Francia
La
"Constitución" divide las opiniones de los Veinticinco
Un
"No" que redistribuiría las cartas en Europa
Por Bernard Cassen (*)
Le
Monde diplomatique (edición Cono Sur), abril de 2005
Traducción
de Carlos Alberto Zito
Como
se vio en la reunión del Consejo Europeo del 22 y 23 de marzo en
Bruselas, la fuerza del "No" en Francia sacude a Europa. En
la mayoría de los Veinticinco [países miembros de la Unión Europea,
UE], la "Constitución" europea será adoptada sin debate
sobre su contenido. Según estos gobiernos, estar contra el Tratado
Constitucional es estar contra Europa. Pero en muchos países la opinión
pública no se deja engañar, y con toda razón se niega a separar el
texto de su contexto. En el Este, las consecuencias de la liberalización
a ultranza que impone la adhesión a la UE -que no resulta compensada
por el incremento de las ayudas comunitarias- alimentan el desencanto.
En Occidente, muchos movimientos sociales cuentan con Francia para
detener la desviación liberal y relanzar sobre otras bases la
construcción de Europa. La última palabra la pronunciará la
ciudadanía francesa el próximo 29 de mayo.
En
la historia de la construcción europea, el "Tratado que
establece una Constitución para Europa" firmado en Roma el
29 de octubre de 2004, ocupará por cierto un lugar aparte: de ser
ratificado por los veinticinco Estados miembros de la UE, será el
marco económico, social y -en cierta medida- político, de la
"convivencia" de unos 450 millones de habitantes del Viejo
Mundo. Sea cual fuere la opinión que se tenga de ese texto -que en
esta columna fue y sigue siendo extremadamente crítica (1)- no se
debe subestimar su importancia, aunque más no fuese en razón de su
esperanza de vida (50 años), según lo previsto por Valéry Giscard
d'Estaing, presidente de la Comisión que elaboró su primera versión.
En cualquier otro contexto histórico, semejante acto fundacional -no
es trivial que se autoproclame "Constitución"- hubiera sido
objeto de una apropiación común por parte de los pueblos en cuestión,
provocado discusiones, desatado pasiones, y quizás celebraciones. Sin
embargo, ese texto no generó ningún debate real al nivel en que
supuestamente debiera aplicarse: el de toda Europa.
En
el seno de cada opinión pública nacional se registran razones específicas,
muy diversas y a veces contradictorias entre un país y otro, para
interesarse o no en el Tratado, para cuestionarIo o aprobarlo. Desde
ese punto de vista, se abre un abismo cada vez mayor entre un
dispositivo institucional común a los Veinticinco -en el cual las
elites políticas, administrativas e intelectuales se mueven con gran
soltura- y pueblos que no sólo no experimentan el sentimiento de
''hallarse en el mismo barco" europeo, sino que a menudo
consideran a "Europa" o a "Bruselas" [sede de los
organismos de la UE] como entidades exteriores, e incluso hostiles.
El
calendario previsto para la ratificación del Tratado por todos los países,
que se extiende a lo largo de casi dos años -desde Lituania el
11-11-04, hasta el Reino Unido en el otoño boreal de 2006- y las
diferentes modalidades adoptadas en cada caso (voto del Parlamento,
referéndum consultativo o vinculante) no permiten europeizar y
clarificar una acción "constituyente" que pretende, entre
otras cosas, paliar el persistente déficit democrático en el
funcionamiento de la UE. En la mayoría de los casos en que el
Parlamento ya ratificó el Tratado de forma contundente (Lituania,
Hungría, Eslovenia) o se dispone a ratificarlo (una docena de otros
países), el debate europeo fue y sigue siendo inexistente.
Anticipo de la "Bolkenstein"
En
algunos países miembros de la pasada Europa de los Quince, el peso de
la historia santifica un europeísmo sin cargos de conciencia y hasta
convierte en tabú cualquier cuestionamiento al respecto -y por lo
tanto también a la "Constitución"- en el seno de los
partidos de gobierno y en la mayor parte de las elites. Así es como
las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial siguen pesando con
fuerza en Alemania, que se reintegró al concierto de las naciones
democráticas gracias a la construcción comunitaria; y en Italia y
Finlandia, país este último que quisiera dar vuelta definitivamente
la página de la "finlandización" de la época soviética.
Para otros tres países (Grecia, España y Portugal) la pertenencia a
la UE tiene también una dimensión casi identitaria, vinculada con el
fin de dictaduras, y consolidada por la bendición de los fondos
estructurales recibidos de Europa. Por lo tanto, la ratificación de
un Tratado que se identifica con "Europa" en general, y que
prácticamente nadie leyó, es una simple formalidad, ya sea que se
cumpla por vía parlamentaria (en Grecia) o a través de un referéndum
cuyo resultado se conoce de antemano (en España el 20 de febrero
pasado, y en Portugal en diciembre de 2005).
