Estados
Unidos y América Latina
Resumen
de 2006 y perspectivas para 2007
Por
James Petras
La Haine, 21/12/16
Traducido para Rebelión por Félix Nieto y revisado por Caty R
El debilitamiento del
régimen político estadounidense abrirá nuevas oportunidades para
una ruptura decisiva con el imperio estadounidense, con la condición
de que los resurgentes movimientos sociopolíticos puedan sobreponerse
a los obstáculos que les pondrán las nuevas elites políticas
formadas por antiguos izquierdistas y las oligarquías tradicionales.
Introducción:
Escalada de los conflictos militares
Para entender las
relaciones entre EEUU y Latinoamérica en el año que se acaba y la
previsible trayectoria que seguirán el año entrante, es obligatorio
tener en consideración tres aspectos: 1) el contexto global de dichas
relaciones, 2) las dinámicas internas de los EEUU y 3) las
consecuencias prácticas y reales politicoeconómicas de las
elecciones celebradas en Latinoamérica en 2006.
La política
imperialista estadounidense continúa persiguiendo victorias militares
en Iraq y en Afganistán, dando apoyo incondicional a Israel en su
guerra contra el gobierno democráticamente elegido de Palestina y
amenazando con atacar a Irán (por sí mismo o a través de Israel).
En otras palabras, las interminables y costosas guerras en Iraq,
Afganistán, Líbano y Palestina continuarán en 2007. Una escalada
militar, incluyendo aumento de tropas estadounidenses y gastos para
guerras en Oriente Próximo; 800 millones de dólares que se suman a
los 3.000 millones anuales para los planes israelíes de atacar
Líbano, Palestina y especialmente Irán. Los comentaristas que
interpretan la política estadounidense a través de encuestas
públicas de opinión, procesos electorales (la victoria de los
demócratas), informes recomendados (Grupo de Estudio sobre Iraq, de
Baker), los índices de bajas en Iraq y una predecible retirada
gradual, no entienden la lógica de la estrategia política de la Casa
Blanca. Para el régimen de Bush, los fracasos militares se deben a la
aplicación de una fuerza insuficiente; lo que hace falta, argumentan,
son más tropas y más dinero en los presupuestos militares (BBC
16/12/06).
Polarización
En EEUU,
Latinoamérica y en el mundo en general se están produciendo
divisiones profundas que están conduciendo las políticas y
provocando cada vez más conflictos. Las líneas divisorias en EEUU
entre los dos partidos sobre el asunto de la confrontación o
negociación en Oriente Próximo están muy marcadas. Por un lado la
Casa Blanca, secundada por demócratas que apoyan la guerra,
republicanos, presidentes de las principales organizaciones judías,
grupos de veteranos derechistas, intelectuales neoconservadores y la
mayoría de los medios de comunicación. En el otro lado se encuentran
las minorías de los dos partidos y de los medios de comunicación, la
mayoría de la opinión publica, sectores de oficiales del ejército
(retirados y en activo) intelectuales y críticos prominentes del
lobby sionista y políticos de guerra como Brzezinsky, James Carter y
James Baker entre otros.
Divisiones similares
aparecen con respecto a la política en Latinoamérica. La Casa Blanca
apoyada por los cubanos de Miami, el Pentágono y una minoría de
ideólogos derechistas y grupos de empresarios propugna una presión
por medio de la fuerza y la intervención en Cuba, Venezuela y Bolivia
apoyando al presidente ilegítimo [de México] Calderón, a los
separatistas de Santa Cruz en Bolivia y a otros extremistas
autoritarios de la zona.
Con varios grados de
oposición, los congresistas liberales y conservadores tienen el
respaldo de exportadores del sector agrícola, agencias turísticas,
la mayoría de la opinión publica y sectores del Departamento de
Estado encabezados por el secretario para los Asuntos
Latinoamericanos, Shannon, que apoya un mayor énfasis diplomático,
más negociaciones y un acercamiento de las posiciones.
Dentro de
Latinoamérica también se han producido divisiones profundas que se
recrudecerán en 2007. En México, el régimen minoritario de
Calderón se enfrenta a una oposición sin cuartel por parte de la
coalición del AMLO, las asambleas populares de Oaxaca, los sindicatos
y los movimientos sociales. Cuando lleve a cabo la profundización de
la liberación de la economía y la militarización del país para
implementar su programa, la polarización se hará aun más grande.
En Bolivia, las
elites de empresarios derechistas y los empresarios agrícolas se
reagrupan, aprovechándose de las políticas conciliadoras de Evo y su
incapacidad para llevar a cabo sus políticas distributivas (de
tierras y de salarios) y han consolidado una base de poder en Santa
Cruz que ha obligado a Morales a retroceder en sus reformas,
aumentando el descontento popular. Algo parecido ha ocurrido en
Ecuador entre los campesinos indígenas de la región andina y los
barones de las tierras y banqueros de la costa. En Colombia la
división entre las fuerzas paramilitares aliadas del presidente Uribe
y las organizaciones populares civiles (y la guerrilla) se ha
incrementado (Boston Globe, 14/12/06). En Venezuela la polarización
entre los socialistas y los social–liberales chavistas (y sus
aliados de la oposición 'moderada') saldrá a la luz en 2007 cuando
Chávez implemente los cambios en el partido y en el gabinete en su
persecución de una agenda socialista.
