. En el caso de Bush, esta crisis puede
reflejarse en las próximas elecciones legislativas del 7 de
noviembre, quizás con la pérdida del control de las cámaras por los
republicanos. En este marco, está planteada hasta la posibilidad de
la destitución y/o renuncia de Bush, si las cosas se van haciendo
cada vez más catastróficas. Esto no es hoy lo más probable, pero
podría plantearse si lo de Iraq deriva en una catástrofe: Bush y
Rumsfeld podría ser los “chivos emisarios” que paguen por el
fracaso.
Sin embargo, este cuadro presenta un rasgo muy
importante y diferente al de la época de Vietnam. Aunque el
movimiento contra la guerra de Iraq viene en ascenso, todavía está
lejos de ser un movimiento de masas de las dimensiones colosales que
alcanzó el de Vietnam. Tampoco llega a la misma radicalización política.
Por un lado, hay gran oposición a la guerra, pero
mayoritariamente es aún pasiva y en muchos se va a expresar sólo en
el voto anti-Bush. Por el otro, incluso en sectores que se oponen
activamente a la guerra, hay confusión política. No todos son, por
ejemplo, antiimperialistas. Es decir, no están por una retirada
incondicional de las tropas yanqui de todos los países, sino que
distinguen entre intervenciones “correctas” (como sería, por
ejemplo, Afganistán) e intervenciones “equivocadas” (Iraq).
Este es uno de los “caballitos de batalla” de
los falsos “opositores” del Partido Demócrata: no critican a Bush
por sus agresiones imperialistas, sino por ser un obtuso que las
conduce mal y las lleva a la derrota.
La situación en Iraq
Aún más diferencias y complejidades presenta la
situación de Iraq en comparación Vietnam. La primera que salta a la
vista es la de la resistencia y su conducción.
En Indochina, los diversos aparatos estalinistas que
condujeron la lucha antiyanqui –los de Vietnam, Camboya y Laos–
fueron responsables de enormes desastres y crímenes políticos. La
principal consecuencia de eso fue que, después de la derrota (y
huida) de EEUU, el proceso revolucionario en el Sudeste de Asia sufrió
paradójicamente un grave retroceso.
Sin embargo, con todas esas calamidades, esas
conducciones estalinistas encabezaron combates unificados y
centralizados contra la invasión imperialista. Es evidente que esto
no se ha logrado aún en Iraq.
Las razones sociales y políticas son complejas e
imposibles de explicar a fondo en unas pocas líneas. Allí se
combinan, en resumen:
1) Cuestiones étnicas, religiosas y estructuras
tribales que vienen del pasado precapitalista. En el caso del actual
Iraq, principalmente las etnias árabes y kurdas, y las corrientes del
Islam sunnita y shiíta (que en general reflejó a los sectores más
oprimidos).
2) La acción del imperialismo desde el siglo XIX,
primero anglofrancés y luego angloyanqui. Por un lado, como táctica,
cultivaron esas diferencias para enfrentar a unos contra otros y
dominarlos a todos. A eso se agregó que, luego del desmoronamiento
del Imperio Turco al final de la Primera Guerra Mundial (1914-18), los
imperialismos de Francia e Inglaterra trazaron las nuevas fronteras
teniendo sólo en cuenta el reparto entre ellos, y no la voluntad y
los derechos de los pueblos de la región. El pueblo kurdo, por
ejemplo, fue repartido entre cuatro países: Turquía, Iraq¸ Irán y
Siria, sin derecho a un estado propio.
3) El fracaso del nacionalismo laico para
independizarse totalmente del imperialismo, reabsorber las diferencias
confesionales y los problemas étnicos. Después de la Segunda Guerra
Mundial (1939-45), el ascenso de los movimientos nacionalistas laicos
(nasserismo en Egipto, Baath en Siria e Iraq, etc.) se realizó bajo
la bandera de unificar a los pueblos árabes y de Medio Oriente contra
el dominio imperialista. Pero, una vez en poder, cada uno de ellos actúo
según los intereses particulares de su estado y de su burguesía
nacional. Así, el imperialismo yanqui pudo jugar con esas
diferencias, alentar guerras fraticidas –como la de Iraq-Irán– y
ponerlos finalmente a su servicio, como sucedió con Sadam en Iraq y
los ex naseeristas en Egipto.
4) Las derrotas del movimiento obrero y la política
de los partidos comunistas de la región. Iraq fue el centro de un
poderoso movimiento obrero que jugó un papel de vanguardia en el
proceso revolucionario iniciado en 1958, con el derrocamiento y
ejecución del rey títere de Inglaterra. Sobre esa base se organizó
un fuerte Partido Comunista. Pero la conducción del PC iraquí,
obedeciendo la política de Moscú de subordinarse y apoyar a la
“burguesía nacional progresista” llevó a un desastre tras otro,
como el de apoyar inicialmente la dictadura de Sadam Husein.
5) Las corrientes islámicas, que toman la posta sin
dar solución. El descrédito de los nacionalismos laicos y de los
partidos comunistas (agravado luego por el rechazo a la invasión soviética
a Afganistán) dio la alternativa a las corrientes “islamistas”.
Uno de sus argumentos más fuertes era que los nacionalismos laicos
había dividido a los pueblos islámicos frente al imperialismo. Por
el contrario, el Islam puede unirlos internacionalmente en la Umma
(la comunidad de los creyentes). Sin embargo, los hechos en Iraq dicen
que bajo el Islam la fragmentación es igual o peor que bajo el
nacionalismo laico. El imperialismo yanqui ha podido así fomentar y
aprovechar los sangrientos choques sectario-religiosos.
6) Los intereses de las distintas facciones
burguesas y/o de los aparatos religiosos. Bajo la capa de la “guerra
civil” y los enfrentamientos sectario-religiosos y/o étnicos, se
esconden los intereses concretos de facciones burguesas y de las
jerarquías religiosas y tribales por el reparto de la migajas de la
renta petrolera. El plan de balcanización de Iraq alentado por el
imperialismo, de dividirlo en tres “regiones” o directamente en
tres estados, se asienta en el apetito de esos grupos.
Sin embargo, a pesar de estos graves problemas que
han fragmentado la resistencia, el pueblo de Iraq ha demostrado un
heroísmo y una capacidad de lucha sin par. La gran cuestión estratégica
es si de estas derrotas que está sufriendo el imperialismo, pudiera
surgir una alternativa independiente de las pandillas burguesas y/o
sectarias que han colaborado con el ocupante o, por lo menos,
complicado la lucha consecuente por expulsarlo de Iraq.
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