Elecciones
europeas
La
experiencia de la coalición Respect en el Reino Unido
Socialismo
o Barbarie, periódico, 08/07/04
Reproducimos
a continuación un balance de las recientes elecciones para el
parlamento europeo y para cargos locales en el Reino Unido, escrito
por Lindsey German, dirigente del Socialist Workers Party (SWP) de
Inglaterra y Gales, y candidata a alcalde de Londres por la coalición
Respect. El artículo hace especial hincapié en los resultados
obtenidos por ese frente de izquierda –integrado por el SWP y otras
fuerzas, sectores sindicales que vienen del laborismo y dirigentes de
la comunidad musulmana–, que buscó darle una expresión política
al masivo movimiento anti guerra.
Consideramos
que Respect es una experiencia que implica tanto nuevos desafíos y
posibilidades como contradicciones y peligros, pero en tanto fenómeno
político en general progresivo, su evolución debe ser seguida con
atención crítica por los socialistas revolucionarios.
Para
dar cuenta de esta experiencia, publicamos este artículo aparecido en
Socialist Review de julio-agosto 2004, y ligeramente abreviado por
razones de espacio. Acompañamos asimismo extractos de un texto del
dirigente del SWP Alex Callinicos, tomado del Boletín de Discusión
de la International Socialist Tendency Nº 5 (julio 2004).
El
centro no aguanta y se deshace. Esta es la única conclusión que se
puede sacar después de la elección del “superjueves” 10 de junio
en el Reino Unido. Los partidos minoritarios de derecha tuvieron una
alta votación, pero también la izquierda se instaló en el mapa político
y en algunas regiones obtuvo logros sorprendentes.
En toda Europa,
millones de electores castigaron a los partidos gobernantes por sus
políticas. La esperanza surgida cuando los partidos socialdemócratas
llegaron arrolladoramente al gobierno hace pocos años se ha
convertido en decepción. Gerhard Schroeder, jefe del gobierno
socialdemócrata-verde de Alemania, quedó golpeado por sus recortes
al sistema de seguridad social alemán, que afecta desde los jubilados
hasta los estudiantes.
En
el Reino Unido no hay ningún entusiasmo por el regreso de un gobierno
de los conservadores, que muestran poca señal de que puedan ganar la
próxima elección. Pero hay bronca y rechazo desde distintos sectores
hacia el gobierno del Nuevo Laborismo de Tony Blair. En tanto,
partidos minoritarios tanto de izquierda como de derecha lograron
votaciones récord como resultado de este desencanto.
La
elección fue un desastre para los partidos mayoritarios. La votación
del Partido Laborista fue la más baja desde 1918, con votantes
desertando en masa en los bastiones del laborismo. (...) La guerra de
Iraq fue el tema principal que provocó la ruptura. (...)
La estrella de la noche en las elecciones europeas
fue el UKIP [Partido por la Independencia del Reino Unido], partido
populista de derecha antieuropeo, que se montó en el descontento
contra la burocracia de la Unión Europea pero también expresó de
manera crudamente populista su visión sobre los inmigrantes y los que
buscan asilo. Sin embargo, expresó sin duda además la preocupación
de los londinenses comunes alrededor de temas como el transporte público,
y claramente atrajo votos de mucha gente que no se considera racista.
Michael
Howard [líder del Partido Conservador] fue el gran perjudicado por el
UKIP, ya que dividió su base de votantes. Pero se estimo que un 20%
de los votos del UKIP vienen de ex votantes laboristas.
El
fascista Partido Nacional Británico (BNP) no pudo conseguir su muy
anunciada consagración y no ganó un solo escaño para el Parlamento
Europeo. (...) Su fracaso combina tres elementos: el surgimiento del
UKIP le restó votos; la jugada de invitar a Jean Marie Le-Pen [líder
del fascista Frente Nacional francés] le resultó contraproducente,
en parte por las protestas que generó, y hubo una fuerte campaña
antifascista, encabezada por Unidad contra el Facismo. No obstante, la
votación del BNP sigue siendo alta en algunas regiones, y es una
importante tarea para los próximos años trabajar para disminuirla.
