La
guerra financiera del ejército de EEUU
Pese a un
presupuesto de US$ 168.000 millones, a veces no puede cubrir lo básico
Por
Greg Jaffe
The
Wall Street Journal, 12/12/06
Cuando
falten apenas seis semanas para emprender rumbo a Irak, los 3.500
soldados de la Primera Brigada de la Tercera División de Infantería
del Ejército de Estados Unidos deberían estar aprendiendo acerca de
Ramadi, la ciudad donde permanecerán un año y que se ha convertido
en uno de los baluartes de la insurgencia.
Sin
embargo, muchos de los soldados ni siquiera conocen la composición étnica
de la ciudad, donde predominan los sunitas. "No le hemos dedicado
el tiempo que nos hubiese gustado a aprender sobre la cultura, el
idioma y la política local, el tipo de cosas que uno demora en
dominar", reconoce el teniente coronel Clifford Wheeler,
comandante de una de las unidades de 800 soldados de la brigada. En su
lugar, las tropas están aprendiendo a usar equipo que, en opinión de
sus comandantes, deberían usar desde abril. Muchos soldados acaban de
recibir sus rifles M-4 debido a la escasez producida por los problemas
de dinero en efectivo del ejército. Algunos todavía no tienen sus
ametralladoras. Se les ha informado que recibirán la mayor parte del
equipo antes de partir a Irak.
Las
tensiones que se pueden apreciar en Fort Stewart, Georgia, subrayan el
problema del ejército estadounidense: la guerra en Irak ha dejado al
desnudo una serie de equivocaciones y errores de cálculo que han
tenido lugar durante más de una década y que están mermando la
capacidad de la fuerza militar más poderosa del mundo.
En
los 15 años transcurridos desde el fin de la Guerra Fría, las
autoridades militares y civiles no prepararon una fuerza capaz de
librar guerras prolongadas frente a grupos de guerrilleros, como las
de Irak y Afganistán. En lugar de ello, apostaron a guerras cortas
dominadas por sistemas de alta tecnología. El resultado es que, en
momentos en que se agudiza la guerra en Irak y se intensifica el
debate en EEUU acerca del retiro de las tropas, el costo de la guerra
está superando el gigantesco presupuesto del ejército. Además, los
aprietos financieros están generando una escasez de equipo y personal
en el ejército.
El
ejército busca un aumento de miles de millones de dólares en su
presupuesto, pese a que los oficiales más jóvenes, frustrados por la
lentitud de los cambios, dicen que las mejoras dependen más de cómo
se gasta el dinero que de cuánto se gasta.
Entre
1990 y 2005, las fuerzas armadas estadounidenses destinaron fondos a
la construcción de buques de guerra, aviones caza y sistemas de
defensa antimisiles de millones de dólares. Los defensores de esta
clase de programas esgrimen que EEUU enfrenta una amplia gama de
amenazas y que debe estar preparado para todas ellas. Las armas de
alta tecnología contribuyeron a derrocar a los regímenes de Irak y
Afganistán, pero han servido de poco en la estabilización de los países,
una tarea más ardua.
De
los US$ 1,9 billones que EEUU destinó a armamentos en ese período,
ajustado por la inflación, la Fuerza Aérea recibió un 36%, la
Marina un 33% y el Ejército un 16 por ciento. A pesar de las guerras
en Irak y Afganistán, que han sido dominadas por el ejército, la
proporción no ha variado en forma importante.
El
optimismo exagerado en las proyecciones del actual gobierno y del
propio ejército ha empeorado la situación financiera. Ambos
supusieron que la cantidad de tropas en Irak disminuiría
significativamente para 2006. En realidad, los costos se han
disparado, obligando a los comandantes en el frente de batalla y a los
generales en el Pentágono a tratar de satisfacer una lista cada vez
mayor de demandas con recursos insuficientes.
Cuesta
creer que un país que este año asignó un presupuesto de US$ 168.000
millones al ejército, más del doble que en 2000, no pueda cubrir los
costos de las guerras en Irak y Afganistán. Pero los dos pilares del
ejército estadounidense, personal y equipo, están bajo máxima presión.
El
costo del equipo básico que llevan los soldados, casco, rifles,
chaleco antibalas, se ha más que triplicado desde 1999 para ascender
a los US$ 25.000. Los salarios y el entrenamiento de las tropas han
aumentando en un 60% para llegar a un costo total de casi US$ 120.000
al año por soldado, desde los US$ 75.000 en 2001.
En
Fort Knox, Kentucky, la situación financiera llegó a ser tan
apremiante a mediados de año, que el ejército se quedó sin dinero
para contratar a alguien que limpiara las salas donde los capitanes
aprenden a ser comandantes. Los propios oficiales, que pronto estarán
al frente de unidades de 100 soldados, limpian los baños.
Militares
de alto rango reconocen que se equivocaron al suponer, antes de la
guerra en Irak, que si preparaban a una fuerza capaz de ganar las
grandes batallas convencionales lo demás, desde la contrainsurgencia
a las fuerzas de paz, sería relativamente fácil. También aseguran
que están haciendo todo lo que está a su alcance para que las
brigadas destinadas a Irak y Afganistán tengan todo lo que necesitan
cuando lleguen a la zona de conflicto. Pero para hacerlo no les ha
quedado más remedio que tomar los equipos de las unidades que están
entrenando en EEUU, que ahora carecen de las cosas más básicas, como
rifles y chalecos antibalas.
El
otro gran problema del ejército es la escasez de personal. La
institución gastó unos US$ 735 millones en bonos de retención en
2006 y tuvo que gastar US$ 300 millones más este año en
reclutamiento que el año pasado. Pero el dinero adicional no ha
impedido una baja en la calidad de las fuerzas, la que aún es
considerada buena. Unos 8.500 reclutas tuvieron que conseguir permisos
especiales porque anteriormente habían cometido delitos o consumido
drogas. El ejército también está aceptando más soldados con
puntajes más bajos en las pruebas de aptitud.
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