Salvo
esas dos excepciones -a las que habría que agregar el caso de
Luxemburgo (donde la votación está prevista para el 10 de julio de
2005) y quizás el de Holanda (10 de junio de 2005)-, los referéndum
están paradójicamente organizados, como veremos más adelante, en países
donde nadie puede garantizar el resultado. Es por ello que dos
naciones que pensaban realizar una consulta de ese tipo -Suecia y Bélgica-
prefirieron prescindir de dicha operación.
En
Suecia, el gobierno socialdemócrata de Goran Persson no quiso correr
el riesgo de una nueva consulta popular, luego del fracaso de la de
septiembre de 2003 sobre el ingreso a la "zona euro", que
sin embargo era apoyada por casi todos los partidos. El Primer
Ministro enfrenta un brote de euroescepticismo de izquierda y de
derecha, que se materializó con el éxito (14,4%) de la llamada lista
"de junio" en las elecciones europeas de 2004. Esa tendencia
se nutre del temor al dumping social generado por el ingreso de los países
bálticos a la UE. Al respecto, los trabajadores suecos ya tuvieron un
anticipo de la llamada “directiva BoIkestein”, con el proyecto
-por ahora bloqueado- de construcción de una escuela por parte de una
empresa letona... con salarios letones, lo que viola las convenciones
colectivas suecas. Es por eso que, a pesar del apoyo de los
sindicatos, la ratificación del Tratado Constitucional que erige la
"competencia libre y auténtica" en la norma suprema y se
opone a la armonización de la legislación social y fiscal, no estaba
en absoluto garantizada.
Recorrido continental
En
Bélgica, los partidos de gobierno prefirieron ahorrarse la
contrariedad que podría depararles un referéndum, incluso teniendo
en cuenta que sólo hubiera tenido un carácter consultivo. De todas
maneras, para llevarlo a cabo hubiera sido necesario reformar
previamente la Constitución. El Partido Socialista belga (PS) y los
ecologistas del grupo Ecolo -del mismo modo que el PS y los verdes
franceses- se pronunciaron por un "Sí combativo". La
respuesta fue un "No combativo" de la plataforma que propone
"decir no al Tratado Constitucional, para construir otra
Europa". Ese documento cuenta con la firma -entre otros- de
George Debunne, ex presidente de la Confederación Europea de
Sindicatos (CES) y de la Federación General de Trabajadores de Bélgica
(FGTB), cercana al PS; de Jean-Maurice Dehousse, ex vicepresidente del
grupo socialista en el Parlamento europeo; de parlamentarios de Ecolo
y de responsables de, la asociación Attac. Por motivos totalmente
diferentes (igual que en Francia), el Tratado también genera oposición
en la extrema derecha populista, en este caso, la del Vlaams Belang
(ex-Vlaanis Blok).
Hay
dos países en donde prevalece una situación exactamente contraria,
es decir, que un referéndum finalmente resultaría menos peligroso
para obtener la ratificación que un voto parlamentario: son la República
Checa y Polonia. En Praga, el gobierno no posee en el Parlamento la
mayoría del 60% necesaria para aprobar el Tratado. Se oponen,
fundamentalmente, el partido conservador ODS y el Partido Comunista,
al igual que el presidente de la República, Vaclav Klaus. De modo que
está previsto un referéndum para junio de 2006.
Lo
mismo ocurre en Polonia, donde la mayoría parlamentaria requerida es
aun mayor: dos tercios en cada una de las dos cámaras. Allí, la
consulta popular se realizará el 25 de septiembre de 2005, al mismo
tiempo que la primera vuelta de las elecciones presidenciales.
Teniendo en cuenta el desencanto que experimenta la población de
ambos países respecto de una Europa "rica" y considerada
egoísta, lo cual favorece el “no", ambos gobiernos
consideraron urgente no apresurarse.
Todo
el mundo percibe claramente que será el 29 de mayo en París donde se
va a decidir en buena medida la suerte del Tratado. El resultado francés
influirá en los resultados del referéndum previsto tres días después
(el 1º de junio) en Holanda, y en los que deben realizarse en dos países
que ya dijeron "No" en el pasado: Dinamarca, que había
rechazado una primera vez el tratado de Maastricht en 1992 (la nueva
consulta se realizará el 27 de septiembre de 2005), e Irlanda, que en
2001 no ratificó el tratado de Niza, y cuyos electores serán
consultados antes del fin de 2005.
Es
preciso recordar que en ambos países se organizó una "segunda
vuelta" de aquellos referéndums, con la justificación -en
Dinamarca- de algunas derogaciones (euro, defensa, justicia y policía)
al tratado de Maastricht. Esta vez se han tomado todas las
precauciones para que esas dos sociedades no vuelvan a decir ''No''.
Ancla liberal y atlantista
En
esos dos países, casi todos los partidos tomaron posición a favor
del Tratado, hasta el Partido de los socialistas de izquierda de
Dinamarca, que hasta entonces se oponía incluso al ingreso del reino
a la UE, y que luego de un referéndum interno se pronunció por el
"Sí". A pesar de todo, como se ha visto en el pasado, una
opinión pública rebelde puede ignorar ampliamente las indicaciones
de las elites...