Aquí
es donde entra la izquierda, ya que, aunque es importante hacerlo, no
alcanza con hacer campañas contra el BNP, sino que hay que presentar
una alternativa creíble, una propuesta por la positiva que el pueblo
pueda votar. El 10 de junio logramos empezar.
Nunca
antes en el Reino Unido la izquierda había alcanzado una votación
tan alta como el 10 de junio. Más de 250.000 votos para Respect, y
otros 60.000 para el Partido Socialista Escocés (SSP), superan todo
resultado previo. La votación del Partido Comunista en 1945, que le
había dadoi dos diputados, había llegado a 102.780 votos. La votación
de la izquierda en la elección general del 2001 (algo más de 180.000
votos) tenía el marco de una asistencia electoral mucho más alta que
la de las elecciones europeas.
Fue
en Londres donde tuvimos nuestro mayor resultado. Salí quinta entre
los candidatos a alcalde, por encima del BNP y de los Verdes, a pesar
de haber tenido una aparición prácticamente nula en la prensa
londinense y los medios. Nuestra lista obtuvo 87.000 votos, un 4,6%, y
estuvo a punto de ganar un escaño en la Asamblea [equivalente a la
Legislatura porteña]. Nuestro candidato George Galloway [diputado
laborista que rompió con su partido para unirse a Respect] estuvo
apenas por debajo del 5% en la elección europea, tras una campaña
donde fue boicoteado por los medios.
La
única excepción a este “ninguneo” fue cuando dos diarios de
circulación nacional dedicaron editoriales llamando a sus lectores a
no votar a Respect, y cuando los columnistas pro guerra dirigieron su
atención a atacar a Respect.
Aunque
en Londres y de cada votantes apoyó a Respect, eso oculta porcentajes
mucho más altos en algunos lugares. En Tower Hamlets, en la elección
europea, George Galloway estaba a la cabeza [por encima del laborismo
y los conservadores], y Respect hizo una elección espectacular en el
este de Londres. En el Nordeste de Londres también tuvimos un éxito
importante, además de buenas votaciones en Haringey y Redbridge.
De
hecho, si se juntan los cuatro distritos londinenses de Newham, Tower
Hamlets, Waltham Forest y Hackney, Respect resulta ser la tercera
fuerza: laboristas 27,5%; conservadores 16,4%; Respect 15,7%,
liberal-demócratas 13,6% y los verdes 9,5%.
Y
aunque los resultados en las elecciones europeas fueron en general más
bajos –reflejando la disparidad política de los enormes distritos
en que se dividió el territorio británico para esas elecciones–,
hay algunas votaciones notables. El 2,4% en el distrito de West
Midlands se traduce en un 7,4% en todo Birmingham [la segunda ciudad
inglesa en importancia, después de Londres] (...). Y en East Midlands,
Respect obtuvo un 9% en todo Leicester, más de un 3% en Nottingham y
Derby (...) un 5,6% en Bradford [todos distritos obreros
tradicionales].
¿De
dónde vinieron estos votos? Algunos sectarios desprecian esos votos
por “musulmanes” (como si los votos musulmanes por alguna razón
valieran menos). Sin duda en algunas regiones tuvimos un apoyo
significativo por parte de los musulmanes, pero incluso en esas
regiones fueron más los musulmanes que votaron por los partidos
mayoritarios –o que no votaron– que los que lo hicieron por
Respect. Ha habido una creciente politización y eso se ha acelerado
desde el 11 de septiembre de 2001. Las guerras en Afganistán e Iraq,
la permanente cuestión de Palestina, las leyes contra el terrorismo y
el surgimiento de la islamofobia alejó a muchos musulmanes del
laborismo y los condujo a la búsqueda de una alternativa.
Pero
muchos musulmanes son también trabajadores y pobres, y suelen sufrir
las peores condiciones de trabajo, vivienda y educación. Les importa
el futuro de sus hijos, de sus padres ancianos, de la sociedad. Por
ende nos apoyaron además alrededor de esos temas.
También
obtuvimos un creciente apoyo de la izquierda de los sindicatos, los
movimientos antiguerra y los socialistas. Un pequeño sector adoptó
una actitud muy sectaria hacia Respect, algunos incluso votando al
partido de la guerra, el laborismo, y otros anulando su voto, actitud
absolutamente inútil y que paso inadvertida considerando el total de
votos anulados de esta elección. Pero muchos otros socialistas y ex
miembros de grupos de izquierda o del Partido Comunista, se unieron
con entusiasmo. Logramos amplia adhesión entre los bomberos,
ferroviarios y trabajadores del subte, además de estudiantes,
jubilados y minorías étnicas. (...)
