Toni
Negri apoya públicamente la Constitución Europea
Las
tentaciones de San Antonio (Negri) o el reverso tenebroso de la
Multitud
Por John Brown
Rebelión, 27/05/05
Corruptio
optimi pessima
Raro
es el lector de Imperio y Multitud que no haya
experimentado un cierto desasosiego ante estos textos y las poco
claras conclusiones políticas que de ellos se derivan. Por un lado es
de agradecer que tras tanto tiempo de silencio teórico sobre los
importantes cambios sociales en curso (el tránsito a un modelo de
acumulación postfordista, la globalización) haya surgido desde la
izquierda marxista un intento de explicación general que vaya más
allá de la autocomplacencia en fórmulas que conducen con certeza a
la derrota.
Las
dos obras mencionadas se enmarcan en un proyecto de extensión a
escala mundial del paradigma de la izquierda operaista
italiana, conforme al cual la subjetividad proletaria es el motor de
las transformaciones de la sociedad capitalista, y la resistencia
proletaria precede paradójicamente a la represión del capital. Esta
subjetividad se tradujo en los años 60 en un potente movimiento de
contestación del orden social (los distintos mayos del 68), cuya
respuesta por parte de los distintos agentes políticos y sociales del
capital dió lugar a las primeras formas de organización postfordista
del trabajo a escala de la sociedad entera y tendencialmente a escala
de todo el planeta. Fenómenos como la precarización contractual, la
externalización sistemática de las funciones de la empresa, la
desregulación, las deslocalizaciones etc., obedecen todos ellos a un
principio de gestión capitalista ya formulado por Ronald Coase en los
años 30 y triunfalmente aplicado desde los años 70: el principio de
los costes de transacción.
Conforme
a este principio básico del orden neoliberal, la empresa tal y como
la conocemos existe como ámbito de producción en la medida en que
resulte más rentable producir dentro de ella toda una serie de
productos en lugar de comprarlos fuera. La rentabilidad o no
rentabilidad de la producción de un determinado producto en la
empresa puede calcularse, pues depende precisamente de los costes de
transacción: vale la pena no comprar y por lo tanto producir aquello
que sería demasiado caro comprar fuera, no sólo por el precio de las
mercancías de que se trate, sino por toda una serie de otros costes
que toda compra lleva consigo: localización de los
productores/vendedores, trámites legales/fiscales, en su caso costes
de transporte/importación. Son estos los costes de transacción.
En
la actualidad, una actualidad que empezó en los años 70, los costes
de transacción se han ido reduciendo de manera vertiginosa, debido a
la desregulación de los mercados interiores e internacionales de
mercancías y capitales, a la revolución de las telecomunicaciones y
de los transportes etc., lo que ha conducido a una externalización
progresiva de la producción fuera de las empresas y una transformación
de la sociedad entera en fábrica. Transformación esta que no conoce
fronteras y convierte en dispositivo de producción/explotación al
conjunto del planeta.
Cuando
los costes de transacción tienden a cero, la razón de ser de la
empresa desaparece y el capital se desvincula de toda relación
directa con la producción desplazándose en un territorio indefinido
en busca de su máxima valorización. Naturalmente, este fenómeno que
llamamos globalización y Marx denominaba mercado mundial, tiene
importantísimas consecuencias en el plano político y pone en cuestión
la pervivencia misma de los Estados nación que enmarcaron la
acumulación fordista basada en la aceptación de la disciplina de fábrica
a cambio de garantías sociales con respaldo estatal.
Negri
y Hardt afirman que se está constituyendo una nueva soberanía política
de dimensión planetaria, que denominan Imperio, única instancia de
poder capaz de intentar controlar a la nueva figura
desterritorializada singular y colectiva del trabajador: la multitud.
Multitud e Imperio se oponen, pero no hay que olvidar que el Imperio
está edificado sobre el éxodo y la revuelta del trabajador fordista
transformado en trabajador social, precario y cognitivo propio del
postfordismo.
El
Imperio es, por lo tanto, a los ojos de Negri, un logro y un avance de
civilización en la medida en que supone el fin de la centralidad política
del Estado nación, con sus aparatos disciplinarios y represivos y sus
guerras imperialistas, aunque también supone la liquidación del
Estado del bienestar y de la representación democrática. Nos
encontramos por lo tanto ante un nuevo panorama que obliga a un
replanteamiento global de las estrategias de la izquierda, hasta ahora
centradas en el Estado nación. De lo que se trata es de luchar dentro
del nuevo marco mundial que la propia lucha proletaria ha terminado
por imponer, por una transformación democrática del Imperio en República.
