Elecciones
regionales en Francia (21/03/04, primer turno)
Polémica
entre el PS y la LCR
Devuélvase
al remitente : Respuesta a Henri Weber(*)
Por
François Sabado
Rouge 21/03/04
Publicado en Panorama Internacional
(Henri Weber,
dirigente del PS y ex trotskista, publicó una carta abierta durante
la campaña electoral criticando al trotskismo por no llamar a votar
al PS y la "izquierda plural" en la segunda vuelta de las
elecciones. Esta es una respuesta a su carta. Nota de SoB)
En su
"Carta encomendada al cartero", Henri Weber expresa la
obligación en la cual se encuentran los dirigentes socialistas de
debatir las proposiciones de la LCR en vísperas de los escrutinios
regionales y europeos.
En su Carta
encomendada al cartero, Henri Weber se especializa en la polémica
contra los revolucionarios. Sin siquiera distinguir la revolución
rusa de 1917 de la contrarrevolución estalinista que la desnaturalizó,
retoma las fórmulas y las caracterizaciones de François Furet (1),
Pierre Rosanvallon y Stéphane Courtois (2), para quienes toda
revolución no puede hacer más que desembocar en el totalitarismo de
un partido único. El cargo es tan fuerte que cubre la total adhesión
del senador socialista al pensamiento único social-liberal:
"Hemos logrado asegurar el despliegue de nuestro sistema
productivo preservando lo esencial, e incluso desarrollando nuestro
sistema de protección social", nos explica. Pero, a su manera,
el pequeño panfleto de Henri Weber muestra la obligación en la que
se encuentran los dirigentes socialistas de debatir nuestras
propuestas estratégicas y programáticas. Habrá urgencia de
combatirlas.
Adaptación
Para Henri Weber,
el rol del movimiento obrero sería acompañar las mutaciones actuales
del capitalismo, corrigiendo ciertos excesos: "Éste debe aceptar
la economía de mercado pero combatir la sociedad de mercado". El
problema es que la lógica del sistema capitalista no traza una
separación entre la economía y la sociedad. La búsqueda del máximo
beneficio sobredetermina no solamente el funcionamiento de la economía
sino también el de la sociedad. Esta lógica capitalista liberal no
deja más espacio a la reforma de tipo keynesiana, al desarrollo de
los servicios públicos, al aumento de los salarios, a los compromisos
sociales. También, toda lucha por reformas consecuentes desemboca en
un enfrentamiento con las clases dominantes. Y la socialdemocracia,
ligada a la gestión del Estado y de la economía capitalista y
temerosa de todo tipo de enfrentamiento que cuestione esta integración,
está adaptada al modo hegemónico de dominación capitalista: la
globalización mercantil y financiera.
Hoy, corresponde
a los revolucionarios responder de manera consecuente con esta lucha
por las reformas, pero con los métodos de la lucha de clases. Porque
defender las conquistas sociales y arrancar nuevas conquistas supone
asumir el enfrentamiento contra la patronal y el gobierno. Los
revolucionarios no están obsesionados con el gran día pero, a
diferencia de los reformistas que aceptan el orden establecido, buscan
hacerse de todos los medios para defender hasta el final las
reivindicaciones de los trabajadores. Es el sentido de la reivindicación
sobre la prohibición de despidos, sobre todo en las empresas que
obtienen ganancias, reivindicación inmediata para bloquear los planes
de despidos pero también reivindicación de transformación radical,
ya que la realización de tales objetivos implica cuestionamiento del
derecho de propiedad y conduce a otra lógica distinta de la del
mercado capitalista. Los revolucionarios desarrollan el mismo camino
cuando defienden los servicios públicos, su extensión bajo control
de los trabajadores y de la población. Estas reivindicaciones
"transitorias", que conforman el puente entre la situación
actual y una situación de transformaciones de las relaciones
sociales, sustituyen la lógica del beneficio por la de las
necesidades sociales y plantean el problema de una ruptura con el
sistema capitalista.
