Bush
afronta crisis desde Palestina a Pakistán
Análisis de Jim Lobe
Inter
Press Service (IPS), 18/06/07
Washington.- Cuatro años después de las
primeras señales de insurgencia en Iraq, el presidente de Estados
Unidos, George W. Bush, se encuentra acosado por grandes crisis que se
extienden desde Palestina hasta Pakistán.
Con los enfrentamientos la semana pasada en
Palestina entre las fuerzas del Movimiento de Resistencia Islámica
(Hamas) y las del partido secular Fatah, la idea de Bush de apostar a
una solución de dos estados para el conflicto palestino-israelí
parece más remota que nunca, mientras que un nuevo informe del Pentágono
sugiere que la última estrategia para contener la insurgencia en Iraq
está fracasando en su principal objetivo de reducir la violencia.
En tanto, el presidente pakistaní Pervez
Musharraf, a quien Estados Unidos le dio un casi incondicional
respaldo desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001
en Nueva York y Washington, enfrenta ahora un creciente malestar
popular, mientras que gran parte de las regiones fronterizas tribales
están quedando bajo control de fuerzas aliadas con el renaciente
movimiento islamista afgano Talibán.
Por su parte, Irán, país al que funcionarios
estadounidenses acusaron la semana pasada de proveer armas al Talibán,
continúa desafiando las demandas de Washington de que detenga su
programa de enriquecimiento de uranio, y los aliados regionales de
Teherán, Siria y el partido islamista chiita libanés Hezbolá, sin
mencionar al propio Hamas, parecen haber resistido los intensos
esfuerzos de Estados Unidos para aislarlos.
La violencia de los últimos días en Gaza
significa un gran obstáculo para la esperanza de Washington de crear
una coalición antiiraní integrada por Israel y sus aliados árabes
Arabia Saudita, Egipto y Jordania.
De hecho, el rey saudita Abdulá bin Abdulaziz
parece haberse desilusionado con Estados Unidos aun antes de que el
presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, líder
del Fatah, disolviera el gobierno de unidad nacional que el monarca
había ayudado personalmente a constituir en marzo.
"Hay una fuerte opinión entre nuestros
amigos árabes de que no sabemos lo que estamos haciendo", dijo
Daniel Kurtzer, enviado especial de Washington a Israel durante la
primera administración de Bush y ahora profesor en la Universidad de
Princeton.
Al Qaeda, que sigue disfrutando la protección
de sus aliados en Pakistán y ha convertido al Iraq ocupado en su
principal campo de reclutamiento, también se ha beneficiado del
creciente rechazo en toda la región a las políticas de Washington.
"Al Qaeda es actualmente una operación
global, con una bien aceitada maquinaria propagandística con sede
principal en Pakistán, una secundaria e independiente en Iraq y un
alcance expansivo en Europa", escribió el mes pasado Bruce
Riedel, ex analista de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de
Estados Unidos, en la revista Foreign Affairs.
En su artículo, titulado "Al Qaeda
contraataca", Riedel, director de la oficina de Asuntos de Medio
Oriente de la Casa Blanca entre 1997 y 2002, predijo que la red
terrorista podría reanudar operaciones en el norte de Líbano y en
Gaza, y posteriormente provocar una guerra abierta entre Estados
Unidos e Irán, como parte de una "gran estrategia" para
"hacer sangrar" a Washington.
Israel, que el año pasado peleó una
desastrosa guerra en Líbano promovida y prolongada por los
"halcones", el ala más belicista en la administración de
Bush, parece cada vez más vulnerable.
Especialistas regionales, entre ellos Riedel y
Kurtzer, coinciden en que la reanudación de un proceso de paz creíble
entre palestinos e israelíes podría darle a estos últimos la
esperanza de que la creación de un estado propio no es algo tan
distante, lo que la secretaria de Estado (canciller) estadounidense
Condoleezza Rice llama "horizonte político".
Ése podría ser el paso más importante que
podría dar Washington para revertir la creciente radicalización en
Medio Oriente.
La gran pregunta es cómo reaccionarán Estados
Unidos e Israel ante los últimos acontecimientos en los territorios
palestinos, tema que seguramente estará al tope de la agenda en el
encuentro entre Bush y el primer ministro israelí Ehud Olmert esta
semana.
De particular importancia es saber si adoptarán
las mismas políticas de castigo contra Gaza, ahora controlada por las
fuerzas del Hamas, como las que aplicaron cuando ese movimiento le ganó
las elecciones parlamentarias a Fatah en enero de 2006.
Los halcones ya piden una política dura,
consistente con la de los últimos cinco años, insistiendo no sólo
en que Estados Unidos lidere un boicot económico y diplomático
contra Gaza, sino que además congele toda idea de reanudar
negociaciones de paz, incluso con Abbas.
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