La LCR debe participar en el Encuentro (Assises) del
Anticolonialismo Postcolonial
Por Catherine Samary, Léon Crémieux, Léonce Aguirre,
Sandra Demarcq, Jacques Fortin, Emmanuel Sieglmann, Flavia Verri
Rouge, 19/04/05
Traducción de Claudio Testa para Socialismo o Barbarie
El Llamamiento de los “indígenas de la República”
es un legítimo grito de cólera. La pertinencia de organizar el
Encuentro (Assises) del Anticolonialismo Postcolonial debería
estallar ante nosotros como una evidencia. Sobre todo en una
actualidad marcada por ofensiva para rehabilitar el pasado colonial y
para estigmatizar a la juventud proveniente de la inmigración.
Los diputados de la UMP [partido del gobierno] votaron el
23 de febrero una ley que impone a la investigación universitaria y a
los programas escolares, una historia oficial sobre el “rol
positivo” de la colonización francesa “especialmente en el
Norte de África” [Marruecos, Argelia y Túnez].
El diputado UMP Bénisti dio en Villepin un informe sobre
la “prevención de la delincuencia”, que prepara una futura ley
que propone suprimir el bilingüismo antes de la edad de 12 años en
las familias inmigradas, porque, como es sabido, si uno no habla francés
en su hogar desde la niñez, uno se vuelve rápidamente delincuente.
¿Cómo no ver en todo eso una continuidad entre la
ideología colonial y las discriminaciones que sufren las poblaciones
provenientes de la inmigración? Esa sólo razón debería haber
bastado para que la LCR se involucrara a favor del Encuentro (Assises)
del Anticolonialismo Postcolonial.
Lamentablemente, “la razón enloquece”, como
dicen en el diario Libération del 21 de marzo Daniel Bensaïd,
Samy Joshua et Roseline Vachetta... sin ver que lo irracional también
afecta sus propios argumentos. En lugar de inscribirse positivamente
en el proyecto del Encuentro, prefieren atribuirle al Llamamiento
la idea de una “herencia de la opresión sufrida y, por
contragolpe, de culpabilidad de los opresores”, la “derecho
de sangre” de los discriminados, un intento de “división
pasional”, que “tienden a dar un carácter étnico o
religioso a los conflictos políticos”.
Estas
acusaciones no resisten una lectura honesta del Llamamiento. La
persistencia de las discriminaciones –debidas al mantenimiento de
las representaciones coloniales y de las relaciones de dominación–
no tiene nada de hereditario. En ninguna parte del Llamamiento
considera a los descendientes de colonos y esclavistas franceses
culpables del pasado de sus antecesores. Por el contrario, se proclama
como “los herederos de esos franceses que resistieron la crueldad
nazi y de todos los que se comprometieron con los oprimidos,
demostrando, por su compromiso y sus sacrificios, que la lucha
anticolonial es indisociable del combate por la igualdad social, la
justicia y la ciudadanía”. ¿Dónde está la pretendida “esencialización
de una naturaleza colonial eterna”? ¿Dónde está la pretendida
tendencia a “dar un carácter étnico o religioso a los
conflictos políticos” cuando el Llamamiento proclama: “¡Dien
Bien Phu no es una derrota sino una victoria de la libertad, de la
igualdad y de la fraternidad!”, o cuando se declara “al
lado de todos los pueblos (de África a Palestina, de Irak a
Chechenia, del Caribe a América Latina...) que luchan por su
emancipación”?
En realidad, no es cuestión de herencia de sangre, sino
de transmisión cultural y de representaciones. El hecho de que la
historia colonial no sea el único factor para explicar las
discriminaciones racistas, no implica que ella sea insignificante e
inoperante. Luego que se paró la política de inmigración desde el
Maghreb (asociada a los años de crecimiento económico), el
reagrupamiento familiar, después de décadas, ha modificado masivamente, para las nuevas generaciones, las relaciones con Francia.
Antes, para sus padres, se trataba de un país de empleo pasajero.
Ahora, para la “segunda, tercera o cuarta generación”, significa:
“¡que se vayan a la mierda!, ¡estamos en nuestro hogar!” Esta es
la motivación de la rabia frente a las discriminaciones. Un voluntad
de ser iguales. Nada de comunitarismo...
