Estados Unidos

 

Más escenarios de polarización social en EEUU

Por Barbara Ehrenreich
The Nation, 29/05/07
Sin Permiso, 03/06/07
Traducción de Oriol Farrés Juste

Descubrimientos recientes han proyectado una nueva luz sobre el cada vez más desigual terreno de la sociedad norteamericana. Empezando por el nivel de los altos ejecutivos: Se podría pensar, como yo, que los ejecutivos actuaban como un equipo –o, dependiendo del punto de vista, como una banda o una mafia–, cada cual tomando su justa parte de la presa. Pero ni hablar, la marea creciente en el pago ejecutivo no eleva a todos los yates del mismo modo. El hiato en ingresos sobre el que ahora se nos viene a llamar la atención es el que se da entre los altos ejecutivos de primer nivel y los ejecutivos –raramente ejecutivas— de tercer nivel.

Según un estudio recién publicado por Carola Frydman, del Instituto de Tecnología de Massachussets, y Raven E. Saks, de la Reserva Federal, hace entre treinta y cuarenta años, los ejecutivos jefes de las principales empresas ganaban el 80% más, de promedio, que los terceros ejecutivos más bien pagados. En la primera parte del siglo XXI, sin embargo, la brecha entre los ejecutivos jefe y los terceros en el mando se ha disparado hasta el 260 por ciento.

Ahora echemos un vistazo a lo que sucede en el fondo del espectro económico, donde se podría pensar en trabajadores con salarios bajos caminando penosamente entre bancos de comida o mendigos durmiendo bajo cajas de cartón. Resulta, no obstante, que el fondo es mucho más bajo que esto. El 16 de mayo una pareja de millonarios de un suburbio pijo de Long Island fueron acusados de mantener a dos mujeres indonesias como esclavas durante cinco años, a lo largo de los cuales se les pagaba 100$ al mes, se las alimentaba muy poco, se las obligaba a dormir sobre alfombras en el suelo y se les propinaban golpes, quemaduras de cigarrillo y otros tormentos.

Esto no es un caso aislado (ver mi libro Global Woman: Nannies, Maids and Sex Workers in the New Economy, co-editado junto a Arlie Hochschild). Si la nueva “cumbre” implica ganancias en decenas o centenares de millones, un jet privado y unos cuantos acres en Nantucket, el nuevo fondo es la esclavitud. Algunos de los esclavos de América son trabajadores domésticos cautivos, como las indonesias de Long Island. Otros son obreros industriales, y al menos 10.000 son esclavas sexuales que han sido sacadas de sus países y puestas en burdeles norteamericanos, convencidas con engaños, mediante las promesas de trabajos respetables.

Altos ejecutivos y esclavos: he aquí los dos extremos de la polarización de clases en los Estados Unidos. Pero un tipo paralelo de división se está dando ya en muchas profesiones. Profesores universitarios de alto nivel, por ejemplo, disfrutan de salarios de varios centenares de miles de dólares al año, a menudo aumentados a través de honorarios por consultas y ganancias procedentes de sus patentes o compañías biotecnológicas. Al otro extremo del campo docente, existen profesores ayudantes esforzándose por unos 5.000$ al semestre o menos, sin beneficios ni posibilidades de estabilidad laboral. Hubo una historia hace unos años acerca de un adjunto que iba a diario al trabajo desde un centro de indigentes en Manhattan, y las ayudantes que trabajan de noche como camareras o muchachas de la limpieza son legión.

Del mismo modo, la profesión legal, que está coronada por socios de los bufetes de abogados que ganan cientos de dólares la hora, tiene hoy en día un proletariado de abogados temporales que trabajan por 19$ o 25$ la hora en condiciones de total explotación. En sitios web como Temporary Attorney, hay abogados que informan de que trabajan doce horas al día, seis días a la semana, en sótanos abarrotados sin unas mínimas condiciones de aseo garantizadas. Según un artículo en American Lawyer, un abogado temporal de una importante empresa de Nueva York informaba que “está encerrado en un sótano sin ventanas, plagado de cucarachas muertas en el suelo”, donde seis de las siete salidas estaban bloqueadas.

Contemplando la violenta y creciente polarización de la sociedad norteamericana, uno no puede más que pensar en la “energía oscura”, la fuerza misteriosa que impulsa las galaxias lejos unas de las otras a una velocidad mucho mayor de la que se contabiliza que tuvo el Big Bang original. Los cuerpos cósmicos parecen repelerse los unos a los otros, del mismo modo que un ejecutivo tiene que mirar a sus adjuntos y subordinados, y pensar: “Se me están acercando demasiado. ¡Tengo que ganar más, más, más!”

La diferencia es que las galaxias no se necesitan entre sí, y son libres de seguir por su camino con indiferencia. Pero el alto ejecutivo, en realidad, depende de sus compañeros de trabajo, igual que el profesor universitario estrella cuenta con adjuntos para dar sus clases y el socio del bufete de abogados se enriquece gracias al duro trabajo de los abogados con contrato temporal. Por lo que sabemos, algunos de estos altos ejecutivos van a sus hogares a sorber sus copas de malta, al interior de sus estudios de caoba que sus esclavas domésticas han limpiado.

¿Por qué es tan difícil para la gente de arriba el reconocer su dependencia del trabajo de los demás? Necesitamos algún tipo de fuerza gravitacional para contrarrestar el distanciamiento explosivo que la codicia ha estado impulsando –antes de que la economía imite al universo y estalle en mil pedazos.


(*) Barbara Ehrenreich es una periodista norteamericana que goza de gran reputación como investigadora de las clases sociales en EEUU. Esta actividad investigadora le ha ocupado toda su vida desde que se infiltró disfrazada de sí misma en la clase obrera que recibe salarios de miseria en su ya clásico Nickel and Dimed [Por cuatro chavos], un informe exhaustivo de las enormes dificultades por las que pasan muchos estadounidenses que tienen que trabajar muy duro para salir adelante. Luego, años más tarde, repitió la operación centrándose en la clase media, pero esta vez, para su sorpresa, no acabó trabajando de incógnito entre trabajadores, sino que básicamente tuvo que tratar con desempleados sumidos en la desesperación de haberse visto apeados del mundo empresarial. El resultado de esta reciente incursión es otro libro, más reciente, Bait and Switch. The (Futile) Pursuit of the American Dream. [Gato por liebre. La (fútil) búsqueda del sueño americano]. Actualmente dedica mucho tiempo a viajar por todo el país con el propósito de contar sus experiencias a distintos públicos que comparten sus mismas vivencias. Escribe a menudo en su blog (http://Ehrenreich.blogs.com/barbaras_blog/), está muy implicada en poner en marcha una nueva organización dedicada a articular a los desempleados de clase media.