La
implacable mecánica que crea la deuda y la pobreza continua igual.
El
G8 la oculta y recurre a mentiras superlativas para distraer la atención
G8: El camino del
infierno está lleno de buenas intenciones
Por Damien Millet
y Eric Toussaint (*)
La Haine, 05/07/05
Fuente: cadtm.org
Traducido por Hugo Ruiz
Díaz Balbuena y Guillermo Parodi
El 7 de junio de 2005,
luego de un encuentro con el Primer ministro británico Tony Blair,
George W. Bush declaró: «Nuestros países están trabajando sobre
una propuesta [proposición] que eliminará 100 % de la deuda de los
países más pobres». Cuatro días después, los ministros de
Finanzas del G8 anunciaron en Londres la conclusión de un acuerdo
calificado como histórico: anularon la deuda que 18 países tienen
con el Banco Mundial, el Banco Africano de Desarrollo (BAD) y con el
Fondo Monetario Internacional (FMI), es decir 40 mil millones de dólares.
Además en un cierto lapso de tiempo, 20 países más podrán
beneficiarse de esta medida, lo que daría el monto total de 55 mil
millones de dólares. La cumbre del G8 de Gleneagles, del 6 al 8 de
julio próximo, y en septiembre la Asamblea anual del FMI y del Banco
Mundial, los que todavía no se pronunciaron, deberían confirmar este
anuncio.
Sin embargo, la parte
oculta hace que este cuento de hadas adquiera aires de una verdadera
tragedia.
En efecto, en más de
una ocasión ya se hicieron tales anuncios y siempre terminaron en un
estrepitoso fracaso en lo que respecta al desarrollo humano. Es así
que según el Banco Mundial y el FMI, la iniciativa Países Pobres
Altamente Endeudados (PPAE), lanzada en 1996 y luego reforzada 1999,
debería permitir a los 42 implicados hacer frente a « todas sus
obligaciones presentes y futuras en materia de servicio de la deuda
externa sin necesidad de reescalonamiento o acumulación de atrasos y
sin debilitar el crecimiento ».
Para lograrlo la
iniciativa preveía la imposición de reformas económicas
neoliberales en la misma línea del ajuste estructural impuesto
igualmente en los años 80 y que golpeó duramente a las poblaciones
del Sur: aumento de costos de gastos escolares, de salud y del
impuesto sobre el valor agregado (IVA), lo mismo que la supresión de
subvenciones a los productos de base, cuatro medidas que afectan
principalmente a los pobres; privatizaciones; liberalización de la
economía y la apertura de una competencia desigual entre los
productores locales y las transnacionales… Todo esto conduce
generalmente a una degradación importante de las condiciones de vida
de la mayoría de la población y a una nueva forma de colonialismo.
En efecto, las grandes decisiones son tomadas desde entonces en
Washington (sede del Banco Mundial y del FMI) y en el Club de París.
Una vez alcanzado el
punto de culminación, el pais en cuestión debía constatar la
reducción de la deuda lo cual le posibilitaría continuar reembolsándola
en forma regular. Los pocos fondos restantes deberían servir para
financiar algunos gastos sociales a fin de reducir la pobreza, lo que,
sin cuestionar la lógica misma del sobreendeudamiento y de la pobreza
galopante, permitiría a su turno recuperar las revindicaciones
contestarias. El anuncio del reforzamiento de la iniciativa PPAE hecho
en junio de 1999 tuvo la misma connotación de triunfalismo que el de
junio 2005: la deuda anulada alcanzaría los 100 mil millones de dólares
y la pobreza recularía en forma impresionante. En una palabra: un
hecho histórico.
Hoy el balance es
desastroso: menos de la mitad de los PPAE lograron llegar al fin del
programa que debía cerrarse a fines del 2004 y que tuvo que ser
prolongado para evitar el fiasco. Los bellos anuncios se evaporaron
como el agua: no solo nadie vio rastros de los 100 mil millones de dólares
sino que entre 1999 y 2003 la deuda externa pública de los 18 países
involucrados en el anuncio de Londres, y que corresponde exactamente a
los que alcanzaron el punto de culminación bajo la iniciativa PPAE,
pasó de 68 a 73 mil millones de dólares. [1] Y, como se puede ver,
40 mil millones de dólares de 73 no equivalen a 100 %... Visto esto,
¿no será necesario exigir otra solución que la repetición de una
impostura manifiesta ? Lejos de solucionar el problema de la deuda, el
anuncio de Londres es la prueba del fracaso de la anterior iniciativa
PPAE: si no fuese así, no cabría una nueva reducción de la deuda de
los 18 países.
