Viento de fronda
Por Juan Gelman
rodelu.net, 01/11/07
Lo levantan más de veinte
generales retirados que rebasan la disciplina militar a la que están
sujetos todavía y critican públicamente la guerra desatada por W.
Bush. Una historia nada habitual en EE.UU.: pareciera que, en razón
de los desastres de Irak y Afganistán, agoniza la antigua tradición
de no cuestionar abiertamente al comandante en jefe. En columnas de
opinión, entrevistas en los medios y hasta avisos en TV, altos jefes
rompen con la cultura de lavar la ropa sucia en casa y no sólo
enjuician al mando superior: tampoco olvidan a los dirigentes políticos
que han hundido al país en el pantano iraquí. Esto no pasó ni con
la guerra de Vietnam, lo cual habla de exasperación ante el desastre.
Muchos de los comandantes son
republicanos, votaron a Bush y aplaudieron el nombramiento de Donald
Rumsfeld al frente del Pentágono. No se piense que estuvieron o están
contra la ocupación de Irak: se sienten traicionados por lo que
estiman una pésima conducción de la guerra. El mayor general (R)
John Batiste participó activamente en las primeras etapas de
planeamiento de la invasión y en diciembre de 2003 aterrizó en el país
ya ocupado al frente de la 1ª División de Infantería
estadounidense. Hoy piensa que tiene “la obligación moral y el
deber” de criticar las estrategias de la Casa Blanca y algo más:
“Sostener a un zar guerrero es arropar a la burocracia con otra
manta. Tenemos una cadena de mandos y es hora de que nuestros líderes
tomen nota y se hagan cargo” (Friday, 13-4-07). Pesadito, ¿no?
El mayor general (R) Paul Eaton
estuvo a cargo del entrenamiento del nuevo ejército iraquí en los años
2003/04. A quienes le reprocharon la falta de ética por sus
comentarios posteriores contra la Casa Blanca, respondió: “Lo ético
es esto: dar las propias opiniones a los que están en posición de
hacer cambios, no a los medios. Pero este gobierno es inmune a los
buenos consejos” (http://www.signonsandiego.com/, 23-9-07). No se
quedó ahí: declaró que el gobierno Bush y sus aliados en el
Congreso “han sido absolutamente lo peor que le ocurrió al ejército
y al cuerpo de marines de EE.UU.” (thinkprogress.org, 3-10-07).
Porta diez condecoraciones además de esa opinión.
Las amenazas de Bush de arrojar
bombas atómicas sobre Irán y comenzar “la tercera guerra
mundial” si Teherán insiste en desarrollar tecnología nuclear está
despertando una resistencia notoria en la fuerza aérea y aun en los
servicios de Inteligencia estadounidenses. “La oposición a un
ataque (contra Irán) tiene más consenso en Washington de lo que la
mayoría se imagina”, informó el semanario Newsweek (1-10-07) con
base en informaciones de agentes de los servicios secretos. El
analista militar Eric Margolis señaló a su vez que “fuentes próximas
al gobierno de EE.UU. señalan que existe una fuerte oposición a la
guerra entre oficiales superiores del Pentágono y funcionarios de
alto rango de la CIA y de los ministerios de Finanzas y de Relaciones
Exteriores” (The Sunday Times, 22-9-07). Un episodio reciente así
lo demostraría.
El 30 de agosto pasado, seis
cabezas nucleares W80-1, armadas en sendos misiles de crucero
avanzados AGM-129, partieron a bordo de un bombardero B-52 de la base
Minot de North Dakota a la base Barksdale en Louisiana y “se
perdieron” durante 36 horas (The Times, 21-10-07). Raro, raro. Ningún
arma nuclear puede ser trasladada de un lugar a otro sin autorización
de los altos mandos y la orden y los permisos del caso fueron
debidamente otorgados. Se ignora qué nivel de la alta jerarquía
castrense aprobó la operación y cuál era su objetivo declarado. El
subjefe de Operaciones del Estado Mayor, general Richard Newton III,
habló de errores de procedimiento y de “una erosión del
cumplimiento de las normas atinentes al manejo de las armas” (The
Sheveport Times, 27-8-07). Quién sabe. No “desaparecen” seis
misiles nucleares durante un día y medio como si fueran cartón
pintado.
La “desaparición” fue
causada por la resistencia de oficiales aviadores que, con el auxilio
de los servicios secretos, investigaron y descubrieron que los misiles
estaban destinados al Medio Oriente, es decir, a ser arrojados sobre
Irán. “La misión fracasó gracias a la oposición interna de la
fuerza aérea y de los servicios de Inteligencia”, señaló el
notable periodista Wayne Madsen (http://www.waynemadsonreport.com/,
24-9-07), a quien no le faltan conexiones con agentes de la CIA. Lo
que medios como el Washington Post calificaron de “falla” del
sistema de mandos fue –agrega Madson– una rebelión “contra un
ataque estadounidense a Irán, para el cual se había previsto el uso
de armas nucleares y de armas clásicas”. Esto explicaría que el
B-52 no levantara vuelo hacia el Este. Se trata de imputaciones no
verificadas todavía, pero es indudable que un viento de fronda
recorre filas de las fuerzas armadas estadounidenses. Es de esperar
que sople bien fuerte.
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