Huelga
decir que este Imperio no es el imperialismo, ni siquiera el de los
Estados Unidos por mucho que sean el más poderoso Estado nación de
la historia. Ningún Estado nación es conmensurable a la nueva figura
del trabajador, a su nomadismo, su precariedad, su proteica capacidad
de recomposición social a escala planetaria, su intrínseca
transindividualidad... Características todas ellas que hacen
imposible su inscripción en un pueblo y sólo son conmensurables con
lo que excede toda medida, lo que es siempre ya múltiple e
irreductible a unidad: la multitud.
Este
tipo de explicación de la nueva fase del capitalismo en que nos
encontramos es a la vez estimulante y discutible, pero presenta una
terrible ambigüedad que la hace prácticamente inútil cuando no
nefasta a la hora de definir una posición política. El problema es
que el concepto de multitud no permite pensar el antagonismo sino como
una relación inmanente a la propia multitud. Ello tiene la ventaja de
liberar al pensamiento político de izquierda de las viejas metáforas
guerreras y futbolísticas dentro de las cuales se ha venido
representando la lucha de clases, pero también el inconveniente de
prestarse a tentaciones universalistas e irenistas.
Una
cosa es pensar como hacía Spinoza que Dios modificado en Turco mata a
Dios modificado en cristiano y que todo conflicto se da en el seno de
ese Dios que se expresa no ya como uno sino siempre ya como multitud
infinita de modos y otra muy distinta, que ese Dios o esa multitud
puedan llegar a ser nunca un principio trascendental de armonía.
Da
la impresión tras la lectura de Imperio de que la única perspectiva
de Negri y sus seguidores sea la de seguir la dinámica dominante de
recomposición capitalista a nivel mundial llamándola
"comunismo". Algo parecido a lo que hacían los marxistas
"legales" rusos de la época de Lenin cuando pensaban que el
desarrollo de las fuerzas productivas acabaría con el capitalismo.
Las proclamas comunistas coinciden así en el negrismo con el
ensalzamiento de políticas neoliberales como la del gobierno Lula en
Brasil, pues Negri, con el peor Marx, piensa que el mercado mundial
liquidará a todas las fuerzas reaccionarias... Se perfila así una
posible alianza (táctica) entre las (escasas) multitudes negristas y
el neoliberalismo frente a las fuerzas reaccionarias del Estado nación.
Europa es el terreno en que hoy, tras la oposición de Francia y
Alemania a la guerra americana en Iraq, esta alianza tiene visos de
concretarse. De ahí la toma de posición clara de Negri en favor del
sí a la Constitución europea.
Lo
que llama la atención es que esta recentísima postura contrasta con
la actitud que Negri ha ido manteniendo a lo largo de los últimos años
acerca de la Constitución para Europa elaborada por la Convención
que presidiera Giscard d'Estaing. Sobre la Convención ya afirmó en
el otoño de 2004 que "la constitución europea tal como nos
la quieren imponer es una constitución enteramente neoliberal, una
constitución que prolonga la lógica de la guerra dentro de Europa,
la lógica de esta desmesura capitalista en el control de movimientos
que no sabe medir, esta locura de dominio frente a sujetos que ya no
sabe comprender".[1] Efectivamente, había que hacer una
distinción entre Europa como espacio de lucha y de innovación política
y social y el intento represivo de anular esta dinámica constituyente
mediante una constitución cuyo contenido es básicamente la síntesis
de las políticas que vienen combatiendo desde hace más de diez años
los movimientos sociales. Son los movimientos sociales a pesar de su
relativa debilidad e inestabilidad los que pueden aportar novedad a un
proceso constituyente europeo, los que pueden exigir una Europa política
estructurada en torno a un principio federal capaz de liberar las
inmensas capacidades productivas de lo común, la potencia de innovación
y cooperación social que el mercado y los Estados mantienen
apresadas.
El
problema es que la Europa de los movimientos es rigurosamente
incompatible con el neoliberalismo, pues este tiene por objetivo la
transformación de todo lo común en mercancía y de todo tejido
social en red de transacciones mercantiles bajo la dirección de un
Estado protector reducido a sus funciones mínimas de representación
política, redistribución regresiva de la riqueza (en favor del
capital) y represión. Este modelo de Estado, que se impone mediante
las bombas en Iraq y otros lugares del planeta, es el que se ve
consagrado en el texto de la Constitución Europea. Se trata del
modelo único de "nation building" a cuya extensión
planetaria aspira el neoliberalismo en sus distintas formas más o
menos guerreras o pacíficas, tanto europeas como norteamericanas. Lo
que llaman "democracia", pero, como tantos otros productos
adulterados, no lo es.
