Blair
centró su tercer mandato en los empleos y la economía
A
ver si se olvidan un poco de Irak
Tony
Blair, primer ministro británico, inició su histórico tercer
mandato consecutivo para el laborismo con un mensaje centrado en la
unidad y en la economía. Los resultados finales le dieron una mayoría
de 66 bancas, tras haber perdido casi 100 por la guerra de Irak.
Por
Marcelo Justo, corresponsal en Londres
Página
12, Buenos Aires, 07/05/05
Un
Tony Blair debilitado enfrentó a las cámaras a la salida de su
residencia oficial en 10 Downing Street con un mensaje desafiante.
“Escuché y aprendí. Tengo una clara idea de lo que quieren los
británicos que haga este gobierno. Estas serán nuestras prioridades:
mantener el crecimiento económico, eliminar el desempleo, combatir la
pobreza.”
Con
este claro giro hacia posiciones más tradicionalmente laboristas, el
primer ministro buscó ayer recomponer su deteriorada credibilidad política.
A pesar de que la victoria electoral del jueves fue un hito en la
historia partidaria –es la primera vez que el laborismo gana tres
elecciones consecutivas, algo que sólo la conservadora Margaret
Thatcher había conseguido en los últimos 100 años–, la pérdida
de más de 60 escaños, que redujo drásticamente la mayoría absoluta
de la que goza el laborismo desde 1997, tuvo sabor a “voto
castigo” y un destinatario concreto: el mismo Blair.
El
énfasis sobre la pobreza y el desempleo eran una mano tendida a los
miles de laboristas que optaron por la abstención o el voto protesta
por los liberal–demócratas. Blair no eludió el tema que los
analistas coinciden en señalar como responsable: Irak. “Sé que
Irak fue un tema que generó divisiones en nuestra sociedad, pero
espero que ahora podamos unirnos y mirar hacia el futuro”, indicó
el primer ministro.
A
la luz de los resultados electorales parece una esperanza desmesurada.
Blair ganó con el porcentaje más bajo de la historia moderna –un
36,8 por ciento– y sólo gracias al sistema electoral no
proporcional británico consiguió mantener una mayoría parlamentaria
absoluta. Entre los musulmanes británicos –unos dos millones y
medio de personas que tradicionalmente votan a los laboristas– hubo
un masivo éxodo hacia candidatos alternativos, fueran liberal–demócratas
o candidatos antiguerra. Entre los laboristas que se sintieron
estafados por la alianza de Blair con George Bush ocurrió algo
semejante.
Por
citar sólo dos casos de entre decenas. En Bethnal Green, un municipio
musulmán del este de Londres, un ex diputado laborista, George
Galloway, firme opositor de la guerra, fundó su propio partido,
Respect, este año, y con su modesta máquina proselitista venció a
la candidata laborista Oona King. Apenas conocerse el resultado,
Galloway –apodado “el diputado por Bagdad” debido a sus
frecuentes viajes a Irak en los años ’90 y antes de la guerra, y a
su proximidad con el régimen de Saddam Hussein– apareció en un
acto para increpar a Blair: “Señor, esto es por Irak. Todos los
muertos por su culpa ahora vuelven para acosarlo... Lo mejor que
pueden hacer los laboristas es despedirlo mañana mismo”. En el
distrito electoral de Blair, en el norte del país, Sedgfield, el
padre de un soldado británico que murió en Irak, Reg Keys, ganó un
10 por ciento del voto con su plataforma antibélica.
En
las palabras del primer ministro se percibía una intención que lo ha
desvelado en los últimos 12 meses: concentrarse en la agenda doméstica
y hacer a un lado las divisiones que generó la guerra. A pesar de que
la economía creció durante los ocho años de gobierno, a pesar de la
baja inflación y el magro desempleo (2,5 por ciento), Blair no ha
conseguido su objetivo y muy difícilmente lo logre ahora, entre otras
cosas porque no modificará su alianza con George Bush en torno de
Irak. “Irak fue una permanente espina durante la campaña. Hay
muchos en el laborismo que piensan que sólo un recambio de líder
puede relegar el tema al olvido”, señaló ayer el analista político
de la BBC, Nick Assinder.
Está
bastante claro quién es el líder político que se perfila en el
horizonte: el ministro de Economía y número dos del laborismo,
Gordon Brown. Brown representa el ala más tradicional del laborismo y
es uno de los pocos que aumentó el jueves su caudal electoral en su
distrito en Escocia. Entre los analistas la pregunta no es si Brown
asumirá como primer ministro sino cuándo lo hará. “Esta elección
fue para elegir entre dos líderes. No Blair y Howard, sino Blair y
Brown. Ahora sólo falta la coronación”, señaló Chris Blackhurst,
del vespertino Evening Standard.
Pero
en política no hay nada seguro. Por eso cabría agregar: siempre y
cuando Gran Bretaña no sufra una devastadora crisis económica que
destruya la sólida reputación del actual ministro de Economía.
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