Decir como Llamamiento que una ofensiva
reaccionaria se disimula “fraudulentamente... bajo las banderas de
la ‘laicidad’, de la ‘ciudadanía’ y del
‘feminismo’...“, y que se trata de una “impostura”, no es
poner en cuestión los valores de la izquierda. Por el contrario,
significa reclamar y denunciar su manipulación para otros fines. ¿Por
qué sentir malestar cuando el Llamamiento afirma que “la
ideología colonial perdura, atraviesa las grandes corrientes de ideas
que componen el campo político francés”? No ignoramos ni el
rol de la socialdemocracia en las guerras coloniales como entusiasta
lugarteniente del imperialismo, ni el peso de las corrientes
patrioteras en la historia del Partido Comunista Francés. No nos
podemos sentir aludidos, nosotros nunca transigimos en la lucha contra
el imperialismo y la Franco-África.
Si algunos camaradas se han sentido aludidos por el Llamamiento,
es consecuencia de las posiciones ambiguas de la mayoría de la LCR
sobre la cuestión del “velo”. Probablemente, el mismo llamamiento
no habría suscitado la misma hostilidad antes de la controversia
sobre la prohibición del “velo” en las escuelas. Sin embargo, el Llamamiento
no evoca la ley Chirac [la “ley antivelo”] más que en una corta
frase: “La discriminatoria, sexista, y racista “ley antivelo”
es una ley de excepción con tufo colonial.” Puesto que la LCR
–como lo recuerdan los autores del artículo de Libération–
ha condenado dicha ley como discriminatoria, ¿por qué sentirse
agredidos? Es porque nosotros no hemos combatido las exclusiones [de
las alumnas con “velo”]. La ley golpea principalmente a las jóvenes
musulmanas y ella ha desatado el racismo antimusulmán. ¿No eso lo
que debería regir nuestro juicio, en lugar de ofuscarnos por la frase
del Llamamiento que denuncia esa ley como sexista y racista?
El Llamamiento no entran en consideraciones sobre
las diferentes interpretaciones asignadas al “velo”. ¿Por qué
atribuirle una análisis sobre la cuestión y decretar que los
firmantes del Llamamiento quieren “criminalizar” las
divergencias?
Esta hostilidad de la LCR hacie el Llamamiento nos ha
valido los honores de Marianne y las felicitaciones de Respublica
[publicaciones burguesas “republicanas”]. Suscitar el entusiasmo
de los nacional-republicanos no tiene nada de glorioso. Pero eso no es
lo más grave. Lo más grave es que la desconfianza que corremos el
riesgo de suscitar entre militantes a los que Daniel Bensaïd, Samy
Joshua y Roseline Vachetta reconcen que “son nuestros amigos,
aliados de siempre en el combate por la igualdad, contra el racismo, y
lo seguirán siendo”. Este es efectivamente el caso, y entonces
es conveniente terminar con el rumor –extendido incluso en nuestra
filas– que ve detrás del Llamamiento a una corriente política:
¿el islamismo? En fecto, “la razón enloquece”. En evz de
obstinarse en ver a todo precio en el Llamamiento un texto de
división que atizará los odios, entendamos los que dice explícitamente:
se propone interpelar “al conjunto de la sociedad francesa, en la
perspectiva de un combate común de todos los oprimidos y explotados
por una democracia social verdaderamente igualitaria y universal”.
Esa perspectiva es la nuestra. Es por eso que conviene
que la LCR se inscriba positivamente en el proyecto del Encuentro (Assises)
del Antocolonialismo y en la marcha del 8 de mayo, el doble
aniversario de la capitulación nazi y de la masacre colonialista de Sétif
y Guelma. ¿Que podemos temer? El surgimiento de una dinámica autónoma
no es una amenaza para la unidad del movimiento antirracista, ya
bastante dividido no por el Llamamiento sino, entre otros factores,
por organizaciones como SOS Racisme, que han sido complacientes con la
ley Chirac [antivelo]. Hace tiempo que sabemos que la autonomía y la
unidad no se excluyen. Asumamos nuestra responsabilidades para
impulsar la convergencia de las luchas necesarias y así contribuir a
un trabajo de Memoria digno de nuestros compromisos anticolonialistas
de larga data.
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