De hecho, bajo la presión
de la opinión pública y de organizaciones de solidaridad
internacional, los dirigentes del G8 una vez más fingen hacer una
concesión. Pero hay que señalar que la iniciativa PPAE, presentada
como un gran avance, no posibilitó eliminar la deuda de los países más
pobres. Más grave aún, debido a las condicionalidades a las que
estaba ligada, ella reforzó la dependencia del exterior, aumentó las
desigualdades y degradó en forma grave la calidad de los servicios públicos.
La reacción de los
ricos de este mundo ante el tsunami de diciembre 2004 es otro ejemplo
de falsa generosidad: la decisión de una moratoria sobre la deuda de
Indonesia y de Sri Lanka fue presentada como el reconocimiento de la
« la dimensión excepcional y los efectos devastadores de esta catástrofe
». Pero dicha moratoria estuvo finalmente acompañada de penalidades
de atraso y los dos países deberán reembolsar más de lo que
hubieran hecho si el tsunami no se hubiese producido. Como dice el
adagio popular, el camino del infierno está lleno de buenas
intenciones.
El hecho de anular una
parte de la deuda de 18 países (que representan solo el 5 % de la
población de los 165 países en vía de desarrollo) no es ningún
modo un regalo: es la contrapartida de una camisola neoliberal que ya
les fue impuesto hace muchos años. Estos 18 países, con la
complicidad de sus dirigentes, se encuentran así bajo el control de
los acreedores: la presión que ejerce la tenaza de la deuda,
instrumento de esta dominación, puede entonces ser levemente
aligerada.
Pero en realidad, la
sumas liberadas por dicha medida son irrisorias y sin par con las
necesidades reales. Las primeras proyecciones indican que los 18 países
van a economizar anualmente alrededor de 1 mil millones de dólares,
lo que podría ser deducido de la ayuda que van a recibir si no
cumpliesen con los criterios impuestos por los países ricos que harán
el reembolso en su lugar, pero que en la práctica exigen la
docilidad. En realidad, es mucho más que este hipotético mil
millones de dólares el que hace falta: el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) estimó en 80 mil millones por año
el monto necesario para garantizar un acceso universal al agua
potable, a una alimentación decente, a una educación primaria y a
los cuidados básicos de salud. Reunir esta suma es una cuestión de
voluntad política: cada año los países del G8 consagran en gastos
militares 700 mil millones de dólares y en subvenciones a la
agricultura 350 mil millones, lo que penaliza en forma dramática a
los productores del Tercer Mundo. [2] Apenas dos meses antes de la
cumbre de la ONU dedicada al atraso en la realización de los
objetivos de desarrollo del milenio, el G8, instancia ilegítima,
concede una anulación con una dosis homeopática asociada a la
continuación del tratamiento de shock liberal.
Así, la implacable mecánica
que crea la deuda y la pobreza continua igual. El G8 la oculta
recurriendo a mentiras superlativas para distraer la atención.
Nosotros reclamamos el cambio radical de esta lógica: la anulación
total e incondicional de la deuda de los países en vía de desarrollo
y un financiamiento al desarrollo conforme a las necesidades sociales
que corresponda a una redistribución generalizada de la riqueza en
todo el planeta.
Notas:
(*)
Damien Millet es
presidente del Comité para la anulación de la deuda del Tercer Mundo
(CADTM) Francia, autor de L’Afrique sans dette (CADTM/Syllepse,
2005). Eric Toussaint es presidente del CADTM Bélgica, autor de La
Bolsa o la Vida. Las finanzas contra los pueblos (CLACSO, Buenos
Aires, 2004). De ambos autores: 50 Preguntas / 50 Respuestas sobre la
deuda, el FMI y el Banco Mundial (Editorial Icaria / Intermon Oxfam,
Barcelona, 2004; Editorial Aby Yala, Quito, 2005; Editorial del
Oriente, Santiago de Cuba, 2005).
[1] Cálculo de los
autores recogido según el dado por el Banco Mundial, Global
Development Finance 2005.
[2] Según el Banco
Mundial sólo para el año 2004, la totalidad de los países en vias
de desarrollo reembolsó la suma astronómica de 374 millardos de dólares.
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