Estas divisiones
internas en EEUU y en Latinoamérica se llevan a cabo dentro de un
contexto internacional que radicaliza las confrontaciones nacionales y
de clase.
Contexto
internacional
Hay dos procesos
históricos mundiales que afectan a la política estadounidense con
Latinoamérica: 1) las largas guerras en Oriente Próximo y 2) la
dinámica de crecimiento de los 4 poderes asiáticos, encabezados por
China. Las guerras de Oriente Próximo y del sur de Asia han extendido
en demasía a las tropas estadounidenses, lo que ha hecho más
difícil el apoyo doméstico a nuevas guerras y han hecho que el
presupuesto militar tenga "pocos recursos". Estas
consecuencias han debilitado la capacidad de EEUU para intervenir en
Latinoamérica apoyando un golpe militar y mucho menos para una
invasión militar. Como resultado EEUU depende de sus clientes en
Latinoamérica para que defiendan allí sus intereses (Calderón, los
barones terratenientes de Santa Cruz, García, Uribe).
La dinámica de
crecimiento de Asia, principalmente China e India, y su demanda de
materias sin procesar (hierro, cobre y petróleo), alimentos y
productos agrícolas (como la soja) ha resultado en una competición
más grande con EEUU y la UE para el acceso de exportadores y
proveedores latinoamericanos, aumentando el precio y los ingresos para
los tesoros de Latinoamérica (más excedentes en comercio y
presupuestos). Asia aumenta la diversidad de mercados e inversores
para las exportaciones latinoamericanas. Estos cambios reducen la
dependencia de la financiación externa (especialmente del FMI) y de
los mercados estadounidenses, lo que significa que Washington pierde
poder diplomático y político sobre los regímenes latinoamericanos,
incluso sobre regímenes neoliberales como los de Lula, Bachelet,
Kirchner y Vázquez.
Enfrentado a una
pérdida de capacidad militar y al declive de influencia política,
Washington se está posicionando en un compromiso entre la línea dura
militarista de la Casa Blanca y los negociadores (de mercado) del
Departamento de Estado. La esencia de ese compromiso es aplicar una
"política de dos vías", combinando el apoyo a la
oposición subversiva en países donde ésta es poderosa (Bolivia) y
negociación donde la oposición es débil (Venezuela). Con respecto a
los regímenes neoliberales, que tienen cierto nivel de autonomía
(Brasil, Chile y Argentina), Washington pondrá énfasis en las
relaciones bilaterales e intentará maximizar las oportunidades
económicas, mientras que no hará ninguna concesión hacia los
movimientos de masas, especialmente cuando demanden una vuelta atrás
en las políticas de privatización La política de dos vías se
combinará en los casos de Cuba y Venezuela con promesas de diálogo y
acuerdos condicionados a importantes concesiones en diplomacia,
propiedad e inversiones combinadas con un continuo apoyo financiero a
los agentes desestabilizadores.
Latinoamérica:
Cambios políticos y respuesta estadounidense
La respuesta de EEUU,
un tanto débil, a los cambios de régimen en Latinoamérica tienen
una explicación sencilla: el hecho de que estos cambios no
producirán ninguna variación importante en las estructuras
socioeconómicas, al menos en un futuro cercano.
La manifestación
más nítida de estos efectos marginales de las victorias de centro
izquierda es el caso de Lula, que dejó claro, incluso a sus más
fervientes intelectuales (Frei Betto, Emir Sader, Joao Pedro Stedile)
que consideraba "el izquierdismo como un desorden infantil"
(La Jornada, 14/12/06), una reseña muy apreciada en los círculos de
empresarios de todo el hemisferio. Sin duda Wall Street se sintió
complacida de que el Partido de los Trabajadores de Brasil votara para
que se duplicasen los sueldos de los congresistas, que pasaron de
6.500 a 12.000 dólares mensuales (también se duplicaron los
presupuestos mensuales de cada congresista, hasta 75.000 dólares)
mientras que aumentaba el salario mínimo 7 dólares, de 159 a 166 (un
1,7% después de la inflación) (Financial Times, 16/17–12/06). Uno
de cada 5 congresistas brasileños (bastantes de la coalición de
Lula) están siendo investigados por delitos de corrupción.
Especuladores de Wall Street investigados por fraude, a pesar de todo,
han recibido cuantiosos bonos de fin de año; se sentirán
identificados con los que hacen las leyes en Brasil, quienes se
doblaron los sueldos, mientras esperaban los cargos criminales que les
fueron imputados.