En
medio de las diversas campañas que se desarrollan en Europa, Francia
ocupa un lugar especial. Junto a Bélgica, es el único país donde la
"Constitución" fue analizada artículo por artículo, y
donde la esencia del texto -la cuestión del liberalismo- está en el
centro del debate público. A tal punto, que los partidarios del
"Sí" -las cúpulas de los partidos de gobierno, es decir,
del PS, los Verdes, la Unión para la Democracia Francesa (UDF) y la
Unión para un Movimiento Popular (UMP)- están a la defensiva (2).
Esas formaciones, se reivindiquen de izquierda, de centro o de
derecha, se esfuerzan por tratar de demostrar -con muy escaso éxito
hasta ahora- que la "Constitución" no es ultraliberal, que
garantiza los derechos sociales y los servicios públicos, que impedirá
las futuras “directivas Bolkestein”, que promueve la autonomía-de
la UE frente a Estados Unidos, etc. Esa actitud provoca estupefacción,
cuando no carcajadas, entre los observadores y en la mayoría de los
gobiernos extranjeros. Las cartas están tan mezcladas que el
semanario liberal británico The Ecoríomist (3) llegó incluso
a afirmar que ¡Jacques Chirac es uno de los dirigentes más a la
izquierda en Europa!
Anthony
Blair y su ministro de Relaciones Exteriores, Jack Straw, son mucho más
consecuentes cuando utilizan los argumentos exactamente inversos para
elogiar un Tratado que organiza la desregulación social y la
flexibilización, que sólo confía en la competencia y en el mercado
en todos los terrenos y que ancla a la UE en una política atlantista.
Las organizaciones empresariales -el Movimiento de Empresas de Francia
(MEDEF), Unide a nivel europeo- muestran una prudente discreción,
pero tampoco disimulan su admiración por ese texto, que responde a
sus principales exigencias. La Comisión Europea, presidida por José
Barroso, funcionario cuyas cartas credenciales son igualmente
liberales y atlantistas, no se queda atrás en su propaganda a favor
de una "Constitución" acorde con su filosofía.
Desde
que no cabe excluir la posibilidad de un triunfo del "No",
todas las miradas europeas convergen hacia Francia. Miradas muy
inquietas en el caso de casi todos los otros gobiernos, la mayoría de
los cuales hubiera preferido evitar que se ponga bajo la lupa el
contenido de un Tratado casi desconocido por sus respectivos pueblos.
Aun antes del Consejo Europeo del 22 de marzo, que respondió en parte
al S.O.S. lanzado por Jacques Chirac, hubo quienes hicieron lo posible
por ayudar a su colega francés, especulando sobre un efecto de
arrastre en la perspectiva del 29 de mayo: José Luis Rodríguez
Zapatero organizó en España su propio referéndum el 20 de febrero
pasado, y Gerhard Schröder fijó la fecha del 12 de mayo para su
ratificación alemana por parte del Bundestag. El analista francés
Alain Duhamel, conmocionado por el avance del."No" en las
encuestas francesas, evoca de esta manera esas evidentes maniobras tácticas:
"España acaba de votar por referéndum, y lo hizo en torno a
temas positivos y a demostraciones racionales. Alemania e Italia se
aprestan a ratificar el Tratado Constitucional por vía parlamentaria,
para lo que se preparan de manera seria y pragmática" (4).
Pero
otros ojos europeos también miran hacia Francia: son los de países
donde el agobiante consenso de las elites impidió cualquier discusión,
donde la cuestión del liberalismo fue cuidadosamente ocultada. Esas
personas esperan que un "No" en Francia genere una ola capaz
de reactivar el debate a nivel continental sobre las otras formas que
podría adoptar la construcción europea. Y esperan poder expresarse a
través del voto de los electores franceses... Por una vez coincidirán
con Blair, que quisiera que algún país, preferentemente Francia,
frene el proceso de ratificación del Tratado. Eso le evitaría tener
que organizar el referéndum que prometió a sus compatriotas para
fines de 2006, y en el cual, según todos los analistas, también se
impondría el "No"..
Notas:
(*)
Director de Le Monde diplomatique
1.
Anne-Cécile Robert, "Golpe de Estado ideológico en
Europa", Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, noviembre de
2004. También, B. Cassen, "Debate engañoso sobre el Tratado
Constitucional", Le Monde diplomatique, edición Cono Sur,
febrero de 2005.
2.-
El tema del eventual ingreso de Turquía a la UE, utilizado por una
parte de la derecha y por la extrema derecha para incitar a votar
"No", es también una particularidad francesa, pero ese
asunto no es el que estructura actualmente el debate público.
3.- "Jacques Chirac, socialist", The
Economist, Londres,19-3-04.
4.-
"Les peurs franc;aises", Libération, París, 16-3-05.
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