EEUU–Medio
Oriente
Una
hegemonía que se desvanece
Análisis
de Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 27/10/06
Washington.– El 50
aniversario de la crisis de Suez, último estertor del colonialismo
europeo en Medio Oriente, parece coincidir con el fin de medio siglo
de hegemonía de Estados Unidos en la región.
Este domingo se
cumplirá un nuevo aniversario de la invasión israelí a Gaza y Sinaí
y del posterior avance hacia el canal de Suez, operación que contó
con complicidad europea y que fue desactivada luego por el presidente
estadounidense Dwight Eisenhower.
Este acontecimiento
histórico representó para Estados Unidos una muestra de buena
voluntad hacia los países árabes, e inauguró el prolongado periodo
de su dominio en Medio Oriente.
Pero la situación
ahora es muy diferente. La invasión y ocupación de Iraq en 2003
infligió serios daños a la posición de Washington en la región. En
el país siguen desplegados más de 140.000 soldados estadounidenses.
A pesar de esa
presencia, parecen cada vez más inútiles los esfuerzos por aplastar
a la insurgencia sunita que y por impedir una guerra civil de enormes
dimensiones entre comunidades étnicas y religiosas iraquíes.
Por otra parte, el
gobierno del presidente George W. Bush no logró, por su pasividad o
por su terquedad, reanimar el proceso de paz árabe–israelí.
La guerra de julio
entre Israel y el partido islámico chiita libanés Hezbolá y el
deterioro de la Autoridad Nacional Palestina deterioraron en esta región
la imagen e influencia de Washington, que se encuentra en su sima histórica.
"La política
exterior estadounidense en Medio Oriente se acerca a una crisis muy
seria", advirtió Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad
Nacional del gobierno de Jimmy Carter (1977–1981), en una cena
celebrada esta semana en la que destacó que la crisis de 1956 marcó
"el inicio del dominio" estadounidense en Medio Oriente.
"Nos enfrentamos
con la posibilidad de ser literalmente expulsados de Medio
Oriente", advirtió. Sólo un gran cambio en la política de
Estados Unidos, particularmente respecto del proceso de paz entre
israelíes y palestinos, puede revertir la tendencia actual, sugirió
Brzezinski.
Otros analistas
insisten en que el carácter de superpotencia militar mundial de
Estados Unidos y su fuerte dependencia del petróleo de Medio Oriente
aseguran su influencia en esa región.
Pero la mayoría de
los expertos en Washington coinciden en que su capacidad para afectar
acontecimientos allí se redujo sustancialmente.
"El dominio
estadounidense en Medio Oriente terminó, y una nueva era ha comenzado
en la historia moderna de la región", escribió Richard Haass,
presidente del influyente Consejo de Relaciones Exteriores y asesor
del gobierno de George W. Bush, en un análisis publicado en la última
edición de la revista Foreign Affairs.
"Estados Unidos
seguirá teniendo más influencia que cualquier otra potencia, aunque
reducida en comparación con la de antes", según Haass.
En esta "nueva
era", explicó, "los actores externos a la región tienen un
impacto relativamente modesto y las fuerzas locales llevan la
delantera". Pero "los actores locales que ganan poder son
radicales comprometidos con cambiar el statu quo", advirtió.
La coincidencia del
surgimiento de este "Nuevo Medio Oriente", como Haass tituló
su artículo, con el 50 aniversario de la crisis de Suez no es un dato
menor.
Estos destacan que, más
que cualquier otro hecho, fue el rol de Washington en la crisis lo que
impulsó su imagen como una fuerza para la liberación y lo posicionó
como un mediador honesto entre los árabes e Israel.
El 29 de octubre de
1956, Israel dos territorios de Egipto: Gaza (hoy controlado por la
Autoridad Nacional Palestina) y la península del Sinaí. Unos días
después ocupó la zona del canal de Suez, recién nacionalizada por
el gobierno del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser (1956–1970).
De acuerdo con el
plan secreto acordado antes con los gobiernos de Gran Bretaña y
Francia, Israel invitó luego a esos dos países a enviar al área
fuerzas de mantenimiento de la paz. Pero cuando Nasser rechazó esa
"oferta", Londres y París invadieron de todos modos.
El presidente
Eisenhower (1953–1961), que ignoraba los planes de Israel, Francia y
Gran Bretaña, respondió amenazando con "tirar del enchufe"
de la libra británica e incluso eliminar el paraguas nuclear
estadounidense que protegía los tres países si no ponían fin a la
operación y se comprometían a retirarse velozmente, lo que ocurrió
a comienzos de 1957.
Para la mayoría de
los historiadores, la crisis y la humillación infligida a las
potencias invasoras significó el fin del colonialismo de Europa
occidental en Medio Oriente.
También supuso el
advenimiento de la hegemonía de Estados Unidos, que se fortaleció
con acontecimientos posteriores, en especial luego de la guerra árabe–israelí
de 1973 (o de Iom Kippur), los acuerdos de Camp David de 1978 (que
sellaron la paz entre Israel y Egipto) y el fin de la Guerra Fría,
una década después.
"Por cierto, en
términos del prestigio e imagen en Medio Oriente ni siquiera hace
falta decir que Suez fue el punto alto para Estados Unidos", según
Chris Toensing, editor del Middle East Report (MER), una publicación
de Washington.
"Estados Unidos
fue visto no solamente como un país que se sacó el yugo del
colonialismo, sino dispuesto a (…) ayudar a otros países a hacer lo
mismo", agregó.
Si eso ayudó a
establecer el "poder blando" de Washington en la región,
también demostró a los árabes que Estados Unidos no solamente tenía
influencia sobre Israel, sino que estaba dispuesto a usarla, incluso
por encima de las objeciones de ese país y del cada vez más
influyente grupo interno de presión pro–israelí.
"Es el hecho de
que hicimos que Israel se retirara del Sinaí, lo que nos estableció
como un mediador honesto" entre Israel y los árabes, aseguró
Richard Parker, ex embajador en Argelia, Marruecos y Líbano en los años
70. "Desde el Sinaí, esa fue siempre nuestra carta triunfal en
la región."
Pero 50 años más
tarde, tanto el poder blando de Estados Unidos como su estatus de
mediador honesto están en su punto más bajo y, en palabras de
Toensing, "hundiéndose aun más".
Desde 2002, cuando
Estados Unidos consintió la campaña militar de Israel contra la
intifada (revuelta popular palestina contra la ocupación), la
desaprobación hacia Estados Unidos se disparó en el mundo árabe, de
acuerdo con encuestas de la época.
Estas mostraron un
deterioro aún mayor luego de la invasión a Iraq en 2003 y del escándalo
de violaciones a los derechos humanos en la prisión de Abu Ghraib al
año siguiente.
"Estados Unidos
ha llegado a ser visto como la potencia colonial por excelencia, (…)
peor que las viejas (potencias europeas), porque sobre ellas se
consideró que tenían una agenda económica –la extracción de
recursos–, mientras que a Estados Unidos se le endilga, además de
eso, una agenda ideológica", según Toensing.
Además, Bush no
ejerció presión alguna sobre Israel para comprometerlo en un proceso
de paz con los palestinos y apoyó al estado judío en su ofensiva
militar y sus bombardeos en Líbano, lo que destruyó la imagen de
mediador honesto de Washington.
"Nuestro punto
fuerte fue siempre que éramos la única potencia que podía hacer
algo con los israelíes", según Parker. "Todavía tenemos
esa influencia, pero la clave es si estamos dispuestos a usarla. Si
no, se va a consumir."
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