Contrario a las
expectativas de la Casa Blanca, aunque bastante de su agrado, el
régimen de Evo perseguía políticas fiscales ortodoxas y austeras
encaminadas a los excedentes de presupuestos, evitando cualquier
política redistributiva (prácticamente sin expropiaciones de tierra,
minas o energía). Mientras Evo desbarataba los movimientos sociales y
se centraba en procedimientos legales interminables, la oligarquía se
reagrupaba extendiendo su base de poder en Santa Cruz y amenazando con
derrocar al gobierno. Mientras los oligarcas bolivianos clientes de
Washington avanzaban hacia el poder (La Jornada, 16/12/ 2006), Evo
Morales continuaba con sus políticas autodestructivas de retórica
populista simbólica y más concesiones a las elites. Washington ha
mantenido un pie en ambos campos, proveyendo más de 60 millones de
dólares en ayuda exterior a Evo e incontables millones a la posición
de Santa Cruz, que ha organizado masivas manifestaciones separatistas
(HoyBolivia.com, 16/12/06).
La línea blanda de
los negociadores (Shannon) reforzó su posición frente a la línea
dura de Washington en la política con Venezuela, señalando la
victoria electoral de Chávez (63% de los votos) como motivo de
reproche (La Jornada, 14/12/06). Shannon ha planteado en Washington
que un sector significativo del gobierno de Chávez esta abierto a
negociar un pacto que implica congelar el statu quo, atenuar su
crítica a las políticas imperialistas de EEUU, consolidar los
acuerdos del gas y del petróleo y bloquear cualquier paso encaminado
a la socialización de la economía.
Perspectivas
para 2007
La posición
internacional de EEUU en 2007 continuará deteriorándose. La próxima
escalada militar masiva en Iraq, la transferencia a gran escala de
armamento hacia Israel para la amenaza de atacar a Irán, Siria,
Hezbolá o Hamás (o a todos a la vez) no disminuirá la resistencia
armada en Iraq. Un ataque Israelí a Irán (apoyado por EEUU)
extendería la guerra a todos los estados del Golfo Pérsico,
incluyendo Arabia Saudí. El 15 de diciembre de 2006 Bush entregó la
"medalla presidencial de la libertad" al extremista israelí
Natan Sharansky –que aboga por el genocida "traslado" de
todos los palestinos del Gran Israel– simbolizando el encuentro de
las mentes del imperialismo militar de Estados Unidos con el brutal
colonialismo expansionista israelí. La total ignorancia de nuevas
iniciativas diplomáticas (como las recomendaciones del Grupo de
Estudio para Iraq de Baker), es el resultado de una combinación de
fuerzas del poderoso lobby proisraelí y el de Bush–Cheney y Rice en
la Casa Blanca.
Washington, a causa
de su enorme presencia militar en Oriente Próximo, seguirá su
política de las dos vías en Latinoamérica. La Casa Blanca apoyará
a sus clientes en el poder (como Uribe, Calderón y García); el
Estado, el Tesoro y los departamentos de comercio llegarán a acuerdos
comerciales con los regímenes neoliberales más 'autónomos' como el
de Lula, Bachelet, Vázquez y Kirchner, para distanciarlos de Cuba y
Venezuela y estrechar sus relaciones con EEUU. Con respecto a Bolivia,
Washington continuará presionando a Evo para que aplique más
concesiones a la coalición cívico–oligarca de extrema derecha con
base en Santa Cruz, permitiendo a las elites locales enarbolar la
bandera de los intereses imperialistas estadounidenses. En Venezuela
la política de las dos vías intentará agrandar las diferencias
políticas entre el movimiento chavista, con el fin de bloquear nuevas
iniciativas de Chávez hacia una mayor socialización y para promover
una nueva configuración política de opositores moderados y chavistas
liberales.
El punto más flojo
en la estrategia de Washington hacia Latinoamérica es el
resurgimiento de movimientos sociopolíticos como los que estallaron a
finales de los 90 y principios del nuevo siglo: el MST en Brasil, los
trabajadores, campesinos e indígenas en Bolivia y en Ecuador, el
levantamiento popular en Oaxaca y las protestas en las elecciones en
México, están en proceso de reagrupamiento y todos ellos sin haber
sufrido una sola derrota. Los principales movimientos populares
mantienen sus estructuras organizativas y han recuperado su
independencia política. Pronto volverán a ser capaces de provocar
nuevos levantamientos y confrontaciones políticas con las
oligarquías en el poder o con las tropas de choque en las calles.
El año nuevo no
promete "más de lo mismo"; comenzará con una considerable
escalada militar en Oriente Próximo pero es muy probable que acabe
con una debacle de mayores proporciones, asegurando una mayor crisis
política y aumentando la inestabilidad económica en Oriente
Próximo, Latinoamérica y EEUU. El debilitamiento del régimen
político estadounidense abrirá nuevas oportunidades para una ruptura
decisiva con el imperio estadounidense, con la condición de que los
resurgentes movimientos sociopolíticos puedan sobreponerse a los
obstáculos que les pondrán las nuevas elites políticas formadas por
antiguos izquierdistas y las oligarquías tradicionales.
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