Pero para
nuestro detractor, el control social, la apropiación pública o
socializada de la producción no son más que decadencia, pereza y
mentira burocrática. Numerosas experiencias revolucionarias han
demostrado empero las capacidades de la intervención, de la
creatividad, de la inventiva de las clases populares. El mercado no
será suprimido por decreto. Si bien a lo largo de toda una fase de
transición, determinará ciertos sectores de la producción y de la
distribución de mercancías, no estará nada más que subordinado a
la lógica de la autogestión y de la planificación generalizada, es
decir a las grandes decisiones de los trabajadores y de la población.
Este es el sentido y el contenido que le damos a nuestro combate por
la democracia.
Un reformismo
sin reformas
Henri Weber
idealiza la democracia parlamentaria, amoldándose a la V República
bonapartista y presidencialista. Pero aquí, lo que nos separa
fundamentalmente de los reformistas, es que nuestra concepción de la
democracia no se priva de ninguna intervención en las principales
actividades económicas, sociales y políticas. La democracia pasa por
delante de la propiedad del capital y de los medios de producción.
Esta democracia total es la de las asambleas elegidas por sufragio
universal, asambleas territoriales y también asambleas en las
empresas, en el sentido amplio, es lo que Henri Weber, en su obra,
acusa de "ultraizquierdismo"!
Frente a la
necesaria ruptura, Weber nos insta a inclinarnos: "Pero si
ustedes van hasta el final, desencadenarán la violencia de las clases
dominantes." Efectivamente, no son las clases populares las que,
en el proceso revolucionario, utilizan la violencia. Ellas no hacen más
que, en general, responder a los ataques y a la represión de los
poderosos. Pero deben preparar su autodefensa, bajo la amenaza del
aplastamiento, como lo mostraron los ejemplos de la Comuna, de la España
de julio de 1936 o incluso del Chile de los años setenta. En fin, a
través de esta sucesión de capitulaciones y de adaptaciones al
torbellino capitalista, la socialdemocracia no ha conocida una sola
evolución ideológica sino un proceso de integración acentuado por
sus direcciones en las cumbres del Estado y de la economía. Los PS
han cambiado, se han social-liberalizado.
También, de
momento que Weber y los ex-trotskistas nos acusan de abandonar la
estrategia de "frente único obrero"(3) y de retomar la línea
sectaria de los partidos comunistas en los años treinta (que
denunciaban a los "social-fascistas"), porque no daríamos
una consigna de voto en la segunda vuelta de las elecciones
regionales, no podemos hacer más que sonreír. Primero porque la táctica
de frente único obrero de Trotsky está esencialmente dirigida a la
acción y la movilización social, objetivo que persigue la LCR. El
desistimiento en la segunda vuelta por la izquierda se remite a una
tradición bien francesa: "la disciplina republicana", que
apuntaba precisamente a hacer votar a los partidos obreros por los
partidos burgueses republicanos. Es verdad que, en el pasado, la LCR
tal vez ha confundido a los dos. Pero, a partir de la táctica
electoral y de la diferencia que hacemos entre la izquierda y la
derecha, si, desde hace algunos años, no tenemos consignas de voto
sistemático por la izquierda en la segunda vuelta, es por su
social-liberalización, esta última ha conocido una separación
importante con los sectores significativos de las clases populares.
Una izquierda que no predica más que un "reformismo sin
reformas".
Notas:
1. Autor, entre
otros libros, de Pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea
comunista en el siglo XX.
2. Autor, junto
con Nicolás Werth y Jean-Louis Panné, del Libro negro del comunismo.
Crímenes, terror y represión.
3. Construcción
de cuadros unitarios de acción, cada uno de los componentes conserva
su total autonomía: "Marchar separados y golpear con un solo puño".
(*)
Henri Weber es dirigente del Partido Socialista (PS) y fue miembro del
gabinete del gobierno de Lionel Jospin. En el pasado fue miembro de la
Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y dirigente del mayo francés.
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