Chechenia:
El problema de Putin
Por Thomas de Waal (*)
BBC World, 02/09/04
Durante
los últimos cuatro años, la palabra que el presidente de Rusia,
Vladimir Putin, ha usado para definir la situación en Chechenia es
"normalización".
Una
y otra vez le ha asegurado a la opinión pública rusa que la situación
en la región esta "virtualmente terminada", que su
estrategia de negarse a negociar con los líderes pro independentistas
ha funcionado y que no necesita de la presencia de fuerzas
internacionales.
El
presidente Putin también ha dicho que el problema en Chechenia se ha
convertido en un asunto internacional, pues es uno de los frentes de
la "guerra contra el terrorismo", pero ha rechazado
cualquier intervención de las Naciones Unidas o de la Organización
para la Seguridad y la Cooperación en Europa.
El
problema es que tal "normalización" ya se ha visto afectada
en el pasado cuando en octubre de 2002 un grupo armado de chechenos
tomó el teatro de Moscú y 129 personas murieron.
También
perdió credibilidad con el asesinato del líder checheno pro Moscú,
Ajmad Kadyrov, a principios de este año.
Actualmente,
la "normalización" se encuentra en pedazos pues Putin se
enfrenta a la peor semana de terrorismo desde que asumió la
presidencia.
En
primer lugar, todo parece apuntar que los responsables de la caída de
los dos aviones rusos en el sur de ese país eran chechenos suicidas.
Después,
este martes ocurrió el atentado en la salida de una de las estaciones
de metro de Moscú que cobró la vida de 10 personas.
Y
desde el miércoles, Rusia se enfrenta a una situación de rehenes tan
terrible como la ocurrida en el año 2002, con el agravante de que en
esta oportunidad la mayoría de las víctimas son niños.
Nueva
variedad
La
magnitud del problema en Rusia es bastante grande. Todo el país es un
blanco potencial y al parecer los secuestradores pertenecen a una
nueva variedad de islamistas extremistas chechenos que, literalmente,
no tienen nada que perder.
Este
nuevo grupo ha eclipsado a los militantes pro independentistas
moderados que formaban parte de movimiento rebelde checheno de los años
90.
Una
cosa no ha cambiado desde entonces: la corrupción, que en Rusia es
tan descarada que los militantes rebeldes chechenos pueden pasar
armados por cualquier puesto de control ruso con un simple pago.
Hace
poco, un chofer checheno aseguraba que pasar una bomba a través de
los controles de seguridad ruso costaba unos US$17.
Esto
quiere decir que para que el presidente ruso pueda solucionar el
problema necesita hacer una revisión completa de sus servicios de
seguridad.
Pero
también necesita movilizar el apoyo de la masa de la población
chechena que rechaza el extremismo islámico y están hartos de décadas
de violencia.
Opinión
pública
El
problema es que Moscú ha hecho de todo para excluir y alienar a estos
chechenos.
En
las elecciones de este domingo en Chechenia, el Kremlin prácticamente
colocó a su candidato, Alu Aljanov, como el nuevo líder de esa república.
La
paradoja de esta situación es que aún cuando Putin ha fracasado en
su promesa de solucionar el conflicto en Chechenia, mantiene el apoyo
del pueblo.
Los
medios de comunicación rusos rara vez emiten opiniones divergentes a
las de Putin y el sentimiento anti checheno es cada vez mayor.
Esto
se ha convertido en el mayor problema de Putin y él es el único que
debe enfrentarse a ello.
(*)
Thomas Waal es editor sobre temas del Cáucaso en el Instituto de
Reportajes de Guerra y Paz.
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