Crónicas
norteamericanas
El
lado oscuro de la vida universitaria
Por
Mario Diament
Corresponsal
en EEUU
La
Nación, 21/04/07
Miami.–
Mientras los psicólogos del FBI tratan de encontrar una explicación
de los motivos que llevaron a Cho Seung–Hui, el estudiante
surcoreano de 23 años, a asesinar a 32 personas en Virginia Tech
antes de quitarse la vida, otros se preguntan qué factores del
sistema universitario en Estados Unidos contribuyen a la sucesión de
episodios de violencia.
Entre
1991 y 2007 por lo menos siete ataques, en su mayoría tiroteos
indiscriminados, se registraron en universidades norteamericanas, con
un saldo de 51 muertos. Todos los homicidas eran estudiantes o ex
estudiantes, varones, con una edad promedio de 31 años, lo que marca
una diferencia considerable con episodios similares ocurridos en
escuelas secundarias.
Pero
investigaciones y estudios recientes comienzan a mostrar una realidad
muy distinta, disimulada entre los muros cubiertos de hiedra, los
amplios espacios de cuidado césped que rodean los claustros y las
expectativas de éxito y reconocimiento. Y es que si bien los años
universitarios pueden para muchos ser memorables y entretenidos, son
para otros un período lleno de ansiedad, estrés, soledad y
conflicto.
En
2004, casi la mitad de los estudiantes encuestados por la American
College Health Association admitieron haberse sentido muy deprimidos
en algún momento de su estancia en la universidad. Un 15% reveló síntomas
claros de depresión clínica. El suicidio es la segunda causa de
muerte entre los estudiantes universitarios. En 1998, el suicidio
provocó más muertes que el sida, el cáncer, el corazón, la neumonía,
el derrame cerebral, la gripe y las enfermedades pulmonares crónicas
juntos. Se cree que este año, 1100 estudiantes se suicidarán; muchos
más lo habrán intentado sin éxito.
La
mayoría de las universidades norteamericanas son residenciales, es
decir que los estudiantes viven en los dormitorios durante la carrera.
La llegada a la universidad viene precedida de un período en el cual
el estudiante debe cumplir complejos requisitos de ingreso y esperar
con incertidumbre la respuesta a su solicitud. Allí nace la
competencia, en la pugna por ser aceptado en una universidad
prestigiosa que, de darse, implicará un endeudamiento que perseguirá
al estudiante durante gran parte de su vida.
Vistas
desde afuera, las universidades de EE.UU. se ven como refugios bucólicos
donde la única responsabilidad es estudiar y donde la vida social es
intensa y entretenida. Pero para muchos estudiantes, esta época es
una verdadera tortura. La soledad y el aislamiento pueden ser
desesperantes. La presión resultante de exponerse a la constante
evaluación de profesores y compañeros resulta, para muchos,
intolerable. Las expectativas de los padres no contribuyen a aliviar
la angustia.
A
esto hay que sumarle las dudas por la carrera elegida, el miedo al
futuro, la inhabilidad de relacionarse socialmente que afecta a muchos
jóvenes. De ahí el alarmante incremento de los casos de depresión.
Un estudio hecho en 2001 por el psicólogo Robert Gallagher, de la
Universidad de Pittsburgh, reveló que el 85% de las universidades
informó de un aumento en los últimos cinco años del número de
estudiantes con severos problemas psicológicos.
Los
perturbadores escritos y videos de Cho dibujan el perfil de un ser
trastornado, encerrado en sí mismo, envenenado de resentimiento y
odio hacia su entorno. "Sus Mercedes no les alcanzaban, señoritos
malcriados. Los fondos fiduciarios, el vodka y el coñac tampoco. Todo
esto no les bastaba para satisfacer sus necesidades hedonistas.
Ustedes tenían de todo."
Deambulando
en los fríos corredores de la universidad, incapaz de comunicarse con
nadie, Cho debió sentir que él, en cambio, no tenía nada y en la
melancolía de su desamparo, sólo pudo concebir una salida: la
masacre y la inmolación.
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