Revolución
en las urnas
Por
Raúl Zamora
Corresponsal
en París, Radio Nederland, 30/05/05
¡Una
revolución!... una revolución en las urnas se produjo este domingo
en Francia: 55 % de los ciudadanos votaron contra el proyecto de
Constitución de la Unión Europea, contra los tecnócratas que la
dirigen, contra el liberalismo que impregna ese proyecto, contra el
presidente francés, Jacques Chirac, contra su coalición de
centro-derecha y contra los dirigentes del Partido Socialista que se
unieron a la derecha para imponer la Carta Magna destinada a enmarcar
la acción futura del Viejo Continente.
El
naufragio de la Constitución Europea en Francia permite a los
observadores prever difíciles días para los campeones derechistas y
socialistas de la liberalización económica y social en el Viejo
Continente.
El
gran derrotado en Francia es el presidente, Jacques Chirac, quien
cometió un error de cálculo gravísimo. Chirac no estaba obligado a
hacer aprobar por referéndum el proyecto de Constitución y podía
haber seguido el ejemplo de Alemania, que aprobó el proyecto por vía
parlamentaria.
La
Constitución Europea habría sido aprobada por 90 por ciento de la
Asamblea Nacional francesa pero Chirac prefirió el riesgo del referéndum
esperando un elevado apoyo popular que le habría dado una prestigiosa
victoria y, al mismo tiempo, habría dividido al Partido Socialista
con miras a la elección presidencial del año 2007.
Chirac
-se comenta en los medios políticos- aspira a hacerse reelegir en
2007 para escapar a las consecuencias judiciales de escándalos
registrados cuando era alcalde de París, consecuencias de las que
estará protegido mientras sea presidente de la República.
Lo
que no imaginó al convocar el referéndum era la ola de rebelión que
iba a movilizar al pueblo francés furioso y angustiado por un
interminable desempleo de un 10 por ciento de la población activa,
por la liberalización creciente de la economía en Francia y en la
Unión Europea, por la inmigración ilegal, masiva e incontrolada de
trabajadores extranjeros, entre otros fenómenos dramáticos.
El
factor emotivo decisivo fue la indiferencia de la "clase política"
derechista-socialista frente a los problemas sociales y por el
permanente golpeteo en los medios de comunicación del
"pensamiento único" impuesto por esa clase política.
Todos
estos factores han puesto al desnudo una crisis de enorme envergadura:
la ruptura, la fractura que separa desde hace largo tiempo a los
franceses de sus dirigentes políticos socialistas y derechistas que
se turnan en el poder sin solucionar los problemas del país.
El
hecho de que la Constitución podría haber sido aprobada por 90 por
ciento de los parlamentarios y que en cambio fue rechazada por un 55 %
de los ciudadanos, ilustra en forma pasmosa, el abismo que separa a la
población de sus dirigentes en Francia.
Prácticamente
toda la flor y nata de la derecha y del Partido Socialista y los
Verdes -es decir, la llamada "izquierda caviar"- hizo campaña
a favor de la aprobación de la Constitución liberal europea, incluso
amenazando a los franceses para forzarlos a seguir la vía impuesta:
El rechazo de la Constitución sería la destrucción de la Unión
Europea, sería imposible renegociar una Constitución mejor, iba a
haber una crisis económica y una agravación del desempleo, sería
imposible luchar contra el poderío de Estados Unidos, etc. etc.
Los
franceses debieron recibir por televisión los mensajes repetidos de
los dirigentes nacionales y extranjeros. Incluso vieron al actual
presidente de la Unión, el luxemburgués Jean-Claude Junker, afirmar
con displicencia que si los franceses llegasen a votar contra la
Constitución... tendrían que votar de nuevo una segunda vez.
Frente
a la campaña de los partidarios de la Constitución, una minoría del
Partido Socialista se rebeló y se unió al movimiento de rechazo
impulsado por los comunistas, los altermundialistas, la extrema
izquierda y por la extrema derecha populista.
Todos
denunciaron que la Constitución anclaba a la Unión Europea en un
liberalismo que minimizaba el reconocimiento de los derechos de las
clases laboriosas.
En
vez de aspirar a fomentar un crecimiento de los bajos salarios de los
países europeos pobres, hacia los salarios altos existentes en los países
ricos, los eurócratas habían organizado los mecanismos para tirar
hacia abajo los salarios elevados, para favorecer los despidos, para
debilitar a los sindicatos...
A
esto se agregó la resistencia de una parte de la derecha y de la
extrema derecha al proyecto de los tecnócratas liberales de hacer
entrar en la Unión Europea a Turquía y más tarde a otros países
musulmanes, negando así las realidades geográficas, históricas,
religiosas e ideológicas que han jugado en la formación y evolución
del Viejo Continente.
¿Qué
va a pasar en lo inmediato?
Un
Consejo Europeo se efectuará a mediados de junio y ahí Chirac deberá
reconocer su derrota y convertirse en el mensajero del pueblo francés
contra la Constitución. Los analistas tratan de adivinar las vías y
desvíos que los eurócratas tratarán de buscar para imponer la
Constitución cuya existencia, sin embargo, aparece ahora muy
amenazada. Otros países deberán votar, entre ellos Holanda, donde el
"no" también parece crecer.
En
Francia, Chirac se presentó en la televisión con el rostro
descompuesto, anunció muchas dificultades, aseguró que va a tomar
nota de la voluntad popular y pareció ofrecer a los franceses la
cabeza de su primer ministro Raffarin.
Pero
los vencedores del histórico torneo no encuentran que esto sea
suficiente. Desean que se haga una revisión a fondo de la anquilosada
vida política francesa, que haya verdaderos cambios de orientación.
Algunos van hasta a pedir a Chirac que tenga la dignidad del general
De Gaulle quien, al perder un referéndum en 1969, renunció a la
presidencia de la República.
Pero
Chirac había advertido que no renunciaría, cualquiera que fuese el
resultado del referéndum.
El
Partido Socialista, por su parte, tendrá que lavar su ropa sucia y
los vencedores pretenden que haya cambios, que se abandone la
tendencia "caviar" pro-liberal, y que haya una orientación
hacia la extrema izquierda, los comunistas y los altermundialistas.
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