Esto
no parece preocupar excesivamente a Negri, pues a pesar de sus
contenidos neoliberales, la constitución europea abre paso según él
al nacimiento de una Europa política capaz de enfrentarse al
unilateralismo belicista norteamericano: "De acuerdo
–dirá en una reciente entrevista publicada por el diario Libération–
el espíritu de la constitución tiene un tufo liberal..."
pero "la constitución es un medio para luchar contra el
Imperio, la nueva sociedad capitalista mundializada. Europa puede ser
un parapeto frente al pensamiento único del unilateralismo económico,
que es capitalista, conservador y reaccionario " . Habría
que aceptar el contenido neoliberal para disfrutar de los beneficios
de la forma europea y federal de la constitución.
El
problema de este planteamiento es que se niega a ver en nombre del sueño
de una alianza con los poderes realmente existentes que el
"federalismo" europeo tiene características propias: en
primer lugar, que al y como se plantea en la constitución no es ni
puede ser independiente del liberalismo. Si Europa ha logrado unirse,
lo ha hecho a través de un proceso "sui generis" guiado
inicialmente por la idea reguladora del "mercado común" y
últimamente por la de un mercado único abierto al mercado mundial.
Lo que se ha ido unificando ha sido el mercado, que los distintos
Estados han puesto en común abriendo sus mercados nacionales. Ello se
hizo inicialmente mediante una elaboración en positivo de normas y
políticas comunes y desde los años 80 mediante una política de
reconocimiento recíproco de las normas nacionales. Lo que cada Estado
miembro ha hecho por lo tanto es seguir al pie de la letra el programa
liberal de autocontracción de los poderes estatales para dejar
"libertad" a la esfera económica y a su mecanismo de
autorregulación que es el mercado. El carácter simultáneo de esta
contracción ha creado un espacio común europeo con toda una serie de
normas e instituciones necesarias para la regulación del mercado y de
la competencia.
La
Unión Europea está pues construida sobre una renuncia del Estado a
ejercer su soberanía sobre el mercado, pero no sobre una pretendida
"transferencia de soberanía" hacia la instancia
"federal europea" tan poco soberana respecto al mercado como
las instancias nacionales. Esto queda perfectamente consagrado en una
constitución que incluye entre sus principios fundamentales el de una
"competencia libre y no falseada". La Unión Europea
no es así el resultado de un proceso constituyente político que
permita oponerse a las consecuencias negativas de la globalización
capitalista, sino un motor regional de esta misma globalización.
La
trampa en la que caen Negri y buena parte de la izquierda socialdemócrata
y verde europea es evidente: desean quizá con sinceridad una Europa
política que pueda servir de freno al neoliberalismo, pero esa Europa
sólo la pueden obtener dentro de la lógica de integración que
refleja la constitución mediante la neutralización de la política
en nombre de la autonomía del mercado. La Europa política, en las
condiciones actuales que los "realistas" como Negri están
dispuestos a aceptar, sólo puede hacerse autodestruyéndose... Las
alusiones a la Carta de libertades fundamentales incluida en la
constitución y a la política exterior común, por no hablar del capítulo
de Justicia y Asuntos de Interior cuyo mero enunciado horripilaría a
Montesquieu como elementos positivos parecen bromas de mal gusto.
La
Carta de derechos fundamentales no sólo es regresiva respecto de
otros instrumentos internacionales y nacionales hoy vigentes, sino que
está explícitamente supeditada a las condiciones neoliberales que
determina la parte III de la Constitución. La política exterior se
supedita expresamente a la OTAN y la cooperación judicial y
antiterrorista al margen de cualquier control judicial europeo (el
Tribunal Europeo de Justicia no es competente en esta materia) supone
un gigantesco paso atrás en las libertades y garantías. No parece
tampoco que en estas circunstancias se haya superado para nada esa "mierda
del Estado nación" a la que alude Negri en su entrevista de Libération:
más bien los diversos Estados nación se prestan ayuda entre sí y se
refuerzan en sus funciones represivas y de reproducción de las
condiciones de explotación y se escudan en una instancia europea para
adoptar las políticas más reaccionarias.
A
pesar del sorprendente antiamericanismo primario que caracteriza en la
actualidad el discurso político de un Negri, que está dispuesto a
apoyar la constitución europea contra el unilateralismo "capitalista,
conservador y reaccionario" de la administración Bush, los
representantes de esta administración no parecen muy descontentos con
el texto propuesto por Giscard d'Estaing y su convención. La propia
Condoleezza Rice afirma que "si Europa se sigue unificando y
tiene una política exterior común –pienso que es lo que va a
ocurrir con la constitución y que habrá una unificación, con un
ministro de asuntos exteriores– creo que esto será algo muy
positivo. Tenemos que seguir recordando a todo el mundo que no existe
ningún conflicto entre identidad europea e identidad transatlática."
