España
La boda de los gorrones
Por Iñaki Errazkin
Cádiz Rebelde, 18/05/04
Enviado
por Argenpress
Por si hubiera alguien de otro planeta que no haya
adivinado ya de qué boda hablo, dejaré claro que esta reflexión
versa sobre el inminente enlace matrimonial del capitán de corbeta
Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia con
la reportera Letizia Ortiz Rocasolano, discípula y amiga del ínclito
Alfredo Urdaci -ecuménicamente conocido por su neutralidad,
independencia y rigor informativos-, norte, faro y guía del universo
mundo de los juntaletras celtibéricos.
La cosa es que me resistía a guardar silencio escrito
ante el áulico evento, pero había un obstáculo difícil de salvar:
el título del articulito. Todos los que se me ocurrían podían
lesionar el honor de los contrayentes y de sus progenitores y
ancestros, al menos de los del novio, y -lo que me preocupaba mucho más-
provocar la cólera justiciera del siempre vigilante Baltasar
Torquemada. A punto de abandonar, el diccionario amigo acudió en mi
ayuda. 'Llámales gorrones -me pareció entenderle-, es una definición
que les va pintiparada'.
Efectivamente, el Diccionario de la Lengua Española
adjudica los términos 'gorrón' y 'gorrona' a aquellos hombres o
mujeres que tienen por hábito comer, vivir, regalarse o divertirse a
costa ajena. La acepción a la que me refiero es la que deriva etimológicamente
de 'gorra'. Hago esta aclaración porque hay otra que proviene de 'guarro'
y, como ya he dicho, no quiero más líos de los precisos, que uno
tiene ya sus años y el talego es húmedo y hostil.
Resolví, como ven, la cuestión del epígrafe. No hay
ofensa dolosa, pues nadie puede sentirse injuriado por una certera
diagnosis adjetiva, avalada, además, por la Real Academia. El
princesito, su papá y todos sus antepasados hasta el conde de Anjou,
han comido, han vivido, se han regalado y se han divertido a costa
ajena; más concretamente, a costa de los ciudadanos, sufridos hombres
y mujeres de los pueblos de las Españas, que les llevamos manteniendo
con nuestros impuestos desde el año de gracia (gracia menuda donde
las haya) de 1.700. Por si fueran pocos -la ley de Murphy es
indefectible y esta familia crece como el kéfir en la leche-, ahora
se apunta al club la reputada Letizia. Reputada locutora, quiero
decir.
Y tras el título, le toca el turno al texto
propiamente dicho, a la enjundia del mensaje, al cuerpo del artículo.
Pero como las alianzas tácticas matrimoniales de los borbones, me
importan cuarto y mitad de ardite, me ha salido un tanto breve. Sólo
cuatro palabras flanqueadas por dos vigorosas admiraciones: ¡Viva la
III República!
Hay que ver. Tantos años de oficio y aún no controlo
bien las proporciones.
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