Si
unimos los votos de la izquierda con los de los verdes, la votación a
la izquierda del laborismo fue considerable. Aunque los verdes sacaron
mucho más que Respect en esta elección, su performance global quedó
por debajo de sus expectativas. Perdieron votos en Londres (...)
Darren Jonson, su candidato a alcalde, al que las proyecciones y los
medios daban en cuarto lugar, salió séptimo después del UKIP,
Respect y el BNP (...).
Respect
intentó unificar el programa con los verdes antes de las elecciones,
pero no logró convencer a la dirección de ese partido de que esto
podía hacerse. Es un tremendo error, porque ahora tendríamos unos
cuantos más representantes electos (sobre todo porque las campañas
unificadas tienden a ser más atractivas que la suma de las partes) y
el voto a la izquierda del laborismo sería tan o más grande que la
derecha en algunas regiones. No debiéramos permitir que esto vuelva a
ocurrir, especialmente frente a un avance de la derecha.
Los
verdes están instalados hace tiempo y tienen evidentes diferencias
con algunas de las políticas de Respect. Pero Respect tiene
un alcance, sobre todo en los barrios más pobres [inner cities]
que los verdes no tienen: en minorías étnicas, sindicatos y sectores
del movimiento anti guerra. Y estamos de acuerdo en un 80% en nuestras
políticas. Debemos hacer los mayores esfuerzos en discutir cómo
podemos cooperar, cómo evitar que en futuras elecciones compitamos
entre nosotros, cómo acercarnos más. Muchos votantes de ambas
organizaciones no esperan menos de nosotros en los próximos meses.
Estas
son discusiones que deben hacerse. Entretanto, el ánimo de los
miembros de Respect está alto. Hemos logrado un impacto contra todos
los obstáculos. Nuestra tarea ahora es extendernos, arraigarnos entre
distintos grupos étnicos (como ya hemos comenzado a hacer entre los
turcos y los kurdos en el norte de Londres) y ganar más apoyo en los
sindicatos. (...)
Lo
más urgente es construir y extender organizaciones de base de Respect
en cada localidad, con eventos políticos, sociales y culturales que
nos ayuden a ganar apoyo en el camino a la elección general que tendrá
lugar probablemente el año que viene. (...)
Nuestro
primer test serán las elecciones complementarias, parlamentarias y
municipales, en Leicester, Birmingham y el este de Londres, durante el
verano. El columnista pro guerra David Aaronovitch nos dio un año de
plazo antes de que nos desintegremos. Dado el acierto de sus
predicciones sobre las armas de destrucción masiva y la “liberación”
del pueblo iraquí, podemos vaticinar que Respect tendrá una larga
vida.
Respect y
los musulmanes en Gran Bretaña
La
combinación de fuerzas [que integran Respect] (...) difiere
claramente de otros modelos electorales utilizados por la extrema
izquierda; por ejemplo, la campaña revolucionaria abierta del frente
LCR-LO [Liga Comunista Revolucionaria-Lucha Obrera] en Francia, o el
partido socialista amplio que los dirigentes del Partido Socialista
Escocés (SSP) están tratando de construir. De hecho, Respect es tan
inusual que recibió ataques desde la extrema izquierda, tanto de Gran
Bretaña como de otros países, de “oportunismo”,
“frentepopulismo”, etc. No por primera vez, la principal acusación
de la izquierda sectaria fue planteada con claridad desde las filas de
la izquierda proimperialista, en un editorial del Observer [periódico
burgués de “centroizquierda”] que llamaba despectivamente a
Respect “una alianza non-sancta de la extrema izquierda y
fundamentalistas islámicos reaccionarios” (The Observer, 6-6-04).
(...)
