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Por
Juan Gelman
Página
12, 14/01/07
Ocurrió,
entonces. Como indicaban las filtraciones deliberadas de la Casa
Blanca sobre “la nueva estrategia” en Irak que W. Bush proclamó
en su discurso del miércoles 10, se enviarán más tropas
estadounidenses al país ocupado. En realidad, ese “aumento”
–como se lo denomina para no utilizar la palabra “escalada”, que
carga con desagradables reverberaciones vietnamitas– estaba en
marcha antes de su anuncio: tropas de la 82ª división
aerotransportada llegaron a Bagdad ese mismo miércoles y otros 800 de
sus efectivos se sumaron el jueves. Contemporáneamente, una encuesta
revelaba que el 61 por ciento de los norteamericanos consultados
–contra el 36– se opone a semejante “ampliación” (Angus Reid
Global Monitor, 10–1–07). Según la Constitución de EE.UU., Bush
preside “un gobierno del pueblo para el pueblo”.
¿Se
trata sólo de Irak o el mandatario yanqui va por más? En su discurso
acusó a Teherán de proporcionar materiales a la insurgencia iraquí
y prometió: “Vamos a buscar y a destruir las redes que abastecen
armas modernas y entrenan a nuestros enemigos en Irak”. Enviará al
Golfo Pérsico otro portaaviones y sus buques de apoyo se estacionarán
a corta distancia de Irán, dicen fuentes de la Casa Blanca (The New
York Times, 11–1–07). Bush precisó que se desplegarán misiles en
la zona “para defender a los países aliados del Golfo”, movida
que comenzó hace meses con la instalación de los Patriots en Qatar.
En tanto, la fuerza aérea de Israel habría llevado a cabo maniobras
de entrenamiento en preparación de un bombardeo a Irán. Los
“halcones–gallina” de Washington piensan que doblar la apuesta
es el único camino para zafar del pantano iraquí.
Esto
ha provocado el disgusto de políticos incluso republicanos y el de
varios generales y otros mandos –estiman que atacar a Irán sería
una catástrofe– y pareciera que W. Bush procura ahora rodearse de
los jefes militares y funcionarios que, como él, van por más. Se
anuncian ciertos cambios que llamarían la atención si el designio
del mandatario fuera otro. Mientras duplica su poderío naval en el
Golfo, se propone nombrar al almirante William Fallon comandante de
las tropas de tierra que ocupan Irak y Afganistán. El reemplazo de
John Negroponte, actual director de los servicios de Inteligencia
federales, no entraña una degradación: W. anunció su nombramiento
como próximo subsecretario de Estado y goza de un prontuario notorio.
Lo sucederá en el cargo el vicealmirante retirado Mike McConnell, con
25 años de veteranía en espionaje y viejo amigo –¡oh
casualidad!– del vicepresidente Cheney, el tenaz defensor del
aniquilamiento del “Eje del Mal”. Véanse las cosas que produce el
hambre de petróleo.
Mike
McConnell es el hombre ideal que su amigo Dick necesita para fabricar
inteligencia justificadora de un ataque a Irán. El propio Cheney es
experto en la materia –como lo demostró en Irak– pero no tiene
por qué ocuparse otra vez del asunto con un agente como Mike. W. Bush
necesita además un adlátere con experiencia en manejos propios de
las escaladas militares. Ahí está Negroponte: embajador en Irak de
junio de 2004 a abril de 2005, supervisó personalmente la ejecución
de la “opción salvadoreña” contra la insurgencia sunnita, es
decir, el establecimiento de escuadrones de la muerte cuyo deporte
favorito es la decapitación. Contó con la asistencia del asesor que
tuvo en sus días hondureños –cuando se dedicaba entre otras cosas
a derrocar al gobierno sandinista–, el coronel retirado James Steele,
quien fungió como consejero de las fuerzas de seguridad iraquíes y
dirigió el entrenamiento del ejército Mahdi y de la organización
Badr, las milicias chiítas más importantes de Irak. Steele fue en
los ’80 jefe del grupo militar de EE.UU. en El Salvador y organizó
los escuadrones de la muerte locales. Es perito en desapariciones,
torturas y asesinatos.
¿Qué
harán los demócratas, hoy en control del Congreso? La única manera
de evitar “el aumento” sería el rechazo de los mil millones de dólares
que W. pide para concretarlo. El senador Edward Kennedy presentó un
proyecto destinado a bloquear esos fondos, pero la conducción del
partido se inclina por aprobar en el Senado una resolución no
vinculante de oposición al envío de más tropas que podría contar
con el apoyo de algunos republicanos. Dicen funcionarios demócratas
que la propuesta de Kennedy está destinada a apaciguar a los votantes
hartos de la guerra, pero el partido sigue otra línea: seguir
criticando a Bush por su ineficacia sin frenarle los ímpetus bélicos
(Time/CNN, 10–1–07). El presupuesto del “aumento” pasará.
Faltan
casi dos años para las elecciones presidenciales y es un hecho a
tomar en cuenta. Si la Casa Blanca de hoy no consigue al menos una
apariencia de “victoria”, mañana será demócrata. Si los
parlamentarios demócratas cortan la financiación que W. proyecta,
padecerían una buena dosis de impopularidad por quitar apoyo a las
tropas que combaten en Irak: sólo un 15 por ciento exige su retirada
inmediata. También en este caso vale la famosa frase de Carl von
Clausewitz: la guerra es una mera continuación de la política por
otros medios.
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