[2] Y contra la deformación antiamericana de la historia de Europa
que Negri nos propone cuando afirma que los Estados Unidos "desde
los años cincuenta luchan a brazo partido contra la construcción
europea" baste de nueva dar la palabra a Doña Condoleezza
quie así se expresaba en una rueda de prensa reciente junto con el
ministro francés de asuntos exteriores: "los Estados Unidos
han apoyado desde el principio la integración europea, ya desde la
Comunidad del Carbón y del Acero. Y los Estados Unidos siguen
apoyando el proyecto Europeo. Creo que en Bruselas el Presidente dejó
muy claro que creemos que una Europa unida, una Europa fuerte y capaz,
una Europa que es claramente democrática en su núcleo y que tiene
una larga tradición y un patrimonio común con los Estados Unidos sólo
puede ser buena para la marcha, la marcha adelante del progreso y de
la democracia en el mundo. Por ello queremos que tenga éxito el
proyecto europeo porque una Europa fuerte será buena para las fuerzas
de la democracia. Desearíamos que una Europa fuerte siga mirando
hacia adelante, que siga incorporando como ha venido haciéndolo hasta
ahora más miembros. Ha sido un importante imán para los europeos del
Este. Creo que sigue siendo un importante conjunto de incentivos para
países que todavía están en transición hacia la democracia. Y con
la OTAN, la Unión Europea es uno de los dos pilares de una Europa
entera, libre y en paz."
¿Por
qué haría la Sra. Rice campaña por el sí? ¿Por qué la hacen sus
más fieles aliados, los que han seguido a los Estados Unidos hasta el
desierto de Iraq y allí permanecen? ¿Serían Tony Blair y Berlusconi
antiamericanos encubiertos? Más de media Unión Europea ha apoyado la
agresión americana contra Iraq y ni la Unión ni uno sólo de sus
Estados miembros la ha condenado, la Unión Europea ha dado su apoyo a
todas las resoluciones de la ONU que "legalizan" la ocupación,
la Comisión Europea está presidida por el anfitrión de la cumbre de
las Azores y el representante de la política exterior y candidato más
probable a ministro de asuntos exteriores de la UE es Javier Solana,
antiguo secretario general de la OTAN.
En
tales condiciones parece que la opinión de la Sra Rice sobre la UE
está bastante mejor fundada que la del autor de Imperio. De
todas formas, si aún queda alguna duda sobre el potencial
antiimperialista y de resistencia al unilateralismo americano por
parte de la UE vale la pena leer los muy explícitos escritos de
Robert Cooper antiguo asesor de Blair y director general de política
exterior en el Consejo de la Unión Europea, quien en un famoso artículo
titulado Por qué seguimos necesitando imperios publicado por The
Observer el 7 de abril de 2002 afirmaba:
"El
mundo postmoderno debe empezar a acostumbrarse a utilizar dos varas de
medir. Entre nosotros, operamos sobre la base de leyes y de una
seguridad abierta y cooperativa. Pero cuando hay que tratar con
Estados anticuados fuera del continente postmoderno de Europa, tenemos
que recurrir de nuevo a los métodos más bruscos de una época
anterior – la fuerza, el ataque preventivo, el engaño, todo lo que
sea necesario para tratar con quienes aún viven en el siglo XIX en
que cada Estado actuaba por sí mismo."
Y
es que para encontrar neoconservadores no hace falta cruzar el Atlántico:
están dirigiendo las instituciones europeas que Negri considera como
un posible baluarte contra el unilateralismo norteamericano. El
problema es que no hay unilateralismo americano ni europeo, sino un
unilateralismo capitalista que no se combate apoyándose en uno de sus
pilares. La tentación europeista de Negri y de una parte de la
izquierda es comprensible en un momento en que las posiciones de
izquierda radical siguen socialmente muy aisladas, pero al igual que
San Antonio en el desierto puede haberse encontrado con un
interlocutor sumamente peligroso.
Notas:
1.–
Trascrizione dell’intervento di Toni Negri al NoWork Festival
ottobre 2004 (Traducción de John Brown)
2.– Citado por Philip Stephens y Daniel Dombey, in
“Rice Pledges Washington Support for a Common European Foreign
Policy”, Financial Times, February 11, 2005.
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