En
un sentido, es difícil ser paciente con semejante acusación,
particularmente cuando viene, como ha ocurrido con frecuencia, de la
extrema izquierda francesa. Esto es, desde un lugar político en el
que los miembros de LO y la LCR han cubierto de vergüenza a sus
organizaciones y a la tradición marxista revolucionaria más en
general, al ponerse del lado de la derecha gobernante y el PS en la
exigencia de excluir de las escuelas públicas a las jóvenes
musulmanas que usen el velo o “foulard”, y por ende sin duda
arrojando a muchos jóvenes musulmanes en brazos de los
“integristas” (ése es un verdadero “frente popular”).
Pero
vale la pena detenerse en el argumento. Detrás de esa acusación
subyace una visión esencialista y cuasi racista de que las personas
nacidas en la fe musulmana y que viven en Gran Bretaña constituyen
una comunidad de una homogeneidad tal que cualquiera que provenga de
un entorno musulmán debe necesariamente abrazar la política de al-Qaida
u otros corrientes islamistas radicales. Semejante punto de vista
guarda escasa relación con la realidad. La mejor manera de entender a
los musulmanes en Gran Bretaña es tomar una perspectiva histórica
que compare a esa comunidad con otras anteriores originadas en la
inmigración: los irlandeses durante más de un siglo y medio o los
judíos a comienzos del siglo XX; predominantemente trabajadores y
pobres, de una religión distinta a la de la mayoría “nativa”, y
que, por esas razones y por haber experimentado el racismo (y el
imperialismo en su país de origen, en el caso de los irlandeses hasta
hace poco y de los musulmanes hoy) de Gran Bretaña, aportaron muchos
activistas a los movimientos sindical y socialista.
Nada
de esto significa que la izquierda revolucionaria es el destino
inevitable de un musulmán con conciencia política. La experiencia de
la pobreza, del racismo, del imperialismo, y las reales aunque
limitadas vías de movilidad social ofrecen a los jóvenes musulmanes
una serie de opciones: un activismo comunitario relativamente
convencional, la incorporación a la maquinaria laborista (que ha
tratado a los musulmanes y a otros inmigrantes como bancos de votos),
intentos personales de ascenso social, diversas formas de organización
islámica (de las cuales las sectas radicales son sólo una variante),
y la participación en la izquierda radical. Lo importante es entender
que se trata de opciones, alternativas.
Para los islamistas
radicales, la presencia de una gran número de musulmanes en las
manifestaciones anti guerra, organizadas esencialmente por la
izquierda radical secular [no religiosa], es una amenaza a su
influencia. Aunque se negaban a participar en las manifestaciones,
intervenían para combatir la influencia del “marxismo ateo”. Las
consignas que levantaban –“califato, no capitalismo”–
indicaban que los fundamentalistas se veían envueltos en una lucha
por las mentes y los corazones de los jóvenes musulmanes, en la que
tenían que demostrar que eran ellos, no las organizaciones marxistas
como el SWP, los verdaderos anticapitalistas. (...)
¿Cómo
aparece el problema desde nuestro punto de vista, el de socialistas
revolucionarios en un viejo país imperialista como el Reino Unido?
Como los socialistas de otros países del mundo capitalista
desarrollado, tenemos que ganar el apoyo de una clase trabajadora que,
al menos en los barrios pobres [inner cities], es cada vez más
diversa en su origen étnico y nacional y en sus creencias religiosas.
En la última generación, los cambios demográficos, las políticas
imperialistas en Medio Oriente y el racismo local han subido el perfil
de la clase trabajadora de los barrios pobres de origen musulmán, que
se sienten –justificadamente– el blanco de la “guerra contra el
terrorismo”.
No
haber reconocido su difícil situación; no haber buscado sumarlos a
un amplio movimiento anti guerra dirigido predominantemente por la
izquierda radical secular; no haber intentado atraer a sus elementos más
progresivos hacia un proyecto político que busque la solución a sus
males no en la “umma” islámica sino en la lucha contra el
capitalismo y el imperialismo; no haber hecho todo esto hubiera sido
renegar de nuestro deber como revolucionarios de ser –como decía
Lenin en el ¿Qué hacer?– tribunos del pueblo. Podría
decirse que lo que se ha convertido casi en la “cuestión musulamana”
constituye un test de la capacidad de los revolucionarios para
relacionarse con la clase trabajadora tal como es, a diferencia de lo
que era hace 30 años o en los libros. Conforme a la evidencia actual,
no todos parecen haber pasado ese test.
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